NOTAS SOBRE GLOBALIZACIÓN

NOTAS SOBRE GLOBALIZACI?N

Galo Viteri Díaz

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CAPITULO XIII. RESULTADOS DE LA GLOBALIZACIÓN

Si bien en capítulos anteriores ya se analizó los efectos e impactos de la globalización en ámbitos específicos, es importante profundizar en los mismos y conocer otros “resultados” del proceso globalizador, que pueden ser apreciados a través de la información que se expone a continuación.

Regil Castilla(171) manifiesta que la globalización del mundo ha beneficiado exclusivamente a los pocos privilegiados miembros de los centros de poder tanto públicos y privados como locales y globales; beneficiando por encima de todo a las corporaciones transnacionales y a los gobiernos que las apoyan y protegen, tanto en sus países de origen como en los países huéspedes, quienes han implantado los cambios indispensables para que éstas prosperen al máximo. A fin de reforzar sus criterios, cita los siguientes datos:

- En 1998 las 225 personas más ricas del mundo tenían una riqueza combinada de un billón de dólares, cifra semejante al ingreso conjunto de los 2.500 millones de personas de menor ingreso en el mundo;

- La riqueza de los tres individuos más ricos del mundo, excedía el PIB combinado de los 48 países menos desarrollados;

- El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) reportó en 1996 que cien países estaban en condiciones peores que hace quince años; y,

- Hace tres décadas, la gente en los países desarrollados estaba 30 veces mejor que la de aquellos países en donde habita el 20% más pobre de la población mundial; para 1998 esa brecha se ensanchó 82 veces.

Lomoro(172) centra su análisis en el “holocausto laboral” provocado por la globalización. El trabajo humano está siendo eliminado de manera paulatina y sistemática en el proceso de producción. Más de 800 millones de personas están desempleadas o subempleadas en el mundo. Solamente en Estados Unidos, en los años venideros, más de 90 millones de puestos de trabajo de los 124 millones existentes son potencialmente susceptibles de ser reemplazados por las máquinas. Como resultado de la automatización se pronostica que en los próximos 30 años solamente un 2% de la fuerza laboral actual será indispensable para producir todos los bienes necesarios para cubrir la demanda total. La proporción de masa laboral europea empleada en los sectores industrial y servicios se reducirá de 35% a un 25% dentro de diez años, con una posterior reducción de hasta 15% al cabo de un período de 20 años. La reingeniería económica podría dar como resultado una cifra no oficial de desempleo del orden del 20% en Estados Unidos cuando ésta se aplique plenamente.

Ocampo(173) efectúa una serie de reflexiones en torno a los resultados de la globalización:

- El rasgo más preocupante es el carácter incompleto e incluso desequilibrado del proceso actual de globalización y de la agenda internacional de políticas que lo acompaña, que reproduce antiguas asimetrías de la economía mundial y crea otras nuevas. Existen cuatro aspectos que predominan en la agenda actual: el libre comercio, los derechos de propiedad intelectual, la protección de las inversiones y la liberalización financiera y de la cuenta de capital. En el campo del comercio la liberalización es incompleta y asimétrica toda vez que los productos sensibles de gran interés para los países en desarrollo están sujetos a niveles mayores de protección en el mundo industrializado.

- En contraposición, varios aspectos han sido objeto de marginación de la agenda actual: movilidad de la mano de obra; normas internacionales sobre tributación; formulación de auténticas normas internacionales relacionadas a la competencia y códigos de conducta aplicables a las empresas transnacionales; y, el financiamiento compensatorio que asegure la incorporación de aquellos países y grupos sociales rezagados en el proceso de globalización.

- A su vez, lo anterior, refleja la asimetría más importante: la rápida globalización de algunos mercados y la evidente ausencia de una agenda social internacional verdadera, la cual se limita a la definición de principios internacionales comunes y a una legislación internacional incipiente. La disminución de la asistencia oficial para el desarrollo es la demostración más clara de la falta de un apropiado compromiso con una agenda social auténticamente internacional, al igual que la condicionalidad creciente que caracteriza el apoyo financiero internacional en general.

