GLOBALIZACIÓN ¿UN FUTURO POSIBLE?

GLOBALIZACI?N ?UN FUTURO POSIBLE?

Emeterio Guevara Ramos

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CAPITULO 2. GLOBALIZACIÓN: ELEMENTOS Y CARACTERÍSTICAS

I. BREVE HISTORIA DE LA GLOBALIZACIÓN

Últimamente ha habido cambios increíbles y positivos en la economía mundial, en donde existe una unión de las actividades económicas, llamados dualización de los procesos económicos.

En la actualidad algunos países han tratado de privatizar las empresas que forman parte de su gobierno para demostrar que no son países cerrados, sino más bien países que quieren que los individuos sean los dueños de los recursos productivos y a la vez han tratado de tener una relación económica con los demás países del mundo por medio de los tratados internacionales que regulen un libre comercio, es por eso que se han tirado muchos muros de la restricción en todo el mundo y esto ha hecho posible que esta era de globalización e integración se encamine a la perfección.

El mundo anterior de guerra fría, era como una planicie ancha, marcada por líneas cruzadas y dividida por cercos, muros, zanjas y callejones sin salida. En este anterior mundo era imposible ir demasiado lejos, o muy rápido, sin chocar con un muro que te estancará como país.

Anteriormente los países podrían encontrar muchos lugares donde ocultarse y preservar sus propias y únicas formas de vida, política, económica y cultural, o sea, podían estar, en el primer mundo, en el segundo mundo o en el tercer mundo; de hecho podían tener sistemas económicos totalmente distintos, como una economía comunista planificada centralmente, una economía de estado benefactor, una economía socialista o una economía del mercado libre. Podían también mantener sistemas políticos marcadamente diferentes, cualquier cosa desde democracia a dictadura o autoritarismo ilustrado a monarquía o totalitarismo.

La existencia de este tipo de capitalismo acabó con el sistema que se consideraba alternativo: el socialismo. El muro de Berlín se convirtió en el símbolo del triunfo del capitalismo salvaje. Después se derrumbarían todos los muros (restricciones al libre comercio y la inversión) restantes en los países en vías de industrialización.

Lo que derrumbo los muros fueron tres cambios fundamentales de la globalización: 1. Cambios en la manera de comunicación (la democratización de la tecnología). 2. Cambios en la manera de invertir (democratización de las finanzas). 3. Cambios en la manera de enterarnos de lo que pasa en el mundo (democratización de la información).

Por todo lo anterior, concluimos que por eso en la actualidad no hay primer mundo, segundo mundo, ni tercer mundo; hoy solo existe el mundo veloz (el de la ancha planicie abierta) y el mundo lento (el de los que se han caído al costado del camino o prefieren vivir lejos de la llanura en algún valle propio, aislado, artificialmente amurallado, porque encuentran el mundo veloz demasiado atemorizante o demasiado exigente).

La democratización tecnológica es el primero y el más importante de los cambios producidos durante la Guerra Fría, por el cambio de la manera en que nos comunicamos entre sí, este cambio (democratización tecnológica) es lo que permite que exista un mayor número de gente con un mayor número de computadoras en su casa, módems, teléfonos móviles, sistemas de antena parabólica y conexiones de Internet, se comunique más rápido, con un mayor numero de países, y con menos costo que en ningún otro momento de la historia mundial.

La democratización tecnológica es el resultado de diversas innovaciones relacionadas con la computación, las telecomunicaciones, la miniaturización, la tecnología de compresión y la digitalización, que fueron combinadas a partir de la década de los ochenta en el siglo pasado. No solo se puede llamar hoy a cualquier parte del mundo, sino que se puede llamar a cualquier parte a bajo costo: desde una computadora portátil en la cima de una montaña, en el asiento del avión, etcétera. Esto es posible porque las innovaciones han reducido en forma constante el tamaño y peso de las computadoras, teléfonos y aparatos de radio llamada, de tal forma que las podemos traer consigo.

