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LA EDUCACIÓN EN VALORES DESDE LA DISCIPLINA DE MARXISMO-LENINISMO EN LA UNIVERSIDAD CUBANA

Ariel Lemes Batista

 

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1.2. Particularidades de la educación en valores en la Universidad Cubana. Aciertos y desaciertos

La educación en valores constituye un objetivo esencial en la Educación Superior Cubana. A ella se dedica atención especial en los diferentes niveles de enseñanza a través de la concepción e instrumentación de proyectos educativos en los que el profesor ocupa un papel rector en el sistema de influencias que propician la formación y desarrollo de valores en los estudiantes.

Las concepciones pedagógicas actuales abogan por un carácter participativo de la enseñanza en la que el estudiante asume un papel cada vez más protagónico en la conducción de su aprendizaje. Hay que tener presente en este sentido que: “para la Educación Superior Cubana, la influencia de los impactos del contexto internacional actual” , los cambios económicos que han tenido lugar en nuestro país, así como nuestras propias carencias en la utilización de un enfoque integral en la formación de los estudiantes, contienen, en primer lugar, el reto de preparar un profesional revolucionario integral”.

La entrada vertiginosa en un nuevo milenio exige de una mayor eficiencia, eficacia y pertinencia de los procesos formativos en la Enseñanza Superior, no solo en cuanto a la elevación del nivel técnico-profesional de sus egresados, sino también en sus cualidades morales. La educación en valores no puede quedar en el plano de lo abstracto, del deber ser, sino que debe concretarse en acciones. Por eso es que en el mundo se ha trabajo desde la perspectiva o enfoque del desarrollo de la personalidad moral.

Los modelos que se inscriben en la perspectiva de transmisión de valores absolutos pueden ser válidos para cualquier situación educativa. El planteo de los valores viene resuelto desde afuera, desde lo institucional, convirtiéndose el conflicto moral no en un problema interno, sino en un problema que debe ser resuelto entre la autoridad ejercida por el maestro y el punto de vista del alumno, donde prevalezca métodos de obediencia, coercitivos, centrados fundamentalmente en el aspecto instructivo de la educación. Por supuesto, estas características de estos modelos los colocan dentro de la enseñanza tradicional, centrada en el papel del profesor, asumiendo el estudiante un rol pasivo.

Los modelos que asumen la perspectiva de socialización consideran determinante el papel de la colectividad como bien supremo del cual emana la moralidad y con la que todos los alumnos deben comprometerse. Este compromiso consiste en la aceptación e interiorización del sistema de valores vigente en la sociedad, por lo que puede considerarse una forma de imposición desde afuera, ya que el alumno se somete sin proceso crítico a los valores que la comunidad consensua. Las normas propuestas por estos modelos se basan esencialmente en la disciplina, en los mecanismos psico-sociales que actúan sobre el alumno para lograr su adhesión al grupo. Por supuesto, el sistema de valores objetivos y el sistema de valores instituidos solo actúan en el alumno en calidad de influencias orientadoras para la configuración subjetiva del mismo. Una imposición de valores solo tiene sentido en un contexto de presión social.

Los modelos de autoconocimiento y autenticidad moral tienen la tendencia a validar una concepción individualista del sujeto en el proceso de valorar la realidad. En términos generales, se identifican con los siguientes presupuestos, partiendo de la consideración de que cada persona tiene una escala de valores propia que le permite tomar partido respecto al conflicto. El concepto de valor viene vinculado a la toma de decisiones personales a partir de la subjetividad, la única forma de solucionar el conflicto es apelar a la autonomía del sujeto y el único aprendizaje que tiene sentido es aquel que propicia un proceso interno de reflexión que le permita reconocer sus propios valores. Como puede verse, toda construcción teórica de estos modelos tiene como punto de partida y punto de llegada la valoración individual.

Todos los modelos inscriptos desde la perspectiva de desarrollo del Juicio Moral parten de postulados teóricos planteados por Piaget y Kohlberg, e inspirados en los modelos de autenticidad moral. Asumen que la educación moral debe centrarse no solo en el autoconocimiento y autenticidad moral, sino en el desarrollo del juicio moral, con absoluta independencia de las opciones morales, de los arquetipos ideológicos, de las creencias del alumno. Por tanto, estos tipos de modelos están dirigidos a desarrollar capacidades de razonamiento moral, negando la existencia de valores absolutos que deben transmitirse durante el proceso educativo y en el que el alumno enfrentado al conflicto debe buscar soluciones atendiendo a sus preferencias subjetivas. De manera que el objetivo fundamental de estos modelos es construir personalidades responsables, con criterios propios, determinados por el desarrollo cognitivo y las interacciones sociales. Como puede observarse, no es posible que el alumno pueda desarrollar capacidades de razonamiento moral sin sus creencias y vivencias. Esto significa no considerar la unidad de los procesos cognitivos y afectivos en el desarrollo de la personalidad del alumno y una formalidad en la determinación de las interacciones sociales.

