BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

EL TURISMO EXPLICADO CON CLARIDAD
Autopsia del Turismo, 2ª parte


Francisco Muñoz de Escalona

 

 

Esta página muestra parte del texto pero sin formato.

Puede bajarse la tesis completa en PDF comprimido ZIP (209 páginas, 833 kb) pulsando aquí

 

 

El campo

Los elementos incentivadores no se limitan a los que se localizan en las ciudades. Es evidente que, en las primeras fases del desarrollo de la humanidad, la mayor parte de los elementos que generaban planes de desplazamientos se localizaban fuera de las ciudades puesto que éstas no existían. Hasta su aparición a partir del neolítico y su crecimiento desde hace cuatro milenios los elementos incentivadores se localizaron preferentemente en el campo, sobre todo, como es obvio, los que pertenecen al reino de la Naturaleza. Con el paso del tiempo, también se localizaron en el campo muchos de los que se encuadran en el reino del Arte. Una vez consolidado el proceso urbanizador de la Tierra, el medio campesino, rústico o rural se define de alguna forma por oposición al medio urbano. Lo rural y lo urbano se definen por oposición al espacio no ocupado, desértico o silvestre, pero aquí entendemos por campo simplemente el espacio no urbano, en el que pueden localizarse elementos incentivadores naturales (una catarata fluvial, por ejemplo) y artificiales (unas antiguas ruinas, entre otros elementos legados por las civilizaciones del pasado)

Además del paisaje, que, como elemento incentivador de planes de desplazamiento de ida y vuelta no hace mucho que ha adquirido un especial relieve, hay que fijar la atención en ciertos lugares sagrados o míticos, altamente cargados de simbolismo. Estos lugares se han comportado como incentivadores de planes de desplazamiento desde los orígenes de la humanidad. Unos son legendarios asentamientos de poblaciones primitivas, otros escenarios de encarnizadas batallas de antaño o incluso lugares en los que se cree que se manifiesta la deidad de algún modo singular o que cuentan con algún recurso singular al que se atribuyen poderes especiales. Citaré algunos de ellos siguiendo el Atlas de lugares misteriosos coordinado por Jennifer Westword (Debate, Madrid, 1987)

Glastonbury. El otero de Glastonbury era casi una isla porque estaba rodeado de pantanos. Para llegar, había que utilizar canoas. Los primeros cristianos ingleses fundaron un monasterio en el siglo VIII, pero es posible que sirviera como escenario para realizar cultos religiosos desde mucho antes, posiblemente en la Edad del Hierro. Las terrazas que rodean el otero son senderos formados por las pisadas de ancestrales peregrinos que, en forma de espiral llevan a la cima. Lo cierto es que el lugar sigue marcado todavía por tantas leyendas que hoy la pequeña aldea de Glastonbury atrae a todo tipo de visitantes: los más románticos acuden porque están convencidos de que allí está el sepulcro del rey Arturo y de su esposa, Ginebra; los cristianos van como peregrinos en busca de sus orígenes y de las ruinas de antiguas iglesias y monasterios; los místicos lo visitan porque creen que allí está el Santo Grial; los astrólogos acuden atraídos por la creencia de que pueden encontrar el zodíaco dibujado en el paisaje por medio de ríos, senderos y colinas.

T’ai – Shan. La montaña china que lleva este nombre establecía en el pasado la separación entre el mundo conocido y el mundo desconocido. El primero es el mundo del trabajo, el orden y la muerte. El segundo, o de Shan – tong, es el mundo de la magos, los conocedores de los secretos de la vida eterna, encargados de visitar a los seres inmortales, los moradores de las islas orientales. T’ai – Shan era el lugar venerado por los pueblos primitivos que rendían culto a la Naturaleza. 2000 años antes de Cristo, los antiguos emperadores chinos celebraban en este lugar grandes sacrificios. Desde entonces ha sido objeto de peregrinaciones por parte del pueblo chino y es considerada la más sagrada de las cinco montañas del taoísmo. En la década de los años treinta del siglo XX un viajero occidental informó que, en la época de la peregrinación anual, subían a T’ai – Shan diez mil personas por día. Parece que hoy ya no hay peregrinaciones religiosas pero sí visitantes que acuden para conocer y admirar la gran escalinata, las puertas, los templos, las cuevas, los murales, el jade y el bronce, la madera, el agua y la piedra, pero también, por supuesto, para contemplar las impresionantes vistas de la llanura.

Stonehenge. Este monumento megalítico es un gran círculo de piedras localizado en la llanura inglesa de Salisbury. Fascinó a los romanos cuando conquistaron la isla y experimentaron gran interés por desentrañar su origen, pero desde entonces está envuelto en el mito y sirve de pábulo para toda clase de leyendas. Parece que fueron los pastores seminómadas que habitaron la comarca quienes hicieron hacia 3500 a. C. las primeras instalaciones, consistentes en círculos de arenisca azulada. Años más tarde, estos círculos fueron sustituidos por las gigantescas piedras que han llegado hasta nosotros.