- Se reconoce más ampliamente que la globalización ha tornado evidente la necesidad de proporcionar ciertos bienes públicos globales (políticos, sociales, económicos y ambientales), bajo la consideración de que muchos bienes públicos que antes eran nacionales se han ido transformando en bienes públicos globales. No obstante, existe un contraste indiscutible entre el reconocimiento de este hecho y la debilidad de las estructuras internacionales destinadas a brindar este tipo de bienes y los fondos que se les asignan para cumplir esta función; y,

- Las asimetrías reflejan los rasgos fundamentales de la política y la economía política del mundo actual. Pero igualmente refleja la desorganización de los actores, especialmente de los países en desarrollo, en los debates internacionales. Este comportamiento no solamente está asociado al debilitamiento de los mecanismos históricos de acción concertada entre los países en desarrollo, sino también a la competencia de políticas que ha generado la globalización misma: el incentivo a que cada uno de los países se muestre individualmente como el más atractivo para las inversiones, en una época de movilidad del capital y de creciente producción susceptible de relocalización. Por lo tanto, las asimetrías en las relaciones mundiales de poder y el elevado costo de establecer coaliciones internacionales para compensarla han adquirido cada vez mayor importancia.

Solimano(174) destaca tres efectos negativos del proceso de globalización: aumento de la volatilidad, que genera inestabilidad en la economía; incremento de la desigualdad y una mayor tendencia a la concentración del ingreso; y, reducción de los grados para hacer una política económica autónoma.

Gómez(175) enfatiza en los siguientes aspectos:

- Debilitamiento de los bloques tercermundistas, con una pérdida de cohesión ideológica por parte de aquellos países aglutinados entre sí como consecuencia de su condición de emergentes;

- Influencia importante de los Estados Unidos generando una “americanización” de los países y de las reglas de juego en el campo de los negocios, toda vez que la mayoría de las empresas beneficiadas con la ampliación de los mercados son de origen estadounidense;

- Desaparición de la inestabilidad provocada por factores ideológicos, que se ha focalizado en determinadas localizaciones muy puntuales, como el conflicto de Oriente Medio, que no tienen una significativa repercusión en el resto de países y el surgimiento de una nueva inestabilidad financiera que se evidencia en los “efectos dominó” de los mercados. De igual manera, se observa una inestabilidad laboral ocasionada por la alta competitividad, la eliminación del proteccionismo y el reconocimiento de la acción individual como motor de toda iniciativa y transformación;

- Tendencia cada vez más acelerada hacia la convergencia, lo cual implica una similitud de reglas de juego entre los países; y,

- Retroceso del poder del Estado en las economías, como resultado de una batalla ideológica ganada por el capitalismo, pero igualmente debido a la elevada influencia de la tecnología en la sociedad. En realidad, la tecnología de la información ha impulsado un resurgimiento de la iniciativa privada no solamente a nivel corporativo sino también a nivel individual, provocando que la lentitud del Estado pierda terreno en las economías cada vez más abiertas.

Ricúpero(176) menciona que la globalización conducida por el mercado ha causado grietas cada vez más anchas entre las naciones y dentro de ellas. La economía mundial es ahora más inestable que nunca, siendo los países en desarrollo los más vulnerables ante sus impactos y perturbaciones; destacando tres fuentes de desigualdades y vulnerabilidad:

- La primera referente a la volatilidad de los cuantiosos flujos financieros. Para buena parte de los países, la formulación de políticas ha sido tomada en rehén por los mercados financieros, los cuales imponen a los gobiernos un tipo de disciplina que ciertamente no es favorable para el crecimiento sostenido y el desarrollo;

- La segunda es la relativa a las asimetrías en el sistema comercial. Muchos de los beneficios pronosticados para los países en desarrollo como producto de la Ronda Uruguay del GATT, se han evidenciado ilusorios. Efectivamente, una combinación de declinantes términos del intercambio comercial, de crecimiento desigual y de persistente proteccionismo por parte de los países industrializados, así como una rápida liberalización del comercio y de la cuenta de capital en los países en desarrollo, se ha traducido en desórdenes serios en materia de pagos, en particular para los productores de materias primas; y,

- La tercera dice relación con la carga de la deuda oficial. Existen amplias pruebas de los efectos negativos para muchos de los países en desarrollo de la deuda en las inversiones y en el crecimiento de esas naciones, en las que un apropiado apoyo externo sigue constituyendo un prerequisito para un inicio rápido del proceso de desarrollo.