Los modelos de adquisición de hábitos morales, a diferencia de los anteriores, centran la educación moral en la formación del carácter y la adquisición de virtudes, lo cual implica que el maestro debe estar atento al comportamiento del estudiante, a la adquisición de hábitos y al proceso de construcción del carácter. Por ello el maestro debe organizar actividades en las que a través de la explicación, la comprensión y la práctica de actos virtuosos, el alumno se acostumbre a actuar de manera correcta. Aquí el ejemplo del maestro es muy importante. A nuestro juicio, la significación que tienen estos modelos es la de llevar a la práctica los valores, aspecto que puede ser considerado si se vincula a otros propósitos educativos como, por ejemplo, los análisis críticos.

La educación moral es considerada por los modelos de la construcción de la personalidad moral como un producto cultural. Puede decirse que es la construcción y reconstrucción permanente de las pautas de vida y de los criterios de valor en cada situación histórico-social. Por tanto, para estos modelos son importantes la adquisición de valores sociales de convivencia en los que se propicie la colectividad y cumplimiento de las normas sociales. Desde esta perspectiva, la educación moral no queda reducida solo al ámbito de la socialización, a la transmisión de valores absolutos, al autoconocimiento, al juicio moral. La construcción de la personalidad moral se interesa por la transmisión de valores considerados deseables y por códigos culturales. Por tanto, es superador de los modelos anteriores en los que el desarrollo de la personalidad moral se logra mediante el autoconocimiento, el conocimiento de los demás, la contextualización de la reflexión crítica, la autorregulación y la toma de conciencia, los cuales pueden ser logrados a través de los contenidos transversales, la función tutorial del maestro, la participación cívica, etc.

En términos generales, la educación de la personalidad moral pretende fijar objetivos en la capacidad crítica del alumno, en su autonomía, en la orientación de valores contextualizados socialmente y en la racionalidad del alumno en situaciones de conflicto y la búsqueda de soluciones. En nuestro criterio, si se rescatan aspectos de los modelos anteriores como la ejemplaridad del docente y la importancia de la valoración individual, pueden organizarse desde estos modelos áulicos en los que se acentúen los componentes educativos.

En Cuba se ha trabajado la educación en valores a través de diversos enfoques: “De una parte está el enfoque analítico o parcial que se reduce a identificar y fomentar una serie de valores que se consideran importantes y se procura por vías diversas e independientes […] y de otra parte está el enfoque holístico o sistémico con la estrategia global de no abordar valores aislados o aspectos parciales de la personalidad, sino aspirar al objetivo del desarrollo de potencialidades personales…” . Estos dos enfoques planteados por el Dr. Gustavo Torroella (1998), tienen el propósito de indicar, respecto a la educación en valores, qué desarrollar y desde qué dimensiones procurar ese desarrollo.

“Para algunos autores este proceso es tratado bajo el concepto de transversalidad y es asociado a las prácticas curriculares, donde la labor educativa queda establecida en los objetivos educativos de cada nivel de enseñanza, en el que el proyecto educativo tiene una significación extraordinaria […] Para otros autores la didáctica de la formación de valores adquiere su máxima expresión en la relación multilateral y bilateral del sujeto, en particular en la relación alumno-profesor en el proceso docente-educativo en el que tiene lugar la formación de valores a través del componente intelectual mediante el cual las asignaturas pueden establecer la unidad entre lo cognitivo y lo afectivo para la asimilación de conocimientos y la formación de convicciones”.

Los enfoques acotados por los doctores Tamara Batista y Carlos Rodríguez tienen el propósito de indicar cómo desarrollar la educación en valores. Por lo que los enfoques descritos por Torroella y los descritos por Batista y Rodríguez no son excluyentes y se refieren a prácticas pedagógicas inspiradas en puntos de partida semejantes, puesto que los enfoques analíticos y de transversalidad expresan la forma de enfocar el valor de manera independiente de otros componentes personológicos, desarrollándose la didáctica del valor a partir de una normativa o de un proyecto consensuado; mientras que los enfoques holísticos y centrados en el proceso expresan la formación del valor teniendo en cuenta otros componentes de la personalidad y la didáctica del valor a partir de la relación alumno-profesor.

