PLANIFICACIÓN Y DESARROLLO REGIONAL Y LOCAL EN VENEZUELA

PLANIFICACI?N Y DESARROLLO REGIONAL Y LOCAL EN VENEZUELA

Alexis Guerra

Volver al índice

 

 

 

La universidad en la construcción de la sinergia participación-sostenibilidad en el marco del desarrollo

Hilda Alejua y Aurora Anzola

El debate sobre el papel que debe jugar la Universidad en el tema del desarrollo constituye hoy por hoy un punto fundamental dentro de la actual dinámica en la que se encuentra inmersa la sociedad latinoamericana, puesto que la Universidad se encuentra rezagada frente a la velocidad de los cambios que están dándose (Boisier, 2004; Bruner, 2006), situación que la debe llevar a reasumir su rol importante como generadora de conocimiento e innovaciones acordes con la realidad. Dichos cambios se asocian directamente con el proceso de la globalización, entendida como “un descriptor de la actual fase tecnológica del desarrollo del capitalismo… (Boisier, 2004: 2) ; que exige innovación, conocimiento,organización y capacidad de producción. En este sentido, Boisier afirma que “ aparece claro que la condición básica, para cualquier organización, sea funcional como una empresa o una universidad, sea territorial, como una región o país, para acoplarse al ‘centro’ de la globalización, es decir, a su núcleo dinámico cognitivo, resideen disponer del saber necesario y pertinente para ello” (2004: 17).

En este contexto cabe destacar que está ocurriendo una revalorización del territorio puesto que, siguiendo la tesis localista de autores como Piore y Sabel, Porter, Vásquez-Barquero, Cuadrado Roura y Boisier entre otros, los lugares y localidades están siendo más y no menos importantes en su contribución a la innovaciónyalaalta tecnología. Por lo que la Universidad, en la relación con su entorno, debe partir de las consideraciones de los valores, capacidades y necesidades locales para contribuir con un verdadero proceso de desarrollo. Entendiendo que el desarrollo es local, humano, sostenible y endógeno.

En este sentido, la Universidad forma parte de la endogeneidad de los territorios, lo cual le otorga el compromiso de contribuir con la construcción de la sinergia de elementos claves del desarrollo como la sostenibilidad y la participación, aspectos que serán considerados a continuación.

La universidad como constructora de sinergia La Universidad del siglo XXI debe concretar su responsabilidad social, de manera que contribuya al desarrollo sostenible y al mejoramiento del conjunto de la sociedad en la que opera (UNESCO, 1998). Por ello, la Universidad debe transformarse para adecuarse a los cambios que su entorno (mediato e inmediato) está experimentado, de manera oportuna; y así construir la sinergia que impulse el desarrollo, partiendo de dos elementos claves: la sostenibilidad y la participación.

La universidad en su papel de constructor de sinergia busca la concertación y concurso activo de los diversos actores del desarrollo en un territorio, donde el objetivo a alcanzar debe ser superior a la sumatoria de los aportes de cada uno de estos actores (Serani, 1991).

Este rol que debe asumir la universidad nace de las necesidades sentidas de un bajo grado de articulación entre los diferentes actores del desarrollo; producto del bajo grado de capacitación tanto de funcionarios y equipos técnicos locales, empresarios, instituciones y organizaciones públicas y privadas, entre otras; puesto que desconocen los beneficios que traería dicha articulación, así como los mecanismos estructurales e instrumentos legales para implementar distintas formas asociativas o cooperativas que atiendan las realidades históricas de ese contexto territorial determinado. En este sentido la Universidad, debe tener capacidad de reconocer las potencialidades endógenas para la construcción de sinergia del territorio en el que interactúa; identificando a su vez, tanto los beneficios como los costos que implica la cooperación, de manera que no se deje de lado las particularidades de cada actor sin mermar su velocidad de operación.

