BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


ÉTICA, PSICOLOGÍA Y CRISTIANISMO

José María Amenós Vidal y otros

 

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Apéndice: Un diálogo sobre ética cristiana en el mundo de hoy.

El pensamiento del Arzobispo de Milán. Cardenal Carlo María Martini.

Autor: Julián Castellanos González.

¿Qué decir sobre ¨ética cristiana en el mundo de hoy¨ en un Congreso de Psiquiatría?. Es más: ¿ Por qué hablar en este contexto de ¨Persona y Sociedad¨ y hacer un recorrido por diversas instancias histórico-teóricas y aún biográficas?.

El hecho biológico y social de la existencia del hombre se enmarca, como especie y como individuo, en un contexto de "relación con"; relación con otros, con su entorno, con el cosmos; ya sea en relación de dependencia, de igualdad, de cooperación, de simbiosis, etc., las que, a su vez, se dan tanto en el plano biológico, como social, político, religioso y demás.

Ese hecho es de tal peso que la condición relacional del hombre se manifiesta evidente.

Y tanto más, cuanto por su estructura inteligente dos o más sujetos, capaces de lenguaje y acción, entablan una relación interpersonal, a través de lo que llamamos la acción comunicativa.

Es, también, ampliamente reconocido el hecho de la relación terapéutica como comunidad empática, cuyo poder y efectividad terapéuticos radica más en la relación como tal que en la utilización de una u otra técnica psicoterapéutica. Este entronque social del hombre en sus diversos aspectos y, específicamente, en los clínicos, es lo que amerita una visión filosófico-histórica de la conferencia: ¨Persona y Sociedad¨, como substrato fundamentacional.

Ese rasgo característico del hombre, de "ser relacional", en su doble interpretación de " haberse relacionado", de "existir como relación" y de "ser (ente) que se relaciona", asume en la trascendencia una importancia capital.

Esta característica relacional del hombre, de la persona, establece, en el plano natural y desde el punto de vista laico, la ética, como lo plantea el libro: ¨¿En qué creen los que no creen?¨ de Umberto Eco y el Cardenal Carlo María Martini: "La dimensión ética comienza cuando entran en escena los demás". Y añade: "Como hasta las más laicas de entre las ciencias humanas nos enseñan, son los demás, es su mirada, lo que nos define y nos conforma" (1). Se trata de una visión inmanente.

Una visión inmanente, que considera al hombre en su estado natural, como ser intramundano, con sus características naturales y su desarrollo evolutivo filogenético y ontogenético, que mira al logro de su perfeccionamiento como ser natural, producto de la dinamia de sus fuerzas naturales.

Y es aquí donde entra también la consideración de una ética cristiana. Una visión trascendente de lo relacional del hombre.

Una visión trascendente, que sobre el substrato natural de desarrollo humano, construye, presupone y emerge con fuerza otorgando un ¨status¨ dimensional sobrenatural a la persona, complementando las condiciones naturales, superándolas y elevándolas a planos ulteriores de realización por asunción de un orden sobrenatural.

Este doble aspecto relacional, natural y sobrenatural, está magníficamente expuesto por Dietrich von Hildebrand en su libro: ¨Nuestra transformación en Cristo¨: "El objeto hacia el cual la incomprensible misericordia de Dios nos ha llamado, no es solamente una perfección ética, que no es distinta en su calidad de la natural y que solo recibe trascendencia sobrenatural por el escondido camino de la gracia, sino la sobrenatural plenitud de Jesucristo, que, aun cualitativamente, significa algo completamente nuevo con respecto a la simple virtud natural" (2).

Es, pues, esta condición humana relacional la que permite dimensionar al hombre en su plenitud como ser inmanente y trascendente, como ser natural y transformado por lo sobrenatural, y la que permite establecer las condiciones de desarrollo integral a nivel humano y espiritual.

A este respecto, conviene recordar la diferenciación que establece el Cardenal Carlo María Martini respecto al concepto "vida" y concretamente de "vida humana" en el discurrir de sus diálogos con Umberto Eco. Allí plantea tres conceptos de vida humana: la vida física, correspondiente al cuerpo y que en el Evangelio está representada por la palabra ¨bios¨; la vida psicológica, nombrada por el mismo ¨psykhé¨ y la vida divina comunicada al hombre (vida sobrenatural), para la que utiliza ¨zoé¨. Y afirma: "Los tres términos se distinguen cuidadosamente en el Nuevo Testamento y los dos primeros quedan subordinados al tercero". Una hermosa sabiduría de la Escritura que plantea claramente con su utilización lexicográfica y semántica, el aspecto relacional del hombre en sus niveles natural y sobrenatural, inmanente y trascendente, y las dimensiones de desarrollo humano integral físico, psicológico y espiritual. Es lo que en forma sintética expresa el Arzobispo de Milán: "El valor supremo en este mundo es el hombre viviente de la vida divina" (3).

