BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


ANTROPOLOGÍA DEL TURISMO

Maximiliano Korstanje

 

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CRITICA A LA TEORÍA DE LA BASE SEGURA

El vínculo entre el niño y sus padres ha sido uno de los elementos centrales en la teoría del apego y la base segura. La mayor parte de las ideas que desarrolló Bowlby sobre este tema están en su obra Vínculos Afectivos que editara por primera vez en 1979 en inglés. En esa obra, el autor dedica un capítulo a la influencia que el psicoanálisis ha despertado en el estudio de la relación entre adulto y niño, como así también a la continuidad de la neurosis (derivada de esa relación temprana) en la adolescencia o la adultez.

Al igual que Freud, Bowlby presupone erróneamente que no respetar o cumplir las exigencias del infante aumenta la propensión al odio. Por otro lado, considera que se han encontrado datos comparativamente fiables que demuestran según sus palabras que “la experiencia relativa a un niño de corta edad que es separado de su madre nos proporciona un dramático ejemplo de este central problema de la sicopatología: la generación de un conflicto tan grande que fallan los medios normales para su regulación”. (Bowlby, b1986:25)

¿Qué evidencia y que metodología sigue Bowlby para hacer tal afirmación?, ¿qué pruebas aporta para poder confirmar que la relación parental influye –en la manera que él dice que lo hace- en las conductas adultas?

En uno de los experimentos de Haenicke (1956) se compararon respuestas de un grupo de niños de entre 15 y 30 meses; parte de ellos eran de una guardería residencial mientras que los otros de una guardería de día. Según los resultados reportados: que los niños de la guardería residencial mostraban una tendencia a la hostilidad mayor que los de la otra guardería.

Desde este punto de vista, Bowlby une estos resultados a su hipótesis central sobre la separación madre-hijo, no sin caer en el error de prejuzgar la situación. Si bien, el trabajo de Haenicke prueba que existen diferencias conductuales entre ambos grupos de niños, es difícil poder creer que la conducta hostil sea dirigida hacia los padres ausentes, y si lo es, que ésta perdure a través de los años -sin que el niño pueda reencauzarla hacia otra figura sustituta-.

El segundo problema que enfrenta el autor, es que considera por un lado que los castigos son generadores de ansiedad, resentimiento y odio, mientras por el otro atribuye (erróneamente) que en las civilizaciones occidentales es común creer que el castigo es eficaz como herramienta de control. La aplicación sistemática de procedimientos coercitivos crea personalidades temerosas y ansiosas. (Bowlby, b1986:30)

Aunque esto pueda parecer cierto en algún aspecto de nuestra vida individual, la represión (coacción) como sistema integrador no parece ser monopolio de las sociedades occidentales, como bien lo observara Margaret Mead en sus trabajos etnográficos –cuando analiza la sociedad Mundugumor- (Mead, 1994:160-180).

Sin embargo, el principal obstáculo del cual Bowlby no puede desprenderse es su constante juicio de valor sobre la conducta del infante, entre lo que “está bien y mal”. En uno de sus capítulos señala “los correspondientes parecen surgir con mucha mayor frecuencia a causa de tener los propios padres dificultades emocionales de las cuales tan sólo, en parte poseen conciencia y que no pueden controlar. (Bowlby, b1986:32)

Esas “dificultades” son transmitidas “inconscientemente” de los padres a los hijos. Dicho de otra manera, en la vida adulta el sujeto tiende a repetir los comportamientos que absorbió en la temprana edad. Pero esto trae aparejado un error conceptual gravísimo, el cual implica que la seguridad del niño/adulto esta supeditada al comportamiento socialmente esperado, mientras que cualquier conducta diferente (patología) asume un trauma anterior.

Por ejemplo, España recibe diariamente miles de turistas de todas partes del globo quienes intentan conseguir una entrada para “Las corridas de Toros” o “espectáculos afines”. ¿Quién determina en ese contexto que es una actitud hostil o agresiva?. Obviamente que la postura de la sociedad protectora de animales con respecto a los organizadores del evento será diferente (supuestamente), según sus normas formales e informales. Una patología (conducta hostil o no) no dependerá en tal caso de la socialización primaria per se, sino más bien otros aspectos tales como la cultura, la organización social, y sus procesos de control.

Llegado el caso, el concepto de trauma (psicoanalítico) poco tiene que ver con lo que socialmente se considera una desviación. Así, los comportamientos y las conductas individuales se someten a procesos sociales de control que los condicionan (como bien observó Freud en el desarrollo de su tesis de sublimación); sin embargo la posibilidad de un cambio que transforme esos procesos de control implicará un nuevo orden social que según sus nuevos preceptos considere “lo que antes era patológico” como normal; y viceversa. A esta reflexión Bowlby no parece dedicarle mucho esfuerzo.

En forma sumariada, y después de todo lo expuesto, se puede afirmar que la unidimensionalidad con la que el autor parece analizar el tema lo lleva a no tener en cuenta dos aspectos, (en el desarrollo teórico de su trabajo); a saber: a) la consideración temporal entre un antes y un después, y b) la omisión del cambio social como elemento condicionante de las estructuras normativas.


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