Santamarta(177) afirma que la globalización ha significado la degradación ambiental, el acentuamiento de la pobreza, la exclusión social y las desigualdades sociales dentro de cada país y entre países industrializados y en desarrollo, proporcionando para el efecto algunas cifras:

- El 20% más rico de la población mundial ganaba 30 veces más que el 20% más pobre en 1960. En 1990 la proporción era de 60 a 1, y en 1997 la diferencia era de 74 a 1. Respecto a la desigualdad, en 1820 la proporción era de 3 a 1, de 7 a 1 en 1870, de 11 a 1 en 1913 y de 74 a 1 en 1997;

- El 20% más rico de la población mundial controla el 86 % del PIB mundial y el 82% de las exportaciones de bienes y servicios, mientras que el 20% más pobre un 1% del PIB y las exportaciones; y,

- Un ciudadano de Estados Unidos gana por término medio más que cien ciudadanos de Haití. En España el 20% de los más ricos tienen 4.4 veces más ingresos que el 20% más pobre, en tanto que en Colombia tienen 15.5 veces más.

La CEPAL(178) destaca lo siguiente:

- La formación de mercados globales es un proceso que está lejos aún de ser completado. Gran parte de los mercados de interés para los países en desarrollo continúan siendo administrados por las diferentes medidas que los gobiernos y empresas han introducido para tal efecto, y la libertad de movimientos de los trabajadores enfrenta todo tipo de restricciones. Solamente los mercados financieros se acercan a los parámetros exigidos para calificarlos de verdaderamente globales. No obstante, esta misma globalización financiera, impulsada por la liberalización de las cuentas de capital y la desreglamentación de los servicios financieros, tiene un doble efecto. Por un lado, incide de forma positiva sobre las economías nacionales, al permitir su acceso a los medios de financiamiento internacional y a la inversión extranjera directa. Por otro lado, la movilidad del capital se traduce en una gran volatilidad de los flujos internacionales de capital y de las tasas de cambio, lo cual a su vez puede tener un efecto depresor sobre las inversiones de bienes y servicios y redundar en la inestabilidad del crecimiento económico. El impacto de las crisis financieras recientes sobre las economías en desarrollo más integradas en la economía global ha sido de tal magnitud, que se torna forzoso, concluir que la inestabilidad financiera puede llegar a convertirse en una de las características menos auspiciosas del funcionamiento de la economía mundial.

- Otro componente de la globalización económica que genera inquietud es la concentración de sus beneficios en unas pocas naciones. Sin embargo de la convergencia de los patrones nacionales de producción y consumo, no se aprecia una tendencia similar en el nivel de ingreso de los diferentes países. El balance de las dos décadas muestra una distribución asimétrica de los costos y de los beneficios de la globalización, tanto dentro de los países como entre éstos.

Más allá de consideraciones de equidad y justicia, la sostenibilidad de la economía mundial en si misma es la que está amenazada por el crecimiento asimétrico de los países. En primer lugar, el bajo e inestable crecimiento de otras regiones convierte el comercio mundial en un juego de suma cero, es decir, el aumento de la participación de uno o varios países en el mercado mundial se conseguirá a costa de la menor participación de otros; en forma clara, los mercados de los países industrializados no pueden garantizar la expansión simultánea de las exportaciones de todos los países que han adoptado una estrategia de crecimiento sustentada en las exportaciones. En segundo lugar, no puede olvidarse que la reducción de las barreras a los flujos de capital y comercio ha sido un factor fundamental para la ampliación y profundización de la integración global. Una estrategia de desarrollo basada en las exportaciones requiere mercados en expansión y de acceso fácil. El propio funcionamiento de los mercados nacionales y globales depende así de un consenso político amplio sobre la extensión y el contenido de la apertura. Las reiteradas manifestaciones en contra de la globalización están difundiendo masivamente las críticas de una parte de la sociedad civil en contra de este fenómeno que, de acuerdo a sus detractores, beneficia principalmente a las grandes corporaciones privadas y a sus accionistas, así como a inversionistas y a instituciones financieras.

Bunger(179) resalta los siguientes efectos negativos de la globalización:

- El abismo entre países ricos y pobres ha crecido en forma dramática;

- En todos los países, desarrollados y en desarrollo, las desigualdades han aumentado tremendamente;

- Las condiciones de trabajo a nivel mundial de las personas en situación de dependencia han empeorado significativamente, incrementándose el desempleo y el empleo informal; y,

- Las buenas intenciones de reducir los problemas del medio ambiente, no han avanzado lo suficiente.

