DESAFÍOS DE LA SOCIEDAD RURAL AL DESPUNTAR EL SIGLO XXI. ECONOMÍA Y POLÍTICA

DESAF?OS DE LA SOCIEDAD RURAL AL DESPUNTAR EL SIGLO XXI. ECONOM?A Y POL?TICA

Compiladora: Irma Lorena Acosta Reveles

Volver al índice

 

 

II. TRABAJO INFANTIL, FENÓMENO DEL CAPITALISMO

Si bien el trabajo infantil es un fenómeno que se ha presentado desde fases tempranas de nuestra historia, también lo es que la fase última a la que hemos arribado, el capitalismo, no ha ofrecido las condiciones objetivas para su abatimiento. Pareciera, paradójicamente, lo contrario:

La gran industria, junto con la utilización de maquinaria que “...hace inútil la fuerza del músculo, permite emplear obreros sin fuerza muscular o sin un desarrollo físico completo, que posean, en cambio, una gran flexibilidad en sus miembros. El trabajo de la mujer y del niño fue, por tanto, el primer grito de la aplicación capitalista de la maquinaria” (Marx, 1959: 324).

La maquinaria, al lanzar al mercado de trabajo a todos los individuos de la familia obrera, distribuye entre toda su familia el valor de la fuerza de trabajo de su jefe. Así, “...el valor de la fuerza de trabajo no se determinaba ya por el tiempo de trabajo necesario para el sustento del obrero adulto individual, sino por el tiempo de trabajo indispensable para el sostenimiento de la familia obrera. Lo que hace, por tanto, es depreciar la fuerza de trabajo del individuo” (Marx, 1959: 324). Y si al contratar la fuerza de trabajo de cada uno de los miembros de la familia del obrero le cuesta al capitalista un poco más, lo cierto es que a cambio, en lugar de una jornada de trabajo obtiene varias, lo cual le permite obtener una mayor cantidad de trabajo impago, y por lo tanto una mayor masa de plusvalía.

El trabajo infantil ofrece muchas ventajas pues esta mano de obra es barata y sumisa: porque la mayoría de los niños desconocen sus derechos lo que les facilita a los empleadores su explotación (Celada, 2002, 9-10). Esto tiene como consecuencia lógica la ventaja de reducirle costos a las empresas. Además es más fácil prescindir de ellos cuando las empresas ya no los necesitan (Aguirre, 2000: 86).

En palabras de Figueroa (1986) el desarrollo del capitalismo implanta su propia ley de población mediante la cual crea y recrea al ejército de reserva –masa de desempleados, también llamada sobrepoblación relativa- de tal manera que éste pueda presionar los salarios a la baja. Esto es posible gracias a los cambios que se dan en la composición orgánica del capital. A medida que aumenta la parte constante (herramientas, maquinaria, equipo, materias primas, etc.) y se potencia la fuerza productiva del trabajo, con menos obreros se puede echar a andar una mayor cantidad de medios de producción, ensanchándose así el ejército de reserva, gran parte del cual se dirige a los sectores informales de la economía en busca de ingresos apenas suficientes para la sobrevivencia.

Pero el desenvolvimiento del capital como sistema adquiere ciertas particularidades en el subdesarrollo (Víctor Figueroa, 1986). Según Figueroa, el subdesarrollo es una situación donde el capital no ha organizado el trabajo general (trabajo científico, inventor, innovador, el que diseña procesos productivos, maquinaria, equipo, etc.) y, por lo tanto, no lo explota.