Estas innovaciones han hecho posible que millones de personas en todo el mundo se conecten e intercambien información, noticias, conocimientos, dinero, actos comerciales, etcétera. Por eso ésta era de la globalización es diferente a todas las anteriores y es por ello que la democratización tecnológica globaliza la producción queriendo decir con lo anterior que hoy todos podemos ser productores. La globalización de hoy no solo se trata que los países en desarrollo (países satélites), envíen materia prima a los países desarrollados (países centrales) para que estos produzcan un bien terminado y luego lo envíen de vuelta a precio de oro. Hoy, gracias a la democratización tecnológica todos los países tienen la oportunidad de reunir la tecnología, la materia prima y el financiamiento para ser productores de bienes y servicios (satisfactores) y esto se convierte en otro factor sutil que vincula al mundo más estrechamente. La democratización de la tecnología ciertamente ayudó a promover el segundo cambio importante que impulso la globalización, o sea, el cambio en la manera en que invertimos.

La democratización de las finanzas empezó a fines de la década de los sesenta, con la emergencia del mercado de “papeles comerciales”. Estos eran bonos emitidos directamente por las corporaciones al público con el fin de reunir capital. La creación de este mercado de bonos corporativos introdujo cierto pluralismo en el mundo financiero y quitó el monopolio a los bancos. En la década de los setenta por la segurización se abrió la puerta para toda calase de empresas e inversionistas que nunca antes habían tenido acceso a efectivo para poder juntar capital. En la década de los ochenta es cuando la democratización de las finanzas realmente explotó, y el hombre que en verdad derribó las últimas barreras fue el brillante, veleidoso pero en definitiva corrupto rey de los bonos de alto riesgo (bonos basura), Michael Milken.

La democratización de las finanzas tuvo lugar a nivel internacional, pero refiriéndonos a México recordaremos que en mil novecientos ochenta y dos, como tenia dificultades financieras el país tomo prestado del extranjero para financiar el consumo populista interno, para lo cual el presidente Miguel de la Madrid les dijo a los norteamericanos "si alguien debe mil pesos, esa persona tiene un problema. Si alguien les debe diez mil millones, ahora el problema es de ustedes, porque no tenemos para pagar la deuda, de tal manera que no nos queda más que renegociar otro préstamo y a otro plazo mas largo".

En el camino hacia la globalización sucedió algo curioso. El mercado de las deudas externas accedió a la segurización. Esto significó que cuando América Latina entró otra vez en problemas a fines de la década de los ochenta, el secretario del Tesoro, entonces Nicholas Brady, inventó una solución, las deudas latinoamericanas de los principales bancos comerciales fueron convertidas en bonos respaldados por el gobierno de los Estados Unidos, y estos bonos siguieron en poder de los bancos con valor en su haber, o fueron vendidos al publico en general, a fondos mutuos y a fondos de pensión, con tasa de interés superiores a los normales. De repente, cualquier persona podía comprar una parte de la deuda mexicana, brasileña o argentina, fuera en forma directa o por medio de un fondo mutuo o de pensión. Y esos bonos se cotizaban a diario: subían o bajaban, según el desempeño económico del país en cuestión. Lo que hizo Brady fue, en realidad, una revolución.

Posteriormente los bancos recibieron garantías del gobierno de los Estados Unidos para extender nuevos préstamos a América latina, con la condición de que los países deudores realizaran reformas económicas. Después de extender los préstamos, los bancos, en lugar de hacerlos figurar en sus libros, los dividían en bonos con respaldo del gobierno de los Estados Unidos, que eran vendidos al público. En vez de un país latinoamericano pactará con veinte bancos principales, de repente ese país debía tratar con miles de pequeños inversores y fondos mutuos.

La gente compraba y vendía bonos todos los días, según su desempeño. Esto significaba que los cotizaba según el desempeño del país. Y las personas que compraban y vendían eran extranjeros sobre los cuales Brasil, México o la Argentina no tenían ningún control.

Estos tenedores de bonos no eran como los bancos que, al estar ya expuestos, a merced de esos países deudores, sentían que debían seguir prestándoles dinero para proteger los préstamos anteriores. Si un país no tenía buen desempeño, los particulares tenedores de bonos simplemente los vendían, le decían adiós y ponían su dinero en los bonos de países con buen desempeño.