El Banco Mundial(180) destaca que, si bien se preveía que la globalización y las reformas darían lugar a tasas de crecimiento elevadas que permitirían reducir en forma notable la pobreza y la desigualdad, ello no sucedió. La disminución de la pobreza obedece más a la reducción de la inflación y al magro crecimiento que a los efectos redistributivos de la liberalización financiera y comercial. Agrega que el repunte de las economías no se vinculó a una demanda fuerte de mano de obra en el sector formal (en muchos países se incrementó el desempleo formal o el empleo informal). Por otro lado, el aumento de las exportaciones se concentró en aquellos sectores de uso intensivo de recursos naturales y se amplió la brecha salarial entre mano de obra calificada y no calificada. En consecuencia, la distribución del ingreso no mejoró en algunos países y empeoró en otros. Los índices de pobreza se mantienen en niveles inaceptablemente altos, creciendo la volatilidad de los ingresos y la inseguridad social.

El FMI(181) manifiesta que a medida que ha avanzado el proceso de globalización, las condiciones de vida han mejorado apreciablemente en casi todos los países; no obstante, los más beneficiados han sido los países avanzados y solamente algunos de los países en desarrollo.

El hecho, anota, de que la brecha de ingresos entre los países de alto ingreso y los de bajo ingreso se ha ampliado es causa de inquietud. Y el número de personas que, en todo el mundo, viven en la miseria extrema es profundamente preocupante. Sin embargo, es erróneo concluir sin más que la globalización ha sido la causante de esta divergencia, o que nada se puede hacer para que la situación mejore. Por el contrario, los países de bajo ingreso no se han integrado a la economía mundial con la misma rapidez que los demás debido tanto a las políticas que han decidido aplicar como a factores fuera de su control. Ningún país, y menos todavía los más pobres, pueden permitirse quedar aislados de la economía mundial. Todos los países deberían tener como objetivo fundamental reducir la pobreza. La comunidad internacional debería esforzarse, fortaleciendo el sistema financiero internacional mediante el comercio exterior y la asistencia, por brindar ayuda a los países más pobres a integrarse a la economía mundial, a acelerar su crecimiento económico y a reducir la pobreza. De esta manera, se garantiza que todas las personas de todos los países se beneficien de la globalización.

Perry(182), resume en cinco aspectos las “oportunidades” del proceso de globalización en curso:

- Acceso generalizado a la información, el conocimiento, la tecnología y las innovaciones. Este nuevo acceso amplía las fronteras de la libertad individual, permite profundizar los procesos democráticos y hace posible que los países en desarrollo se salten etapas en la carrera hacia el progreso. Sin embargo, para ello, requieren mínimas condiciones de capital humano y conectividad.

Una consecuencia sumamente debatida de la conformación de la aldea global que la revolución informática y de las comunicaciones está generando, dice relación a la pérdida eventual o decaimiento de culturas nacionales y locales. El objetivo debe ser, por supuesto, conseguir al mismo tiempo la generalización de ciertos valores fundamentales (protección de derechos humanos, solución pacífica de conflictos), y la conservación de la rica diversidad cultural que actualmente se tiene;

- Mayor acceso a flujos globales de capital de riesgo y al crédito. Esta es la consecuencia económica más inmediata de la revolución informática y de comunicaciones en marcha. Los mayores flujos financieros resultantes tienen la capacidad de contribuir a tasas de crecimiento más elevadas, pero, dado sus volúmenes y la rapidez que tienen de revertir su dirección, pueden también ser altamente desestabilizadores y provocar o crisis graves o amplificar sus efectos. Los beneficios potenciales netos de este aspecto de la globalización dependen de manera crítica de la calidad de las monedas, de los mercados y de las instituciones financieras domésticas. De otra parte, los crecientes flujos de inversión extranjera directa pueden traer consigo considerables beneficios tecnológicos, siempre y cuando encuentran un mínimo nivel de capital humano y desarrollo en los países receptores;

- Mayor acceso a bienes y servicios globales de calidad. Este es el mayor beneficio potencial vinculado con el libre comercio. Si bien la rápida expansión del comercio no es característica única de la presente ola de globalización, tal vez en ningún otro período ha sido tan evidente su liderazgo en el crecimiento mundial, hasta el punto, como nunca antes, de una asociación tan fuerte entre crecimiento exportador y crecimiento económico entre países. La disminución constante de los costos de transporte en el transcurso de la década y la revolución informática y de las comunicaciones reciente explican este dinamismo, y dan lugar a nuevas formas de especialización y flujos de inversión.

