BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

ENSAYOS DE GERENCIA SOCIAL
OTRA GERENCIA ES POSIBLE

Roberto Carlos Oñoro Martínez

 

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TEORÍAS DE REESTRUCTURACIÓN PRODUCTIVA

De los cambios del mundo del trabajo se resaltan las reestructuraciones productivas, de las cuales existen visiones que interpretan o dan sustento a estas; hay algunas que se centran mas en la relación directa con la forma que asume el trabajo y la otra con la estructura del mercado. Entre ellas tenemos la teoría del regulacionismo y modelo japonés, neoeschumpeteriano, especialización flexible y segmentación del mercado. De alguna estas visiones permiten entender lo que sucede en la dinamica del mundo del trabajo sus cambios y/o mutaciones sociales como lo expresara el profesor Adrian sotelo Valencia; para explicar cada una de estas visiones tomamos como referencia a Giuseppe Cocco y Carlo Vercellone Maldeojo y a Marcia Campillo y Enrique de la Garza Toledo .

REGULACIONISMO Y MODELO JAPONÉS

Instituciones de regulación que conforman el modo de regulación. Las más abarcadoras, como la regulacionista (Aglietta; Boyer 1989; Lipietz 1985; Coriat), tienen un nivel semejante al de las antiguas teorías de la Cepal, con conceptos que guardan parecidos al de modelo de desarrollo. Pero también hay diferencias importantes, la más común es que estas teorías tienen un eje central en los procesos productivos, que no se conciben como en las antiguas teorías desarrollistas en su aspecto macroeconómico y sectorial, sino específicamente en cuanto a las condiciones materiales y relaciones laborales que hacen posible ciertos resultados económicos.

La teoría regulacionista es quizá la más abarcadora de las nuevas concepciones acerca de la reestructuración productiva: el proceso de producción sólo es un momento del régimen de acumulación, y éste se relaciona con un modo de regulación. Esta teoría reformuló dos conceptos claves como los de taylorismo y fordismo. Estas categorías encontraban hasta entonces su contenido en el nivel del proceso de producción, en la tradición de la sociología del trabajo; pero los regulacionistas las concibieron como un régimen de acumulación con los respectivos modos de regulación, y en esta medida añadieron consideraciones más amplias del sistema de relaciones industriales y de los pactos entre Estado, sindicatos y empresarios. De esta manera el fordismo, como régimen de acumulación, dejó de ser un mero tipo de proceso de trabajo convirtiéndose en la articulación entre producción y consumo de masas. Su crisis se debería, en tanto proceso productivo, a las limitaciones para incrementar la productividad –organización del trabajo altamente segmentada, estandarizada y sin involucramiento de los trabajadores; pero también se debería a los límites de la relación salarial que la caracterizó, así como de las instituciones reguladoras del uso de la fuerza laboral y de la reproducción de los trabajadores, en tanto permitieron en los 70 que los salarios crecieran más que la productividad. La visión de futuro de esta teoría se enmarca dentro del diagnóstico de la crisis de productividad en el nivel del proceso de trabajo –crisis de la organización laboral y de relaciones de trabajo rígidas–, como en el nivel macrosocial de las instituciones del sistema de relaciones industriales –negociación colectiva, seguridad social, neocorporativismo. El futuro por lo tanto tiende a la flexibilidad laboral, implicando un trabajo más integrado y creativo, negociado, con control de ganancias por parte de los trabajadores (Lipietz 1988).