Es decir la Universidad, se debe transformar en un centro que anticipe, advierta y prevea problemas futuros en las sociedades emergentes, de manera que genere diferentes escenarios de soluciones, conjuntamente con los principales actores que integran al territorio. Por lo que la Universidad no debe estar ajena al proceso de globalización, en este sentido, de acuerdo a los planteamientos deBoisier, la revalorización de los territorios conllevaría también, a nuestro modo de ver, a la revalorización de la Universidad, siempre que ésta sea capaz de convertirse en un actor estratégico dentro de la red de actores que conforman una localidad, así como que de ella emerja continuamente conocimiento e innovación pertinente y oportuna que contribuya al desarrollo de forma sinérgica.

Ahora bien, nuevamente, cuando hablamos de desarrollo, ¿a qué nos estamos refiriendo? Consideramos que el desarrollo debe ser entendido de manera integral. Este es un concepto altamente complejo, multidimensional, de carácter cualitativo, donde lo humano, lo endógeno, lo sostenible, lo territorial, son aspectos o componentes inherentes al desarrollo mismo.

La relación de la Universidad con su entorno debe partir de las consideraciones de los valores, capacidades y necesidades locales para contribuir con un verdadero proceso de desarrollo. El desarrollo es local, humano, sostenible y endógeno, como se señaló anteriormente, por lo que Boisier entiende que el desarrollo “es un fenómeno dependiente de la trayectoria e históricamente evolutivo y que como tal se inicia siempre en un lugar (o en varios pero nunca en todos), siempre como un proceso endógeno (aunque su base material puede ser considerablemente exógeno), siempre descentralizado y siempre con una dinámica capilar ‘de abajo hacia arriba y hacia los lados’, que terminará por producir, en función de la dialéctica territorio/función propia de la modernidad, una geografía del desarrollo, rara vez uniforme, comúnmente con la forma de archipiélago, o en el extremo, con la forma de la dicotomía centro-periferia” (2004: 7).

En este contexto, el desarrollo está asociado a la idea de cambio – gradual y direccional – que se relaciona al desenvolvimiento cualitativo de potencialidades de complejidad creciente; donde el proceso de mejoramiento de la condición humana (es decir, la relación hombre-naturaleza) debe hacerse sostenible.

La sostenibilidad del desarrollo debe ser vista desde tres pilares fundamentales: 1. Economía: La creación de riqueza y condiciones adecuadas de vida; 2. Sociedad: La eliminación de la pobreza y el mejoramiento de la calidad de vida, y 3. Medio ambiente: La preservación de los recursos naturales para las generaciones futuras.

Diagrama 1 Fuente: Elaboración propia (2004) De acuerdo a Castellano (2004) el desarrollo sostenible es “el proceso de lograr el desarrollo humano de manera incluyente, conectada, equitativa, prudente y segura. La inclusividad implica desarrollo humano en el tiempo y en el espacio. Conectividad implica interdependencia de lo ecológico, lo económico y lo social.

Equidad sugiere justicia intergeneracional, intrageneracional e interespecies. Prudencia tiene que ver con los deberes de cuidado y prevención tecnológica, científica y política. La seguridad demanda estar a salvo de amenazas crónicas y protección contra disrupciones dañinas” (P. 4).

En atención a lo anterior, se observa la complejidad del concepto de sostenibilidad, lo cual requiere la interpretación e interconexión de las dimensiones o aspectos que lo conforman. Es aquí donde las Universidades se deben transformar, a nuestro modo de ver, en animadores continuos del proceso del desarrollo. Entendiendo por animadores, aquellas instancias capaces de propiciar sinergias promotoras del desarrollo.

En este sentido, el desarrollo sostenible sólo es posible alcanzarlo potenciando el capital social; y una manera de hacerlo es a través de la participación, factor trascendental en la visión sistémica del desarrollo. Por lo cual, la actuación de la Universidad debe ser la de propiciar escenarios que de una u otra forma conlleven a la materialización efectiva de la participación social como tal, para la contribución del proceso de desarrollo en un país.

