En la sección anterior se planteó que la reversión de los flujos de capital durante períodos de estrés financiero son los causantes del subdesarrollo del sector financiero y la dependencia de las economías en desarrollo al financiamiento externo , las hace vulnerables a los choques que se presentan en los mercados internacionales de capital.
Esta sección esboza la importancia de los flujos de capital para los países de mercados emergentes como Colombia y como su presencia condicionó el comportamiento económico durante la década de los noventa, antes, durante y después de la crisis financiera de fin de siglo, que acompañada por políticas económicas controvertidas generaron un costo en términos de producto superiores al 5%.
3.1. Importancia de los flujos de capital
La literatura económica argumenta que los flujos de capital y la reducción de las brechas tecnológicas y empresariales son dos de los elementos centrales para sustentar un proceso de convergencia internacional entre las economías ricas y pobres (French-Davis, 2005:3-5).
Así, los beneficios de los flujos de capital son relevantes porque:
Mejoran la eficiencia en la asignación global de los recursos: los retornos reales marginales de la inversión son menores en los países ricos (abundantes en capital) que en los pobres (escasos de capital);
Equilibra diferencias transitorias entre el producto y el gasto (ajuste intertemporal estabilizador);
Los individuos pueden satisfacer sus preferencias de riesgo mediante una diversificación de activos.
Esta liberalización financiera y apertura al mercado de capitales, por parte de economías de mercados emergentes en la década de los noventa, no solo trajo consigo flujos de inversión extranjera y mayor capacidad de financiamiento de proyectos de inversión sino que también facilitó la difusión de las crisis financieras (Moguillansky, 2002:47).
Como podemos observar en el Gráfico 3.1 y 3.2 tanto los Flujos Netos de Capital Privado (FNCP) como la Inversión Extranjera Directa (IED) hacia los países de mercados emergentes fueron procíclicos al PIB desde 1990, destacándose que antecedieron a expansiones fuertes del producto (1991-1994) ; no predijeron recesiones, es decir, disminuyeron en la medida en que las crisis económicas surgían y se acentuaban (1996-2001) y ante la alta volatilidad en la inversión de portafolio (FIP), que complementada con la desaceleración de la IED en períodos de turbulencia financiera y alta incertidumbre en los mercados de capitales, profundizó problemas fiscales y de liquidez al interior de las economías emergentes, con altos niveles de endeudamiento externo (como Brasil, Argentina, Colombia, Ecuador), presionó la adopción de nuevos regímenes cambiarios y puso al descubierto el alto nivel de endeudamiento externo tanto del sector público como del privado, además de una baja regulación y supervisión del sector financiero y el poco manejo del riesgo , los cuales se entrelazaron y generaron deterioro en términos de producción, empleo y calidad de vida, entre otros.