Debe señalarse que el evolucionismo, en el marco del regulacionismo, se ve mitigado por el hecho de que en esta transición hay varios modos de regulación competitivos –por ejemplo el neotaylorista, el toyotista, el kalmariano, y persistirían en el Tercer Mundo el taylorismo y fordismo; por otra parte, la articulación entre producción y consumo no encuentra todavía sus instituciones reguladoras de mediano plazo. Sin embargo se prevé que, dentro de la confusión actual entre modos de regulación alternativos, sea la flexibilidad concertada la que tenga mayores probabilidades de convertirse en el esquema de regulación de la nueva etapa del capitalismo. Esto debido a que, según las derivaciones de la crisis del taylorismo-fordismo, la rigidez sería inconducente para la productividad, mientras la simple desregulación de mercados y procesos de trabajo tampoco aseguraría el salto productivo sin consensos. Sin embargo, esta anticipación del futuro por parte de los regulacionistas, que está entre lo probable y lo deseable, encuentra límites en sus propios supuestos metodológicos. Por un lado, dicha teoría no deja de ser estructuralista: son las presiones del mercado las que resuelven la permanencia de las empresas en función de la productividad y la calidad, que a su vez presionan hacia la transformación flexible y negociada. Es cierto que los actores toman decisiones y pueden no captar adecuadamente las señales sociales y de mercado; podrían optar entre diversas soluciones, pero no todas son viables en el mediano plazo. De esta manera, queriendo escapar del evolucionismo, aparece por la puerta trasera de lo viable. En otras palabras, sujetos y conflictos alteran las formas, pero en el ensayo y error se imponen las determinadas por las exigencias estructurales. Así, la derrota obrera frente al neoliberalismo queda reducida a incidentes de reacomodo estructural a consecuencia de las nuevas exigencias.

Entonces, la atención se ha desplazado hacia el aparato productivo contemporáneo que mejores resultados ofrece, el que asegura a Japón una capacidad sin precedentes de romper las barreras erigidas por los grandes oligopolios europeos y americanos. Se ha empezado a hablar entonces de modelo japonés y de "toyotismo" como nuevo arquetipo que dicta, al nivel de la economía mundial, las nuevas normas de producción. De manera simétrica, mientras que el concepto de americanización se ve reemplazado por el de japonización, se piensa poder circunscribir en los trabajos de Ohno (1978) la formalización teórica de los principios de organización del trabajo que reemplazan al taylorismo y \l'OST\ (Coriat 1990). Estas conceptualizaciones marcan otras tantas etapas decisivas en la evolución de los útiles de análisis de las estrategias de salida de la crisis. El esfuerzo desplegado es notable, en especial cuando, mediante la "distinción entre innovación tecnológica e innovación organizativa" (Coriat 1990), se apunta a la recomposición de "lo económico" y " lo social". De este modo, se restablece la centralidad de la problemática de la gestión de los "recursos humanos" mostrando la variedad de configuraciones a las que puede llegar un mismo soporte técnico (Boyer 1989). Sin embargo, a pesar de su riqueza, estos intentos de definición del paradigma posfordista representan aún un trabajo "en negativo". Se calca el "toyotismo", de manera estática, sobre los límites técnicos del modelo fordista canónico. De la obsolescencia de los principios fordistas se extraen otros tantos principios posfordistas, a saber, otras tantas "soluciones". En esta perspectiva, el sinóptico propuesto por R. Boyer (OCDE 1989) representa un trabajo de referencia. Según la modelización esbozada por Boyer, la dimensión paradigmática del "toyotismo" está unida a su capacidad de ser, de manera especular, el substituto del fordismo.

La dinámica innovación/conflicto se ve borrada o en el mejor de los casos relegada a las coyunturas transitorias que marcan el paso de un paradigma a otro. Es cierto que, del "fordismo" al "toyotismo", del modelo americano al modelo japonés, del cronómetro al robot, se afirma una problemática finalmente global para marginalizar a los enfoques economicistas. Pero se sigue corriendo el riesgo de caer en una visión evolucionista, caracterizada por la superación de las rigideces técnico-económicas de la cadena de montaje. De este modo, tal y como el taylorismo permitió luchar contra la "vaguería del trabajo", el toyotismo corre el riesgo de aparecer no como un desplazamiento, sino como una simple profundización y una expansión de la organización del trabajo, que permitiría finalmente atacar a la "vaguería del capital circulante".


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