NOTAS SOBRE GLOBALIZACIÓN

NOTAS SOBRE GLOBALIZACI?N

Galo Viteri Díaz

Volver al índice

 

 

 

 

CAPITULO VIII. GLOBALIZACIÓN Y ESTADO

Un aspecto de vital importancia a considerar es el relativo a la globalización y sus efectos en la capacidad de acción y autonomía de los Estados.

En este sentido, a continuación se presenta un conjunto de hechos que evidencian la imposición de serios límites a dicha capacidad y autonomía.

Ruiz(98) menciona que la globalización erosiona la soberanía del Estado-Nación y su capacidad para tomar decisiones autónomas. La creencia de que es la propiedad privada la base sobre la cual se debe construir el poder político y toda la organización de la sociedad y el hecho de que la globalización viene acompañada de un concepto de modernidad del Estado y un movimiento neoliberal basado en la propiedad privada (privatización del Estado), afectan la acción de lo público encarnado por el Estado.

Guzmán(99) enfatiza en los ámbitos en los que es evidente la pérdida de control y poder de los Estados Nacionales:

i) La procuración para los ciudadanos de un estado de bienestar que es elemento clave de la legitimidad del Estado se ve directamente amenazado por la globalización, ante la cual los gobiernos se ven cada vez más indefensos, pues frente a las presiones y poderes externos no puede aplicar políticas proteccionistas, por ejemplo.

ii) La información y los medios de comunicación son cada vez más independientes debido a la imposibilidad del Estado de vigilar los flujos de información por la forma y la velocidad con que ésta se genera y se distribuye gracias a las tecnologías informáticas y de comunicación como el internet, haciendo cada vez menos efectiva la censura de noticias, por ejemplo.

iii) La impotencia de actuar ante las demandas contra la degradación ambiental, se convierte en otro elemento de pérdida de legitimidad de los Estados, los cuales actúan discursivamente, como se aprecia en las “Cumbres” que se convierten en pura retórica, toda vez que la posibilidad de detener la degradación ambiental depende de otros poderes de carácter económico.

Otra información señala(100):

i) Creciente expansión del poderío de sus principales agentes (empresas transnacionales), los organismos internacionales y supranacionales y a lo que se perfila como un gobierno de carácter mundial, en el cual el FMI, el Banco Mundial, la OMC y la OCDE, son los brazos institucionales que imponen al resto del mundo una arquitectura del sistema de economía global que responde de manera creciente a los intereses de los grandes centros de poder económico, que ha generado significativos niveles de inestabilidad, precariedad y exclusión de las oportunidades al mundo en desarrollo;

ii) Las economías nacionales, como nunca antes, son cada vez más dependientes de las dinámicas de la economía global en los campos comercial, monetario y financiero, las cuales escapan al control de los Estados Nacionales en varios ámbitos fundamentales; particular que igualmente se extiende a las comunicaciones, las redes de información y a la cultura, afectando la conservación de las identidades culturales;

iii) La incertidumbre e inestabilidad predominantes en el entorno económico internacional han afectado en forma creciente la capacidad de planificación y promoción del desarrollo de los gobiernos nacionales. En este sentido, tanto las políticas económicas como sociales han quedado reducidas a procesos de ajuste y gestión de cortísimo plazo, en la consecución de equilibrios contables y financieros. De otra parte, la capacidad del Estado para promover el crecimiento económico y el empleo, muestra un marcado deterioro como producto de su pérdida de control sobre la demanda y la inversión; y,

iv) El progresivo debilitamiento de las funciones del Estado se evidencia también en su reducido papel en la redistribución de los ingresos y como moderador de las tensiones sociales, toda vez que los gobiernos se han visto obligados, en nombre de la eficiencia económica y guiados por la lógica del mercado, a efectuar recortes importantes en los gastos públicos y desmantelar los sistemas de bienestar social.