La capacidad de los países en desarrollo para aprovechar este nuevo auge en términos adecuados depende tanto de sus propias políticas como del acceso de sus exportaciones a los mercados del Norte. No obstante, el pleno aprovechamiento de este potencial demanda también de un mínimo de acumulación de capital humano y del sistema nacional de innovación y aprendizaje, del desarrollo institucional general del país y de su infraestructura pública;

- Mayor acceso directo a las oportunidades globales de trabajo, negocios, cultura y recreación. Estas se encuentran asociadas no sólo con los factores anteriores, sino con las posibilidades de viajar y de inmigración temporal o permanente. Las políticas de inmigración adoptadas por los países desarrollados lamentablemente han hecho que en la presente ola de globalización la migración se haya restringido a volúmenes muy inferiores a los registrados a fines del siglo pasado, cuando alrededor de un 10% de la población mundial cruzó fronteras nacionales, limitando de esta manera el potencial enorme que tienen los flujos de trabajo para crear riqueza y reducir aceleradamente los niveles de pobreza. Más aún, el carácter selectivo de esas políticas incentivan la migración de los más educados y los empresarios, con lo que se puede provocar una pérdida significativa de capital humano en los países en desarrollo; y,

- Posibilidades crecientes de protección de bienes públicos de carácter global. El proceso en curso está demostrando que es posible generar acuerdos e instituciones para la protección de bienes públicos de carácter global. Cabe destacar los resultados ya logrados con respecto a la protección de la capa de ozono y el incipiente proceso de creación de un mercado de servicios ambientales derivado de los Acuerdos de Kyoto. Igualmente, el avance incuestionable en la protección de derechos humanos y la creación de la Corte Penal Internacional. De otra parte, la globalización acarrea potenciales pérdidas de bienes públicos y asimismo puede potenciar ciertos “males”, como sucede con el caso del terrorismo, el narcotráfico y otras actividades criminales. Al mismo tiempo, la globalización dota a las autoridades y a la sociedad de herramientas nuevas para controlarlos. El resultado de esta carrera, no obstante, es altamente incierto.

Los factores mencionados en conjunto, afirma, muestran extraordinarias oportunidades para el desarrollo económico y la reducción de la pobreza. Hoy se tiene a disposición la tecnología y los recursos para eliminar la pobreza mundial. Sin embargo, el aprovechamiento de cada una de las oportunidades señaladas exige un nivel mínimo de capital humano y de desarrollo institucional y tecnológico, lo cual indica que existe un considerable riesgo de que algunos países, localidades y grupos humanos permanezcan atrapados en un equilibrio bajo, en una trampa de pobreza. Bien puede suceder, de manera general, que el proceso conduzca, temporalmente, a una mayor desigualdad entre países y al interior de algunos países. Siempre que sucede una revolución tecnológica varios países, localidades, firmas y personas, con dotaciones iniciales buenas, incrementan espectacularmente su productividad y la creación de riqueza, en tanto que otros se mantienen estancados o en una senda de crecimiento bajo hasta tanto, con un rezago, consiguen condiciones mínimas que les permiten aprovechar el cambio técnico ocurrido. Cuando ello sucede, se pueden producir casos excepcionales de convergencia rápida. Entonces, no sería raro que el proceso de globalización en marcha, como otros acaecidos en el pasado, conduzca a significativas variaciones en tasas de crecimiento y desarrollo, que de forma general pueden aumentar por un tiempo la desigualdad entre países y familias, para posteriormente producir un rápido fenómeno de convergencia. A no ser, por supuesto, que en ese lapso se produzca otra gran revolución tecnológica. La posibilidad de que el proceso actual resulte en una varianza mayor de resultados se ve acentuada por los riesgos de crisis relacionados, principalmente con la elevada volatilidad de los flujos financieros.

