BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


TRATADO TURÍSTICO

Maximiliano Korstanje

 

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Una Construcción Histórica

En uno de sus párrafos iniciales, el profesor Fillipi señala “muchos lugares comunes se han dicho sobre las elaboraciones americanas realizadas por Marx. De la misma manera que las opiniones sobre China o India, las que expresara sobre América serían no sistemáticas… y por lo tanto inferiores a las reflexiones contenidas en sus grandes obras” (Fillipi, 1988:219)

En el transcurso de su análisis, Fillipi comprende que es complicado intentar analizar cual es la visión de Marx, sin intentar primero identificar la perspectiva teórica que utilizó para hacerlo. Su admiración y a la vez preocupación por el devenir histórico de la sociedad inglesa, hace que el autor conciba una continuidad entre pasado y modernidad tras las revoluciones de 1640 y 1688.

Al igual que lo fue la revolución francesa de 1789, Inglaterra después de 1688 pudo abolir todas las relaciones de propiedad feudales. Esto de por sí originó la libre competencia, y el advenimiento de una nueva “clase” social, la burguesía. Pero, y en eso acierta el profesor Fillipi, la cuestión burguesa pronto se convertiría en una cuestión social, e histórica. Marx, ve en este caso que las revoluciones se preceden y se vuelven a superar en sí. Una especie de cadena de revoluciones que distribuyen una y otra vez los roles de la actividad económica.

El profesor de la antigua Universidad de Camerino advierte:

“Pero si la sociedad burguesa (como nos enseñan las revoluciones inglesas y francesas) es el resultado de múltiples y complejos procesos históricos, que se puede entender sólo partiendo del presente, ella misma sin embargo aparecerá como transitoria si se la observa desde la perspectiva (de segundo grado, podríamos decir) que nos ofrece la revolución comunista, por lo menos tal como ella comenzaba a delinearse en la conciencia de los núcleos sociales más avanzados”. (ibidem, 222)

En efecto, la influencia evolucionista hace ver a la historia como un conjunto de etapas progresivas en forma lineal. Se pensaba, erróneamente (y de esto Marx no era ajeno) que los procesos económicos estaban sujetos a ciclos de progreso; es decir que lo próximo siempre sería “mejor” a lo actual.

Entonces, Marx apunta su análisis (en primera instancia) hacia la sociedad estadounidense. Para el autor, esta representaba una forma de organización basada en los factores de producción de la burguesía. Un paso, del orden feudal al burgués, siguiendo según él la dinámica evolutiva. Pero aquí, al igual que Tocqueville, se le suscita un problema. ¿Qué hacer con los estados del sur?, ¿Cómo catalogarlos?

En principio, en los Estados Unidos convivían dos formas económicas antagónicas: mercantil en el norte yanquee y agraria pre-capitalista en el sur. Pero a diferencia, de Tocqueville, Marx no parece interesado en desarrollar el tema de la esclavitud. En este punto, Fillipi está en lo correcto cuando afirma que Marx no logra comprender la dinámica social del sur con respecto a la esclavitud y al orden feudal. ¿Cuál era precisamente la opinión de Marx sobre el conflicto que dirimió el norte y el sur?

“La reducción, por lo tanto, de la guerra civil a un conflicto de intereses se oponía dos sistemas sociales, el sistema del esclavismo y el sistema del trabajo libre, y la predilección teórico política por el segundo …dejan traslucir contradicciones que escapan a la interpretación marxiana … un ejemplo apropiado y sintomático lo constituye la política librecambista de los estados del sur, que debían importar productos industriales baratos y eran contrarios a los derechos aduanales, mientras el norte sostenía su imprescindible necesidad …Marx no concebía …que el proteccionismo pudiese favorecer los procesos de formación y reproducción del ciclo capitalista en los países que intentaban la industrialización después de Inglaterra”. (ibidem, 225)

El posterior triunfo del norte sobre el sur, va a presuponer que la expansión del mercado capitalista al resto del mundo sea un hecho. El motor, de ese proceso no iba a ser otro que el libre cambio de mercancías. Los nacionalismos, y aquí los del sur, retardan el conflicto que inexorablemente implica el avance de los procesos de producción. En esta perspectiva, tanto la guerra por la secesión como los conflictos latinoamericanos adquieren para la teoría marxiana el valor de motines que intentan abatir a las instituciones burguesas.

El inexorable triunfo de la “burguesía hegemónica” sobre los estados menos desarrollados, no sólo confirmaba la propia teoría de Marx sino que apoyaba la construcción que las propias élites latinoamericanas hicieran propias. No es extraño, dice Fillipi, que Marx y Engels festejaran la invasión de Estados Unidos a México en 1847. Presuponiendo, que el propio desarrollo de México estaba en juego, tanto el sur americano como la América ibérica implicaban para estos autores, mundos dominados por políticas pre-capitalistas.

Obviamente, desde el momento en que cada etapa del desarrollo económico debía evolucionar hacia un estado mejor, la concepción bipolar entre desarrollo y subdesarrollo parecía ser una cuestión temporal.

A raíz del golpe de O`Donell, Marx publicaba en 1854 dos artículos en New York Daily Tribune, con el título Revolución en España. Su preocupación estaba orientada al análisis de la Constitución de 1812 por la cual se transmite la soberanía a la nación. Esto deduce que en determinadas circunstancias la política pueda tomar un rol activo sobre las relaciones sociales. La historia luego devendría en un proceso de igualdad, fraternidad y el fin mismo de la lucha de clases.

En este sentido, Fillipi nos recuerda que “la misión verdadera de la sociedad burguesa es establecer el mercado mundial. Como el mundo es redondo, esto parece haber sido completado por la colonización de California y Australia y el descubrimiento de China y Japón. Lo difícil para nosotros es esto: en el continente, la revolución es inminente y asumirá de inmediato un carácter socialista…si por un lado parece indicar el lugar y el tiempo histórico del inminente surgimiento de una contra-utopía, por el otro, sin embargo, la perspectiva real de tal expectativa se concreta en al agudísima, funesta y premonitoria a la vez, acerca del posible destino histórico de su proyecto de socialismo “europeo” (o mejor dicho, centro-europeo)” (ibidem :228)


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