Sepúlveda(101) anota que en el proceso de globalización los Estados Nacionales están siendo objeto de una reestructuración y reconfiguración, perdiendo significativas cuotas de poder y capacidades, como producto de fuerzas e instituciones que operan desde el plano supranacional, desde el nivel regional/territorial y desde los poderes del mercado y el capital global:

i) Regímenes supranacionales y estado nacional. Existe un primer factor de pérdida de soberanía de los estados nacionales, que dice relación al proceso de globalización y al simultáneo establecimiento de regímenes internacionales y supranacionales en diversas partes del mundo. En el caso de la Unión Europea, que constituye la experiencia más desarrollada de integración política supranacional, sus estados miembros resignan una importante parte de su poder soberano y capacidad de decisión transfiriéndola a la autoridad supranacional, la que posee una capacidad mayor de regulación de las fuerzas globales que los estados nacionales. Los casos de integración regional de carácter estrictamente comercial, tales como el NAFTA, en América del Norte, el ASEAN, en Asia, y el MERCOSUR, en América del Sur, entre otros, si bien implican una coordinación sectorial de políticas comerciales no han avanzado hacia la integración política tipo europeo, por lo que, los estados nacionales conservan una soberanía mayor respecto de sus decisiones de política económica. No obstante, se trata de una soberanía relativa puesto que en muchos casos, como en las economías en desarrollo, los estados nacionales tienen un poder escaso de coordinación y control de las fuerzas globales.

Una segunda fuente de pérdida de soberanía de buena parte de los estados nacionales está representada por las instituciones que administran el comercio internacional, tal es el caso de la Organización Mundial de Comercio, cuyas normas, si bien posibilitan el acceso a la comunidad internacional de negocios, aplican restricciones sobre las políticas económicas internas de los países miembros;

ii) Fuerzas de mercado y estado nacional. El segundo factor que afecta el poder de los estados nacionales es el relativo al avance permanente de los poderes de mercado resultantes de la movilidad creciente del capital global financiero y de la hegemonía de las políticas de corte liberal, que significaron, tanto en el plano nacional como regional, la puesta en práctica de un bloque de políticas caracterizado por la desregulación generalizada de los distintos mercados y la privatización de los activos públicos.

Relacionado de manera directa a estos fenómenos se encuentra el rol desempeñado por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial que, a partir del llamado “Consenso de Washington”, han impuesto diversas políticas que reducen los grados de libertad de los estados nacionales para manejar su política micro y, especialmente, macroeconómica. Los acuerdos financieros definen compromisos y obligaciones de carácter recíproco que limitan significativamente las opciones de políticas. Para el caso de los países con problemas de deuda externa, altamente “dependientes” de los flujos de capitales e inversiones externas, la problemática es todavía mayor debido al grado alto de “sensibilidad” y “volatilidad” de los flujos del capital global, sean del tipo especulativo o no. En el mismo sentido operan las presiones fiscales que los afectan, las cuales reducen los recursos disponibles para el gasto en política regional; y,

iii) Regionalismo, regionalización y estado nacional. El tercer factor que afecta a los estados nacionales proviene de las demandas políticas de los regionalismos, así como también por el desafío institucional que representa la conformación de “nuevos” gobiernos regionales o la “reinvención” o “refundación” de aquellos existentes previamente en el marco del nuevo escenario, de la competitividad internacional, del desafío tecnológico y de los nuevos paradigmas productivos.

A criterio de Vargas-Hernández(102), el Estado-nación se encuentra en crisis en la era de la globalización, la cual le empuja a su transformación, entendida como un elemento de los procesos de “reestructuración global” vinculados con la emergencia de un capitalismo transnacionalista; ya no es el Estado-nación con coherencia y destino propio dentro de una jerarquía de poder internacional y como producto de una racionalidad de intereses.

Sostiene que el argumento relativo a la irreversibilidad del proceso de globalización está permeando la reforma del Estado y los diseños nuevos de sus funciones. Buena parte de las funciones correspondientes originalmente al Estado-nación están siendo transferidas a instancias supranacionales como resultado de la excesiva presión que ejerce la globalización, lo cual significa el desmantelamiento de las instituciones y funciones del Estado, por un lado, pero su recomposición mediante nuevas instituciones y funciones, por otro lado.

El Estado emergente, indica, está transitando de un Estado “interventor” a un Estado “facilitador” de las actividades del sector privado; tránsito que lamentablemente ha significado dejar de lado el combate a la pobreza, la marginación y la exclusión social. En otras palabras, el nuevo modelo ignora por completo la urgente necesidad de desarrollar un sistema social más justo y eficiente, con las instituciones adecuadas que lo garanticen. Las políticas de estabilización y ajuste macroeconómico implementadas han tenido un impacto enorme en los sectores más pobres de la sociedad, hecho que torna urgente la realización de arreglos institucionales e inversiones sociales que permitan legitimar los roles emergentes del Estado.

