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LAS SOMBRAS DE MARX

Edgardo Adrián López



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SEGUNDA PARTE

Como se ve, los lexemas “producción” y en consecuencia “excedente” estaban presupuestos. Es imprescindible tematizarlos; quizá habría que tener en cuenta al vol. I de los Grundrisse (op. cit.). Por el primero de ellos, Marx quiere significar no sólo la creación material de riqueza, sino la génesis de tesoro espiritual. El devenir productivo elabora bienes concretos y semióticos, pero que retornan inducidos en la misma escala y sin que ellos sirvan para extender la fuerza de producción. En cambio, el proceso de reproducción engendra ambos tipos, pero orientados a fin de mantener la potencia de la producción en la misma escala en la que se encontraba (reproducción simple) y/o a fin de suscitar un incremento en idéntico plano (reproducción ampliada –1983 b: 359/378, 441-454). En las comunidades pre/socialistas, la riqueza no concreta y el proceso inmaterial de producción y de reproducción juegan un rol mínimo, fundando la sobreestructura. De esta manera, la “basis” se compone de una producción y reproducción empobrecidas y limitadas a crear tesoro de un “peso específico”, despojado de las valencias materiales de lo semiótico. Se entiende que una colectividad libertaria debiera incluir la riqueza espiritual, y los movimientos de producción y reproducción como “elementos” de la “base”. En este punto, el cofundador de la Internacional realiza una doble advertencia: lo inmaterial, por el flanco del tesoro y de los devenires nombrados, tendría que ser la potencia que acicatea el proceso de vida de la sociedad, y el movimiento de reproducción ampliado debiera poseer una preponderancia más sustancial. Con ello, el mencionado pensador asegura un espacio indiscutible a lo semiótico, dado que la reproducción ampliada tiene que ser un devenir en el cual lo inmaterial posea un papel emancipador creciente. Marx entonces, no se enreda en el paradigma productivista occidental que postula un consumo ilimitado y una reproducción social material incesante, allende los efectos sobre la biosfera(1) y sobre el ecosistema afectivo/humano, por cuanto la reproducción dilatada tiene que ser constante en el nivel del deseo, de la libido y de lo Imaginario. En esta reproducción lo indispensable está colmado, ya que los manantiales de la riqueza manan a chorros llenos (1985 b); empero no todo se restringe a esta situación. Si es viable plantear una frontera a la reproducción material expandida, no es posible configurarla para la reproducción semiótica porque el estímulo al deseo es infinito.

En los movimientos de reproducción simple y de reproducción/acumulación es importante el destino del excedente. Al respecto, podemos enunciar que, a la par de la estrategia tradicional usada para contornear ese lexema, existe otra alternativa más rica en derivas. En el marxismo acostumbrado demasiado a “leer” sin ser, a su vez, afectado por esa práctica, sin ser capaz de injertar en esos textos polimorfos una reescritura transformadora, “excedente” se define por las categorías “tiempo de labor por encima del imprescindible” y “tarea por sobre lo necesario”. La primera idea justifica a ese bien como flujo-tiempo, como un coágulo móvil de tiempo que la sociedad invierte y que se amontona en capas delgadas -de inciertos días. En el segundo caso, dicho concepto es profesado como trabajo materializado en valores.

Hay excedente tanto en el nivel de la producción, como de la reproducción. El que es propio de la génesis de tesoro puede clasificarse en “material”, en “negativamente inmaterial” y en “semiótico”. El excedente concreto es el que se destina al consumo de los que no forman parte de la fuerza de trabajo productiva, esto es, el que sirve al consumo de los obreros improductivos (privilegiados o no –sacerdotes, prisioneros, etc.) y al de los grupos de los no trabajadores en posición de dominio (jefes tribales o clases sociales).

El excedente semióticamente negativo es el que opera como lujo, dado que supone una represión discriminatoria de las necesidades en los sectores que no acceden a ese plano. El excedente sustancial son las opciones (1983 a: 743) que el desarrollo de la producción libera en cada devenir, pero que no pueden ser aprovechadas en las sociedades pre/comunistas en virtud de su irracionalidad. El que es propio de la reproducción social, también se define con la misma clasificación ya aludida. En las colectividades comunistas y post-comunistas, no existe el excedente semióticamente negativo, y los que son bienes concretos e inmateriales se delimitan de otro modo. Así, se aprehenderá por “excedente material”, tanto en lo que hace a la producción como en lo que se refiere a la reproducción, aquel tesoro empleado para agrandar el desarrollo de las fuerzas espirituales del hombre (pasiones, afectos, pulsiones, voluntad, deseos, etc.). Y por excedente semiótico, cuanto en lo que respecta a la producción como en lo que acontece a la reproducción, las posibilidades abiertas por el despliegue de las potencias genéticas, pero que son utilizadas al máximo en virtud de que la irracionalidad negativa fue superada.

