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ÉTICA, PSICOLOGÍA Y CRISTIANISMO

José María Amenós Vidal y otros

 

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c) La Iglesia Occidental y la Escolástica medieval.

Sin embargo, el Padre del Monasticismo Occidental fue San Benito de Nursia (Italia) que se retiró a una cueva de las colinas de Subiaco, y fundó en Montecasino, la que se ha dado en llamar ¨Ciudadela de Dios¨, donde redactó la ¨Santa Regla¨, día y noche, siete veces al día se mantenían en oración y lectura espiritual. En este lugar, la literatura, filosofía y teología de otros tiempos eran custodiadas, es decir, los pergaminos de la herencia del pensamiento greco-romano se los debemos a aquellos monjes de los monasterios benedictinos. Santa Brígida de Irlanda, fue la fundadora del primer convento de monjas, y el legado más importante de la orden en Francia, fue la Abadía de Cluny, en Borgoña, un modelo de monasterio para la cristiandad fundado por el Conde Guillermo de Auvernia, así como una nueva rama del tronco benedictino, la Orden del Cister, que tiene orígen en el monasterio de Citeaux, fundado por Roberto de Molesmes.

En Inglaterra, San Anselmo, monje benedictino y Arzobispo de Canterbury, conocedor profundo de los clásicos, en sus obras trata de demostrar la existencia de Dios, a base únicamente de la lógica, ha sido su frase ¨Dios existe¨, el principal tema de discusión de los filósofos y pensadores de los últimos diez siglos. Fue el fundador del escolasticismo.

San Bernardo de Claraval, de modo particular, hace propia aquella idea de San Agustín del crecimiento en el amor. Él ha delineado claramente las etapas del amor, que conducen el ¨ámbito de la semejanza¨ (¨regio dissimilitudinis¨), a la unión con Dios: del amor terreno (¨amor carnalis¨) y del amor servil (¨amor servilis¨) al amor filial (¨amor filialis¨), que encuentra cumplimiento en la unión mística.

A diferencia de las órdenes benedictinas fundadas hasta entonces, los monjes de la Orden de los Predicadores, fundada por Santo Domingo Guzmán, ya no dependerían de un monasterio concreto sino de los superiores de la Orden dirigida por un Maestro General, cuyos miembros empezaron a ser conocidos como Dominicos, organizándose territorialmente en provincias, sistema que utilizarían las congregaciones religiosas.

En italia, de las ruinas de la capilla que según la tradición había sido visitada por San Benito bautizándola con el nombre de la ¨Porciúncula¨ (la porcioncita) nació la Orden de los hermanos menores de San Francisco de Asís, ¨el mendigo de Dios¨, de donde surgirá el doctor de la Iglesia, San Buenaventura, principal impulsor del pensamiento platónico-agustiniano en la Iglesia, y Santa Clara que fundó la nueva orden de clausura de las Clarisas.

San Antonio de Padua, doctor de la Iglesia, que anteriormente pertenecería a la Orden de predicadores, cuando Santo Domingo Guzmán también introdujo en su Regla el desprendimiento de los bienes, la pobreza, se convertiría en Franciscano. Y Santo Tomás de Aquino que estudiaría en la escuela monástica de la Abadía Benedictina de Montecasino, se convertiría en Dominico. De esta tradición también surgieron otras grandes figuras como Santa Catalina de Siena, de la Orden Terciaria de Santo Domingo (tanto los franciscanos como los dominicos tenían órdenes terceras para miembros seglares).

Así surgieron las órdenes mendicantes y la Escolástica Medieval. Entre las innumerables obras filosóficas y teológicas que surgieron de aquella época, destacan las de Tomás de Aquino, cuyos muchos de sus argumentos y razonamientos siguen siendo de una enorme eficacia en la defensa de la ortodoxia católica. En ellas, la Fe y la Razón no sólo se armonizan, sino que la Razón conduce a la Fe. El pensamiento aristotélico-tomista, no olvidemos que Aristóteles fue el primer filósofo clásico que escribió un Tratado sobre Psicología, demostró con argumentos contundentes, que si bien la Fe supera la Razón, no hay en esta nada que la contradiga.

Santo Tomás hace suyo el esquema de San Agustín, centrado en el amor, y el del Pseudo-Dionisio, y formula una síntesis de estos proyectos de la vida espiritual. A ellos añade un punto de vista antropológico: la vida espiritual es vista en analogía con el crecimiento y el desarrollo de una persona: ¨Ante todo el hombre debe esforzarse especialmente en abandonar el pecado y resistir a sus propios deseos, que lo empujan hacia el polo opuesto a Dios. Esto es tarea de principiantes... Sigue el segundo esfuerzo, en el que el hombre intenta sobre todo avanzar en el bien. Y éste es el compromiso de los que hacen progresos... La tercera tarea consiste en intentar adherirse totalmente a Dios y ser felices en Él. Este es el empeño de los perfectos¨ (Summa Theologica II-II q. 24, a.9 c).

Entre los escritos del medievo que hablan del camino del hombre, de particular relieve es la obra de San Buenaventura (Itinerario del alma hacia Dios) que une la tradición agustiniana y la mística franciscana. Frente a los esquemas tratados hasta ahora, el ofrecido por este santo se distingue por una mayor amplitud: ¨Para nosotros, hombres en situación de peregrinación, la totalidad de las cosas es una escala que nos hace subir hacia Dios. Entre las creaturas, por lo demás, algunas son huellas, otras imágenes, algunas son corporales, otras espirituales, algunas de duración temporal, otras de duración eterna. Y, además, algunas están fuera de nosotros mientras que otras están en nosotros. Ahora bien, para llegar a la contemplación del fondo primordial, que es totalmente espiritual, eterno y elevado sobre nosotros, debemos buscar las huellas que son físicas, temporales y fuera de nosotros; y esto significa ser llevados por el camino de Dios. Debemos entrar en nuestra alma, que es la imagen de Dios, de duración eterna, espiritual; y en nosotros, y esto significa caminar en la verdad de Dios. Debemos finalmente ascender a la realidad eterna, espiritual; y esto significa alegrarse en el conocimiento de Dios y en el temor ante su majestad¨ (Itinerarium mentis in Deum I, 2).


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