Se ha especulado mucho con la finalidad de Stonehenge. Para unos era un lugar de reunión, pero para otros era una instalación de naturaleza mágico – religiosa al servicio del culto a los antepasados y la adoración al Sol. Probablemente su principal interés residiera en establecer un calendario básico y determinar los movimientos de los cuerpos celestes por motivos religiosos. John Michell apunta a que se trata de un templo cósmico dedicado a los doce dioses del zodíaco. Lo cierto es que, desde hace varios siglos, Stonehenge despierta el interés de investigadores y simples curiosos. Samuel Pepys visitó el lugar en 1668 y expresó así sus impresiones: Al acercarme lo encontré tan prodigioso como me habían dicho; valía la pena hacer el viaje para verlo.

Carnac. Los megalitos de Carnac (Francia) datan del año 4700 a. C. En la aldea de Le Ménec, al norte de Carnac, arrancan cuatro avenidas formadas por numerosos menhires ordenados en once hileras. Sus 540 piedras dibujan un recinto cuadrado que, aunque en estado ruinoso, está considerado como el más espectacular monumento megalítico de Europa. También sobre Carnac se han hecho toda clase de interpretaciones. La más plausible apunta a que, como Stonehenge, su finalidad era la observación de los cuerpos celestes, en especial de la Luna.

Cumas. En la bahía de Nápoles existe un antiguo cono volcánico en cuya cima se erigió un templo dedicado a Zeus por los colonos griegos que llegaron al sur de Italia en el siglo VIII a. C. En las entrañas volcánicas se encuentra la cueva donde moraba la famosa sibila de Cumas. Se trataba, según el poeta Virgilio, de una caverna profunda, de boca amplia y muy grande, de suelo rugoso, defendida por un oscuro lago y bosques sombríos. El lago es el Averno, el lugar donde Dante sitúa el infierno. La montaña está preñada de galerías. Se sospecha que la caverna excavada en 1932 es la que usaba la sibila, pero no es seguro. A ella se accede por una galería que conduce a un vestíbulo con bancos de piedra donde esperarían los que aspiraban a que la sibila les desentrañara el futuro. Lo que parece cierto es que la cueva fue visitada durante siglos por griegos y romanos tanto para consultar a la sibila como para utilizar los baños termales de aguas sulfurosas con propiedades terapéuticas que había en sus proximidades.

Gizeh. En la meseta de Gizeh, en Egipto, se elevan las pirámides de Keops, Kefrén y Mikerinos. La más impresionante es la primera, llamada por ello la Gran Pirámide. Las tres fueron construidas entre los años 3100 y 2700 a. C. La Gran Pirámide ocupa una superficie de 5.300 m2. Su construcción necesitó unos 25 años y el trabajo de unos 4.000 hombres. Tan gran número de operarios planteaba el problema de darles alojamiento y comida, atenciones sanitarias y vigilancia durante la jornada laboral y fuera de ella. El conjunto de pirámides de Gizeh debió de ser objeto de peregrinaciones durante la época faraónica. Los griegos y los romanos se sintieron profundamente interesados por este conjunto monumental. Desde hace cerca de dos siglos es objeto de un creciente flujo de visitantes, simples curiosos unos, los más, y numerosos equipos de investigación.

Podría seguir exponiendo ejemplos similares porque son innumerables los que existen en el mundo. El hecho de que la antigua Roma fuera una ciudad habitada por campesinos, enriquecidos los menos (terratenientes absentistas), desposeídos de sus propiedades los más, obligados a emigrar a la ciudad en busca de nuevas oportunidades, contribuyó a hacer del campo lo que fue desde muy pronto, el escenario ansiado para el reposo y el placer. En los alrededores de Roma surgieron las villas de recreo de los patricios, algunas de ellas muy suntuosas y con grandes comodidades.

La decadencia y caída de Roma acabó con la civilización urbana en Occidente y dio paso al mundo feudal, ruralizado, que no se superó hasta muchos siglos después. A mediados del siglo XVIII, en plena recomposición de lo urbano, Juan Jacobo Rousseau, “el ciudadano de Ginebra”, creía en que la vida en sociedad trueca en maldad la natural bondad de los hombres. La falta de fundamentos de esta creencia no impidió que contribuyera a cambiar el mundo por la influencia que tuvo en el modelo de sociedad y de Estado que se impuso con la Revolución Francesa y en el Romanticismo, un movimiento intelectual y artístico caracterizado, entre otras cosas, por la reivindicación de la Naturaleza en estado puro que hoy promueven los ecologistas.

El pensamiento de Rousseau y el Romanticismo propiciaron el gusto por la naturaleza entre las clases burguesas ilustradas. Pronto se planificaron servicios incentivadores de visitas basados en el paisaje. Entre ellos debemos citar el Parque de Yellowstone, creado en los Estados Unidos de América en 1872. El parque constituye un antecedente histórico imitado después por muchos países. Fue concebido como un espacio abierto al público, dedicado al recreo, para el beneficio y disfrute del pueblo, hasta el extremo de que se declaró que toda persona que se establezca u ocupe el parque o cualquiera de sus partes será considerada como infractora y, por tanto, será desalojada del lugar. Hoy se acusa un cambio sustancial en las finalidades de los parques nacionales, ya que, a los recreativos se han unido los que se conocen como conservacionistas de hábitat singulares por su paisaje, su geomorfología, su flora o su fauna, sobre todo si algunos elementos se haya en vías de extinción.

