DERECHO: ¿CUÁL DERECHO?
DE LA CONSTITUCIÓN BURGUESA A LA CONSTITUCIÓN DE NUEVA DEMOCRACIA

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Álvaro Bedoya Salazar

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4.6 Muerte de Rafael Uribe Uribe

El 14 de octubre de 1914 fue asesinado Rafael Uribe, quien en sus primeras intervenciones en el Congreso, como representante a la Cámara, había fustigado el pensamiento feudal. Solía argumentar:

Colombia está dividida en opresores y oprimidos. El interés privado es egoísta, imprevisor, transitorio. Los ricos sólo son depositarios de los bienes de la comunidad y de seguir contando con la abnegación de los pobres. Debemos redimir a los pobres de la esclavitud embrutecedora de la miseria. Abrasemos la causa de los pobres. El poder central depositario de los recursos es indispensable para corregir desigualdades y vencer la naturaleza. Protejamos la industria. Demos asistencia social y eliminemos la caridad.

Hagamos la reforma agraria y urbana, suprimamos los abusos, extirpemos los parásitos, destruyamos todo intento de tiranía.

En la primera etapa de su vida política, Uribe invitó al Partido Liberal a que “bebiera en las canteras del socialismo”. Su voz clamaba justicia y fraternidad, en planteamientos recopilados en el compendio de discursos como representante a la Cámara.

Debe tenerse en cuenta que esta muerte se urde quizá en los círculos radicales del liberalismo, en represalia por la actitud conciliadora adoptada por Rafael Uribe Uribe ante el gobierno de Rafael Reyes y la francamente proimperialista ante la entrega de Panamá. Recuérdese que las negociaciones propiciadas por el gobierno de Reyes para buscar una indemnización por el departamento Panamá obligaron al dictador, no a renunciar, sino a abdicar en junio de 1909, tras un largo reinado. Uribe Uribe asumió una actitud francamente proditoria, con la tesis de que el capital norteamericano jugaba un papel positivo. Tal posición lo aisló de los sectores avanzados y patrióticos de su propio partido y, según se sospecha, fue la causa inmediata de su muerte.

Las leoninas negociaciones entre el imperio del Norte y la camarilla gobernante en Bogotá fueron finalmente avaladas, el 6 de abril de 1914, por el ministro de Relaciones Exteriores de Colombia, Francisco J. Urrutia, en representación del gobierno de Carlos E. Restrepo, y por Austin Thompson, como representante del gobierno de Estados Unidos. Urrutia, embaído, reconoció la separación de nuestro territorio por la suma de 25 millones de dólares, maravedíes con los que el imperio pagó la traición: Judas vendió a su maestro, pero tuvo el valor de ahorcarse. No quienes vendieron dolosamente nuestra patria, pues unos, como Rafael Reyes, salieron huyendo, mientras que sus áulicos ejecutaban el engaño contra el pueblo de la nación. Estos no tuvieron el valor de ahorcarse, porque el honor no cabe en el alma de los filibusteros. Salieron saltando como renacuajos a disfrutar del bodrio del atraco, felices porque habían guillotinado la patria.