En este contexto teórico, el subdesarrollo, es una forma particular de organización de la producción capitalista la cual no ha generado internamente las condiciones de la subsunción real del trabajo inmediato , sin que por ello deje de recurrir a esos métodos o renuncie a la gran industria. Produce la subsunción real del trabajo inmediato, a la manera de la gran industria, pero no con base en sus propios fundamentos. Practica, de este modo, la explotación más completa del trabajo inmediato sin explotar simultáneamente el trabajo general. Dicho de otra manera, los métodos por los cuáles el subdesarrollo explota el trabajo inmediato no son su creación específica” (Figueroa, 1986: 54)

A partir de la conceptualización del subdesarrollo, Figueroa deduce toda una serie de consecuencias. Una de ellas es que al depender de los productos del trabajo general creados en los países desarrollados, los países subdesarrollados transfieren valor a los desarrollados porque ello significa una compra sin venta. Esto es una transferencia neta de valor porque no implica a cambio ninguna venta en este rubro y provoca un efecto expansivo sobre el empleo de los países desarrollados, el cual disminuye en los subdesarrollados generando en éstos una “...población redundante por sobre aquella que resulta de los cambios en la composición del capital y que normalmente acompañan a la producción en las condiciones del plusvalor relativo” (Figueroa, 1986: 113).

Eso quiere decir que se genera una sobrepoblación más allá de los límites normales de tal forma que ésta “...aparece ya no relativa, sino absolutamente redundante respecto de las necesidades promedio del capital. Esa masa humana que el capital desecha y a la cual empuja a la sobrevivencia con base en otras formas sociales. Por donde no resulta en absoluto extraño que la acumulación en el subdesarrollo despliegue poca capacidad para disolver las formas no estrictamente capitalistas de producción ni que éstas muestren una porfiada resistencia a la disolución. Más aún, en períodos de crisis, cuando el crecimiento económico se reprime y el desempleo se extiende por períodos más o menos largos, estas formas económicas tienden a fortalecerse y a expandirse. Ellas aparecen como el único medio por el cual un sector de la población, más grande o más pequeño, según las condiciones históricas y naturales de los países, pueden proveerse de sus medios de vida. Hasta ese punto, no son las ‘reservas rurales’ las que proporcionan al capital fuerza de trabajo excedentaria; es, por el contrario, la acumulación la que provee a la producción campesina y al trabajo informal, o sea, aquél no organizado sobre la base del trabajo asalariado, con fuerza de trabajo. Se puede ya apreciar que por lo mismo, no es la existencia o articulación de diversos modos de producción lo que explica la acumulación en el subdesarrollo; es la acumulación en el subdesarrollo lo que explica la presencia de otras formas sociales”. (Figueroa, 1986: 113-114).

Es preciso tener en cuenta dos conceptos más que el autor elaboró. Estos son el de crecimiento absoluto y crecimiento relativo. El primero en términos generales hace alusión a una fase de crecimiento económico en el cual la orientación general está encaminada a favorecer al sector exportador; el segundo se refiere a la fase de crecimiento en la cual la orientación de la acumulación está encaminada a fortalecer al mercado interno (Figueroa, 1986: 154-166).

En una fase de crecimiento en la que la orientación general se encamina a favorecer al sector exportador, la sobrepoblación crece a niveles mayores. Esa masa humana se ve obligada a buscar sustento en formas no propiamente capitalistas de producción o a emigrar a otros países -en el caso de México hacia Estados Unidos-, dejando gran parte de los trabajos en manos de mujeres y niños.

El trabajo infantil obedece a la lógica de la acumulación del capital una vez que las relaciones capitalistas se implantan como dominantes. El capital necesita explotarlo porque le genera elevada cantidad de plusvalor. A costa del desgaste de infantes se incrementa el plusvalor, no importándole en absoluto los daños de toda índole causados al pequeño trabajador. Y cuando se preocupa por ellos es básicamente por las presiones sociales en contra de esta explotación.

En las condiciones del subdesarrollo el trabajo de menores en las actividades familiares puede explicarse por las características que ahí presenta el capital, esto es, que se crea un polo capitalista restringido y alimenta al ejército de reserva acrecentándolo a ritmo y niveles más allá de los que se darían en condiciones de desarrollo natural. La población desplazada deberá intensificar sus actividades para obtener el sustento, así tenga que recurrirse al trabajo de los hijos.