La ley de parques nacionales de España data de 1916. En 1937 se publicó el memorandum del botánico venezolano Henri Pittier, fundador del primer parque nacional de Venezuela. La relación sería prolija. Si la hiciéramos, se pondría claramente de manifiesto la voluntad política de reservar territorios singulares que, aparte su indiscutida función conservacionista, cumplen al mismo tiempo una igualmente indiscutida función incentivadora de planes de desplazamiento de ida y vuelta, condicionada al cumplimiento de la primera, en la que se basa. Cual de las dos prima en realidad es una cuestión secundaria, aunque, en cualquier caso, tendría que ser evaluada con datos empíricos. Lo cierto es que muchos promotores de la declaración de este tipo de espacios legalmente protegidos puede que se muevan más por la segunda que por la primera. Pensemos en los espacios que han merecido o pueden merecer en el futuro ser declarados Reserva de la Biosfera de la UNESCO. El positivo espíritu proteccionista que anima a la UNESCO no oscurece la intencionalidad incentivadora de visitantes que anima a los países solicitantes.

Después de miles de años durante los que ha tenido lugar el proceso de concentración de la humanidad en grandes ciudades (megalópolis), lo que entendemos por campo, para unos el asentamiento de una cultura milenaria, y, para otros, simples espacios de baja o nula densidad demográfica, está convirtiéndose en la base de un tipo de vida que llamamos cultura o modelo de vida rural con capacidad incentivadora porque ha entrado hace años, en unos países más que en otros, en vías de extinción. En el continente europeo, densamente poblado como consecuencia de su pasado de alto crecimiento y su limitada superficie, el mundo rural está siendo objeto desde hace medio siglo de la aplicación de medidas conservacionistas tanto por parte de las autoridades como de la iniciativa privada. Siguiendo la costumbre de los patricios romanos pero también de la nobleza feudal y de la alta burguesía decimonónica, hoy los residentes en grandes ciudades aspiran a tener una casa en el campo, en la montaña o en el litoral, y, aunque no todos lo consiguen, una parte creciente llegan a tenerla y a usarla para pasar temporadas en ellas en contacto directo con la Naturaleza o con las culturas tradicionales. Los que no la tienen en propiedad, la alquilan en ciertas épocas del año o, pertrechados de tiendas de lona, acampan en lugares especialmente adecuados para hacerlo o en zonas de acampada libre o no controlada.

El campo, la montaña, el litoral y algunas islas llevan años acogiendo urbanizaciones de mayor o menor nivel de equipamientos en todos los países altamente industrializados. Como siempre, Estados Unidos figura a la cabeza en este proceso. La empresa Disney es la promotora de la ciudad de Celebration, en la que se recrea una ciudad norteamericana representativa de los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial, con plazas y jardines, casas unifamiliares con porche delantero, rodeadas de césped y cercadas con valla de estacas blancas. El escudo logotipo de la ciudad representa la idílica (pero urbana) imagen de una niña con cola de caballo paseando en una bicicleta acompañada de un perro. La ciudad tiene Casa Consistorial pero carece de autoridades locales en el sentido tradicional del término aunque, obviamente, no de ciudadanos (vecinos propietarios que residen en ella la mayor parte del año). De organizar actividades colectivas se encarga la Fundación Celebration, que también edita el periódico de la ciudad. Celebration se ha diseñado hasta el más mínimo detalle, incluido su tamaño, unos 20.000 habitantes. Este tipo de realizaciones habla con elocuencia de la existencia de un segmento de la demanda con altos niveles de renta que detesta vivir en megalópolis y prefiere residir en un medio aparentemente natural o rústico, siempre, claro, que esté dotado de las comodidades y el confort de la vida moderna de alto nivel propio de las ciudades.

Lo que vengo diciendo de los medios residenciales urbano y rural muestra con claridad la tendencia que se observa desde mediados del siglo XX a la desaparición de las fronteras entre ambos medios. Se camina hacia un modelo de vida estándar en lo que concierne a la residencia permanente pero combinado con una alta movilidad entre los diferentes escenarios posibles, puramente residenciales o combinados con usos múltiples (laboral, formativo y lúdico). En principio, es en el medio urbano donde se localizan tradicionalmente las industrias de todo tipo, los comercios, las universidades, los museos, las grandes exposiciones, los centros deportivos y los lugares recreativos. Desde hace algunos años se a localizar estas instalaciones a cierta distancia de los núcleos urbanos. Al cabo de cierto tiempo los nuevos lugares de residencia y actividad terminan imitando, inexorablemente, el modelo urbano.


Grupo EUMEDNET de la Universidad de Málaga Mensajes cristianos

Venta, Reparación y Liberación de Teléfonos Móviles