TÉCNICAS POLITOLÓGICAS PARA LA GESTIÓN DE PROYECTOS SOCIALES

T?CNICAS POLITOL?GICAS PARA LA GESTI?N DE PROYECTOS SOCIALES

Eduardo Jorge Arnoletto

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Introducción general

LA ACCIÓN POLÍTICA INTELIGENTEMENTE CONDUCIDA, ¿ES UN ARTE O UNA CIENCIA?

Métodos y técnicas para una conducción política lúcida.

Como una contribución al tan necesario tendido de un puente entre la teoría y la práctica en el campo de la política, como un cable a tierra de las formulaciones conceptuales de la Ciencia Política hacia el mundo de las decisiones y las acciones prácticas, incluimos aquí algunas reflexiones y comentarios basados muy fuertemente en los desarrollos que Giovanni Sartori incluye en su libro "LA POLITICA - LOGICA Y METODO EN LAS CIENCIAS SOCIALES" así como en algunos papeles suyos de los que disponemos.

La gran pregunta que Sartori se plantea es: Una ciencia de la política, puede proyectarse en programas de acción que se cumplan de acuerdo a las previsiones? Sartori recuerda que la acción política es una arte y que, como tal, tiene componentes intuitivos, creativos, perceptivos, que son inmanejables desde la ciencia. Pero una vez aceptado ésto, recuerda también que la acción política no es solo arte: que también está constituída por opciones conscientes de los hombres, que están relacionadas con fines humanos, en función de los medios disponibles y de las técnicas adecuadas a cada caso.

Nuestra respuesta es la siguiente: Con un sólido fundamento teórico en la Ciencia Política y en las demás ciencias del hombre, se pueden elaborar y usar con flexibilidad métodos y técnicas operativas en el campo de la política práctica, específicamente en el campo de la GESTION DE POLITICAS, cuyo uso no otorga la certeza absoluta de que "se cumplan las previsiones" pero incrementa notablemente la probabilidad de tal cumplimiento, y reduce en forma sustancial el márgen de incertidumbre que inevitablemente acompaña toda decisión práctica. En otras palabras, es posible alumbrar desde la Ciencia política y sus técnicas derivadas el camino de una acción política inteligentemente conducida, con muy buenas probabilidades de obtener resultados "de acuerdo a las previsiones".

La invocación al ARTE es correcta, sin duda, pero no debe servir de excusa para intentar justificar la incompetencia, la ignorancia técnica o la incoherencia axiológica. El arte político que hoy necesitan nuestras sociedades es un arte muy fuertemente nutrido de idoneidad técnica. Para nosotros esa idoneidad técnica reviste perfiles muy concretos, que se refieren en primer lugar, al sólido fundamento teórico que esa actuación profesional debe tener; en segundo lugar, al manejo solvente y flexible de métodos y técnicas sociales adecuadas; y en tercer lugar, a la capacidad de expresión para comunicar los planes y suscitar el planteamiento de apoyos y demandas.

En nuestro concepto, y sin pretender que esta lista sea excluyente, los métodos y técnicas que venimos mencionando se refieren muy concretamente a temas tales como análisis de situaciones políticas, análisis de actuación política, análisis de políticas públicas, evaluación de políticas-programas de acción, trabajo en equipo, solución de problemas, administración de conflictos, liderazgo, comunicación y docencia social, gestión participativa y toma de decisiones por consenso.

Con frecuencia se plantea entre nosotros un falso dilema, entre la finalidad teórica y la finalidad práctica de la ciencia. Sartori lo dilucida a nuestro entender con mucho acierto: Si la finalidad práctica es entendida como capacidad de aplicación, no hay contradicción entre ambas finalidades: la ciencia pura no debe ser condicionada ni distraída por los requerimientos de la acción práctica, y la ciencia aplicada debe ayudar a la acción con todo lo mucho o poco que sepa.