Una visión ética cristiana en el mundo de hoy aporta un bagaje científico, antropológico y filosófico-teológico vasto y profundo, enriquecido por el auge y desarrollo de la ciencias, tanto fisico-biológicas, como humanas y sociales, hermenéuticas y de exégesis bíblica.

Dado el amplio campo de un Congreso de Psiquiatría capaz de asumir tanto las visiones específicamente clínicas, como sociales y filosóficas sobre el ser humano que sustenten una visión antropológica de la práctica clínica, así como posiciones laicas y ético-filosóficas sobre el mismo como sujeto-objeto de la acción terapéutica, es permisible y ético en sí mismo el presentar consideraciones de tipo moral y religioso, habida cuenta de que dicha apertura de la convocatoria incluye profesionales de credo confesional para quienes no hay disyunción entre lo científico y lo ético cristiano, sino por el contrario una base fundamentacional y una dimensión complementaria de su quehacer profesional.

Ni qué decir del diálogo que debe existir y que se manifiesta fecundo en el libro citado de Umberto Eco y el Cardenal Carlo María Martini, entre laicos y católicos, lo mismo que entre estos y los diversos credos religiosos, fértil tradición desde el Concilio Vaticano II, a los que seguramente pertenecerán muchos de los participantes en este Congreso.

Es fundamental para la riqueza que emane de los conocimientos obtenidos en este Congreso de Psiquiatría el sentido de respeto por el otro como tal, por su ser en sí, que es base de la relación humana y profesional, y ejercicio práctico de eticidad. Y desde el punto de vista cristiano elemento esencial de su concepción trascendental y sobrenatural.

Conviene, al respecto, recordar las condiciones que plantea Dietrich von Hildebrand sobre el respeto, presentadas por Alberto Sánchez León en su artículo: "Hildebrand: hacia una ética fenomenológica más cristiana y realista", dice: Las condiciones básicas constitutivas del respeto son pues las tres que acabamos de nombrar, a saber, percepción (en el plano cognitivo), aceptación (en el plano volitivo) y libertad, que es la respuesta al valor. Y también explicita: "Respetar es dejar que lo real sea como debe ser, esto es, es lo contrario a la manipulación, que además de no dejar ser a las cosas, le impone un deber ser que no tiene por qué ser su verdadero ser... Dejar ser a la realidad, abrirse sumisamente a la perfección del otro, sin sucumbir a la tentación de rehacerlo a nuestra propia medida: he aquí, condensada, la cifra del respeto, el amor y la libertad, características propias del ser personal, que nos abren al mundo de los valores morales" (4).

Expresadas las anteriores reflexiones podemos considerar como aplicación práctica de ¨un diálogo sobre ética cristiana en el mundo de hoy¨, algunas de las ideas que el Cardenal Carlo María Martini propone en su libro: ¨Habéis perseverado conmigo en mis pruebas. Meditaciones sobre Job", que en su contexto original, se refieren a una serie de reflexiones en unos retiros espirituales para sacerdotes de su diócesis, y que contienen el fondo de la sabiduría ética cristiana (5):

1) Hay en el hombre incertidumbre y desconocimiento de sí.

2) El conocimiento de sí debe estar basado en Dios.

3) Toda ciencia es sectorial y conoce solo un aspecto de la realidad.

4) La sabiduría auténtica nace de la aceptación de los límites humanos.

5) Debo aceptar la imposibilidad de conocerme por completo.

6) Debo confiar en Dios por lo que respecta al conocimiento global de mí mismo, del ser, del horizonte trascendental del todo.

7) Debemos aplicarnos con humildad a los segmentos de conocimiento que nos resultan posibles.

8) Procurar una mentalidad peregrinante que intenta darse cuenta de las cosas tal como son, valorar lo que se debe hacer y después vivir con aquella confianza que no presume poder conocer todas las cosas, ni siquiera sobre nosotros mismos, nuestra justicia y nuestro bien hacer. Este comportamiento nos puede ayudar ante discusiones angustiosas que hoy se plantean en el ámbito de las ciencias y de los juicios morales.

9) Es necesario darnos cuenta de que la racionalidad siempre es relativa y parcial y que requiere de nosotros honestidad, lealtad, capacidad de responder a situaciones tal como las conocemos.

10) Aceptar lo que somos. Ser conscientes de vivir el hecho de que hemos sido llamados a la verdad y a la libertad de nuestra relación con Dios.


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