BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


DIDÁCTICA DE LAS CIENCIAS ECONÓMICAS

Carlos Enríque Rodriguez

 

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Evolución en las C.E.: la economía

Así como la naturaleza abomina el vacío, resulta igualmente cierto que el estado estacionario del conocimiento no existe: una ciencia que no puede avanzar (evolucionar) está condenada a la extinción.

En el caso particular de la economía dentro del espectro de las CE, la transformación de las relaciones materiales de la producción imprimió desde el principio su sello histórico sobre la evolución del pensamiento (el cual, a partir de los refinamientos de la teoría incidirá a su vez sobre la realidad, apuntalando o modificando sus tendencias). Puede afirmarse con cierta consistencia que la primera doctrina económica fue el Mercantilismo (elaborada por cierto “a medida” de los intereses de las potencias coloniales), países y ciudades estado -como Venecia-, cuyo rasgo fundamental fue la justificación de la obtención de superávit comercial, el cual proveía de los fondos necesarios para equipar ejércitos, ampliar las flotas comerciales –en especial las ultramarinas- creando asimismo puestos de trabajo en el sector interno de los exportadores, todo lo cual configuraba un círculo virtuoso en retroalimentación y expansión .

El colonialismo generó un inmenso proceso de acumulación de capital en los países centrales, a partir de la transferencia de ingresos desde las colonias de América, Asia y África, creando las condiciones básicas a partir de las cuales se desarrollaría el industrialismo.

Como suele ocurrir, a esta etapa de fuerte intervención del estado sobrevino en distintos sectores la necesidad o conveniencia de permitir la mayor fluidez y libertad en la circulación de bienes y personas, siendo la Fisiocracia la doctrina emergente en oposición al mercantilismo, y cuyo lema “laissez faire, laissez passer” proyectó su fuerza expresiva hasta nuestros días.

Resultado de la convergencia de los procesos de acumulación de capital y de conocimiento tecnológico, surgió el industrialismo (en Inglaterra, a fines del siglo XXVIII y comienzos del XIX), sistema que transformó profundamente la estructura productiva del mundo, dotando a la humanidad de un poder de generación de bienes hasta entonces desconocido . Concordantemente, hizo su irrupción la primera escuela económica de pensamiento sistemático en economía: Los llamados Clásicos, cuyos principales autores fueron Adam Smith y David Ricardo; esta línea de pensamiento se basa en la observación y descripción de una “mano invisible” que ordena y organiza la producción: el mercado: a partir de su institución, todos somos productores (y consumidores) de mercancías. Consecuentemente con esta afirmación, el pensamiento de los clásicos (que hoy puede reputarse de conservador), fue en su momento marcadamente revolucionario: en efecto, si todos los agentes económicos son productores de mercancías, quedaba en evidencia el carácter puramente parasitario de la aristocracia (clase residual del sistema feudal).

Otra característica señalada por los clásicos, la división del trabajo, servía para generar eficiencia, incrementando la productividad en el sistema; claro que lo que resulta cierto a nivel microeconómico, es decir en el seno de las empresas, resultaría igualmente cierto cuando el razonamiento se aplica a nivel de países, resultando de ellos la sugerencia de organizar el mundo a partir de los proveedores de materias primas (los países coloniales), y los proveedores de productos manufacturados (Inglaterra).

Un elemento central en el pensamiento de los economistas clásicos, la teoría objetiva del valor , sirvió de punto de partida a la más acerba y exitosa crítica sobre el capitalismo, que fue desarrollada por Carlos Marx, cuyo pensamiento ejerció inmensa influencia política en el mundo. Esta situación derivó en la necesidad ideológica, por parte de los defensores del capitalismo, de cambiar la línea argumental, para diferenciarse del mismo, y el cambio debía ser precisamente desde la base: en definitiva, se elaboró una teoría subjetiva del valor, que sumado a la incorporación del marginalismo, constituyeron elementos centrales del pensamiento de los neoclásicos (continuadores de los clásicos, con nuevo arsenal teórico).

Sin embargo, se suscitaba en la economía una especie de conflicto de identidad: se postulaba jugar en el campo de las ciencias exactas, misión que parecía posible a partir de la conjunción del análisis marginal y la formalización matemática. En extremo, esta concepción intentó establecer el nivel del equilibrio de todos los mercados, reflejado en un sistema de ecuaciones, pero el producto final obtenido del análisis de Walras y Pareto es un conjunto cerrado sobre sí mismo, y confinado mayormente al ámbito de una teoría demasiado alejada de la realidad cotidiana. Es que finalmente la economía no puede eludir su fuerte y decisivo componente psicológico (lo que no es obstáculo al uso razonable de modelos matemáticos), los que ejercen una influencia considerable en nuestros días.

Durante las primeras décadas del siglo XX , se contaba solamente con los modelos de la competencia perfecta y el monopolio, y la teoría miraba desde lejos a la realidad, por cierto muchísimo más compleja. En estas circunstancias aparecieron los primeros trabajos que intentaban describir la competencia imperfecta (Chamberlin).

Pero la marcha triunfante del capitalismo estaba matizada por episodios indeseables de recesión y crisis , el más extremo de los cuales tuvo lugar desde 1929 a 1933. Aunque sin duda la forma del movimiento de la economía capitalista presenta característicos e inevitables períodos de expansión y recesión –el ciclo económico- esta tendencia exacerbada aparecía como muy destructiva e incontrolable para los elementos de la teoría económica entonces disponibles, cuyo énfasis estaba en el equilibrio de los mercados.

En este contexto apareció la “Teoría general...” keynesiana , que permitió comprender, interpretar y actuar con un nuevo y poderoso arsenal teórico, que brindaba un cierto grado de eficacia en el control de las principales variables del sistema económico: había nacido la Macroeconomía, y se comenzaba a transitar un camino novedoso. El núcleo central de la teoría keynesiana se basa en tres ideas fundamentales: a) el colapso en la eficacia marginal del capital; b) el multiplicador; c) la preferencia por la liquidez. A partir de su formulación se han desarrollado numerosas aportaciones y fuertes críticas, principalmente sustentadas en el contraataque teórico del monetarismo .

En última instancia, la gran polémica, o pregunta de fondo es: ¿Cuánto debe intervenir el estado en la economía?, siendo en principio los keynesianos proclives a su ingerencia, y los monetarista críticos de la misma, pero hoy la mayoría de los profesionales de la macro sustentan una opinión muy ecléctica.

También las restantes áreas de las ciencias económicas, como la administración se transformaron profundamente (haremos algunas consideraciones en el capítulo de estrategias empresarias); en el área contable, la masiva incorporación de componentes informáticos produjeron un cambio sustancial, al punto que el énfasis actual está definido en torno al manejo de la información con soporte informático .


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