Las consideraciones participativas son especialmente importantes en el contexto del desarrollo sostenible, puesto que: • El desarrollo sostenible articula una visión dinámica de la sociedad y de las interacciones entre la sociedad y el medio ambiente, de forma que la gobernanza para el desarrollo sostenible implicará necesariamente un cambio social conscientemente dirigido. En definitiva, el desarrollo sostenible supone un avance orientado en base a líneas específicas que evite futuros sociales insostenibles (Meadowcroft, 1997).

• El concepto tiene una carga normativa: las decisiones relativas al desarrollo sostenible no se pueden reducir a elecciones técnicas (aunque éstas son importantes) sino que requieren elecciones de valor sobre las prioridades de los individuos y las comunidades, así como sobre la distribución de costos, beneficios y riesgos (Lafferty and Langhelle, 1999).

• El concepto tiene un carácter global, integra la toma de decisiones de distintas esferas de la vida social y penetra en un sinnúmero de sectores y dominios.

• Si bien la orientación general del desarrollo sostenible es clara, solamente a través de la experimentación se puede acumular el conocimiento necesario para identificar el tipo de gestión de las interacciones socio-ecológicas que será más apropiado en el futuro. En otras palabras, no existe ninguna guía preexistente de la escala y el carácter específicos de la transformación de las prácticas sociales e instituciones que requiere el desarrollo sostenible.

Estas características sugieren que si cualquier proyecto político exige una mayor participación en la toma de decisiones, también la exige el desarrollo sostenible. Respecto a la noción de cambio social deliberativamente orientado, la participación puede ser entendida no sólo como un imperativo democrático (como garantía de que los actores sociales podrán hacer aportaciones en la definición de la dirección del cambio), sino también como una estrategia dirigida por el gobierno y desplegada con el fin de identificar las reformas necesarias. Esto implica un nuevo papel del Estado y de la Universidad. En este contexto la participación como herramienta para alcanzar el desarrollo sostenible, tiene base tanto constitucional, como legal y sub-legal en Venezuela.

Existe en el contenido constitucional una revalorización de lo social, otorgando un mayor espacio a la participación directa de la gente en la ejecución de estrategias de desarrollo, lo que podría indicar un adelanto hacia un proceso de humanización de la política.

Sin embargo es en el proceso de la puesta en práctica hacia los resultados planteados, donde se podrán hacer tales inferencias.

La promulgación en el marco de la legislación nacional para la fecha (1.996), de la “Ley de Planificación y Participación de la Sociedad Civil en la Gestión Pública” por parte de la Asamblea Legislativa del estado Lara, marca un hito histórico, que podría ser visto como un adelanto hacia la modernización del Estado, ya que la participación de la población es definida como un mecanismo de acción en los asuntos públicos dentro del proceso de cambio que necesita el país. En este sentido, la descentralización efectiva de competencias administrativas y políticas juega un papel importante para su materialización. (Anzola Nieves, 2003) La participación puede permitir que los individuos y los grupos concilien y redefinan los intereses relevantes, contribuyan a configurar el futuro y se ajusten al cambio inminente. De manera que a través de la participación pueda la Universidad contribuir a la construcción de consensosyalaidentificación de los puntos en los que el consenso sólo es posible mediante una construcción de viabilidad donde la negociación implica ceder en algo para que ganemos todos.