Ornelas(183) afirma:

…. la expansión capitalista en su etapa de globalización neoliberal puede ser cualquier cosa menos un proceso capaz de permitir mejores niveles de bienestar para la mayor parte de la población. Al respecto, citando al Banco Mundial, señala que al finalizar el siglo XX, una sexta parte de la población mundial (16.6 por ciento) percibe cerca del 80 por ciento del ingreso mundial, lo que implica un promedio de 70 dólares diarios. Al mismo tiempo, el 57 por ciento de los 6 mil millones de habitantes del planeta que viven en los 63 países más pobres recibe sólo 6 por ciento del ingreso mundial, es decir, sobrevive con menos de dos dólares por día.

Petras y Polychroniou(184), señalan:

Mientras las corporaciones multinacionales crecen en el exterior, absorben una creciente proporción de los recursos internos, al tiempo que la base fiscal que sostiene al Estado que apoya a las multinacionales se reduce. El resultado es un aumento de los impuestos a los trabajadores asalariados y recortes sociales más severos para financiar una economía exportadora.

De este modo, la globalización conlleva un deterioro de la economía interna.

Lo que le está sucediendo a la mayoría de economías y países capitalistas de todo el mundo es comparable a los procesos que tuvieron lugar a mediados del siglo XIX: un crecimiento a gran escala del capital acompañado por un aumento del desempleo, la pobreza, el crimen y el sufrimiento humano en general. Hoy, la cifra oficial de desempleo en los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD) supera los 35 millones de personas y sigue creciendo. A principios de los años noventa, quince de cada dieciocho de los llamados países en vías de desarrollo padecieron un descenso constante de su nivel de rentas, mientras algunos de los casos de "milagro económico" (Nigeria, Argentina y Venezuela) sufrieron una caída de su producto interior bruto cifrada en dos dígitos. La desigualdad mundial también ha alcanzado nuevas cotas: a principios de los noventa, la razón diferencial de la renta per capita entre el 20 por ciento de países más ricos y el 20 por ciento de los más pobres era de 65 a uno, y de 140 a uno entre el 20 por ciento de las personas más ricas y el 20 por ciento de las más pobres.

El capitalismo global ha conseguido que más de mil millones de personas vivan en la más absoluta miseria y, además, amenaza al mundo con un desastre ecológico: bajo la presión fiscal impuesta por los movimientos de capitales, el estado tercermundista vende cada vez más recursos públicos (bosques, cuencas mineras, reservas naturales, recursos marinos). A más integración externa, más explotación de los recursos internos para alimentar dicha expansión. Los vínculos externos entre los capitalistas del Tercer Mundo y las multinacionales requieren enormes sumas de capital y, en un escenario de dependencia capitalista, la mano de obra barata y el pillaje de los recursos naturales son los únicos medios disponibles para conseguir la acumulación de capital necesaria. Para la élite económica, el precio de la "integración" en la economía mundial resulta caro y el camino más rápido pasa por la explotación de los recursos no renovables.

Otra información destaca(185):

…… los mayores beneficiados de la globalización han sido las grandes empresas transnacionales, que apoyándose en los acuerdos de la OMC y el GATT han logrado penetrar y controlar con mucha facilidad las economías de los países en vías de desarrollo. Nuestros gobiernos ávidos de inversiones y "captación de divisas" facilitaron política y normativamente para que la nueva colonización económica se implemente sin límites.

….. lo que ha logrado el modelo es destruir la base productiva de las naciones y el control absoluto del mercado. Los grandes perdedores de esta "ola de la globalización económica" son sectores productivos nacionales que empujados a la competitividad del mercado, sin gozar ningún tipo de protección terminaron fuera del mercado, generando desempleo y altos niveles de inseguridad social.

Las repercusiones de mayor impacto se han producido en el sector rural, la política alimentaria de los países basada principalmente en la importación de alimentos subsidiados ha tenido efectos directos no sólo en la seguridad alimentaria, si no también en nuestra propia soberanía alimentaria. Las secuelas del neoliberalismo a este nivel han sido desastrosas, agudizando la pobreza rural y acelerando la migración del campo a las ciudades de grandes grupos humanos sin esperanzas. En este escenario el sector más vulnerable son las mujeres, por que tienen que enfrentar el desafío permanente de resolver su sobrevivencia.

En la agricultura, el modelo está sustentado en los principios y prácticas de la "revolución verde", el cual causa un "crecimiento económico desigual" dentro de los productores. Bajo estas condiciones existe un "modelo de agricultura capitalista" que se beneficia de los recursos de inversión, tecnología, crédito, entre otras y otra la "agricultura campesina" que históricamente ha sido abandonada y desplazado hacia tierras marginales, sin acceso a los bienes y servicios productivos que les permita su desarrollo y competitividad.

