BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

MÉXICO EN LA ALDEA GLOBAL

Coordinador: Alfredo Rojas Díaz Durán

 

 

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SISTEMAS DE EXCLUSIÓN

La objetividad, si existe bajo cualquier forma, debe ser producto de la subjetividad: puesto que del ser humano emana todo discurso hacia fuera, más allá del decir las cosas sólo son.

La objetividad pretende separarse con menosprecio de toda subjetividad; en cambio, lo subjetivo no pretende separarse de lo objetivo porque simplemente le pertenece. Lo objetivo son formas con las que los individuos representan el mundo, discursos de todo lo dicho y hecho. Debido a ello, lo que realmente existe son las verdades de cada quien en cada quien.

Por eso, no creo que alguien posea la verdad válida para todos sólo porque disfraza su discurso de alguna lógica siempre dudosa, de algún truco numérico que invertido demuestra su falsación, de algún promedio de datos que ocultan lo diferente o de algún consenso casi siempre mediocre. No afirmo que de los seguidores de Kant a los modernos se haya mentido, ni ignoro sus grandes hazañas en la intelección humana; sólo digo que han sido parciales en su trato con la realidad, que debido a su solipsismo se han preocupado más en demostrar tener “la verdad” que en conformarse con describir lo más amplia y fielmente posible a la realidad. El compromiso no es con “la verdad” que nadie posee, sino con la realidad que somos todos, que es fuente infinita de la continuidad de todo lo que llamamos verdadero. Por lo que, en cuarto lugar, para un diálogo profundo: la realidad no es un consenso, promedio, dato o lógica; la realidad es el estado real de cosas y hechos verdaderos. Lo que llamamos “realidad” es un conjunto de mediación de dichos y elucubraciones que no son verdaderos por tratarse de ideas etéreas, simples proyecciones discursivas, meras figuraciones.

Doscientos años de disección meticulosa del orden con ignorancia total del caos. El positivismo es parcial porque adolece de negativismo, no ve qué produce, sólo ve la luz que baña las cosas; finalmente, enceguecido de luz termina viendo lo que quiere ver y lo que no quiere ver no lo ve, no lo toma en cuenta. No ve a cada quien ni la interacción cotidiana, el alimento que anima dando vida a instituciones, partidos y a todo fenómeno social. Los positivistas no ven el cemento que construye los fenómenos por considerarlo ruidoso e irrelevante; les causa aversión, considerando, por tanto, que no existe: non vidi, ergo non est.78 Sin embargo, y en defensa de la modernidad, me parece que las grandes civilizaciones en sus momentos cúspides han sufrido de un excesivo positivismo (esperancismo), que les ha llevado a gobiernos cada vez más excluyentes.

En el diálogo sistémico, la confusión de ver el “sistema gubernamental” separado del “sistema social”, la introdujeron los positivistas infiltrados en el discurso sistémico,79 a pesar de las críticas y prevenciones de los dos autores originales de la cibernética (1948),80 el norteamericano Norbert Wiener (1894-1964) y el mexicano Arturo Rosenblueth (1900-1970), quienes precisamente proponían una visión dualista complementaria del positivismo con el negativismo, en su aporte más básico: la lógica binaria (1/0).81 En cambio, los positivistas metidos a la cibernética coinciden en creer que sólo de grandes ordenamientos se alimenta un sistema (medible, objetivo, objetual, consensual, “visible”), con “exclusión” de todo caos y disenso. Exclusión de todo lo negativo, disensos de cualquier grado o dimensión que van desde estar en contra hasta no estar ni a favor ni en contra. Esta confusión actúa en tres sentidos: 1) que al concitar sólo grandes consensos menosprecian grandes disensos, como por otro lado, 2) no ven ni dominan tanto consensos irrelevantes, 3) como disensos irrelevantes. Sin embargo, para los autores originales, Wiener y Rosenblueth, el sistema social real se alimenta tanto de consensos como de disensos; y ambos enfoques, integrados de manera complementaria, constituyen una visión de totalidad social.