Debe quedar bien claro, de todos modos, que no se debe subordinar la ciencia a "finalidades prácticas" porque sin un conocimiento válido no se logran resultados satisfactorios, y un conocimiento válido no puede ser fruto de condicionamientos a priori: la Ciencia Política puede ser científica en su método y práctica en cuanto a sus fines.

Un ejemplo que nos viene a la memoria, y que no se debe repetir, es la tácita u oculta finalidad de muchos desarrollos de la Ciencia Política anglosajona, que en realidad buscaban mostrar a la versión americana de la democracia como ideal superior y absoluto, trasplantable a todos los climas, lo que en la práctica condujo muchas veces a resultados que serían risueños si no fueran trágicos. El etnocentrismo es sin duda uno de los males que una ciencia madura y segura de sus fines debe superar.

Las micro y las macrointervenciones políticas.

Veamos ahora las posibilidades de uso de esos métodos y técnicas de base científica teórica en la actuación política práctica, en dos niveles: las microintervenciones y las macrointervenciones.

La aplicabilidad de los conocimientos científicos políticos se hace claramente evidente en el caso de las microintervenciones, es decir, en esos programas de acción en pequeña escala sobre problemas localizados y específicos, como es el caso típico de los problemas municipales o zonales, cuyo manejo político puede plantearse en varios pasos, según una secuencia lógica:

- individualizar y circunscribir el problema.

- localizar el problema: dónde se manifiesta y dónde se origina.

- definir la finalidad de la intervención.

- hipotetizar las posibles causas, definir las causas posibles y probables, sobre todo las causas de causas, que pueden llevar a una solución de fondo y no simplemente a una solución "parche".

- reunir información verificatoria de las hipótesis.

- formulación precisa del objetivo: modo, tiempo y destinatarios de la acción.

- establecer claramente el punto de partida y el punto de llegada.

- durante el recorrido, usar técnicas de valoración para comprobar en qué punto estamos y efectuar las rectificaciones.

En estos casos, el procedimiento de control ideal es disponer de un grupo experimental junto a un grupo testigo. Casi nunca se puede proceder así en el caso de las intervenciones públicas, sobre todo por el cambio de escala, las urgencias propias de la acción política real y la inconveniencia de mezclar intervención con experimentación. Normalmente el control se realiza por comparación, ya sea con la actuación anterior del grupo destinatario o con otros grupos similares.

Ese "saber político programado" del que habla Sartori, debiera ser también apto para macrointervenciones, en cuyo caso se refiere fundamentalmente al cálculo de los medios y a un modo especial de razonamiento.

La Ciencia Política, como saber aplicable, debiera permitir alcanzar una certeza razonable en cuanto a que los medios son adecuados y se adaptan a los fines propuestos.

En el campo de la vida humana, individual y social, y con mayor razón en el campo político, ninguna opción es sólo opción de fines por la sencilla razón de que los medios siempre son escasos. Al hablar de medios nos estamos refiriendo a los medios de todo tipo, ya sean materiales, como los recursos económicos, o de actuación, como la tecnología disponible y la estructura y procedimientos de actuación.

Respecto de los medios, lo importante es poder definir la suficiencia o insuficiencia de los medios materiales, y la idoneidad o no idoneidad de los medios de actuación. El cálculo de los medios puede considerarse integrado por las siguientes etapas:

- asegurar la suficiencia de los medios materiales.

- asegurar la idoneidad de los medios de actuación.

- determinar el efecto de los medios sobre otros fines.

- determinar si los medios sobrepasan la finalidad.

- tratar de prever posibles efectos "inesperados" indeseables.

Sobre todo no se debe olvidar que los medios que sobrepasan a sus fines suelen ser contraproducentes; que la escasez de medios hace que la prioridad dada a la prosecución de un fin necesariamente afecta a otros fines que se ven postergados; y que además está el problema siempre presente de los efectos secundarios - con frecuencia no previstos ni deseados - de los medios puestos en práctica.