Antes de la Ronda de Uruguay, el sector agrícola no estaba incluido bajo los acuerdos del GATT. Pero, hoy en día con el apogeo de la globalización, la OMC considera que "la alimentación debe ser considerada como una mercancía", con esta visión evidentemente la seguridad alimentaria deja de ser prioritaria, en consecuencia será difícil que los países pobres puedan librarse del hambre y la miseria. Estos acuerdos consideran: mejorar el acceso al mercado por la vía de las importaciones, reducir el apoyo doméstico para la agricultura y reducir las subvenciones para la agricultura de exportación. Estos cambios realmente sólo favorecerán a los países desarrollados del Norte y a las grandes transnacionales.

Las expresiones de Ramonet(186) son esclarecedoras:

La consecuencia de la globalización es la destrucción de lo colectivo, la apropiación de las esferas pública y social por el mercado y el interés privado. Actúa como una mecánica de selección permanente, en un contexto de competencia generalizada. Existe competencia entre el capital y el trabajo, pero -como los capitales circulan libremente y los seres humanos son mucho menos móviles- el capital siempre gana.

Los fondos privados de los mercados financieros tienen ahora en sus manos el destino de muchas empresas nacionales y la soberanía de numerosas naciones y también, en cierta medida, la suerte o el destino económico del mundo.

Los mercados financieros pueden dictar sus leyes a las empresas y a los Estados. En este nuevo paisaje político-económico, el financista se impone al empresario, lo global a lo nacional y los mercados al Estado.

En una economía globalizada ni el capital ni el trabajo, ni las materias primas constituyen en sí mismos el factor económico determinante, sino que lo importante resulta la relación óptima entre esos tres factores. Para establecer esa relación, las grandes firmas globales no tienen en cuenta ni las fronteras ni las reglamentaciones, sino solamente el tipo de explotación inteligente que pueden realizar de la información, de la organización del trabajo y de la revolución en los métodos de gestión.

Esto comporta con frecuencia la ruptura de la cadena de solidaridades en el interior de un país.

Se llega así al divorcio entre el interés de las grandes multinacionales y el de las pequeñas y medianas (incluso grandes) empresas nacionales, entre el interés de los accionistas de las grandes empresas y el de la colectividad nacional, entre la lógica financiera y la lógica democrática.

Las grandes empresas multinacionales no se sienten concernidas, ni mucho menos responsables, por esta situación, ya que subcontratan y venden en el mundo entero y reivindican un carácter supranacional que les permite actuar con enorme libertad, ya que no existen, por decirlo así, instituciones internacionales capaces de reglamentar con eficacia su comportamiento.

La globalización constituye una inmensa ruptura económica, política y cultural; somete a las empresas y a los ciudadanos a un diktat único: "adaptarse", abdicar de su voluntad para obedecer al mandato anónimo de los mercados financieros. La globalización, tal como se desarrolla actualmente, es el economicismo llevado al extremo.

Esta mundialización condena por adelantado, en nombre del "realismo", cualquier veleidad de resistencia e, incluso, de disidencia. Los pujos proteccionistas, la búsqueda de alternativas, las tentativas de regulación democrática y las críticas a los mercados financieros son considerados "arcaicos" o incluso oprobiosos.

Sin embargo, la globalización mata al mercado nacional, en particular los de los países en desarrollo, que es uno de los fundamentos del poder del Estado nación. Anulando al mercado, modifica el capitalismo nacional y disminuye el papel de las empresas locales y de los poderes públicos.

Las empresas locales, incluso los Estados, ya no disponen de los medios para oponerse a los mercados. Quedan desprovistas de instrumentos para frenar los formidables flujos de capital, muchas veces puramente especulativos, o para oponerse a la acción de los mercados contra sus intereses y los intereses de los ciudadanos. En general, los gobiernos se someten a las consignas de política económica definidas por organismos mundiales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o la Organización Mundial de Comercio, que ejercen una verdadera dictadura sobre la política de los Estados.

La globalización no se reduce a la simple apertura de fronteras; traduce sobre todo el creciente poder de los mercados financieros, el retroceso de los Estados nacionales y las dificultades para establecer poderes supranacionales capaces de orientarla hacia el interés general.