Con relación al contenido normativo del desarrollo sostenible, la participación puede facilitar una manifestación más completa de las actitudes existentes, la yuxtaposición de diferentes enfoques y la transformación de valores. Por lo que respecta al carácter global de la acción de sostenibilidad, la participación puede fomentar la integración de conocimiento y la adaptación de la gobernanza a los diversos contextos transversales relevantes para el desarrollo sostenible, jugando la Universidad un rol estratégico en el desarrollo de capacidades endógenas de participación. Asimismo, en lo que atañe al “aprendizaje a través de la acción” (“learning through doing”), la participación puede promover la gestión adaptativa y la adquisición de conocimiento por parte de los actores sociales y los gobiernos. (Meadowcroft, 2003) De allí que, es fundamental para la efectividad de la teoría del desarrollo sostenible, que quienes detentan el poder se den cuenta de la necesidad de integrar a la gente dentro de las estructuras reales de poder con el fin de confrontar los problemas principales de nuestro tiempo. Lo que implicaría, una redistribución del poder, tanto político como económico. Este prerrequisito para cualquier programa de sostenibilidad es fundamental, como expresa Barkin, “ya que la mayoría de los análisis técnicos destacan que los patrones que perpetúan estas desigualdades conducen a una mayor degradación ambiental. (e.g., Boyce 1994; Goodland y Daly 1993)” (2003:64) Pero la sostenibilidad no versa simplemente sobre la preservación ambiental, como se ha dicho con antelación. Esta involucra la participación activa de la gente, para que con la comprensión de la dinámica de los sistemas naturales, oriente el rediseño de los sistemas productivos, incrementado su productividad mientras conservan la capacidad del planeta para hospedar a las generaciones futuras.

Como vemos, el desarrollo regional debe ser sostenible, y debe relacionarse con un proceso de participación sinérgica entre sus actores principales, capaces de conciliar propuestas de desarrollo que promuevan la interconexión de la triada: economía-sociedad-ambiente. En este sentido, a la Universidad se le demanda hacer esfuerzos por fortalecer las competencias cognitivas y morales de los sujetos involucrados en este proceso, para lo que debe realizar una serie de modificaciones pertinentes, tanto estructurales como de funcionamiento, que impliquen la reorientación de la formación de recursos humanos calificados, ubicados en tanto “agentes de desarrollo local” en el ámbito gubernamental, empresarial y social y en la producción de “conocimiento estratégico” sobre el desarrollo y el territorio.

Bibliografía

Alejua, Hilda y Anzola Nieves, Aurora. (2004). Aproximación a los conceptos de Desarrollo Sostenible y Sostenibilidad en Latinoamérica. Trabajo final Seminario Teorías y Enfoques del Desarrollo. Doctorado en Estudios del Desarrollo. UCV-CENDES.

Mimeografiado.

Anzola Nieves, Aurora. (2003). La Política Territorial en el marco jurídico institucional en Venezuela. Revista Compendium. Año 6. No. 11 Diciembre 2003. pp. 5-22.

Barkin, David. (2003). Riqueza, Pobreza y Desarrollo Sostenible. Documento electrónico. http://www.mtnforum.org/resources/ library/barkd97a.htm Boisier, Sergio. (2004). l. ¿Hay espacio para el desarrollo local en la globalización? Encuentro Internacional “Desarrollo Local en un mundo Global”, del 3 al 23 de diciembre de 2004. Consulta realizada el 28/01/2005. http://wwweumed.net/eve/ Castellano Bohórquez, Hercilio. (2000b). Globalización y Ordenamiento Territorial en Venezuela. Cuadernos del CENDES. Año 17. No. 43. Segunda época. Enero-Abril, pp. 277-290.

Gabaldon, J. (2002). Desarrollo Sustentable y Democracia. Revista del CLAD. Reforma y Democracia. No. 23. Caracas Venezuela.

Galindo, Miguel. (1993). Crecimiento Económico. Principales teorías desde Keynes. Mc Graw-Hill. España.

Meadowcroft, J. (2003). Trabajo presentado en el seminario sobre “Gobernanza para el Desarrollo Sostenible”. Barcelona, España.

Proyecto “Formación de agentes de desarrollo local en Uruguay”. (2001). Universidad Católica, CLAEH, AECI Sen, Amartya. (2002). Teorías del Desarrollo a Principios del Siglo XXI. Documento electrónico http://www. 16.987.57.5640/ search?q=cache:CeW Serani Pradenas, Edmundo. (1991). El concepto de sinergia.

Unidad de Estudios y Publicaciones. No. 17, julio de 1991. Consulta realizada el 14/03/2005. http://www.bcn.cl/pags/publicaciones/ serie_estudios/esolis/nro017.html