De manera que cuando México volvió a tener dificultades en mil novecientos noventa y cinco, por gastar en forma excesiva, la gente empezó a vender sus bonos mexicanos, haciendo bajar su valor, y Ángel Gurría ya no pudo empezar a llamar a los veinte banqueros para pedirles una renegociación de la deuda como lo hacía con los veinte bancos. Ahora los acreedores eran miles.

La Democratización de la información es el tercer cambio que hizo posible la globalización, el cambio de la manera en que vemos el mundo, se llamo “la democratización de la información". Gracias a los discos satelitales, Internet y la televisión, ahora podemos ver y oír a través de toda clase concebible de muros que nos pongan.

Este adelanto comenzó con la globalización de la televisión. Durante gran parte de la era de la Guerra Fría, la televisión y la radio estaban restringidas debido a que el espectro y la tecnología para la trasmisión eran limitados. Los gobiernos administraban la mayor parte de la televisión directamente, o la regulaban en gran medida. Esto empezó a resquebrajarse primero en los Estados Unidos, con el advenimiento de la televisión por cable. En la década de los ochentas la televisión multícanal empezó a propagarse por el mundo entero y el factor principal fue la caída del costo de los satélites.

Al principio, solo grandes sistemas de cable podían afrontar el gasto de construir las antenas para captar las señales satelitales, pero gracias a la democratización de la tecnología, y sobre todo la miniaturización, con rapidez, millones de personas alrededor del mundo podían captar las señales en un receptor satelital del tamaño relativamente pequeño, y posteriormente cuando entro la televisión digital, las empresas trasmisores ofrecían no sólo cinco o cincuenta estaciones, sino 500 canales.

Por ultimo, como resultado de los adelantos en la tecnología de la compresión, pronto todos tuvimos videos digítalizados (DVD), que reemplazarán a la cinta magnética. Con una calidad óptima de sonido, en varios idiomas, que podemos ver en nuestras computadoras portátiles o en los reproductores de DVDs.

Seguramente, el presidente de un país en desarrollo, puede dirigirse a su pueblo diciéndoles: “Amigos, vamos a detener el ingreso de este sistema de la globalización. Erigiremos nuevos muros y volveremos a imponer controles de capitales. Sufriremos menos con nuestra economía, tendremos menos volatilidad, aunque también un crecimiento más lento, porque no podremos atraer ahorro del resto del mundo. Así que si todavía no pertenecen a la clase media, tendrán que esperar un poco”. Pero si hace esto, tarde o temprano alguien va a protestar.

Los gobiernos que quieren evitar la globalización no sólo deben probar que la alternativa puede producir para sus ciudadanos un nivel de vida ascendente, sino que deben darse en un medio en el que todos sepamos, cada vez más, cómo vive el resto del mundo.

Al encoger el mundo a una talla pequeña, la globalización les hace saber a todos cuán adelantados o atrasados están con respecto al resto de los países. Esta democratización de la información también está transformando los mercados financieros. Ahora los inversionistas no sólo pueden comprar y vender valores y bonos de todo el mundo, no sólo pueden hacerlo desde la computadora en su casa, sino que los sitios de Corretaje en Internet les dan ahora gratis la información y las herramientas analíticas para invertir sin necesidad de llamar a un agente de bolsa.

Dentro de diez años el setenta por ciento de las transacciones de las operaciones bursátiles se harán en Internet. Cuantas más personas lo hagan, más información y análisis de economías y empresas diferentes se exigirán, lo que hará más fácil mover el dinero, castigar a los que se desempeñan mal y premiar a lo que lo hacen bien.

En aquellos que a causa del proceso de sensibilización continúa no se han dado cuenta de la magnitud de los cambios que hoy tenemos, pueden existir las siguientes preguntas: ¿Es la globalización un fenómeno tan nuevo como parece? ¿Puede rastrearse su origen a los últimos lustros del siglo XX? ¿Tiene elementos radicalmente nuevos o ha llegado a ser lo que es a través de un proceso evolutivo? Para muchos, la globalización aparece para definir un nuevo estadio en la economía internacional. El aspecto crítico aquí es la velocidad y la dirección de este proceso. ¿Culminará en una o dos décadas o requerirá una buena parte de este siglo? ¿Es realista esperar un incremento de la productividad y de los niveles de bienestar de la sociedad mundial? La evidencia sugiere que la globalización está limitada a un conjunto de países industrializados de Europa, América del Norte y Japón. La “triadización” de los mercados financieros es más aparente que real.

