GLOBALIZACIÓN ¿UN FUTURO POSIBLE?

GLOBALIZACI?N ?UN FUTURO POSIBLE?

Emeterio Guevara Ramos

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CAPITULO 1. ANTECEDENTES

I. LA GUERRA FRIA

La globalización en su fase inicial previo a lo que veremos en el presente siglo, se deriva del proceso de la Guerra Fría. La Guerra Fría fue psicológica, física, filosófica, armamentista. Llena de sangre, malignidad, inteligencia oscura, ventas de armas para que los pueblos se mataran entre ellos mismos, construyendo armas de destrucción masiva. Esta guerra tuvo sus impactos en los países latinoamericanos (Nicaragua, El Salvador, Panamá, Colombia), asiáticos (Corea, Singapur), africanos (prácticamente en todos), del medio oriente (Líbano y Pakistán) y parte de los europeos (Yugoslavia, Rumania), estos países fueron presa fácil para las grandes potencias, principalmente para los Estados Unidos (EEUU) y la entonces Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS).

Se decía que las naciones eran impulsadas a la guerra por una de tres razones – “honor, miedo e interés”- y entonces surgió la globalización que condujo a guerras por el interés geopolítico o por el económico, si bien eleva el costo de ir a la guerra por cuestiones de honor, miedo o interés, no hace ni puede hacer que ninguno de estos instintos resulten obsoletos, no mientras el mundo esté hecho de hombres, no de máquinas. En la época de la globalización, la lucha se da por el poder, por los mercados, por el petróleo, por la búsqueda de intereses materiales y estratégicos y el perpetuo tirón emocional sigue vigente, inclusive en el mundo de los microchips, teléfonos satelitales e Internet.

Tenemos que aceptarlo y entenderlo, hoy estamos en un nuevo sistema internacional, con nuevos incentivos y restricciones, el escenario actual de las relaciones internacionales es la interacción entre lo nuevo –el sistema moderno de la globalización- y lo viejo –las pasiones y orientaciones tradicionales surgidas de la búsqueda por el poder en todos. Uno no puede entender y no entenderá las acciones y eventos que sacuden día a día al mundo y que son traídas por las noticias de hoy, si no las ve como el equilibrio de estas dos fuerzas.

El sistema de la Guerra Fría estaba caracterizado por dos rasgos fundamentales: es decir, estaba dominado por dos superpotencias, los Estados Unidos y la Unión Soviética. Y estaban involucrados en una competencia global por la ventaja estratégica, los recursos y el honor, en la que las ganancias de un bando eran las pérdidas del otro, y todos los rincones del mundo (que tenían recursos o apoyaban la posición estratégica) estaban en juego, y contaban por igual.

En otras palabras, el sistema de la Guerra Fría traía consigo cierto incentivo que alentaba conflictos regionales y los integraba como parte de la competencia global de las superpotencias, considerándolos como una cuestión de preocupación global. Debido a que existía una competencia global ninguna de las superpotencias quería perder una casilla, por temor a que eso acarreara otras pérdidas y, en definitiva, el otro bando llegara a dominar al otro globalmente. Este temor se conoció como la “teoría dominó” de la geopolítica.

Entonces entra en juego la globalización. Una vez que, con el fin de la Guerra Fría, se convirtió en el sistema internacional dominante, la globalización puso un marco diferente en torno de la geopolítica. Si bien la globalización no pone fin a la geopolítica, no deja de afectarla de manera fundamental.

Las grandes guerras ocurren sólo cuando las grandes potencias quieren pelear, y el primer instinto de las grandes potencias hoy, dentro del sistema de la globalización, es no saltar al cuadrilátero. En lugar de dejarse arrastrar por conflictos regionales, las grandes potencias hoy prefieren tratar de levantar cortinas de hierro alrededor de esos conflictos civiles, y evitarlos como si fueran malos vecindarios. Estos pueden ser desafortunados, pues así es más fácil hacer caso omiso de ellos, pero es un hecho. Irak fue un caso ilustrativo para las potencias europeas.

La globalización influye sobre la geopolítica de muchas maneras: crea nuevas fuentes de poder, más allá de las clásicas cantidades de tanques, aviones y mísiles, y crea nuevas fuentes de presión sobre los países, haciendo que cambie la forma en que se organizan, presiones que provienen no de las clásicas incursiones militares de un estado en otro, sino de invasiones mas invisibles de supermercados, finanzas e individuos superpotentes.