Mesa-Lago(103) indica que la globalización ha significado la expansión del papel del mercado, con la consiguiente reducción del tamaño y funciones del Estado que pasa de un papel preponderante a uno secundario. Las medidas económicas a este efecto contemplaron: recortes en el empleo público, desregulación, descentralización administrativa, privatización de empresas y servicios públicos, estímulo a la competencia, disminución de los gastos fiscales, cambio e incremento de impuestos, liberalización de los precios, promoción a las exportaciones no tradicionales, apertura al comercio mundial y al capital extranjero.

Para Ruilova(104), el Estado-nación en estos tiempos de globalización ha dejado de tener un papel protagónico en los asuntos internos, puesto que la conformación de bloques mundiales y regionales y la intromisión de organismos de crédito como el FMI y el BM y la OMC, han restringido el concepto de soberanía en el Estado moderno debido a la imposición de políticas macroeconómicas de ajuste, reestructuración y modernización, excluyentes socialmente, una total apertura al libre mercado y una integración sin ningún tipo de condicionamiento al sistema neoliberal, dejando al Estado como un simple recaudador de impuestos y ejecutor de servicios básicos limitados para la población, a lo que hay que agregar su reestructuración represiva desde lo político, lo jurídico, lo militar y policial, dando lugar a una nueva práctica del terrorismo de Estado remozado en los momentos requeridos, bajo el supuesto de amparar a la democracia y modernizar la misma.

Sánchez(105), menciona que la globalización debilita al Estado, puesto que uno de sus pilares, el concepto de territorio, queda desvirtuado, afectando de esta manera el principio de soberanía. Las multinacionales necesitan expandirse más allá del territorio del Estado en el que nacieron, obligando a tales países a integrarse con otros mediante zonas de libre comercio, que significan un proceso de apertura de las fronteras comerciales. Pero el proceso busca también llegar a una libre circulación de servicios, capitales y personas, hecho que diluye poco a poco las fronteras estatales. En el campo jurídico el concepto de extraterritorialidad posee cada vez más adeptos. Igualmente, la cada vez mayor circulación de las personas refleja su desconexión poco a poco de su lazo territorial con el Estado. De esta forma la atribución de la nacionalidad, que constituye el vínculo entre el individuo y el Estado, se torna cada vez menos a través del concepto de territorialidad, incrementando así los casos de atribución de nacionalidad por naturalización, o inclusive de doble nacionalidad.

Sánchez Solano(106) se refiere a los factores globalizadores que están propiciando la transformación e incluso la erosión del Estado-Nación:

1. Diseño y ejecución de la política económica. Respecto a los factores de índole económica podemos indicar que la globalización está reduciendo drásticamente la autonomía y la discrecionalidad que tienen los gobiernos a la hora de desarrollar su política económica. Esta situación se ve aún más agravada en el caso de los países que están inmersos en procesos avanzados de integración, como es el caso de los países integrantes de la Unión Europea, y más concretamente de los integrantes de la Unión Monetaria Europea (UME).

Con respecto a la política fiscal y política de redistribución de rentas, la creciente movilidad de los factores productivos, principalmente el capital, limita la capacidad de obtención de ingresos públicos vía impositiva. Por otra parte, también limita la capacidad de financiación del Estado mediante la emisión de deuda pública.

En cuanto a la política monetaria, la limitación es grande como consecuencia de la gran movilidad existente en los mercados de capitales y de la gran apertura de las economías. Ni que decir tiene que esta limitación es aún mayor en el caso de la UME. Y en lo que respecta a la política cambiaria, en el caso de los países integrantes de la UME, ésta ha dejado de ser operativa; en los demás casos, la gran apertura de las economías puede provocar importantes problemas, ya se opte por un sistema de tipos de cambios fijo o flexibles.

2. El nacionalismo. Un segundo factor, de carácter político, que vamos a considerar es el nacionalismo. Es precisamente ésta una característica común a todos los gobiernos subestatales que presentan una mayor actividad en las relaciones internacionales. Así, tenemos los casos españoles de Cataluña y el P. Vasco, y en el ámbito internacional de Québec o Flandes.

