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TEMAS

Francisco Javier Contreras Horta

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LAS ETAPAS DE LA VIDA

La historia de todos los seres humanos, es un relato de una lucha titánica en busca de la redención. Cada uno de nosotros nace siendo un esclavo consciente de su situación de postración, y desea emanciparse, y por ello lucha y dedica lo mejor de su vida; toda su existencia, a conseguirlo.

El ser humano promedio se ve a sí mismo como alguien medio vacío. Como alguien lleno de carencias, defectos y de mala suerte: y desea ser mejor; desea que le cambie la estrella y por ello sueña; fantasea con el día en que se encontrará a su príncipe azul o hada madrina que le rescatará de la situación de postración en que cree que se encuentra y lo elevará a una posición soñada.

Todo ser humano está rodeado por un sinfín de cosas buenas y otro montón igual de cosas malas, pero según su estado de desarrollo como persona, puede ser que sólo note las malas o que pueda notar ambas en su vida. Por esto, cuando se inicia en la carrera de la existencia, se está en una situación de inmadurez que impide notar muchas de ellas; entonces fácilmente se está comparando con los demás y al hacerlo ve una cosa que le parece buena en alguien de los que le rodean. Ve que él no la tiene, entonces se dice: "Yo no tengo esto o lo otro"; luego, soy pobre y por ello infeliz.

Él mismo se ha catalogado como en deficiencia con respecto a los demás y luego que se ha clasificado a sí mismo de tal manera, ya empieza a ser efectivamente infeliz. Y entonces suspira por el momento en que su situación mejore, y al no lograrlo, se la pasa soñando con la llegada de un evento fortuito o mágico que de la noche a la mañana lo salvará: llámese príncipe azul, hada madrina, sacarse la lotería o una rifa importante; o cualquier otro milagro obrado por el santo de su devoción.

Por ello, podemos suponer pues, que todo ser humano vive tres etapas básicas en su vida en lo que se refiere al punto que nos ocupa: las dos primeras son idílicas, quiméricas y se caracterizan por la felicidad repentina y la tristeza súbita de los niños y algunas otras personas mayores; en general podemos suponer que son dos etapas desdichadas. La tercera es real, objetiva, y se caracteriza por una serenidad perenne que le permite al ser humano observar su entorno con ecuanimidad y que le lleva a ser en general feliz.

Las dos primeras etapas, que mencionamos como idílicas o quiméricas se caracterizan por una pobreza o pequeñez espiritual que hace a la persona ser pobre realmente en lo material aun cuando esté rodeado por una enorme cantidad de bienes. En esta etapa la persona tiene como único dios al dinero, aunque lo niegue de palabra; pero en su pensamiento y en su yo más interior le rinde pleitesía; pues es éste el principal generador de sus problemas y la única solución que puede ver. (Aparte de conseguirse un padrino bien ubicado en la política, pues.)

La primer etapa de la vida es idílica inconsciente. Cuando se vive este periodo el ser humano envidia a los que cree que tienen más que él. Por ello se siente más pequeño que los demás. Clasifica a las personas que conoce, en diferentes estatus socioeconómicos, y él se ubica entre los más bajos. Por ello sueña los cuentos de hadas y príncipes azules que de la noche a la mañana le modificarán la situación que cree que tiene.

La segunda etapa es la idílica rebelde. En ella la persona reconoce que su situación no cambiará de la noche a la mañana como ha estado anhelando y se rebela contra su anterior actitud de sueño y esperanza. Deja de soñar y cae en el fatalismo. Dice que él nunca conseguirá riqueza. Lo acepta y se amarga. Él platica que es realista. Que no vive en falsas ilusiones, pero sigue sin darse cuenta de lo que tiene y sintiéndose pobre, pero desengañado y sin esperanzas.

Hasta donde puede, se compra cosas lujosas como joyas, adornos, etc. Trata de que todos los bienes que utiliza sean ostentosos o que al menos lo parezcan. Se preocupa mucho de la imagen que cree que da a los demás e intenta hacer creer a todos, porque supone que están preocupados por ello, que él está en niveles, primero económicos y después sociales, muy superiores a aquellos en los que él mismo se clasifica.

En esta etapa el ser humano puede caer en el abatimiento y llega a hacer cosas peligrosas o temerarias. Está peor que en la primera etapa porque como carece de ilusión, ya no tiene esperanza en nada y todo su horizonte lo ve negro. Niega que se sienta pequeño y afirma que tiene cosas para ser grande o que lo hacen valer. Dice que es muy grande y presume de lo que no tiene.

En esta parte que mencionamos es cuando se dan los grandes bandidos, los narcotraficantes, los políticos corruptos que por una cuenta en Suiza hipotecan a su nación, etc. Todos ellos se caracterizan por un sentimiento de revancha hacia la vida y hacia la sociedad, de la que se sienten víctimas y a la que en su mundo interior pretenden demostrarle lo que son, o lo que serían si se les hubiera dado la oportunidad. En esta etapa se dan los demagogos, aquellos líderes de los pueblos que se caracterizan por conducir a su sociedad a situaciones espectaculares que generalmente causan mucho dolor a quienes tienen la mala suerte de estar en su cercanía.

Se ha dicho que nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido, y tras la etapa anterior en que si se fue político corrupto ahora se es perseguido, si narcotraficante o bandido, ahora se vive escondido y en zozobra perpetua o en la cárcel; si tenía casa lujosa o se colgaba muchas joyas, un día lo robaron o le salieron mal los negocios y todo se le vino abajo y se le acabó el teatrito, etc. Una persona con estas características u otras parecidas pierde la paz interior y vive anhelando los tiempos en que vivía en tranquilidad con su familia y disfrutaba de las cosas sencillas como poder gozar del sol, del viento y de poder caminar por los prados y acariciar las flores; si se está en la cárcel se vive recordando y envidiando los días en que se podía gozar de la libertad que antes sí se tenía; si se vive en guerra, se anhelan aquellos tiempos en que se vivía en paz y se podía salir a cualquier lugar sin sobresaltos, etc. Se reconoce que se tenía riqueza, que se tenían mil cosas valiosas de las que antes no se había percatado y entonces se desea regresar a aquella etapa en la que se poseía riqueza, una riqueza ignorada y nunca bien aquilatada.

Si se puede recobrar este estado, entonces se entra a la siguiente etapa de la vida que es la de la realidad. Entonces se ve el mundo un poco como es: se vive la vida agradecido de poder satisfacer las necesidades básicas: de tener un techo seguro, cómodo aun cuando no sea lujoso; de tener vestido aun que no sea ostentoso; de tener comida aunque ésta sea sencilla. Se valora el tener salud, libertad, paz social, sol, viento; una familia, un empleo: vida.

En esta etapa se es agradecido con la vida, porque se tiene riqueza espiritual y ello te hace ser rico en lo material, aunque ello no sea muy abundante. Se reconoce lo que te rodea y se es consciente de poseer riquezas a montones. Por ello no se envidia a otros. Se entiende que todos son iguales y poseen en lo fundamental cosas iguales. No se siente ni más pequeño ni más grande que nadie. No se complica la vida haciendo clasificaciones sociales o revisando si se tiene una moneda más o menos que el vecino, etc.


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