La otra perspectiva para definir la idea estudiada, se une al goce. El prusiano rojo sostiene que, desde la Prehistoria al capitalismo, la elaboración fue subordinada por la ley del valor, id est, por la obligación de crear riqueza bajo la exigencia de una economía/derroche del tiempo y del trabajo invertidos(2). Esto conduce a que la sociedad privilegie esa “racionalización” por encima de los imperativos de satisfacer y de incentivar el deseo. En las sociedades sin clases pero pre-socialistas y en las comunidades con clases, la norma valor regula la producción de tesoro en el marco de la forma/mercancía. En el socialismo, la citada ley controla la creación de valores de uso estipulando que cada cual consuma lo que ha trabajado, es decir, bajo la retribución de la colectividad a la cantidad de labor realizada por individuo. Únicamente en el comunismo, la regla en discusión es anulada y la producción se extiende teniendo en cuenta el deseo, de manera que cada cual adquiera lo que necesita en tanto que ser humano genérico, libre y polifacético. Por ende, en cierto sentido, sólo en una tal sociedad habría excedente superlativo, ya que en la misma los bienes estarían vinculados con el placer y no con lo inaplazable. De esta suerte, el excedente de las colectividades precomunistas sería uno “imperfecto”, sujeto todavía a la ley del valor.

Sin embargo, en las sociedades pre-socialistas el excedente concreto y semióticamente negativo son parte de la “infraestructura”, en lugar de serlo el excedente esencial. Con el socialismo, el excedente inmaterial es el que pasa a constituirse en elemento de la “base” y, en el comunismo, el que se encuentra emancipado de la sumisión a la regla nombrada, es el que “integra” la “basis” del obrero comunitario autoorganizado y reconstruido humanamente, supuesta la ficción de que haya “base” en el socialismo y el comunismo.

NOTAS

(1) Está de moda pregonar que en Marx, no pueden identificarse elementos teóricos que permitan elucubrar las relaciones con la Naturaleza en el marco de un “movimiento verde”. Incluso, Capella llega a sentenciar que la presión demográfica sobre el medio “... previa a –o más fundamental que- la de los sistemas económico-políticos de producción social ... obliga a ... admitir el carácter básico ... de las relaciones ecológicas de los seres humanos con su medio ... para cualesquiera relaciones de reproducción económica” (1993: 167-168; la alteración tipográfica es del texto).

En primer término, la simplificación de los vínculos intersubjetivos a nexos económicos no es del amigo de Engels: por un lado, es una penosa constatación de cómo pierde complejidad el universo social por la emergencia de la economía y de la captura de lo humano por lo económico/economicista; por el otro, es una vulgarización de las sugerencias más intrincadas del materialismo, atribuible a los diversos marxismos políticos del siglo XX.

En segundo lugar, tanto Marx cuanto su compañero de peleas, dijeron que las colectividades pre-socialistas son asociaciones parasitarias de la biosfera, de forma que mal puede postularse que desconocían que la relación hombre/Naturaleza es parte de la base.

En tercera instancia, el despliegue de una formación societal no sólo se mide por la variedad y multidimensionalidad de la riqueza, sino además por la capacidad para reutilizar los deshechos (todo el capítulo V del vol. III de El capital reflexiona acerca de ello).

Tal cual respecto a otros matices de la apuesta política crítica, sus detractores aprovechan cierto desconocimiento del no especialista y, a veces, su predisposición a escuchar lo que los mass-media manipulan, a fin de ignorar o hasta tergiversar afirmaciones esenciales de la teoría marxista. Un ejemplo extremo aunque “refinado” de este proceder, es el “liberalismo de izquierda” de la filosofía alemana (Habermas) o la “antropología de las prácticas” de Pierre Bourdieu. F. e., en 1997: 91 y ss., se sostiene que un pensamiento crítico que debata acerca del Estado puede quedar invaginado por un pensamiento hablado por el Estado; sentencia que es articulada como original, sin advertir que el padre de “Tussy” en 1992 b: 40, postuló algo idéntico. En efecto, advierte que una teoría sobre dicho complejo de instituciones corre el peligro de ser cautivada en las redes del objeto que deconstruye. Todo parece indicar que fácil es apropiarse de la palabra de los muertos.

