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LA "ECONOMÍA DE BURBUJA" EN JAPÓN

Ernesché Rodríguez Asien

 

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1.1.3. La doble estructura empresarial japonesa y la organización horizontal y  vertical de los acuerdos monopolistas

En Japón existe una agrupación entre empresas, interrelacionadas de manera horizontal, con el nombre de zaitbatsus. En el período de la guerra se dedicaron a la industria militar y fueron desmantelados por los Estados Unidos al finalizar la guerra, resurgiendo como monopolios. Los nipones cuentan actualmente con seis grandes zaitbatsus: los grupos Mitsui, Mitsubishi, Sumitomo, Fuyo, Sanwa e Ichican.

Cada zaitbatsu está conformado por varias firmas, una banca, una casa comercializadora, una casa de seguros, astilleros, con lo que dominan una industria determinada. Las relaciones entre los zaitbatsus se realizan de manera horizontal, pues no están sujetos de manera fundamental a vínculos tecnológicos, ni de propiedad o estructura productiva, sino más bien se limitan a acuerdos monopólicos en cuanto a precios, liderazgo en mercados y territorios.
 
Relacionados con los zaitbatsus, pero observando una estructura vertical, se encuentran los llamados keiretsus. Su aparición se enmarca en la década de los 60, al desarrollarse grupos corporativos de pequeñas y medianas empresas subordinadas a la gran industria, cuya relación venía dada por actividades de subcontratación. Las empresas subcontratistas se agruparon bajo las grandes en condiciones de subordinación.
 
Esta estructura le otorga al capitalismo japonés gran flexibilidad, porque funciona como válvula de escape de la capacidad de producción y empleo; no se despide a los obreros, sino que se trasladan a otras empresas pequeñas que no tienen tanta robotización y, de esta forma, amortiguan el desempleo. Los keiretsus se caracterizan también por permitir relaciones muy estables, tanto desde el punto de vista económico, como financiero y comercial, y garantizan la entrega de la producción just in time (justo a tiempo).

Una cuestión peculiar en los keiretsus son sus relaciones de propiedad, pues han desarrollado un mecanismo de tenencia cruzada de acciones; el 75% de las acciones es propiedad de otras firmas, únicamente el 25% está en manos de accionistas individuales. Ese 75% no se cotiza en la bolsa con la cual se protege a la firma de acciones hostiles del entorno. Japón tiene una doble estructura en la economía, integrada por las grandes, medianas y pequeñas empresas.  

1.1.4. Reestructuración de la industria japonesa

Para analizar la organización empresarial japonesa es necesario comprender la situación energética del país y el impacto que tuvo la crisis del petróleo de los años 70.

Japón es un país con escasos recursos naturales, pero pudo desarrollar sus industrias pesada y química gracias al bajo precio del petróleo, que se mantuvo en el nivel de 2 dólares/barril durante veinte años después de la Segunda Guerra Mundial. En esas condiciones, el país pudo incrementar sus exportaciones sin revaluación alguna de su moneda nacional, cuya cotización se mantuvo fija en 360 yenes/dólar hasta agosto de 1971.

Sin embargo, el estallido de la cuarta guerra del Medio Oriente, en octubre de 1973, causó la primera crisis petrolera, lo cual, junto a la introducción del sistema de tasas de cambio flotantes, tuvo importantes repercusiones en Japón.

El alza de los precios del petróleo obligó a Japón a una reestructuración económica en busca de formas de producción menos consumidoras y más independientes, así como de fuentes energéticas más estables y cercanas. Ello dio lugar al proceso del cambio estructural de la economía nacional que se inició en los últimos años de la década del 70. 

De todos modos, después de la segunda crisis petrolera y hasta los primeros años de la década del 80 la recesión se hizo sentir, como en la mayoría de los países industrializados, por lo que para enfrentarla, la industria japonesa tuvo que buscar la vía del incremento de las exportaciones. En consecuencia, aumentó rápidamente el superávit comercial de Japón frente a los Estados Unidos y Europa.
 
En estas circunstancias, aumentó la presión de ambos contra Japón, exigiendo la restricción voluntaria de sus exportaciones y el aumento de las importaciones mediante la expansión del consumo interno.

Fundamentalmente como resultado de esas presiones, en abril de 1986 fue elaborado el Informe de Maekawa por la Sociedad de Investigaciones sobre la Estructura Económica para la Coordinación Internacional, organización de asesoramiento privado del primer ministro NaKasone, en el que se recomendó una transformación estructural de la economía nipona, que pasara de ser una economía de exportación a una en la que el mercado interno tuviera más importancia. Sobre la base de las recomendaciones de este informe, se tomaron  sucesivamente varias medidas para la liberación del mercado japonés, la supresión de barreras comerciales para las importaciones, la inversión pública adicional y el incremento del consumo interno por medio de la política financiera.
 

