SALARIOS, EMPLEO Y POLÍTICA SOCIAL

SALARIOS, EMPLEO Y POL?TICA SOCIAL

Hilario Barcelata Chávez

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LA DECEPCIÓN DE LA DEMOCRACIA

Latinoamérica vive el desconsuelo y la decepción de la democracia y una gran desconfianza para remediar sus y garantizar el progreso. Una insatisfacción que crece y se expresa, con amplio descontento popular y consecuencias desestabilizadoras.

Así lo demuestra el estudio “La democracia en América Latina” elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en 18 países de América Latina, donde se observa que la preferencia de los ciudadanos por la democracia es relativamente baja y muestran una gran desconfianza en las instituciones democráticas y los políticos.

Los resultados de este análisis muestran que el 54.7% del total de los encuestados apoyarían a un gobierno autoritario si resuelve los problemas económicos, que aquejan a la población; el 56% cree que el desarrollo económico es más importante que democracia. De igual modo, el 58%; está de acuerdo con que el presidente vaya más allá de las leyes para la consecución de los fines del desarrollo y en definitiva el 25% no cree que la democracia sea indispensable para lograr el desarrollo. Incluso entre aquellas personas que prefieren la democracia a cualquier otra forma de gobierno, el porcentaje de apoyo al autoritarismo es alto. Entre estos, el 41. 5% cree que el desarrollo económico es más importante que democracia; el 45% apoyaría a un gobierno autoritario si resuelve los problemas económicos y el 36% no cree que la democracia solucione los problemas del país.

Esto se debe en buena medida a que –irónicamente- mientras la región protagoniza uno de los más profundos procesos de transformación política, con dos décadas de gobiernos democráticos y un indudable ambiente de mayor libertad y democracia, vive una de las peores crisis económicas de su historia, se profundiza la desigualdad e incrementa sus niveles de pobreza. A pesar de la desaparición de las dictaduras militares y la conformación de gobiernos civiles en Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay y Guatemala y el tránsito de regímenes autoritarios civiles a otros democráticos como en México, para el ciudadano latinoamericano en este momento parece claro que la democracia y la libertad no son factores suficientes para propiciar el desarrollo, el bienestar y el mejoramiento permanente de los pueblos.

La decepción de la democracia es resultado de las consecuencias que ha traído el reordenamiento mundial derivado de la globalización entre las cuales se pueden contar las siguientes: El promedio regional del PBI per cápita no ha variado significativamente en los últimos veinte años, pues mientras en 1980, era de 3,739 dólares americanos (a precios de 1995) en 2000 apenas llegó a 3,952. Los niveles de desigualdad se incrementaron, pues en 1990 el coeficiente de Gini era de 0.554 y para 1999 subió a 0.580 (cuando el promedio mundial para esa década fue de 0.381 y el de los países desarrollados 0.337) Asimismo en 1990, el ingreso del 10 por ciento de la población con más altos ingresos equivalía a 25.4 veces el ingreso del 10 por ciento de la población de menores ingresos. En 1999, esa relación fue de 27.5 veces. En 1997, el 20% de la población de la región de más altos ingresos recibió casi 55% del ingreso total, mientras que el 20% de menores ingresos, sólo recibió el 5%. De hecho la región posee los niveles de desigualdad más altos del mundo en la distribución del ingreso. Según un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) el desempleo afecta a 18 millones de personas, lo cual representa una tasa promedio de desempleo del 9.4%. Esta es la cifra más alta desde hace 22 años y se espera que para fines de año se ubique en el 10%. Como consecuencia, el trabajo en la economía informal representa ya el 50% del empleo formal. El mismo informe precisa que un tercio de los asalariados urbanos no cotizan en sistemas de seguridad social, en tanto que en el sector informal esta proporción sube hasta un 73%. El acceso a los sistemas de salud también es muy restringido pues dos tercios de la población económicamente activa (PEA) de la región están al margen de ese beneficio y los salarios mínimos reales han descendido en promedio un 1.5 por ciento de diez años a la fecha.

¿Por qué la democracia no ha traído el desarrollo? En principio tal vez porque se ha asumido la preocupación liberal acerca de los procedimientos para alcanzar la libertad y se han desatendido las consecuencias que se derivan de esos procedimientos. Y así como el mercado y la tecnología son instrumentos para el desarrollo, -pero ninguno por si mismo dice para qué ni para quién, sino cómo- es necesario también darle contenido a la democracia, lo cual significa que una vez que se obtiene la libertad política, hay que utilizarla para lograr las transformaciones sociales que se requieren y que se desean.

Quienes hoy detentan el poder en América Latina han alcanzado resultados tan inequitativos como quienes gobernaron autoritariamente (o tal vez peores) porque aún gobiernan las élites. Porque en la democracia los más poderosos económicamente tienen más posibilidades, porque si bien hay libertad para participar, los competidores son aún, muy desiguales. Porque todavía existen estructuras que garantizan el poder de las élites nacionales. Y ese es un enorme obstáculo para conjugar desarrollo y democracia y una amenaza muy grande para cualquier proyecto antisistémico.