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J.M. KEYNES, EL PROFETA OLVIDADO

Mario Guillermo Gómez Olivares

 

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2.3. Distribución equitativa y la eutanasia del rentier.

Keynes esclarece que su contribución teórica permitiría una mejor comprensión de uno de los fenómenos que descomponen la sociedad capitalista, a saber, el problema del desempleo, aunque no se adelanta una explicación para un segundo problema del mundo económico: la repartición de la riqueza y de los ingresos. Su doctrina social general, que es sistematizada y presentada en el último capítulo de su obra magna, representa un plano de fundamentación de una política económica y social a seguir por los gobiernos en oposición a los argumentos y conclusiones de la teoría neoclásica. Existe la idea hecha de que el crecimiento del capital depende de la fuerza de motivación del ahorrador individual y, de que ese crecimiento es comandado en grande medida por el ahorro de la clase rica, la cual despojándose de lo superfluo da lugar a un círculo virtuoso de desarrollo que permite avanzar más rápidamente, por eso la distribución de la riqueza sería necesariamente desigual.

Keynes, por lo contrario, entiende que el crecimiento de la riqueza, lejos de depender de la abstinencia de los más ricos, como se admitía en general, es dificultado por ella, desapareciendo así uno de los argumentos tradicionalmente usados como justificación social de las grandes desigualdades de riqueza.

Aunque reconozca que, en términos sociales, una cierta desigualdad seria benéfica, pues las propensiones humanas peligrosas se canalizarían para actividades inofensivas como ganar dinero y generar fortunas, lo que exige una motivación al lucro en el cuadro de la propiedad privada, en vez de la crueldad y de la ambición desenfrenada del poder personal.

Pero el aspecto esencial para el futuro de las desigualdades se relacionaba con la tasa de interés. Keynes creía que una política de bajas tasas de interés era una condición necesaria para obtener el volumen deseado de inversión. Pero veía esto como política social de redistribución de la riqueza apuntando en el largo plazo para la eutanasia del rentier.

La existencia del rentista y, por tanto, según Keynes, una fase transitoria, tendiente a desaparecer, aunque gradualmente, no necesitando para tal fin de realizar una revolución. Keynes expresa claramente la convicción de que tasas más bajas serían mucho más eficaces, a partir del momento en que los jugadores perniciosos existentes en el sistema fuesen habituados gradualmente a respetar los intereses sociales del pleno empleo. Por un lado, se justifica doctrinariamente la existencia de una tasa de interés más baja que la reinante en un determinado momento y, por otro, ese estado de cosas seria perfectamente compatible con «un cierto grado de individualismo».

La ineficacia del sistema pre-keynesiano no estaba en la dirección de la afectación de los recursos, sino en la incapacidad de conseguir utilizar todos ellos, para la determinación del volumen de empleo efectivo. De resto, apunta Keynes, el sistema de Manchester, a fin de realizar al máximo las potencialidades de la producción, precisa de ser orientado, pues el libre juego de las fuerzas económicas, a iniciativa individual, no conduce al óptimo económico y social. Es posible apreciar que, al obtener un aumento paulatino en el volumen del capital, este deje de ser escaso a partir de un determinado momento histórico, de modo a que los inversionistas no reciban ningún premio de la comunidad. Así, se puede elaborar un plano de tributación directa que deje la inteligencia, la determinación y la habilidad ejecutiva del financiero y del empresario, a servir activamente la comunidad en condiciones razonables de remuneración.

Los sistemas de control centralizados, destinados a establecer el volumen de producción correspondiente al pleno empleo, invalidan la teoría clásica del laissez-faire y de los mecanismos correctivos automáticos, pero, una vez establecidos esos objetivos, no existen objeciones para pensar que el interés personal determinará lo que se produce, en que proporciones se combinaran los factores de producción, y como se distribuirá el producto final entre los participantes en la producción del valor del producto final. La función interventora del estado cesa luego que haya determinado el montante global de los recursos destinados a aumentar los medios de producción, así como la tasa básica de remuneración.

Keynes defiende, así, una economía de mercado descentralizada, pero sujeta a objetivos trazados por la interacción entre la voluntad política del estado y la iniciativa individual. El estado debería, entonces, definir el carácter de su intervención, pero permitiendo aun el ejercicio de la iniciativa y de la responsabilidad individual. El óptimo seria, eficacia y libertad, un sistema libre de las enfermedades ocasionadas por la falta de opción en el presente, y, de la voluntad de mejorar el futuro. En los trabajos de preparación de la Teoría General, Keynes escribió " A large part of the esta-blished body of economic doctrine I cannot but accept as broadly correct. I do not doubt it. For me, therefore, it is impossible to ret satisfied until I can put my finger on the flaw in that part of the orthodox reasoning which leads to the conclusions which for various reasons seem to me to be unacceptable. I believe I am on my way to do so. There is, i am convinced, a fatal flaw in that part of the orthodoxy reasoning which deals with the theory of what determines the level of effective demand and the volume of aggregate employment” .

La doctrina social de Keynes podría llamarse: el papel del gobierno de modo a obtener el equilibrio de pleno empleo. En ese sentido, reclama la disminución de la tasa de interés, que significa en el largo plazo la eutanasia del rentier, y por consecuencia, la desaparición progresiva del poder opresivo adicional que tiene el capitalista de explorar el valor conferido al capital por su raridad, lo que es un objetivo social de largo plazo. Keynes decía frecuentemente en los años Veinte que era más grave provocar la desocupación que defraudar al rentier.

Esta es una visión de largo plazo, resultado de un proceso en que se van colocando en duda los atributos del sistema capitalista y su interpretación teórica, basada en una filosofía social que defiende la iniciativa individual pero evidencia insatisfacción en relación al dominio que el capital financiero asume en el desarrollo del capitalismo contemporáneo .

Las ideas sociales de Keynes no representan una acumulación desgarrada de aseveraciones con poco sentido, son el resultado de la observación de los hechos y de las creencias doctrinarias que redundan en una teoría del output y del empleo en una economía monetaria. Sus ideas sobre la avaricia, la usura, lo llevan a apelar a la ética medieval de condenación de las tasas de interés exageradas, de exigir establecer reglas y limitaciones a esa práctica y tradición ética.

Keynes pretende alcanzar su objetivo de modo gradual, respetando el gobierno de los asuntos humanos, el tiempo de las alteraciones necesarias de la conducta. Keynes piensa lo social en una sociedad libre e individualista pero no desprovista del concurso a las herramientas de transformación colectiva.


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