POLÍTICAS Y GESTIÓN PÚBLICA PARA EL ESTUDIO MUNICIPAL: ÓPTICA ACADÉMICA

POL?TICAS Y GESTI?N P?BLICA PARA EL ESTUDIO MUNICIPAL: ?PTICA ACAD?MICA

Maria Cecilia Montemayor Marin y otros

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HISTORIA

Las sociedades prehispánicas que habitaban Mesoamérica y Aridoamérica se desarrollaron dentro de sistemas políticos, económicos, sociales y culturales, que se diversificaban según las características particulares de cada una de éstas; ejemplo de esto son, las prácticas comunales, la religión politeísta o el desarrollo avanzado en diferentes ciencias; elementos que impulsaban, paralelamente, tanto el progreso de estas culturas como su propia estabilidad social.

A la llegada de los españoles a las áreas mencionadas, comienza un proceso de colonización sobre la población originaria, implantando un nuevo y único sistema social que no daba cabida a las formas organizacionales indígenas. Esta situación provocó la gestación de inconformidades indígenas frente al nuevo modelo de organización social que regía a la entonces Nueva España y que favorecía únicamente a la élite española.

Existieron diversas manifestaciones de estos desacuerdos, y sus razones se hacían acompañar de formas específicas: la demanda de reparación de daños causaba motines; la resistencia a o la liberación de la colonización y el restablecimiento del sistema organizacional indígena originaba rebeliones organizadas; y la demanda de inserción social buscaba la incorporación a movimientos de alcance nacional.

Frenar el descontento indígena, manifestado en los motines y las rebeliones organizadas, llevó a las autoridades españolas al uso de técnicas de represión y negociación, con resultados favorables para la élite en el poder.

Por otro lado, la incorporación a movimientos de alcance nacional, aunque encontró un espacio de representación, significó la subordinación al propósito principal de este tipo de movimientos: la conformación de un Estado nacional. De esta forma, las demandas indígenas tuvieron un impacto en tanto pertenecían a un proyecto de pretensiones mayores, a la vez que perdían su esencia nativa.

La realidad de este acontecimiento fue la capitalización de la fuerza indígena por parte de los movimientos, así como la inclusión a medias o nula de las demandas indígenas que éstos realizasen una vez instalados en el poder.

Este fue el caso en coyunturas de tal trascendencia en la historia mexicana como la Independencia de 1810, donde la élite criolla veló por sus intereses agrarios, desentendiéndose de las comunidades; o la Revolución de 1910, donde, a razón de la estructura corporativa del gobierno revolucionario, la reforma agraria concedió tierras a cambio del control sobre las mismas comunidades.

El periodo postrevolucionario, caracterizado por la repartición de tierras y una mayor participación política, marcó cierta pasividad indígena en tanto se abrieron espacios políticos de representación y no se manifestaron rebeliones organizadas. Pero la época siguió reflejando el malestar de este sector. En materia agraria, las inadecuadas distribuciones de tierra suscitaron conflictos entre comunidades; y en el terreno sociopolítico, aunque los nuevos espacios de participación fueron aprovechados por el sector campesino, el cual, por su naturaleza, incluyó a los propios indígenas como representantes, la mayoría de las veces, fueron asignadas personas de origen distinto al indígena, creando problemas de representación étnica; asimismo, persistieron los motines con el objetivo de negociar cuestiones de índole comunal ante el gobierno, y sus acciones se relacionaron con el secuestro de funcionarios públicos, la captura temporal de bienes y maquinaria o el cierre de caminos -algunas de ellas, por cierto, presentes en la actualidad-.

En resumen, la colonización dio paso a un cambio de sistema social para las sociedades indígenas, excluyendo sus propios sistemas sociales; la Independencia se centró en la conformación de un auténtico Estado moderno, y la Revolución pugnó por el perfeccionamiento de ese Estado moderno, ambas, en mayor o menor medida, desentendidas de la dinámica indígena.

Hecha esta revisión, y con base en las teorías sociales anteriormente mencionadas donde se explica los impulsos sociales que los cambios de sistema social o en el sistema social –en concordancia con la perspectiva de modernidad de Eisenstadt y Germani- han generado, se puede concluir con certeza que los diferentes periodos de la historia mexicana, han motivado la creación de movimientos sociales de carácter indígena.