La "globalización histórica" no es otra cosa más que ese fenómeno que, a partir del inicio del mundo moderno, caracterizó la evolución del proceso de expansión de las sociedades europeas que las llevó, a principios del siglo XX, a dominar completamente el mundo, siendo más tarde sustituidas por Estados Unidos primero, y Japón después.

En consecuencia, si la globalización históricamente neutra hacía referencia a un proceso de "expansión" de la sociedad europea hacia el resto del mundo o, en términos más radicales, a un proceso de conquista de los mercados por parte del Occidente rico y capitalista del resto del mundo, podríamos decir ciertamente que como proceso ha concluido. Luego entonces, estamos frente a una "globalización completa". Sin embargo, lo que nos interesa saber es cuándo se alcanzó tal realización y por qué. La mayoría de los analistas están de acuerdo en que el "cuándo" es 1989 con la caída del muro de Berlín y el por qué esta representado por la desintegración de la Unión Soviética y la terminación del bipolarismo político y económico.

Obviamente se utiliza 1989 en sentido emblemático, para sólo resaltar el descubrimiento de una “dimensión de la realidad” caracterizada por la “mutación de las reglas de la vida internacional”, o sea, la paradójica imposibilidad de que las grandes potencias se vieron envueltas para resolver sus diferencias con el instrumento que habían forjado en cinco siglos de historia (por lo menos): la guerra.

Evaluar el significado en términos internacionales de la crisis de la Unión Soviética y de su modelo lleva a la conclusión que no solamente terminó la guerra fría, sino que al mismo tiempo desapareció el único modelo alternativo frente al modelo de economía de libre mercado. No es necesario discutir si el socialismo real era mejor, simplemente se señala que su desaparición hizo caer cualquier obstáculo a la expansión, a estas alturas natural e irrefrenable, del capitalismo salvaje. Podríamos decir que al desaparecer el enemigo, todos se volvieron enemigos, o mejor dicho, se convirtieron en competidores en el libre juego de la contienda económica, el socialismo real no servía más que para "contener" la agresividad económica y financiera de Estados Unidos (refiriéndose a este país en términos simbólicos, no como protagonista exclusivo; Japón sigue el mismo tenor como tantos otros países, grandes o pequeños).

La “mutación” y la consecuente caída de la URSS son eventos que se ubican en una dimensión abiertamente internacional, en su sentido específico de “relaciones entre Estados”. Después de tales acontecimientos, las pruebas empíricas son tantas que es ocioso presentarlas; es suficiente contar los escritos acerca de la globalización para tener una idea al respecto. El mundo, y no podía ser de otra manera, cambió (mutó), se unificó en la medida en que el sistema internacional, ya sea político o económico, se volvió homogéneo y, por lo tanto, hizo posible que se difundiera un mismo y único modelo de desarrollo económico. Que el sistema económico de libre mercado per natura se moviera en esta dirección para expandirse al máximo, ya había sido notado en los escritos sobre la internacional political economy, de la que el libro de Gilpin es en cierto modo el manifiesto programático.

Política y economía, por consiguiente, se funden e integran más y mejor en el plano internacional (¿global?) que en el interior de los Estados. La razón es sencilla: mientras el Estado regula a priori las acciones políticas y económicas, los Estados establecen, de cuando en cuando, en sus relaciones - que son por naturaleza intermitentes- un sistema normativo específico, de suerte que la economía no puede actuar más que valiéndose de la política, y ésta no tendría objetivos si no se concretara en ventajas económicas.

La unificación de los mercados y la homogeneización de los sistemas políticos (ya no existe ninguno realmente socialista; el abanico de los casos posibles va de la democracia ilustrada a los regímenes dictatoriales de derecha) alcanzaron los límites planetarios y con ello parece concluido el proyecto del Estado moderno nacido en el siglo XVIII: el Estado como lo conocimos ha muerto, ya no es funcional, debemos ayudar a bien morir lo que queda de él. Pero aún no ha terminado de nacer el nuevo Estado de la globalización que está representado, en su forma ideal, por ahora por la orientación de la Unión Europea.