Considero que los movimientos nacionalistas, más que una reacción contra la globalización, tratan de aprovecharse de la misma, a partir de los importantes cambios que viene experimentando la estructura económica mundial, tales como la liberalización y desregulación de los mercados de bienes y servicios, capitales y factores; los avances en transportes y comunicaciones; la terciarización de la economía, que permite la especialización en servicios con un alto valor añadido; o la mayor facilidad para adherirse a procesos de integración o cooperación en el ámbito interregional e internacional.

Por otra parte, la globalización también puede generar fuerzas centrípetas, en la medida que las comunicaciones, el transporte y la información permiten una mayor movilidad de las personas y un mayor conocimiento de otros países y culturas, pudiendo así desempeñar un papel cohesionador.

3. Autoabastecimiento nacional. Hoy en día es menor el número y el grado de los recursos que se consideran estratégicos a diferencia de lo que ocurría hasta hace pocas décadas.

4. Creciente dificultad para ofrecer determinados bienes públicos. La globalización está provocando que la provisión, parcial o totalmente, de un creciente número de bienes públicos no pueda ser garantizado por parte del Estado. Esta circunstancia está propiciando la aparición de los denominados bienes públicos globales −o en el caso contrario, de costes públicos globales. Por ejemplo, es el caso de la seguridad nacional. Hoy en día muy pocos, por no decir ningún país, puede por sí solo defenderse ante ataques nucleares, químicos o bacteriológicos. Este hecho está propiciando instituciones supranacionales que permitan aunar fuerzas en pos de una defensa común (OTAN, UEO). También se ha puesto de relieve la necesidad de la cooperación internacional para luchar contra el terrorismo (principalmente a raíz de los trágicos sucesos del 11-S) o el narcotráfico.

Otro ejemplo de creciente actualidad, es la seguridad sanitaria, como es el caso de la transmisión de enfermedades (VIH, fiebre asiática, tuberculosis1) ya sea a través de la población inmigrante, de los turistas, etc, que pueden llegar a desembocar en epidemias o pandemias.

5. Un quinto factor que debemos considerar es el creciente protagonismo de la sociedad civil. En la medida en que el Estado no ha sido capaz de atender con eficacia y eficiencia algunas necesidades, tanto de los entes subestatales como de la población, ha facilitado este creciente protagonismo, lo que está favoreciendo la descentralización de las administraciones públicas.

6. En sexto lugar, y relacionado con el punto anterior, debemos mencionar el modelo por el que se articula la Unión Europea y el papel que desempeña en éste el principio de subsidiariedad. Dicho lo cual, debemos indicar que no es posible entender la llamada Europa de las regiones sin tener en cuenta tanto los diferentes ámbitos nacionales como el ámbito comunitario.

Así, además de que la mayor parte de las políticas europeas tienen una dimensión territorial, las entidades subestatales disponen de diferentes canales de representación como son el Comité de las Regiones (órgano consultivo creado por el Tratado de Maastricht) o como son las redes de cooperación transregional (Los Cuatro Motores para Europa −CME−, Eurociudades) o de cooperación interregional transfronteriza (INTERREG, Eurorregiones, La red de ciudades C-6).

En este orden de ideas, señalemos que si bien el Estado ha visto limitado su campo de acción y autonomía, esto no significa su inminente desaparición como lo sostienen los ideólogos de la globalización. Al respecto, Córdova(107) indica que para que “la globalización se consume como el proyecto más importante de todos los tiempos en materia de reforma económica, necesita del Estado. Estamos muy lejos de poder prescindir del Estado en ese punto. Todavía estamos y creo que lo seguiremos estando por mucho tiempo en la condición, planteada por los clásicos, de que la economía no puede ser más que economía política, vale decir, un organismo en que el Estado tiene siempre que ser una parte esencial del funcionamiento de la vida social, sin alternativa posible que pueda plantearse en otros términos”.

Criterio anterior que es reforzado por varios autores. Frediani(108) afirma: “No se trata de la desaparición del Estado-nación, sino de una reelaboración del mismo, una suerte de reingeniería institucional, para el logro de una inserción no traumática y sustentable de cada país en la nueva sociedad planetaria de fin de siglo, a la vez de mantener niveles internos mínimos de eficiencia, equidad, competitividad y preservación del medio ambiente, en otras palabras, la construcción de un nuevo rol del Estado basado en la gobernabilidad, la acción por el consenso y no la confrontación, y por sobre todo, que sea capaz de estimular la cooperación y la coordinación entre esfuerzos públicos y privados”.