En el caso de los problemas políticos, puede considerarse sin temor a error que los medios son siempre escasos, que su empleo es alternativo (si se usan para una cosa dejan de estar disponibles para otra), que muy probablemente hagan falta más medios que los originalmente previstos, y que su puesta en práctica puede producir consecuencias no previstas ni deseadas.

Frente a este panorama, la Ciencia Política debiera poder prever alternativas de acción, con sus correspondientes costos políticos y económicos y con sus probables consecuencias. Como ya vimos, no se pueden ofrecer certidumbres, pero sí se puede facilitar una acción inteligentemente llevada, que reduzca a límites aceptables el márgen de incertidumbre y convierta a la decisiones en riesgos sensatamente calculados. Sin ese cálculo de los medios, aunque sea aproximado, solo tendríamos acciones torpemente dirigidas, pendientes del puro azar.

La lógica pura y la lógica de la racionalidad operativa.

Sartori sostiene que un saber político operativo no se basa sólo en el cálculo de los medios, sino también en un modo de razonar, diferente de la lógica pura y al que denomina lógica de la racionalidad (o razonabilidad) operativa. Parte de una consideración tán interesante como verificable en la práctica, y es que una acción racional no es necesariamente una acción razonable. Hay una diferencia entre estas dos "hijas de la razón", porque la racionalidad pertenece al campo del pensamiento y la razonabilidad al campo de la vida, de la con-vivencia.

En sí misma, la Lógica es un conjunto de reglas de transformación, pero hay una diferencia entre una abstracta lógica de la trasformación intelectual y una sustantiva lógica del pensar para la acción. En ese sentido, cabe hablar de "lógicas diferentes" aunque ambas estén igualmente fundadas en principios básicos de identidad y no contradicción. Hay una lógica pura, propia del discurso filosófico o científico, del hallazgo intelectual; y hay una lógica empírica, aplicada, de comprobación, que es el empleo de la lógica a nivel de la acción concreta.

Comprender ésto es fundamental para manejarse con realismo en el campo de la actuación política práctica, donde hay que aprovechar los aportes del conocimiento científico y de sus técnicas derivadas pero al mismo tiempo hay que rehuir los riesgos que en este campo representan el intelectualismo abstracto y el racionalismo. Esa comprensión es la diferencia entre un hombre político práctico o eventualmente un estadista, y un intelectual de gabinete.

Como dice Sartori, la lógica pura se reduce, en síntesis, al análisis lógico. La lógica empírica, práctica y orientada hacia la acción, si se la reduce al análisis lógico, adolece de racionalismo, que en el campo práctico es una enfermedad bastante grave, ya que en dicho campo hay que ser razonable y no solo racional.

La diferencia entre ambos análisis puede evidenciarse en los siguientes aspectos:

1) El pensamiento lógico formal puro induce a plantear siempre los problemas como "caso límite", y ésto es índice de rigor teórico, y en su campo está bien; pero en la práctica, el caso límite es el menos frecuente de los casos, y el razonamiento que se basa en él es simplemente un discurso mal llevado, que desvía la atención de lo posible, de lo factible en las reales circunstancias del hecho.

La lógica de la razonabilidad operativa debe poner en evidencia la regla, lo normal, los casos más frecuentes y comunes, y encontrar soluciones viables, algo que funcione (aunque no sea de modo perfecto) para ellos; no para los casos límites, que son las excepciones a las reglas y para los cuales es muy probable, efectivamente, que nuestras soluciones prácticas no funcionen.

