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TEMAS

Francisco Javier Contreras Horta

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EL DIOS DINERO

El dios dinero rige la vida de todos nosotros los que integramos la cultura occidental y no sé cuantas culturas más. Es un dios desconocido en cuanto que la mayoría de nosotros podemos jurar y perjurar que no lo conocemos, que somos de tal o cual religión; sin embargo más horas al día realizamos actividades que ordena el dios dinero, que cualquier otra deidad. No estamos conscientes de ello, como tampoco lo estamos de ser vistos las veinticuatro horas del día por el Dios Verdadero. Si tuviéramos conciencia de nuestra real situación y de qué es lo que motiva normalmente nuestras acciones, otro fuera nuestro ser y actuar.

El Dios Verdadero nos pide solamente que amemos a nuestros hermanos como forma de ser felices, pero el dios dinero nos pide que tengamos más, aun a costa de los demás, para que valgamos más y seamos felices, sólo que no nos dice cuánto más tenemos que juntar y parece que no ha habido la persona que haya tenido la cantidad de dinero suficiente para suplir la solidaridad y la atención a nuestros semejantes, como camino a la felicidad. Pero nosotros al tener que escoger a uno de los dos dioses, decimos que escogemos al Verdadero, pero más horas al día nos la pasamos pensando y actuando conforme a los dictados que nos marcan las monedas.

Tanto rige nuestra vida este valor bancario que tenemos en un alto valor social al que más tiene, y comentamos con frecuencia lo que dice y lo que hace una persona a quien consideramos pudiente, porque anhelamos tener lo que él tiene, y secreta o evidentemente lo envidiamos; sin embargo no tratamos de imitar a la persona que se pasa el día sirviendo a los demás.

Confundimos al de dinero con el que manda y al que sirve con el jodido, y si a algo le tememos es al trabajo manual o mal remunerado y muy poco nos preocupamos por si nuestro trabajo aporta o no a los demás.

El punto es que hemos olvidado o nunca hemos sabido, que el hombre es lo que es, por la sociedad en la que vive. El hombre más rico si se va a una isla deshabitada, su dinero no le sirve de nada. Le es útil solamente que esté entre personas a las cuales se los ofrezca a cambio de un servicio o un bien. Si en medio del desierto se encontraran un hombre con miles de millones pero sin agua y el tipo más pobre pero poseedor del único vaso lleno que se pueda conseguir, la pregunta obligada es: ¿Por cuánto dinero estaría el hombre pobre dispuesto a dar su agua? y, ¿Cuánto estaría dispuesto el rico a dar por ella?

La gente recibe por su esfuerzo diario según la sociedad de la que forme parte. No se gana lo mismo por ocho horas de trabajo en una fábrica mexicana que el mismo tiempo realizando lo mismo en una estadounidense. No gana igual un jornalero agrícola en un país de primer mundo que en uno en vías de desarrollo; aunque haya realizado exactamente el mismo trabajo. El hombre recibe más por su esfuerzo, si forma parte de una sociedad más organizada.

En la medida en que una sociedad está por desarrollarse, impera en ella la ley de la selva y el pez más grande se come al más chico, y entonces existen unos muy, muy, ricos y otros muy, muy, pobres y casi nadie en medio.

Pero como todos dependemos de todos, en una sociedad desorganizada (léase subdesarrollada) aún el que tiene más dinero vive mal porque hay miles de cosas que él no puede obtener y que las tiene que solicitar a la sociedad, pero los bienes y productos que ella ofrece son de una calidad proporcional a su desarrollo; luego, aquí sucede que vive mejor un pobre en una sociedad desarrollada, que un rico en un país atrasado.

Entonces al hombre rico que habita la comunidad sin desarrollo, sólo le queda una de dos opciones: o se va a una sociedad más evolucionada y trata de ganarse un lugar en ella o intenta hacer progresar más rápidamente la comunidad de la que forma parte.

