BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


J.M. KEYNES, EL PROFETA OLVIDADO

Mario Guillermo Gómez Olivares

 

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2.5.1. Las condiciones del laissez-faire

La constatación de las condiciones que caracterizaron la estabilidad del sistema capitalista del siglo XIX, son el punto de partida para el diagnóstico de los problemas en siglo XX, lo que podríamos chamar análisis de las condiciones psico-existenciales del capitalismo.

Europa estaba organizada social y económicamente de modo a asegurar el máximo de acumulación de capital; los fundamentos para la idea de que el capitalismo funcionaba harmoniosamente, residían, según Keynes, en un esquema en que la sociedad estaba dividida jerárquicamente:“While there was some continuous improvement in the daily conditions of lifes of the mass of the population, society was so framed as to throw a great part of the increased income into the control of the class least likely to consume it.” .

Esta división no era acentuada y se basaba en la estabilidad de los contratos fijados en dinero, por lo que el sistema financiero debería asegurar la estabilidad del valor de la moneda : “ By this system the active business class could call to the laid of their enterprise not to their own wealth but the saving of the whole communite; and the professional and propertied? classes,..could find an employment for their resources, which involved them in little trouble, no responsibility and (it believed) small risk... For a hundred years the system worked, throughout Europe, with extraordinary succes and facilitated the growth of wealth on an unprecedented scale. To save and to invest became at once the duty and the delight of a large class” .

Se trataba de un ambiente en el cual el mundo de los negocios creía, confiando su destino a las convenciones, la estabilidad y seguridad de los contratos financieros, ampliando las inversiones, suponiendo que las expectativas de largo plazo se verificarían como en el pasado.

La correspondencia doctrinal de ese pasado era el individualismo doctrinario. Esa doctrina suministra un fundamento intelectual satisfactorio para legitimar los derechos de propiedad y la libertad . La igualdad y el altruismo penetraron en la filosofía política, dando lugar tanto al igualitarismo democrático como al socialismo utópico . Los individuos, en consonancia con las leyes naturales, circunscritos a sus propios intereses tienden en condiciones de libertad a promover su propio bien y, simultáneamente, el bienestar general. La contribución de los economistas vino a armonizar esos pares opuestos, el lucro privado y el bien público: “Our philosophical difficulties are resolved-at least for the practical man, who can then concentrate his effort on securing the necessary conditions of freedom. To the philosophical doctrine that government has no right to interfere, and the divine that it has no need to interfere, there is added a scientific proof that its interference is inexpedient... the principles of laissez-faire had arrived to harmonise individualism and socialism, and to make at one Hume‘s egoism with the greatest good of the greatest number” .

La oportunidad de lucros privados ilimitados es el mayor incentivo al máximo esfuerzo. La tarea de distribuir los recursos, calculados de la mejor manera, permite promover la mayor escala posible de producción de los bienes deseados, medidos por el valor de trueque. La iniciativa privada del siglo XIX probara que, entregue a si propia, podría traer progreso, promoviendo de ese modo el interés general: “Thus the ground was fertile for a doctrine that, whether on divine, natural, or scientific grounds, state action should be narrowly confined and economic life left, unregulated so far as may be, to the skill and the good senses of individual citizens actuated by the admirable motives of trying to get on in the world” .

La industria privada encarnaba la relojería social perfecta, y el mercado, la mano invisible, se encargaba de coordinar la voluntad de los individuos. La libre competencia era el camino para los más aptos, eliminando la necesidad de toda la ineficacia intervencionista; la doctrina del laissez-faire era la doctrina de la selección natural de los individuos más aptos, que eficazmente afectan recursos, criando mayor riqueza, motivados por el apego al dinero.

Pero, visto desde un otro anulo, el laissez-faire era la respuesta a la corrupción, la incompetencia, la pésima gestión mercantilista, por lo que, en contraposición, el estado debería circunscribirse a las funciones minimalistas que Smith proclamara, y que casi todos los economistas clásicos defendieron, excepto los heréticos el laissez-faire, profundamente enraizado en la filosofía política y moral de los siglos anteriores, correspondía a los deseos y necesidades de los grandes capitanes de la industria, los cuales, renunciando a las tentaciones aristocráticas, se colocaban al servicio de la sociedad y del bien-estar general .

Por estas razones, la doctrina del laissez-faire se encontraba tan arraigada en el pensamiento de los filósofos y de los economistas que los hizo desconfiados relativamente a cualquier tentativa del estado de proponer normas a la inversión, de regular el valor de la moneda o de controlar el crecimiento de la populación.

Keynes cuestionó la idea de los economistas clásicos sobre el laissez-faire fuese tan limitada y que su visión fuese tan doctrinaria, al punto de la proclamaren como única verdad . Su interpretación de la aceptación del principio del libre comercio por parte de Smith es entendida como circunstancial y adaptada a la época, y sobre todo como resultado del anti-mercantilismo .

Los economistas, en correspondencia con la creencia de la libertad natural, adherían a este principio mucho más por oposición a cualquier orden artificial, que por una aceptación tout court del laissez-faire, seguindo el principio del ‘second best‘‘. Lo que importa subrayar es que el laissez-faire era aceptado por los economistas como una regla práctica, sin grande validad científica, apuntando frecuentemente los ca-sos en que el interés privado y público no coincidían . Esta doctrina resulta, según Keynes, no de hechos observados, sino de una hipótesis incompleta para fines de simplificación. Keynes muestra que las condiciones socio-psicológicas presupuestas en el laissez-faire para la armonía capitalista es viable en los moldes de la división social jerárquica y con base en oportunidades desiguales. Mismo que el laissez-faire tuviese un status en el pasado, ese correspondía a una regla, por lo que debería ser redimensionado en su validad general: “The beauty and the simplicity of such a theory are so great that it is easy to forget that it follows not from the actual facts, but from an incomplete hypothesis introduced for the sakes of simplicity” .

Keynes llega a la conclusión crítica de que, para los partidarios del laissez-faire, las hipótesis simplificadoras contenidas en su credo son saludables y las complicaciones son una enfermedad . El sistema económico correspondía a las funciones atribuidas por la ética práctica del siglo anterior. El problema era que el mundo se tenía tornado complicado para caber no cuerpo magro y asceta del siglo anterior, y que, en relación al desorden provocado por la guerra, las revoluciones, a la incertidumbre, y la emergencia de los nuevos tiempos, el laissez-faire se mostraba cansado e ineficaz. La guerra había transformado Europa desde todos los puntos de vista, provocando la alteración de la conducta de los individuos y pueblos, provocando la ruptura del viejo orden socio-psicológico.


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