1.2.  Formación acelerada de la burbuja económica-financiera  (1985-1989)

Cuando en 1973 se adoptó un sistema de tasas de cambios flotantes, se esperaba que los tipos de cambios actuaran como un mecanismo de autorregulación que pusiera fin a los desequilibrios comerciales. La política de no intervención de las autoridades estadounidenses en otras economías se basaba en la confianza que despertaba este mecanismo de mercado.7
 
Sin embargo, luego de un período de estabilización de la cotización del dólar a partir de noviembre de 1978, cuando la administración Carter defendió activamente la moneda norteamericana, a mitad de los 80, bajo la administración Reagan, se aceleró la tendencia al alza del dólar debido a la política de “recuperar unos Estados Unidos poderosos”, sin tener en cuenta su enorme déficit externo. Esto creó problemas políticos y económicos tan graves que el gobierno norteamericano abandonó su actitud de no intervención.

Por otro lado, ante el incremento del descontento por los problemas comerciales con Japón, en el Congreso surgieron corrientes fuertemente proteccionistas.

Dicho de otro modo, el círculo  vicioso formado por el alza del dólar y el progresivo déficit externo se convirtió en el principal problema político y económico que afrontaron los Estados Unidos.  Ante esta situación, James Baker, secretario del Tesoro, preparó un Acuerdo para devaluar al dólar en 1985.8

A la reunión, llamada “Acuerdo Plaza” por haberse celebrado en el Hotel Plaza de Nueva York, asistieron los ministros de Economía y gobernadores de los bancos centrales del Grupo de las Cinco naciones más industrializadas. En ella acordaron una acción conjunta para impulsar una apreciación ordenada de las principales monedas frente al dólar.

Con el fin de responder a la recesión originada por la fuerte apreciación del yen que siguió al Acuerdo Plaza, y suavizar una ulterior presión sobre esta moneda, el gobierno japonés tomó la decisión de reducir la tasa de interés como medida de relajamiento monetario, por lo que el tipo de descuento oficial bajó de un 5% a un 2,5%,

Esta medida influyó en un aumento de la liquidez monetaria que se ubicó por encima del incremento del PNB nominal entre 1980 y 1986, en 2,4 puntos como promedio anual. El crecimiento excesivo de liquidez sirvió para realizar transacciones de activos que inflaron la burbuja especulativa.

En efecto, las estadísticas sobre los créditos facilitados por las instituciones financieras a finales de los años 80 indican que la mayor parte de la demanda marginal de fondos durante ese período estaba destinada a la adquisición de activos, lo cual incidió en que, en la segunda mitad de la decaída de los 80 y especialmente desde finales de 1987, los precios de las acciones y del suelo se inflaran de manera acelerada, lo que trajo como resultado que se desatara una espiral especulativa en los mercados bursátil e inmobiliario.

La especulación se debió en gran medida a la caída de los tipos de interés a largo plazo, pues ello incrementaba las previsibles ganancias de los activos, pero la formación de la burbuja se explica, sobre todo, por el exceso de créditos.

Esto se hace evidente al observar el comportamiento de ambos indicadores entre 1987 y 1989. En ese período la cantidad de circulante monetario experimentó un aumento medio del 10,8% anual, y superó el crecimiento del Producto Nacional Bruto (PNB) nominal en una medida de 4,5 puntos. Sin embargo, los tipos de interés no cambiaron esencialmente en ese lapso de tiempo.

En esas condiciones, las personas aprovechan el exceso de crédito, con una tasa interés baja, para invertir en activos, con la ilusión colectiva de que su valor, que ya había experimentado un aumento seguiría revalorizándose. A esto se le llama “mito de los precios progresivos”.

Otro elemento que ayuda a explicar la formación de la burbuja es que entre 1985 y 1990 la desregulación financiera que acompañó a la emisión financiera monetaria total, creció en promedio 10% anual, lo que provocó, desde el segundo semestre de 1988, un excesivo auge especulativo en la compra de terrenos, acciones, pinturas y artículos de lujo.

El estímulo a la compra de activos no ocurrió solo al interior de la economía japonesa. La caída del dólar tras el Acuerdo Plaza animó a los japoneses a lanzarse a comprar propiedades en los Estados Unidos pues el inflado precio de los activos japoneses en el contexto de un yen fuerte, hizo que bajara su índice de ganancias, mientras los activos extranjeros, en este caso norteamericanos, se presentaban como una auténtica ganga.