2) En el análisis lógico puro, no se tiene en cuenta el "peso" de las palabras, o mejor dicho, se considera que todas tienen el mismo peso. En un análisis empírico no es así, porque las palabras, aunque tengan el mismo significado, tienen "pesos" muy diferentes: no es lo mismo "homicidio" referido a un accidente de tránsito que "homicidio" referido al hijo que mata al padre para quedarse con la herencia...A su vez, los valores cuantitativos presentan "puntos de discontinuidad" de naturaleza cualitativa: un 3, referido a la calificación de una prueba, no es el número que está entre el 2 y el 4 sino la diferencia entre aprobar o ser aplazado; 45 C , referido a una persona, no es la temperatura entre 44 y 46 sino la temperatura a la cual el cuerpo muere...En definitiva, en el análisis empírico, la intensidad y el tamaño del concepto pueden modificar todo el planteo del problema, y ésta es una dificultad especial que debe afrontar la lógica de la racionalidad operativa.

En el nivel empírico, la duración y la secuencia cronológica de los eventos tiene mucha importancia. Una razón aplicada a la práctica que no pondere en ese sentido los conceptos que maneja corre el riesgo de construir castillos en el aire ( que es, justamente, el gran riesgo del racionalismo).

3) El principio de no contradicción vale tanto para la teoría como para la práctica, como ya dijimos, pero su modo de aplicación es diferente. En el ámbito teórico, una contradicción es una contradicción, algo siempre destinado al rechazo. En el ámbito práctico, una contradicción es un error, algo mal hecho, o no hecho, o imposible de hacer. Para una lógica operativa, la aceptación de tales contradicciones depende de sus efectos en relación con el objetivo al cual tiende la acción.

4) Una acción inteligentemente conducida es consciente de los límites de su propio saber: hay cosas que escapan a una clara captación cognoscitiva. Esas "partes invisibles" o difícilmente visibles, se refieren a costumbres, a la "psicología humana", la "satisfacción de requerimientos", el "sentido de la responsabilidad", el "espíritu de iniciativa", etc.

Según Sartori, la parte invisible que más que ninguna otra opera entre bastidores y resume a todas las demás es el "capital axiológico" que un pueblo acumula o gasta a lo largo de su historia, capital formado por principios morales, tradiciones religiosas, hábitos sociales, normas de buena fé, reglas del juego, etc. Para analizar situaciones políticas no basta, pues, con contabilizar las condiciones materiales: hay que considerar también su "balance axiológico".

Es muy importante, en la aplicación práctica, tener en cuenta que a medida que aumenta la escala, tamaño o ambición de una política-programa de acción, aumenta el nivel de incertidumbre que lo rodea. Si se tiene la ambición de realizar una "ingeniería social" o un "proyecto de cambio histórico", se debe tener clara conciencia de la diferencia que existe entre los proyectos aislados, de un limitado campo de incidencia, y los proyectos de "planificación total". Un programa circunscripto está rodeado de una vasta zona no afectada por esa acción, que puede absorber el impacto de posibles errores.

Cuanto más grande es el proyecto, menos sirven los medios de control y menos posibilidades hay de rectificar errores, especialmente a nivel de los "resultados invisibles" y del "costo humano" de los grandes proyectos de ingeniería histórica, que son con mucha frecuencia expresiones de una ambición tan infundada como incauta.

Equilibrios y desequilibrios.

Los problemas políticos que intentamos manejar son esencialmente problemas relacionados con sistemas de equilibrios. El equilibrio, como expresión de una relación acotada y asimétrica de fuerzas, en permanente reajuste, es la base de la cohesión que mantiene erguido al sistema político. En general, los equilibrios sistémicos políticos son multilaterales: se dan entre múltiples actores, pero también hay un típico equilibrio bilateral, que es el que se produce entre gobernantes y gobernados. El mantenimiento de tales equilibrios dinámicos es esencial para la realización de políticas, entendidas como promoción e intento de ejecución de cambios positivos.

En el equilibrio bilateral entre gobernantes y gobernados, para los sistemas democráticos, el punto de ruptura es la parálisis del poder; para los sistemas autoritarios, es la revuelta contra el poder.Las dictaduras son estables, pero su estabilidad es rígida: presupone una tensión que no puede aflojarse nunca, lo que explica su fragilidad.