Esto es una de las cosas que forma las migraciones humanas. Todos estamos pensando en vivir mejor y para ello queremos salirnos de la sociedad en la que estamos y acercarnos a otra más avanzada. Casi nunca pensamos en hacer algo para que la sociedad en la que vivimos mejore. Y aquí podemos recordar a Confucio cuando decía " El hombre necio trata de escapar de su mundo, el sabio de mejorarlo"

¿Y por qué no pensamos en hacer algo para que nuestra sociedad mejore?

Nadie nos ha dicho que todos los días estamos haciendo que el mundo en el que vivimos sea cada vez mejor, y que lo importante es lo que hacemos para contribuir a construir una sociedad perfecta; lo que vale es lo que hacemos para que nuestra colectividad siga viviendo, y que el dinero que nos pagan por lo que hacemos es sólo un pretexto para que sigamos trabajando. El dinero es necesario sólo mientras llegamos a construir una sociedad solidaria; después, cuando nosotros aprendamos a medir a las personas por lo que aportan a la sociedad y no por su habilidad por acumular monedas, éstas ya no se ocuparán.

El caso es que, normalmente cuando trabajamos siempre lo hacemos por dinero. Cuando queremos cambiar de trabajo, lo hacemos pensando en ganar más. No nos preguntamos si en este trabajo aportaré más o menos a la sociedad de la que formo parte, sino que pienso si en este trabajo ganaré más que en el otro.

Cuando educamos a nuestros hijos no les decimos: estudia para que seas un gran médico y alivies el dolor de tus semejantes; sino estudia para que seas un gran médico y ganes mucho dinero y tengas un buen auto y una bonita casa y tu futuro y el de los tuyos esté asegurado. Y así hacemos en todas las profesiones.

No nos hemos dado cuenta de que tenemos lo que tenemos, gracias al trabajo que otros realizan todos los días. No sabemos que entre más aportemos a la sociedad de la que formamos parte, esta será mejor y por ende nuestra vida personal será de más calidad. No hemos recapacitado que mientras nuestra sociedad sea pobre, las plazas donde paseemos y las carreteras por las que transitemos serán pésimas y que aun el hombre más rico de la comunidad tendrá que utilizar esos malos servicios; por lo que la colectividad empareja las diferencias de ingresos, pues el que más ingresos recibe y el que menos, soportarán los mismos baches y en los parques admirarán las mismas flores.

Cuando un humano está pequeño, no le podemos pedir que viva para servir, pues su mentalidad sólo alcanza para pedir golosinas y ponerse a jugar: su edad es sólo para recibir. Un niño pues, sólo piensa en sí mismo y en su mundo inmediato, le es imposible entender lo que está más allá, o preocuparse por si los vecinos de enfrente comieron o no. Cuando el hombre crece se da cuenta de que el mundo exige su mejor esfuerzo, y entonces se pone a pensar en cuáles serán sus habilidades, para empezar a contribuir a que el mundo sea mejor.

Lo mismo pasa en las sociedades: cuando son subdesarrolladas, es que están formadas por gente que sólo piensa en sí misma y en resolver sus problemas personales y las demás personas que se vayan al cuerno. Cuando una sociedad está más evolucionada, empieza a pensar en cuestiones de solidarizarse con los que menos tienen, a tomar en cuenta su medio ambiente y a darse cuenta qué tanto dependemos todos de todos, que la mejor forma de ser feliz una persona es preocupándose por que los demás lo sean.

Nuestra sociedad será mejor cuando todos comprendamos que sólo seremos felices cuando nuestra vida sea servir. Cuando al escoger una carrera no pensemos en cual ganaré más dinero, sino en cual puedo ser más útil a mi sociedad. Cuando a nuestros hijos les digamos: estudie “mijo” para que sea un gran profesionista y ayude a resolver los grandes problemas de la humanidad, y entonces, y sólo entonces, podremos ser felices, porque inclusive el que menos gane, vivirá mejor en una sociedad en la que todos están para servir y no para ser servidos.

Sólo en esa sociedad, ya no habrá culto al dios dinero; pues ahora buscamos el dinero porque si lo tenemos logramos que otros nos sirvan a cambio de él, y en esa sociedad, si la llegamos a ver, serviremos por el placer de hacerlo, por el convencimiento de la necesidad de hacerlo, y las monedas serán tan útiles como hoy lo es la basura.


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