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LAS SOMBRAS DE MARX

Edgardo Adrián López



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CAPÍTULO VIII

En el devenir marxiano no existen, como se conoce, remisiones extensas a su posición sobre la dialéctica hegeliana (de la que el suegro de Lafargue, adopta el rizo existente en la Fenomenología del Espíritu, especialmente en sus escritos jóvenes –e. g., 1985 d: 182/208). Menos todavía, contamos con explicitaciones sobre una supuesta dialéctica materialista o si ella circularía por todas las obras. Sin embargo, las dificultades parecen resolverse en parte, si nos fijamos en la relación que Marx establece, por su escritura y enunciación, entre dialéctica y cuestiones epistémico/metodológicas. La otra gran veta a explorar serían los vínculos entre teoría y praxis; conexiones que no hicimos más que delinear en trazos ligeros (ver supra). Pero las conclusiones parciales que obtuvimos en el otro registro, tal vez guardarían algo para ser explicadas.

Sólo parecen haber tres momentos de consideración en torno a lo metódico: uno, en el vol. I de los Elementos fundamentales para la crítica de la Economía Política (op. cit.); otro, en Miseria de la Filosofía (1984 c: 112-134) y uno más, en los breves pasajes del vol. I de El capital (1983 a: 30/31), el cual versa sobre la distinción entre exposición e investigación. De los instantes aludidos, analizaremos el primero de ellos.

Permítasenos, para comenzar, reinterpretar lo que allí se dice (1971: 20-30), a fin de que nuestra perspectiva no resulte arbitraria. Como es sabido, se empieza afirmando que el método de la Economía Política consistió en perder lo real, reemplazándolo por un concreto representado, al invocar directamente una abstracción. A partir del mismo, son postuladas abstracciones cada vez más sutiles hasta arribar a las determinaciones simples. Pero esta forma de tratar lo concreto tiene como corolario una representación caótica del conjunto. En lugar de ello, y después de conseguir las abstracciones sutiles y las determinaciones simples, habría que reemprender el devenir del pensamiento, retomando lo real. Entonces, sería configurado como una rica totalidad y no en cuanto que representación desarticulada.

Por más que los esfuerzos de la Economía Política hagan de la población, en tanto que tema y referente, un objeto bien delimitado, las interconexiones del mismo, al no plantearlas considerando la lógica de la génesis de tesoro de la que en parte depende, no acaban por ser completamente entendibles. Al no darse esta inteligencia del proceso, su estudio resulta no ordenado conforme a pautas que lo harían más aprehensible. Para eludir la representación caótica del conjunto, se debe construir una rica totalidad sobre el fundamento de relaciones generales abstractas determinantes; a partir de ellas, se llega a lo complejo. Sin embargo, lo real es siempre un proceso de síntesis llevado adelante por el pensamiento. Empero, en el método de la Economía Política, ocurre que la representación plena es evaporada en una determinación abstracta. Por el contrario, en la crítica materialista se intenta que las determinaciones abstractas, conduzcan a la reproducción de lo concreto en el pensamiento. La crítica idealista, por su lado, procura ir de lo abstracto a lo concreto para reproducirlo a modo de un “concreto espiritual”.

Ahora bien, es imprescindible historiar las categorías. Al respecto, cabe observar que la noción más simple (que au fond, es la idea abstracta más articulada) se vincula a totalidades menos desarrolladas. Por ejemplo, el concepto “capital comercial” es un lexema simple que, sin embargo, acompaña a sociedades no capitalistas. Cuando aparece el capitalismo, la categoría simple se torna más concreta. Sorprendentemente, existen sociedades en las que actúan las formas más elaboradas de la economía (cooperación, división organizada del trabajo, etc.); esto demuestra que la categoría simple tiene lugar en totalidades menos desarrolladas. Pero lo antedicho significa que la categoría compleja se encuentra más articulada en una comunidad menos diferenciada; más desarrollada que la idea simple inserta en la misma asociación. No obstante, las abstracciones más universales (esto es, los lexemas simples) se despliegan plenamente en el concreto más rico, lo cual resulta visible mediante un laborioso trabajo de crítica. En razón de que las abstracciones simples también se dan en sociedades poco complejas y en virtud de que el capitalismo es la más organizada forma de la producción, las nociones que permiten entenderla son adecuadas para inteligir la dinámica de las formas societales anteriores. Y es que la anatomía del hombre es la clave para entender a la del mono.

Pero la Economía cae presa de estos efectos y trata de usar sus categorías para entender otras comunidades, bajo las cristalizaciones del capital. En esta actitud, se demuestra que una forma desarrollada de colectividad considera a las que le precedieron, como etapas que conducen hacia ella; se instauran entonces, un evolucionismo y una filosofía de la historia. Para evitarlas, es necesaria la crítica historizante.