(2) Lo que Marx pretende mostrar cuando habla de “ley del valor” es que en el seno de las colectividades pre/comunistas se constituyen universales no libertarios. Incluso, hay un nacimiento de la economía entendida en cuanto estrategia para la administración del tiempo social. Así las cosas, los estudios antropológicos que en más de medio siglo intentaron mostrar que en las comunidades etnográficas no existe una esfera particular que pueda conceptuarse como “economía” (salvo en el sentido más “amplio” de una “economía de las formas simbólicas” –Bourdieu 1997: 160), discuten una noción de lo económico que ellos mismos construyeron, pero que no es la del hostigado por los poderes capitalistas: lo que se revela en tales polémicas son las relaciones, completamente ofuscadas, que entablan con un pensamiento crítico que los “acosa”. En una economía de las formas simbólicas ya palpita una economía regida por la ley del valor, esto es, por el imperativo de contabilizar y disponer racionalmente un “recurso escaso”, sin importar si el cosmos económico constituido en calidad de “estructura estructurante”, se destaca o no de un fondo de vínculos no economicistas en el sentido de las asociaciones mercantiles.

De cualquier modo, lo que el deconstructor radicado en el exilio intentó anunciar es que el tiempo constreñido a medida (la mínima cantidad que se invierte para la génesis de un valor de uso) actúa a manera de un tiempo/patrón que reduce la complejidad de las temporalidades divergentes.

Algunos de los universales citados son:

a) Temporalidad cristalizada en tiempo de labor, independizada en norma ciega. Aquí se constituye un tópico temporal: a) se reducen las temporalidades divergentes a una temporalidad susceptible de ser topicalizada; b) esta temporalidad/medida opera como un hacer-hacer. Este primer universal empobrece la temporalidad de la existencia, impidiendo incluso la creación de otras lógicas que salgan del cronos/sentido.

b) El valor de cambio funciona como una envoltura economicista de la riqueza, lo que reduce su polivalencia semiótica y la multiplicidad de los intercambios con el otro.

c) El trabajo atado a la necesidad o tarea enajenada y el dominio de la labor muerta, engastan la expansión del gozo, y subordinan lo actual, lo virtual y lo posible a lo dado.

d) La propiedad en cuanto forma de relación con la riqueza y en general, con las cosas, condiciona los universos “pathémicos” a esa dinámica. Las conexiones intersubjetivas quedan encajonadas en vínculos de propiedad (hay, por ello, una topicalización de las pasiones).

e) “Basis” e hiperestructura, al ser una escisión rígida de lo colectivo, excluyen estrategias no molares, más vitalmente epicúreas de reproducción de la sociedad. Base y superestructura son, como establecimos en otra parte, “centros gravitacionales” o “atractores” que impiden un alejamiento libre o clinamen existenciario.

f) Las formaciones semióticas hegemónicas (mitos, magia, religión, etc.) no dejan percibir otros estados de cosas y de semiosis; son en consecuencia, grandes tópicos.

g) La dinámica de “basis” y supraestructura tienden a inmovilizar lo real, a conducir su fragilidad hacia una objetivación que no nos deja interactuar con otros flujos del mundo, constituyend, por ejemplo, el par despótico sujeto-objeto.

La acción de estos universales autoritarios tiene ciertas consecuencias, a saber:

a) lo mecanicista prima sobre lo complejo;

b) lo lineal y predeterminado se erigen contra el azar creativo;

c) las estructuras y estratos se oponen a los procesos y devenires;

d) un orden temporal limita la multiplicidad de temporalidades;

e) lo pasado y muerto posee más importancia que lo posible y vivo;

f) la necesidad está en contradicción con el placer y lo estético;

g) lo espectral negativo, lo abstracto, subyuga a lo concreto;

h) lo establecido en general, encorseta la acción;

i) las redes de poder y de violencia (las exclusiones, la explotación, etc) combaten lo singular, la diferencia, el desvío;

j) las jerarquías y clasificaciones se oponen a la horizontalidad, transversalidad y heterogénesis;

k) la estabilidad se opone al movimiento;

l) la voluntad de construcción está en pugna con la diseminación y la deriva.


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