Los enfoques analíticos y de transversalidad en nuestro criterio han tenido una responsabilidad en la separación de la teoría científica y la práctica educativa por cuanto han pretendido formar valores independientemente de otros componentes de la personalidad a través de normativas o por proyectos consensuados que contradicen los fundamentos teóricos en los que se sustenta el enfoque marxista de la personalidad, razón por la cual se ha centrado más en los resultados que en el proceso mismo de la formación de valores.

Los enfoques holísticos y centrados en el proceso en nuestro criterio están en mejores condiciones de desplegar propuestas docentes para el desarrollo de la educación en valores, por cuanto al centrarse en el proceso se tienen mayores posibilidades de perfeccionar una práctica educativa en la que se ponga de manifiesto la ley genética del desarrollo planteada por Vigotski, que consiste en que toda función psicológica en el desarrollo del sujeto (y ya sabemos que los valores se integran al sujeto como formaciones psicológicas) aparecen en dos planos: primeramente en el plano social a través de las interacciones comunicacionales, para luego aparecer en el plano psicológico individual, razón que evidencia la necesidad de desarrollar un Proceso Docente-Educativo cada vez más interactivo e implicativo.

Por otra parte, están los valores instrumentales, como son: solidaridad, patriotismo, amor al trabajo, dignidad, espíritu de sacrificio e intransigencia revolucionaria. Estos valores constituyen medios o instrumentos para lograr los valores que conforman el contenido ético del proyecto social cubano o valores terminales. Esta clasificación tiene como fundamento la interrelación orgánica de su sistema y un nivel de generalización de unos valores respecto de otros. Sobre el tema, la Dra. Sheila Galindo refiere que: “De la misma manera que se ama a la patria se lucha porque sus hijos logren en ella la justicia social. Es imprescindible ser digno para proclamar la justicia social como valor supremo, en tanto supone el respeto a sí mismo y hacia los demás. Al mismo tiempo que se requiere amar al trabajo porque la condición humana se desarrolla en la creación como acto de proyección e idealización y como actividad social. En la medida en que el hombre se reafirme en su condición humana buscará el perfeccionamiento de las relaciones sociales, premisa esencial es la realización de la justicia social. El espíritu de sacrificio es consustancial al esfuerzo laboral y a los destinos de la patria, una nación será más humana cuando desarrolle la justicia social y esta sin un esfuerzo integral de los ciudadanos es imposible alcanzarla, máxime en un mundo donde prevalecen otros paradigmas. Por ello la intransigencia revolucionaria también tributa a la justicia social en la medida que la intransigencia significa la defensa activa de un ideal”.

El desarrollo autónomo, entendido este en la medida en que el nivel de interrelación económica del mundo actual nos lo permite, exige en primer lugar amor a la patria y amándola procurar su desarrollo para mantenerla. Solo se mantiene y garantiza su desarrollo mediante el ejercicio de amor al trabajo y el espíritu de sacrificio, la solidaridad como unidad nacional para su progreso y como práctica internacional para insertarnos y orientarnos en el mundo con nuestra dignidad. Somos más dignos cuando nos comprometemos con el desarrollo del país y al mismo tiempo ese desarrollo a partir de nuestras posibilidades y recursos exige defender nuestras ideas, estrategia de desarrollo y tener confianza en los destinos de la nación.

Dentro del nivel de Enseñanza Superior, la institución universitaria ocupa un papel fundamental. La Educación Superior Cubana es consecuente, además, de la necesidad de contribuir a educar a los jóvenes en los valores en que reposa la ciudadanía democrática y proporciona perspectivas críticas y objetivas a fin de propiciar el debate sobre las opciones estratégicas y el fortalecimiento de los enfoques humanistas.

Según la Dra. Sheila Galindo, la Universidad cubana está comprometida en la búsqueda de soluciones a problemas como: “las formas de valerse racional y humanamente la sociedad cubana de la tecnología y la información; determinación y reconversión de los efectos producidos por la globalización en los diferentes ámbitos de la ciencia, la economía, el mundo laboral, la cultura, la tecnología, los estilos de vida, etc.; la preocupación por alcanzar la excelencia técnico-profesional y la excelencia humana en aras de contribuir al protagonismo social, razón que hace imprescindible un cambio en la cultura docente que, abierta a la innovación y al desarrollo intelectual, ubique también la implicación responsable de todos en un mundo mejor”. Por tanto la Universidad cubana está consciente de la necesidad de proteger los valores de la sociedad socialista que construye.