La sensación de que Japón estaba comprando a los Estados Unidos provocó una corriente nacionalista norteamericana, que precipitó la adopción de medidas para fortalecer al dólar. Así, la Reserva Federal volvió a aplicar una política restrictiva en marzo de 1988 que originó cambios decisivos en los mercados financieros japoneses.

El Banco de Japón, por el contrario, no tomó medidas hasta mayo de 1989. Su proceder se basaba en la idea de que este país servía de “ancla” a la economía mundial. Se pensaba que si mantenía un enorme superávit en su cuenta corriente y actuaba como proveedor de capital al resto del mundo, no podía subir sus tipos de interés sin causar serias dificultades a un país como Estados Unidos, que sufría un déficit en su cuenta corriente y dependía  de la afluencia de capital nipón.

El terror de que la restricción crediticia por una menor afluencia de capitales desde Japón pudiera provocar otro “Lunes Negro” hizo que el gobierno de este país permitiera la expansión del crédito, lo que influyó también en la formación de la burbuja.

Es de destacar el grado de dependencia de la economía japonesa, que ha obligado a Japón a aplicar una política basada en consideraciones externas, en particular subordinada a la situación de la economía estadounidense.

En todo el período hubo alzas y bajas en las tasas de interés pero fue predominante la política expansiva para explicar la formación de la burbuja. En mayo de 1989 la situación era insostenible y finalmente el Banco de Japón subió el tipo de interés por cuatro veces consecutivas, con lo que la tasa de interés alcanzó de nuevo el nivel de septiembre de 1985, cuando se celebró el Acuerdo Plaza, terminando la época de la tasa de interés baja y el yen alto.

Las condiciones para las restricciones monetarias en el país asiático eran más que suficientes:

  1. La alta cotización del yen, que aceleró su ritmo a partir de 1985, dieron como resultado una disminución del superávit comercial, desde 95 300 millones en 1988, hasta cerca de 60 000 millones de dólares en 1989, nivel muy por debajo de la cifra previamente estimada por el gobierno, de 81 000 millones de dólares, debido a que el país incrementara sustancialmente las compras del crudo. Esta disminución del superávit comercial de Japón y la tendencia alcista de las monedas norteamericanas y alemanas por el cambio de relaciones Este - Oeste, causaron la depreciación del yen entre la primavera de 1989 y la de 1990.
  1. Evitar que el yen siguiera depreciándose. 
  1. El alza del precio de los productos importados.
  1. El recalentamiento de la economía con una elevada inflación.
  1. El dramático aumento de los precios de las acciones y de los bienes inmuebles, causado por la baja tasa de interés y el incremento de la oferta del crédito.
  1. La prevención del aumento de los precios del crudo que se esperaba como consecuencia de la guerra del Golfo Pérsico, cuya crisis estalló en agosto de 1990.

Valoraciones de la etapa 1945 – 1990

En el período 1945 - 1990, se llevaron a cabo en la economía japonesa algunos cambios estructurales que tuvieron como resultado un gran desarrollo económico. Una de las características más relevantes del modelo era la estrecha coordinación que existía entre el gobierno, la empresa privada y los trabajadores, que permitió crear un sistema que elevó la productividad y el crecimiento de las empresas. El gobierno había trabajado estrechamente con el sector privado para financiar y dirigir las industrias prioritarias para el desarrollo. En otras palabras, el Estado jugaba un papel protagónico en la economía y esta funcionaba eficientemente. 

La política económica aplicada por el gobierno japonés en los años inmediatos a la Segunda Guerra Mundial aunque estuvo subordinada en muchos sentidos a EEUU, logró en lo fundamental mantener su autenticidad y aprovechar las ventajas de la idiosincrasia japonesa, obteniendo resultados impresionantes. El modelo se basó en políticas ¨Keynesianas¨, es decir, expansivas, adaptadas a sus condiciones.

Sin embargo, a fines de los 80 el modelo de posguerra dio muestras de fragilidad  debido a factores internos y externos. En lo externo, la política económica nipona continuó subordinada en lo fundamental a los intereses de Estados Unidos. Así, en 1985 se firma el Acuerdo Plaza que aceleró la formación de una burbuja financiera, pues Japón se vio obligado a mantener la política expansiva que conllevó a una gran especulación financiera con consecuencias desastrosas.

La enorme expansión del crédito favorecida por una política monetaria de bajas tasas de interés y la desregulación financiera, provocaron un exceso de liquidez que se dirigió en gran medida a la inversión en capital ficticio y a la actividad especulativa. De esta manera, se produjo un crecimiento económico no sustentado en la producción de bienes y servicios.

Puede decirse entonces que aunque no se hubiera firmado el Acuerdo Plaza, estaban creadas las condiciones para que se desarrollara el fenómeno especulativo debido al afán de obtener ganancias fáciles y rápidas.

 


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