El exceso de equilibrio, la paridad de fuerzas entre gobernantes y gobernados se traduce en ingobernabilidad, vacío de poder y disolución social. El excesivo desequilibrio también es poco duradero, por rotura de los mecanismos equilibradores. Las soluciones más duraderas son las que evitan los extremos.

Los equilibrios multilaterales son equilibrios entre una multiplicidad de actores, semejantes en su dinámica a los equilibrios homeostáticos y a los mecanismos autorreguladores. Hay tres tipos de equilibrio sistémico:

1. Equilibrio estable, cuando tiende a restablecer el equilibrio preexistente, luego de cada perturbación.

2. Equilibrio inestable, cuando el equilibrio se aleja cada vez más del estado preexistente, luego de cada perturbación.

3. Equilibrio indiferente, cuando el equilibrio se reconstituye sobre nuevas bases al azar, luego de cada perturbación.

Todo sistema político tiende a conservarse, ya sea renovándose (en un equilibrio estable) o transformándose (en un equilibrio inestable).

En la relación gobernantes-gobernados, el régimen político puede ser padecido, aceptado o querido, según el esquema

COERSION - ACEPTACION - CONSENSO

pero en todo caso la aceptación debe ser vista como un acto de autorregulación, en el que los actos antagónicos de los actores funcionan como comportamientos reequilibradores. La verticalidad del poder se mantiene por el llamado "equilibrio de bóveda" en el que todas las piedras tienden a caer pero precisamente por eso mismo la bóveda no cae.

El arte de lo posible?.

Todo curso de acción, impulsado más allá de cierto límite se convierte en su opuesto, o sea, produce efectos opuestos a los que producía con anterioridad. Es el llamado "principio del peligro opuesto". Ningún ideal político escapa al riesgo del peligro opuesto. En la medida en que un ideal se realiza, debe ser adecuado a la realidad para que su acción no nos lleve al peligro opuesto.

Por último, veamos que en Política tiene una enorme importancia lo que consideramos posible o imposible. Posible quiere decir, en primer lugar, pensable, o sea lo abstractamente posible, que puede eventualmente pasar a ser prácticamente posible, porque no es prácticamente imposible, ya sea por imposibilidad relativa (por no disponer de los medios necesarios) o ya sea por imposibilidad absoluta (imposibilidad de realizar lo que es contradictorio).

También tenemos que aceptar, en el terreno de la práctica, la existencia de una imposibilidad incierta, o mal precisable, como son las imposibilidades que se atribuyen a la "naturaleza humana" (es es bastante "no natural") y difícilmente precisable en su alcance, aunque no en su existencia. Hay ciertamente un infantilismo histórico en la idea, frecuente hoy, de las posibilidades ilimitadas, que parte de un confusión entre la cambiabilidad de los límites y la inexistencia de los límites. La total carencia del "sentido de lo imposible" es tan dañina y peligrosa como la autolimitación impuesta por la carencia del "sentido de lo posible".

Conclusión.

En síntesis, sostenemos que a partir de los conocimientos disponibles en este momento en la Ciencia Política y en las demás ciencias del hombre, es posible construir un buen "tablero de herramientas" técnicas y metodológicas, adaptables y flexibles, que ayudan a realizar una conducción inteligente de la acción política práctica, tanto a nivel de microintervenciones como de macrointervenciones, para incrementar notablemente la probabilidad de que los acontecimientos se produzcan "de acuerdo con las previsiones" y no de algún otro modo al azar.

Esto es especialmente cierto si se ajusta la ambición realizadora y transformadora a una estrategia "proyecto a proyecto", y se abandonan las desproporcionadas y en el fondo, simplistas e ingenuas, pretenciones de encarar una "reingeniería total de la sociedad", cuyos paradojales resultados nos muestra la Historia.

El mantenimiento de un equilibrio dinámico es esencial como base para la realización de los cambios promovidos desde una acción política inteligentemente llevada, que se caracteriza por una clara conciencia epocal de las siempre movedizas fronteras entre lo posible y lo imposible.