BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


ÉTICA, PSICOLOGÍA Y CRISTIANISMO

José María Amenós Vidal y otros

 

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3. La terapia de apoyo espiritual.

El acompañamiento espiritual de la persona homosexual no es una terapia sustitutoria de la psicología. El homosexual es hijo de Dios, al que nunca hay que culpar (el sentimiento de culpa no es inusual en ellos), al que hay que intentar comprender, al igual que a su familia. El apoyo se debe encaminar principalmente a ayudarle a llevar su cruz, a evangelizarle, en palabras del Cardenal Carlos Amigo Vallejo-Nájera hacia el que está sufriendo un transtorno: “para que cambie por completo la masa de una existencia tan deteriorada”.

Se debe dejar bien claro que el acompañamiento es una elección libre y que no es posible que se lleve a cabo sin un conocimiento e interés por él, y que el primer paso no puede ser otro que el sacramento de la Penitencia, pero proponiéndolo de forma que no cause agobio.

Se debe comenzar con el descubrimiento de la necesidad de tomarse la vida afectiva en serio y de dotar de sentido los actos con ella relacionados. Para ello es necesario que el acompañado tenga una actitud de búsqueda y deberá de salir de la indiferencia y comenzar la búsqueda de una solución para los problemas en los que se halla inmerso.

Las preguntas con las que se puede iniciar la andadura pueden ser:

2 ¿Cómo he llegado a esta situación?.

3 ¿Por qué se me presenta esta tendencia como algo natural?.

4 ¿Qué hechos importantes de mi vida pueden haberla propiciado?.

5 ¿En qué modo mi fe se ha visto herida por ello?.

A medida que se va avanzando en el acompañamiento éste se vuelve más crucial y el apoyo debe ser aún más personalizado.

Todas las ideas de ayuda deben de ir siendo asumidas ordenadamente. Ideas como la familia, la complementariedad hombre y mujer, el amor conyugal, deben ser situados como puntos referenciales que ayuden a las tomas de decisiones posteriores. Ya debe de presentársele ésta sana opción como objetivo del hombre nuevo, como proyecto de vida.

Hay una serie de aspectos que servirán como reforzadores del acompañamiento. A la persona homosexual de nada le servirá ser sanada sino es reinsertada fuera del contexto terapéutico, en la vida cotidiana.

Nada más lejos que intentar que estas personas sean apartadas de las realidades profanas como si eso fuera una liberación que las descontaminase. Desde el entendimiento del misterio de la Encarnación se debe ver que con Cristo lo terreno toma plenitud. Por ello todo debe concluir en la verificación de la heterosexualidad en la vida cotidiana teniendo en cuenta que sólo se puede hacer propio aquello que se ha descubierto como valioso y que se ha incorporado a la persona, no como un aspecto más, sino como el elemento estructurador. Lo cotidiano debe de ser guiado para que las condiciones personales y sociales nos lleven al encuentro con Dios, la plenitud del amor que no han alcanzado con la sexualidad mal vivida.

Es obvio el papel crucial que toma el acompañante espiritual. Éste debe ser una persona de una gran arraigada fe y a ser posible, con experiencia de haber acompañado a otras personas homosexuales. Éste debe manifestar en todo momento una gran confianza, sin crear dependencia, y sin ser tomado como un simple director. No hay que olvidar que el Espíritu Santo debe ser la guía del creyente que busca cumplir la voluntad de Dios, y por ello el acompañante debe ser un servidor que se pone a disposición para colaborar en la escucha del Espíritu en la búsqueda del camino de Cristo.

Otro punto importante es el grupo cristiano, donde podrá sentirse congregado en una relación interpersonal donde se podrán poner en común aquellas vivencias, compromisos e iniciativas que puedan servir de ayuda desde la visión de los otros. El grupo siempre sirve de cimiento para potenciar los proyectos de cada uno de sus miembros y facilitan que cada persona encuentre en el grupo su lugar y desde allí le ayuden a vivir fuera de él. El recuerdo personal de la historia de cada componente del grupo puede servir como impulso a la reconciliación con uno mismo y la actitud de búsqueda comunitaria puede acercar lo cotidiano y a la vez servir para la oración y celebración.

Si partimos desde las vivencias propias, debemos culminar en un proyecto personal, cogiendo la persona en su totalidad y marcándonos un futuro de plenitud. Ese proyecto deberá fijar unos ideales que se puedan tomar como meta, señalando los medios que nos ayudarán en ese camino.

El principio básico de una maduración en la sexualidad humana se produce al redescubrir la idea de ser amados y amar. No se podrá descubrir una sexualidad sana sin que la individualidad se enmarque dentro de la identificación con el amor, y de la capacidad de ser amados para amar. Es un amor universal e interpersonal. No se puede reducir la sexualidad a una actividad biológica, en la que cada uno sea dueño sin más de su cuerpo y para ello hace falta una maduración plena en el contexto de un proyecto de vida.

El placer debe ser visto desde un compartir la existencia, una realización del individuo con el enriquecimiento del otro, y desde una visión creativa e integradora. Se debe superar la visión individualista del amor, visionándolo desde la comunidad y la humanidad, lejos del egoísmo y de lo erótico.

Debe ser asumido como valor el compromiso, el servicio y el compartir. Todo lo anterior dará valor al matrimonio, la virginidad y el celibato.


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