Robinson(109) manifiesta que lejos del fin del Estado-nación, estamos siendo testigos de su transformación en Estados neoliberales, los cuales proveen servicios vitales al capital, sirviendo los gobiernos nacionales como correas de transmisión y filtros para la imposición de la agenda transnacional, a lo cual hay que añadir tres funciones fundamentales que ellos efectúan: 1) adoptan las políticas monetarias y fiscales que aseguran la estabilidad macroeconómica; 2) proveen la infraestructura básica, indispensable para la actividad económica global (puertos y aeropuertos, redes de comunicación, sistemas educativos, etc.); y, 3) proporcionan orden social, es decir, estabilidad, lo que demanda instrumentos de sostén de la coerción directa y aparatos ideológicos.

Morales y Leal(110) sostienen:

…… el Estado no está llamado a desaparecer como muchos afirman, dado que sigue teniendo múltiples funciones que ejercer y los individuos, pese a vivir en un mundo globalizado, no están expuestos a ser seres ahistóricos, estos pertenecen a culturas y naciones distintas unos de otros y entienden el mundo de manera diferente, así que la globalización, lejos de homogeneizar al ser humano, sólo da rutas de salida a las culturas para ser apreciadas en todos los rincones del planeta, de manera que una parte fundamental del Estado, su población, nunca será una población mundial, uniforme y sin recuerdos de su pasado ….. .

….. el gran error del paradigma neoliberal es subestimar la figura del Estado y sus instituciones en la organización de la vida pública y privada de los individuos. El Estado no debe ser liberado aún de sus tareas básicas: hacer sustentable la democracia, garantizar la integridad territorial, la seguridad física, mantener las condiciones necesarias para el ejercicio de la ciudadanía, planificar la hacienda pública y coordinar la correcta distribución del ingreso. Si las instituciones del Estado son capaces de llevar a buen puerto estas tareas, entonces la figura del Estado será reconocida en el concierto de naciones y no solamente reducida.

Incluso, en plena globalización, en su informe sobre el desarrollo mundial 1997, el Banco Mundial(111) afirmaba:

Un Estado eficaz es imprescindible para poder contar con los bienes y servicios -y las normas e instituciones- que hacen posible que los mercados prosperen y que las personas tengan una vida más saludable y feliz. En su ausencia, no puede alcanzarse un desarrollo sostenible ni en el plano económico ni en el social. Aunque hace cincuenta años muchos hablaban en términos muy semejantes, entonces estas ideas en general involucraban el protagonismo del Estado en el proceso de desarrollo. Lo que la experiencia nos ha enseñado desde entonces es bastante diferente: el Estado es fundamental para el proceso de desarrollo económico y social, pero no en cuanto agente directo del crecimiento sino como socio, elemento catalizador e impulsor de ese proceso.

Como bien lo afirma Vargas-Hernández(112):

Contrariamente a la retórica de los empresarios y la clase capitalista transnacional, el Estado seguirá desempeñando un rol importante que requiere el fortalecimiento de sus funciones de regulación, cuya finalidad es eliminar los riesgos que pueden atentar contra sus inversiones y garantizar la reproducción y el acrecentamiento de sus capitales. El Estado sigue siendo un actor de la globalidad y de la economía política mundial importante, cuyas funciones son relevantes para la promoción y control de la estructura hegemónica del sistema capitalista imperial. Los analistas y teóricos de los procesos de globalización se equivocan cuando sentencian la prematura muerte del Estado nación, cuando en realidad se aprecia fuertes procesos de transformación de sus funciones en la economía política mundial.

Finalmente, señalemos que Stiglitz(113) considera que el Estado debe tener un mayor papel para lograr que la globalización sea más justa, a través del cumplimiento de varias responsabilidades:

i) Regular y establecer reglas del juego para las empresas.

ii) Promover la investigación tecnológica y la formación.

iii) Crear redes de seguridad, redistribuir la riqueza y ser garante en sentido amplio de la solidaridad social.