Lo que precede quizá podría graficarse; con esa meta serán diagramados los enunciados, aunque no de acuerdo a la secuencia textual:

La Economía Política queda enredada en abstracciones sutiles:

Pero lo correcto sería encaminarse desde las determinaciones simples a lo real:

Esto implica que lo real a lo que se regresa no es el “primer” real ya significado, sino otro. Sin embargo, tampoco es un “segundo” puesto que el objeto fue tematizado en el momento que Marx llama “concreto representado”. Por ende, el real del que hablamos es un tercero:

No obstante, lo real discursivizado, a fin de evitar el idealismo de creer que el concepto conforma el mundo, parte de un real material que es completamente otro respecto de cualquier semiosis. Este real material perdido, es una Ceroidad:

De lo concreto representado, se va a lo complejo:

Si estas operaciones no se llevan adelante, lo real es suprimido:

Por el contrario, lo real en cuanto Segundidad, a pesar de ser un concreto de pensamiento, evita que, por la circunstancia de que lo real/Ceroidad es irrecuperable a causa del signo, esa alteridad perdida, huella derrideana, no se transforme en un real de lo que nada se desea saber:

Pero lo simple no es sencillo, sino que es lo más abstracto y diferenciado:

Por lo mismo, lo complejo, que es ricamente articulado, tiene que ser lo opuesto a lo abstracto:

En una crítica materialista, hay que ir de lo simple a lo complejo, id est, de lo abstracto a lo concreto. De lo que se infiere que:

• lo concreto representado (que opera como Segundidad), es lo simple y abstracto. Como no rechaza, reprime, deniega, etc., lo real, ese abstracto podría denominarse “abstracción real” (sin que por ella, el deconstructor de Hegel deba ser emparentado con alguna metafísica).

• la abstracción real tiene múltiples niveles internos que deben interactuar entre sí:

- lo simple (3)

- lo complejo (4)

- la representación plena

- las determinaciones simples

La categoría simple (que es, en el fondo, articulada) habla de fenómenos propios de sociedades complejas, mientras que la idea concreta tematiza acontecimientos vinculados a formas colectivas menos desarrolladas:

Empero, una categoría simple puede darse en sociedades con escaso desarrollo de las fuerzas de producción, lo cual significa que las categorías simple y concreta acontecen simultáneamente. Para obtener una “abstracción plena”, hay que considerar ambos lexemas:

Lo anterior quiere decir que lo simple (3), tendría que ser interpretado como categoría simple. De lo que resulta, que la abstracción real está parcialmente estructurada como sigue:

• lo complejo (4)

• determinaciones simples

Que una categoría simple pueda desplegarse en asociaciones de escasa potencialidad en el plano de las fuerzas productivas, únicamente puede hacerse notable por la crítica. En consecuencia, la abstracción real está integrada por lo deconstructor:

• lo complejo (4)

• determinaciones simples

• categoría deconstructiva

Ahora bien, el concreto representado de la abstracción real es un conjunto de abstracciones sutiles, las que tienen que interactuar con las determinaciones simples, a fin de no evaporar lo concreto. Por su lado, lo deconstructivo tiene que conectarse con lo representado y concomitantemente, con las determinaciones simples:

De esa red es deducido un concepto complejo:

El concepto complejo (5), nos conduce a lo real en tanto que Terceridad. En este nivel, es imprescindible la intervención de la crítica “historizante”:

Empero, en lo real/Segundidad, luego que son conseguidas relaciones generales abstractas determinantes, se debe ir a lo complejo (5). Los niveles de la abstracción real, anteriores a la síntesis encarnada en la categoría compleja, resultan ser entonces, las relaciones generales abstractas determinantes. Si de estas conexiones se tiene que arribar a una noción articulada, esas abstracciones son lo simple. Así, todo el plexo de la abstracción real es el devenir del pensar que va de lo simple a lo complejo:

La abstracción real podría graficarse como sigue, lo que da una pista de lo intrincado que la pulsa:

En resumen, existen cinco grandes tiempos en el devenir crítico:

Teniendo en mente que a todos los instantes nombrados, los atraviesa la dialéctica entre “investigación” y “exposición”, graficamos:

Lo que, apoyándonos en Peirce (1974; 1987), se denominó como Primeridad, Segundidad y Terceridad, fue llamado por algunas corrientes marxistas “método del ‘concreto-abstracto-concreto’” (de la Garza Toledo s/f. e.: 23). La idea/fuerza de esa propuesta no deja de ser interesante, pero creemos necesario diferenciar entre el concreto-Ceroidad y lo real/Primeridad, y entre este concreto y el de la Terceridad. Asimismo, lo abstracto debe entenderse en cuanto una abstracción múltiplemente articulada con lo real. Además, tal cual enseguida ahondaremos, no son tres los momentos sino cinco, en los que el último, que frecuentemente pasó desapercibido en los textos sobre el “método” marxiano (Della Volpe 1965: 15), posee, a su vez, otros estratos. Para nosotros, es el punto de investigación y exposición más importante, al estar compuesto por los niveles de la crítica socio-histórica y por el de la sociología histórico/deconstructiva.

En el registro de la crítica socio-histórica deben abordarse

“... 1) las determinaciones abstractas generales que corresponden ... a todas las formas de sociedad ... ; 2) las categorías que constituyen la articulación interna de la sociedad burguesa ...“ (Marx 1971: 29).

Por su lado, la sociología histórico/deconstructiva, en cuanto teoría de los mecanismos de la evolución colectiva, debe componer las intelecciones pertinentes, en vistas a resolver el problema general que, a continuación, se detalla:

“¿... cómo inciden las condiciones históricas (universales) en la producción y cuál es la relación que mantienen con el movimiento histórico? ... (¿Cómo es que la comunidad de hombres, aunque) aparezca como un supuesto ..., ella misma es a su vez producto de la producción, (y esto) no solamente (en el sentido) de la producción histórica general, sino de la (temporalmente) determinada ? ...” (Marx 1971: 18, 17). En otras palabras, son objeto del marxismo las estrategias generadas para que la producción vaya siendo condición de sí y su propio presupuesto, de manera que las citadas condiciones y las premisas de su despliegue se conviertan, de hechos naturales exteriores, en resultados histórico-sociales.

El nivel que explicamos, poseería los pliegues a detallar:


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