Favoreciendo el libre flujo de capitales y las privatizaciones masivas a lo largo de los dos últimos decenios, los responsables políticos han permitido la transferencia de decisiones capitales (en materia de inversiones, de empleo, de salud, de educación, de cultura, de protección del medio ambiente), desde el ámbito público nacional hacia el ámbito privado internacional. Es por eso que actualmente más de la mitad de las doscientas primeras economías del mundo no pertenecen a países, sino a empresas privadas.

Los dirigentes de las multinacionales y de los grandes grupos financieros y mediáticos mundiales detentan la realidad del poder y, a través de sus poderosos lobbies, se imponen sobre las decisiones políticas, confiscando en su beneficio la economía y la democracia.

El volumen de la economía financiera es 50 veces superior al de la economía real y sus principales actores -los fondos de pensión estadounidenses, británicos y japoneses- dominan los mercados financieros. Ante ellos, el peso de los Estados y de las empresas locales, cualesquiera que sean, resulta casi despreciable.

Cada vez más países que han vendido (muchas veces malvendido) sus empresas públicas al sector privado internacional se han convertido de hecho en propiedad de los grandes grupos multinacionales, que actualmente dominan sectores enteros de la economía del sur, sirviéndose de los Estados locales para ejercer presión sobre los foros internacionales y obtener las decisiones políticas más favorables a su dominación global.

Las políticas de ajuste estructural impuestas a los países en desarrollo en los años ochenta en el marco del Consenso de Washington han dado resultados satisfactorios a escala macroeconómica, pero han significado un costo social exorbitante y contraproductivo. Los gobiernos han "saneado" las economías únicamente para favorecer la inversión internacional y, al mismo tiempo, han destruido las sociedades.

La aceleración de la globalización y las crisis financieras de los años 1997 y 1998 aumentaron estos perversos efectos. Provocaron una reducción de los gastos públicos en salud y educación en nombre de la lucha contra el déficit fiscal y un aumento de las desigualdades y de la pobreza. Es cierto que en los países en desarrollo éstas no son producto exclusivo de las políticas de ajuste, pero es innegable que esas políticas han contribuido a acrecentarlas.

Actualmente, tanto las estructuras de Estado como las económicas y sociales de los países en desarrollo han sido barridas. El Estado se desploma un poco en todas partes. Se desarrollan zonas donde no existe el derecho, una suerte de entidades caóticas ingobernables al margen de toda legalidad donde se ha recaído en un estado de barbarie en el que sólo las mafias imponen su ley. Aparecen nuevos peligros: crimen organizado, delincuencia explosiva, inseguridad generalizada, redes mafiosas, fanatismos étnicos o religiosos, corrupción masiva, etcétera.

La abundancia de bienes y el progreso de la técnica alcanzan niveles sin precedentes en los países ricos y desarrollados, pero en los países en desarrollo el número de los que no tienen techo, trabajo, medicamentos ni lo suficiente para alimentarse, aumenta sin cesar. Sobre los 4,500 millones de personas que viven en los países en desarrollo, más de un tercio (o sea 1,500 millones) no tiene acceso al agua potable. El 20 por ciento de los niños no ingiere las calorías o proteínas suficientes y alrededor de 2 mil millones de personas, un tercio de la humanidad, sufre de anemia.

La globalización viene acompañada de un impresionante proceso de destrucción. Desaparecen industrias enteras en todas las regiones, con los sufrimientos sociales que eso comporta: feroz explotación de hombres, mujeres y, más escandaloso aún, de niños: 300 millones de niños son explotados en el mundo, en condiciones de brutalidad sin precedentes.

La mundialización comporta también devastación ecológica. Las grandes firmas pillan el medio ambiente valiéndose de medios desmesurados; se aprovechan sin frenos ni escrúpulos de riquezas naturales que representan el bien común de la humanidad.

Esto se acompaña asimismo de una criminalidad financiera ligada a los negocios y a los grandes bancos, que reciclan sumas que superan el millón de millones de dólares por año, es decir, 20 por ciento de todo el comercio mundial y más que el PNB de un tercio de la humanidad.

La mercantilización generalizada de las palabras y las cosas, de los cuerpos y los espíritus, de la naturaleza y de la cultura, agrava las desigualdades.

En conclusión, la globalización construye sociedades duales: de un lado un grupo de privilegiados e hiperactivos y, del otro, una inmensa masa de precarios, desempleados y marginados.