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TEMAS

Francisco Javier Contreras Horta

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QUÉ DIERA

Qué diera por encontrarte en la calle,

y decirte tantas cosas que te quiero decir;

mirarte mucho rato, gozarme con tu encanto,

oír tu voz tan suave pues me hace falta tanto.

Sentir tu cara bella, tomarla entre mis manos,

peinar tu pelo de ángel: besarlo sin parar.

Pero ante todo, tenerte así muy cerca,

mirarte mucho rato,

llenarme de tu encanto...

quererte más y más.

LA IGNORANCIA I

La ignorancia está flotando en el ambiente y todo lo llena, y todo lo influye: es la otra cara de la moneda que es la verdad. Al actuar, al decidir, lo hacemos tamizados por el cúmulo de nuestra ignorancia. Creemos saber lo que piensa el que está al lado y por qué actúa de la manera en que lo hace; y en consecuencia procedemos. Pero lo real es que no sabemos <<creemos saber>>, y por ello al actuar, <<creemos actuar correctamente>>, pero lo hacemos mal porque estamos tan engañados, como engañosas eran nuestras percepciones sobre lo que nuestro semejante creía, esperaba, soñaba.

Basándose en estas percepciones equivocadas sobre lo que piensan los demás y sobre las motivaciones que los llevan a hacer esto o aquello, <<que son la mayoría de las veces equivocadas, si es que no mal influidas por opiniones de personas que nos aconsejan desconociendo que están tan errados como nosotros>> nos formamos un concepto de cada individuo que está a nuestro alrededor, de nuestra situación, nuestro pueblo o país, y ende, nos formamos un modelo de la realidad en la que debemos desenvolvernos. Ante este reto, visualizamos un tipo de respuesta que está formada con las experiencias que hemos vivido, y los conceptos del mundo y de la realidad que en cada época nos hemos formado.

De tal manera concebimos la mentalidad del jefe, del subordinado, del compañero, y de tal manera actuamos en nuestra relación diaria con ellos, que entre todos, actuando así, mutuamente engañados, entretejemos cotidianamente la telaraña en la que nos enredaremos una vez y otra, de la que saldrán las guerras, los conflictos interpersonales, las concepciones equivocadas de la realidad.

Es como si anduviéramos en una guerra y tuviéramos que distinguir al enemigo sólo por el color del uniforme, pero fuéramos en general daltónicos, y entonces por la premura de disparar antes de que el enemigo te mate, nos pusiéramos a tirar sin ton ni son a patriotas e invasores, y ellos a la vez contestaran, con lo que se cocinaba un pozole del que no quedaría mono en pie.

La ignorancia está flotando en el ambiente, en nuestro ambiente, en nuestro yo interior; y lo más importante es que no nos hemos dado cuenta de ello. Donde se juntan dos o más personas, con mucha facilidad se entablan pláticas y con ellas discusiones sobre cualquier tema, y todo ello porque cada uno de los que nos juntamos a dialogar tenemos una inmensa necesidad de hablar y una enorme dificultad de escuchar.

Pero lo que es más importante, partimos del supuesto de que sabemos de lo que hablamos y de que tenemos la razón. Y así piensa cada uno de los interlocutores. Con lo que en vez de que cada que platiquemos aprendamos, nuestras charlas de café o de ocasión son insustanciales y casi topan en una simple pérdida de tiempo.

La ignorancia está flotando en el ambiente y su primer efecto es que no nos damos cuenta de que existe como tal. Si siquiera supiéramos que no sabemos. Pero no; porque no sabemos, nos la pasamos todo el tiempo creyendo saber de lo que hablamos y de lo que hacemos: y un enorme velo de ignorancia cubre la casi totalidad de nuestros actos. El punto es que si un día supiéramos tan sólo un poco, entonces ese día entenderíamos que lo que hicimos antes fue siempre una equivocación constante porque creíamos ver en realidad, lo que solamente veíamos en apariencia.

Vemos en apariencia, como si sólo viéramos las sombras de las cosas, no las cosas en realidad. Y por ello creemos que deseamos cosas que después de luchar por ellas con afán y sacrificar otras en su búsqueda, al final que las obtenemos nos damos cuenta con amargura que lo que obtuvimos es sólo una apariencia de lo que creíamos que lograríamos: con ello viene la frustración que muchas veces acompaña la vida común de muchos de nosotros.

¿Cuántos de nosotros sacrificamos la familia o la salud en busca de posición social o dinero, sin darnos cuenta de ello? No es raro que buscando lo que creemos mejor, nos salgamos de lo seco a lo mojado sacrificando lo más valioso que tenemos, y al fin nos quedamos con lo menos por no haber sabido valorar en su momento lo que tuvimos a la mano.

¿Qué hacer?

El que busca encuentra. Si nos examinamos, y examinamos cada uno de nuestros actos, encontraremos que hay cosas buenas y otras mal hechas. Si reconocemos lo que no se hizo bien e intentamos superarlo encontraremos que cada vez logramos avances más satisfactorios para nosotros. Si seguimos por ese camino podremos llegar a donde llegó Sócrates: nos daremos cuenta de que no sabemos nada, porque nadamos en un mar de ignorancia.

El primer paso para destruir una plaga es darse cuenta de que existe. Cuando sabemos que no sabemos, iniciamos el camino a conocernos a nosotros mismos. No sabemos si alguien lo ha logrado; pero sí sabemos que entre más te conoces a ti mismo, más entiendes el fondo y principio de las cosas y empiezas a enderezar el rumbo.


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