SISTEMAS LOCALES DE INNOVACIÓN:
LAS EMPRESAS PYMES METALMECÁNICAS DE TANDIL (1995 ¿ 2005)

SISTEMAS LOCALES DE INNOVACI?N: LAS EMPRESAS PYMES METALMEC?NICAS DE TANDIL (1995 ? 2005)

Sergio Farinelli

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1.1.3 Los Cambios a nivel local

En este nuevo escenario se destacan crecientemente las respuestas de los agentes que apuntan a diferenciar productos, desarrollar mejoras incrementales (en productos, procesos y en la organización), buscar nuevas formas de vinculación con el mercado y tender hacia un creciente aseguramiento de la calidad. Es decir, en la búsqueda de diferenciación, implícita en el proceso de competencia, los agentes apuntan a aumentar, lo que denominaremos “la capacidad innovativa”. Este concepto alude a la potencialidad de los agentes para transformar conocimientos genéricos en específicos a partir de sus stocks de competencias y de su acumulación dinámica la que involucra aprendizajes formales e informales tanto de tipo codificado como tácito (Ernst y Lundvall 1997, Lall 1992). Estas competencias, tanto de stock como de flujo, pueden ser definidas como el conjunto de conocimientos, rutinas y habilidades tecnológicas y organizativas, formales e informales, que las firmas generan para llevar a cabo los desarrollos mencionados.

“Debido al carácter sistémico de la competitividad y a la naturaleza interactiva de la innovación concebida como un proceso de aprendizaje en el que se introducen nuevos conocimientos o se combinan conocimientos existentes para generar nuevas “competencias”, así se produce una resignificación de la función del “ambiente local” y de sus instituciones en el desarrollo de las capacidades innovativas de las firmas”.(Lavagna,R: 1999).

Desde esta perspectiva, el “ambiente local” es entendido como el conjunto de instituciones y agentes locales y sus interrelaciones. Se trata de un “espacio público” que, en el extremo positivo, puede dar lugar a procesos de eficiencia colectiva definidos como las ventajas competitivas derivadas de economías externas y de la acción conjunta de los agentes (Bianchi y Miller 1994). De este modo, la presencia de un ambiente favorable se manifiesta en las acciones de los agentes que componen la sociedad civil, los que a partir de la cooperación, competencia y la presión mutua generan una tensión colectiva que favorece el desarrollo de estrategias innovadoras. Al respecto, en este tipo de ambientes se va generando un “capital social” construido a partir de vinculaciones complejas que derivan en el desarrollo de confianzas recíprocas entre los agentes que facilitan la reducción de las incertidumbres y la circulación de conocimientos codificados y tácitos (Putnam, 1993).

Sin embargo, si bien un “ambiente sinérgico” tiende a ecualizar en una tendencia proactiva las conductas de los agentes, el aprovechamiento de las externalidades generadas requiere de umbrales mínimos de competencias que no todos los agentes locales poseen y que no se pueden adquirir sin el desarrollo de un proceso evolutivo de creación y destrucción de rutinas y convenciones (Gregersen y Johnson 1996). En este sentido, a diferencia de otras experiencias, el ambiente local suele tener en Argentina una escasa influencia sobre el proceso de formación de competencias de las firmas.

Es interesante señalar que en el contexto definido por las nuevas condiciones de producción y de mercado, los procesos innovativos pasan de ser un fenómeno de carácter individual (y a menudo de naturaleza incremental) a otro que incluye además un plano colectivo en el que resulta fundamental tanto la capacidad de interactuar y cooperar, como la presencia de una estructura institucional adecuada y capaz de promover las actividades innovativas de los agentes económicos. La capacidad individual de los agentes es una condición necesaria, la que está aún más desarrollada en ambientes sinérgicos. Las innovaciones no son un grupo de eventos aislados sino que están inevitablemente vinculados con otros, tanto en su basamento técnico y científico como en sus conexiones físicas con otras partes del sistema económico. Para autores como Rosenberg (1976) y Rolt (1970) en la primera Revolución Industrial, la tecnología de las máquinas-herramientas tuvo una influencia decisiva sobre toda clase de innovación en materia de bienes de capital ocurrida durante los siglos XVIII y XIX.

En otro sentido, los procesos informales de aprendizaje e interacción en el interior de la firma comienzan a ser considerados fuentes relevantes en el desarrollo de las actividades innovativas realizadas (por ejemplo en las PyMES).

Sin embargo, el creciente desarrollo de nuevos mercados y nuevas tecnologías sobre todo desde comienzos de la década de 1980, condicionan y amenazan a las industrias locales, por ejemplo:

1- La creciente transformación y segmentación de los mercados, que implica una competencia internacional más intensa que se acentúa con la volatilidad de los productos, lo cual exige una innovación sistemática y un uso mayor de servicios especializados, muchos de los cuales sólo pueden presentarse en las grandes ciudades.

2- La emergencia de nuevas potencias industriales y económicas que, gracias a la combinación de sus especiales estructuras sociales con la utilización masiva de las nuevas tecnologías de fabricación flexible, han logrado ventajas casi inalcanzables.

3- La mejora de los niveles educativos y la creciente influencia de los medios de comunicación están transformando rápidamente las condiciones y percepciones de los trabajadores.

Finalmente, la nueva revolución tecnológica, forma parte de un proceso de cambio de paradigma que ha aportado nuevas pautas, cuya resultante es un nuevo modo de producción y organización de la economía.

No obstante, lo que más dificulta y retarda la transición del viejo al nuevo paradigma es la necesidad de adopción masiva del nuevo paradigma tecnológico y organizativo, de un nuevo sentido “común”, de otra forma de pensar la eficiencia y la búsqueda de la adaptabilidad.