Esta protección consiste en asumir una posición ética en un período de crisis de valores como el que atraviesa el mundo contemporáneo. Supone participación, compromiso, sentido de la responsabilidad, respeto, educar para la paz, el patriotismo; estima el respeto y la toma en consideración del otro con sus diferencias, sus derechos y deberes, así como la unidad de los hombres y mujeres en la diferencia y la complementariedad solidaria, etc.

La Universidad cubana interpreta a la educación en valores como un proceso pluridimensional, intencional, sistémico e integrado que refrenda la formación y el desarrollo de la personalidad consciente del individuo.

De ahí que la educación en valores en la sociedad contemporánea esté enfocada a favorecer un proyecto de vida como estrategia planificada y consciente del individuo, que viabiliza la concreción y consecución de su sentido de vida, en el que estén presentes aquellas orientaciones de la personalidad que determinan el mismo. Las mismas reciben una forma específica conforme a la construcción de un sistema de actividades instrumentadas, que se vinculan con las posibilidades del individuo y, de otro lado, las posibilidades objetivas de la realidad externa para la ejecución de esas orientaciones de la personalidad.

El objetivo Formación del Profesional en la Educación Superior Cubana es el componente rector de la proyección estratégica en la formación de los estudiantes universitarios. Su postulado fundamental en la labor educativa se especifica en la necesidad de que cada carrera diseñe el modelo para la educación en valores y, en consecuencia, se logre la preparación de los colectivos en los diferentes niveles de trabajo metodológico para aplicar de manera armónica dicha proyección, logrando una labor mancomunada y eficaz en alcanzar una cohesión en el trabajo, fundamentándose científicamente cómo tiene lugar en el proceso docente-educativo.

Este objetivo plantea entre sus indicadores para la calidad del proceso docente educativo, fortalecer la dimensión educativa desde la instrucción mediante un modelo para la educación en valores en las diferentes carreras, en el que la unidad estratégica fundamental es el enfoque integral para la labor educativa y político-ideológica y el Proyecto Educativo de la brigada el instrumento a través del cual se posibilita su aplicación.

La Educación Superior juega un importante papel en la preparación de los profesionales cuya actuación ha de estar en concordancia con la máxima aspiración de formar hombres integrales, con una concepción socio-humanista y una actitud responsable y comprometida con los demás, con la patria y la Revolución. Corresponde a los docentes instrumentar estrategias para la educación en valores, cuya dimensión fundamental es la de educar desde la instrucción.

En las condiciones socio-económicas actuales que vive nuestro país, el papel de la Universidad como institución socializadora y canal formativo de la juventud es decisivo. Frente a un conjunto importante de condiciones adversas, el desarrollo exitoso del trabajo educativo orientado a la educación en valores exige la aplicación de una metodología humanista caracterizada por la oferta no impositiva de valores a través del ejemplo personal del profesor y la existencia permanente del diálogo y los espacios compartidos entre educandos y educadores. Por ser el de la juventud un sector de interés para cualquier empeño de resquebrajar la continuidad de la obra revolucionaria, sin restarle importancia a la participación profesional en las actividades extracurriculares y/o socio-políticas, el trabajo educativo curricular resulta de gran importancia para la materialización del proceso de educación en valores que se pretenden lograr en nuestros educandos.

El V Pleno del Comité Central del Partido abordó la necesidad de acelerar, perfeccionar y colocar a un nivel indispensable la labor político-ideológica. El comandante en jefe Fidel Castro, durante el acto de inauguración del curso académico 1997-98 afirmó que posiblemente no hay tarea de mayor prioridad en el país que la educación. A pesar de que toda la sociedad tiene responsabilidades en la misma, la labor político-ideológica tiene en los centros de educación de todos los niveles de enseñanza su principal aliado.

La Universidad cubana se enfrenta a un desafío mayor si tenemos en cuenta que ahora en sus aulas están sentados los jóvenes de una generación que al atravesar los duros años de crisis económica que sufrió el país recientemente están siendo partícipes de una transformación de la escala de valores que sigue dos tendencias: una de readecuación a las nuevas circunstancias políticas, económicas y sociales tanto nacionales como internacionales, y otra que implica un deterioro de los valores, tanto los relativos a la ética revolucionaria (por ejemplo el colectivismo) como otros universales (por ejemplo la honestidad).