El inicio del debate acerca de la desterritorialización puede ser considerado como una prueba, pero en general la teoría de las relaciones internacionales muestra, aunque quizá sin la conciencia necesaria, esta situación de transición con sus secuelas, comenzando con la “teoría de los regímenes internacionales” y continuando con el “institucionalismo” que deben entenderse como la formación cuasi espontánea y progresiva de estructuras organizativas internacionales intermedias, que están por debajo de la autoridad de los Estados y por encima de la libre iniciativa de los entes privados (de todo ello hablaban las “teorías de la interdependencia” en los años ochenta).

En conclusión, 1989 habría provocado el agotamiento de un proceso que duró cinco siglos. Se dejan ver entonces dos alternativas: que una vez llevado a cabo el fenómeno de la globalización, deba a su vez, a) agotarse (no está dicho que eso deba ocurrir instantáneamente) o b) consolidarse habiendo podido tomar posesión del mundo entero.

Podemos concluir que en este mundo globalizado nunca antes tantas personas escucharon o supieron tanto sobre el resto del mundo. Por primera vez en la Historia, una fantasía de ser une a la Humanidad. Las agencias de publicidad alimentan ese sueño al servirse del decorado mundial con una patria común para sus clientes. El público de masas recibe mensajes donde se uniformiza todo: el consumo, la familia y el amor. Esos reforzadores retroalimentados de la uniformidad mundial impulsan más y más esta evolución.

Para poder abastecer a los mercados mundiales surge el concepto de cadena global de oferta y demanda que implica grandes imbricaciones entre familias, inversionistas, empresarios, comercializadores que se ajusten a un proceso en el cual se incluyen los beneficios de la producción y se tiende a unificar precios en un mercado global de commodities ( Gereffi, 2003).

Como un arado que circunda la Tierra, la multimillonaria demanda de la marea de mercancías anunciada a escala global se ha abierto camino por las calles comerciales de todas las ciudades del mundo. Las victimas de sed insaciable de productos globales son las ciudades. Los ejemplos recientes de Viena, Praga, Lisboa, Budapest, Moscú y San Petersburgo, solo por citar algunas, donde innumerables pequeños comercios con variedad de mercancías tradicionales daban a cada ciudad un carácter inconfundible, lo han tenido que abandonar desde su incorporación a la Unión Europea algunas o la llegada del libre mercado otras. Cadenas comerciales internacionales han elegido los mejores lugares, aburridos locales de comida rápida, atractivas firmas e ropa interior, farmacias y perfumerías, hoteles de lujo y joyerías entre otras sustituyeron el encanto de la tradición y la cultura local por la uniformidad de la cultura global. Y es que la clase media urbana de los centros de las ciudades florecientes se mueve con insólita naturalidad sobre el disminuido planeta azul, millones de turistas se desplazan de sus ciudades de origen y abarrotan los centros vacacionales de moda. Paris, Madrid, New York, Milán, Tokio, entre otras se convierten en los destinos globales. Se puede desconocer su propio país pero es un pecado mortal desconocer los destinos globales. Todos se consideran abiertos ciudadanos del mundo, lejos de la sensación de que sus connections globales son a menudo muy provincianas y limitadas a su propio ambiente.

Tal movilidad indica la dirección, es al menos faro de orientación en el rapidísimo vuelo hacia el futuro que promete una estructura mundial repulsivamente nueva. Unas treinta regiones metropolitanas en el mundo unidas por la tecnología más avanzada de las telecomunicaciones y las redes informáticas. Las metrópolis están dispersas en el globo como casuales manchas de luz, a lo largo de miles de kilómetros sus habitantes creen estar más cerca unos de otros que sus vecinos del interior, que hasta ahora determinó su historia. Adicionalmente a las ya mencionadas, se suman Kuala Lumpur en Malasia, Pekín, Berlin, Hong Kong, Shanghai que aspira a ser el centro neurálgico de las ciudades asiáticas, Taipei, Bombay, Nueva Delhi, Sao Paulo, Rió de Janeiro, México, Buenos Ares, Taiwán, Bangkok,