La comunidad de la política exterior ha sido lenta en adaptarse a este sistema por una variedad de razones. En parte esto se debe a que todavía es demasiado nuevo y nuestra experiencia limitada. En parte se debe a que los que son expertos en una cosa – la Guerra Fría- no quieren que se les diga que su experiencia no los va a llevar muy lejos en el análisis de la geopolítica de este nuevo sistema.

La era de la globalización bien puede resultar en la gran era de las guerras civiles, no de las guerras entre los Estados. En estas nuevas guerras civiles, las líneas de batalla no serán entre proestadounidenses y prosoviéticos, ni siquiera entre la izquierda tradicional o la extrema y la derecha tradicional o la extrema. No, estas guerras civiles serán entre proglobalizadores y antiglobalizadores, o como se dijera en el World Economic Forum del 2000 en Davos, será entre globalifílicos y globalifóbicos, entre los globalistas de cada sociedad y los localistas de esa misma sociedad, entre los que se benefician gracias al cambio y al nuevo sistema y los que sienten que son dejados atrás, o para ponelo más simplemente: entre perdedores y ganadores. Las crisis políticas en Argentina, Venezuela, Ecuador, México, Brasil, Chile, Bolivia, lo demuestran claramente.

Por último, el proceso de adaptarse a la manera de ver el nuevo sistema ha sido lento porque dentro de ciertas partes del servicio exterior existe una especie de renuencia a incorporar el análisis los mercados y las finanzas.

El honor, el miedo y el interés siguen motivando actualmente a las naciones, algunos países cederán ante las restricciones, presiones e incentivos del sistema de la globalización, otros retrocederán ante las restricciones, y habrá algunos que simplemente harán caso omiso de las restricciones y tratarán de atropellar lo que se les enfrente. Yo no hago predicciones acerca del resultado final; todo lo que predigo es que es la interacción entre los impulsos de la política exterior, antiguos como la humanidad, y éste nuevo sistema complejo lo que constituirá el drama de las relaciones internacionales en la era de la globalización. Los conflictos dejarán de darse por las causas tradicionales y serán sustituidas por causas culturales, ideológicas y económicas, principalmente por la primera. La estrategia geopolítica será la base de las anteriores.

A continuación retomamos los conceptos precisándolos un poco más y destacando algunas conclusiones. Consideramos el sistema internacional de la Guerra Fría como una forma de competir por la influencia y la supremacía, entre el oeste capitalista y el este comunista. Como sistema internacional, la Guerra Fría tenía su propia estructura de poder: el equilibrio entre los Estados Unidos y la Unión Soviética.

En ese contexto, la globalización no es un fenómeno estático. No es sólo una tendencia pasajera. Hoy constituye un proceso extensísimo en el sistema internacional que configura las políticas dominantes y las relaciones exteriores de virtualmente todos los países, y así debemos entenderlo. Al considerar los elementos del sistema de la Guerra Fría debemos entender que tenía sus propias reglas: En las relaciones internacionales, ninguna de las dos potencias traspasaba los límites para adentrarse en la esfera de influencia de la otra; en la economía, las industrias nacionales, se ocupaban de fomentar sus propias políticas de un crecimiento basado en las exportaciones, los países comunistas de la autarquía y los economistas de occidente del comercio regulado.

La Guerra Fría tenía sus propias ideas dominantes: el choque entre el comunismo y el capitalismo. No alineación y Perestroika. La Guerra Fría tenía sus propias tendencias demográficas: el desplazamiento de personas del Este hacia el Oeste se veía detenido por la Cortina de Hierro. El desplazamiento del Sur al Norte era un flujo más permanente. Existía su propia perspectiva sobre el planeta: el mundo era un espacio dividido entre el bando comunista, el bando occidental y el bando neutral. Cada país estaba encuadrado en el bando comunista o el occidental o el neutral.

La Guerra Fría tenía sus propias tecnologías definítorias: dominaban las armas nucleares y la Segunda Revolución Industrial. Para mucha gente dentro de los países en desarrollo la Hoz y el Martillo aún eran herramientas importantes. También tenía su propia medida definitoria: el peso y alcance de los mísiles nucleares. La Guerra Fría tenía su propia ansiedad definitoria -la aniquilación nuclear.