El tiempo con que contamos para enfrentar, tratar de detener y revertir ese proceso es muy poco y las condiciones muy adversas ya que aún no se vislumbra la inmediatez de un resultado impactante del reordenamiento económico en nuestro entorno social. De ahí que los sociólogos y psicólogos encargados de estudiar la sociedad y realidad cubanas han afirmado que este fenómeno conlleva a que todo esfuerzo educativo dirigido a consolidar valores como la responsabilidad social, el trabajo, el sentido del deber y la honestidad, entra en constante contradicción con la práctica cotidiana y pierde efectividad.

Como expone el objetivo Formación del Profesional en la Educación Superior, tener una visión clara de esa situación equivale a concientizar la necesidad de echar a un lado cualquier duda, vacilación, o lo que es peor, la subvaloración relativa a la urgencia y serenidad con que es necesario darle una prioridad real y coherente al trabajo educativo en nuestra universidad orientado a la formación y/o consolidación de valores. Por tanto, es absolutamente válida la idea de que la formación del profesional “incluye no sólo la asimilación de conocimientos, habilidades y destrezas, sino además el logro de una personalidad que como nivel superior de lo psíquico regule su conducta, es ya aceptada por la mayoría de los claustros de la Educación Superior, en los cuales la función educativa de la labor que realizan es cada vez más reconocida”.

Los jóvenes que acuden a las aulas universitarias cubanas han seleccionado una carrera y su futura labor profesional. Esto deviene el punto central sobre el cual se deben diseñar las influencias educativas e instructivas. Ahora bien, estos estudiantes llegan con un nivel de desarrollo de la personalidad y, por tanto, determinados valores, los cuales hay que tener presentes. También es imprescindible determinar qué los motivó a seleccionar esa carrera y no otra. Lo anterior es inevitable ya que hay que definir los valores a formar, esenciales de acuerdo con el modelo del profesional de cada carrera.

La educación en valores en la Universidad también debe asumir otros ámbitos educativos a través del trabajo científico-estudiantil en el que los alumnos se convierten en protagonistas de su propia formación y, a la vez, en multiplicadores de la investigación, en la dimensión extracurricular en la que los estudiantes se forman y aportan a la educación en valores de la sociedad, lo cual evidencia la necesidad de asumir una visión integradora en relación con la educación en valores. Al respecto juega un papel muy importante el trabajo que desde lo curricular aportan las disciplinas y asignaturas.

Formar un profesional en correspondencia con las necesidades de la sociedad y de la época es uno de los objetivos fundamentales de la Educación Superior. La configuración de una personalidad lleva implícito la integración y combinación de formaciones psicológicas complejas. Así tenemos las necesidades, los motivos y las convicciones, entre otras. El centro de estas es la unidad entre lo afectivo y lo cognitivo, que en el proceso de enseñanza-aprendizaje se concreta en la unidad entre lo instructivo y lo educativo.

En la Educación Superior el trabajo educativo se lleva a cabo en tres dimensiones básicas. Estas son la curricular, la extensión universitaria y la político-ideológica. Esta última mediante las organizaciones políticas y de masa.

La combinación, relación y coherencia que se alcance en estas direcciones constituye factor esencial en el logro de las aspiraciones. Para ello hay que tener presente que tanto la dirección curricular, como la extensión universitaria y la político-ideológica cuentan con el protagonismo estudiantil en cada una de ellas.

Las acciones que se conciban en estas tres direcciones se concretan en lo que se denomina Proyecto Educativo. El mismo tiene un carácter diferenciado por cada año de estudio, lo que le concede una función fundamental al colectivo de año como estructura prospectiva y reactiva en el diseño, planificación y ejecución de las estrategias definidas.

Es por eso que una función fundamental dentro del Proyecto Educativo resulta la educación en valores, debido a su capacidad movilizativa y motivadora, por constituir elemento esencial de las convicciones, por su impacto en la calidad del desempeño futuro del profesional. Al respecto Cintio Vitier expresó que el mismo deviene “antídoto contra muchos venenos”, “fuerza para resistir adversidades”, “capacidad para generar nuevos espacios de creación, libertad y gusto por la limpieza de la vida”; en fin, son promotores del “mejoramiento humano”.


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