Contra el positivismo, Rosenblueth, afirma: “Mi filosofía es dualista, ya que afirmo la existencia de nuestros procesos mentales y la de un universo material que determina los procesos físicos que ocurren en nuestros cerebros. Empiezo por los procesos mentales porque, como Descartes (1637), creo que son los únicos eventos que podemos percibir directamente y de los cuales podemos estar seguros. No me limito a los que me son propios, sino que postulo que ocurren también en mis congéneres (y en algunos animales), porque acepto la validez de las inferencias basadas en analogías y porque creo que somos capaces de intercomunicarnos nuestras experiencias mentales. Inventamos o postulamos un universo material para racionalizar nuestras percepciones. Este universo es necesariamente antropomórfico en el sentido de que tiene que adaptarse a los procesos mentales (percepciones e inferencias) a través de los cuales juzgamos cuál es su estructura”. Rosenblueth, Arturo “Mente y cerebro”, Ed. Siglo XXI, México 1994, pp 143-144.

Lo social se constituye de intercambios simbólicos y, dentro de ello, el positivismo fenomenológico sólo observa altos grados de consenso a despecho de grandes disensos (“anomia sin causas” le llama Parsons), como también excluye grados medios y bajos de disensos y consensos (“ese insoportable ruido de los lenguajes cotidianos”, dijo Habermas en su venida a México). ¿Qué es lo que escapa? Escapan los disensos medios y bajos que no están a favor ni en contra de los grandes consensos; escapan las diferencias que pudieron haber aportado mejores ideas, mejores soluciones, mejores alternativas para todos, que nunca conocimos. Los mecanismos y teorías modernas no están diseñadas para ver ni reflejar las irrelevancias que llegarán a ser mayorías. ¿Qué nos deja la modernidad? Nos deja el poder generado por el consenso administrado por grandes beneficiarios de grandes fenómenos, miserablemente “negociado” con algunos grandes contrincantes y la exclusión de todos los demás por ser los de menos.

La visión positivista no penetra en grados medios y bajos de consensos/disensos por considerarlos “irrelevantes”. ¿Qué escapa en concreto? Aquí y ahora escapan más de seis mil quinientos millones de personas realizando una infinidad de actividades simultáneas e irrelevantes con una infinidad de sinapsis neuronales y de impulsos musculares, al lado de un sinfín de hojas que se caen y billones de soles que alumbran a decenas de billones de planetas que no conoceremos, aun sin tomar en cuenta otras situaciones y otros universos. Todo esto para sostener cada singularidad imposible de medir en su totalidad. El positivismo desconoce la intersubjetividad por ser actividades cada vez más irrelevantes y numerosas, por tratarse de simples saludos, actos de cortesía, esperar un camión, estudiar, comer, bañarse, vestirse, comprar, preocuparse, especular, rememorar, descansar, ver televisión, vestirse para ser visto, salir a pasear, ir al baño, seducir y dejarse seducir, la disposición del mesero, el chismorreo, una cita amorosa, una conspiración; una reunión de vecinos, de trabajo, de partido, de asociados; ser parte de una conferencia, de un partido de futbol, de un vagón del metro, de un salón de clases, etcétera.

En suma, el positivismo desconoce todo lo que no sea mercancía, trabajo, dinero, interés, impuestos y las grandes acciones y decisiones. Esto es, entre más relevantes son los actos, su número disminuye, siendo posible determinarlos; por el contrario, en la medida que la importancia decrece, el número de actos así como su desconocimiento tienden al infinito. Y, sin embargo, este mare infinitum psicosociae, constituye la “invi- sible” cotidianidad negada pero productora y sostenedora de todo poder trascendental. Para un quinto diálogo profundo: no ver es no saber, no contar y no tener en cuenta es excluir.

Me parece el positivismo tan plano y, sin embargo, hoy sigue inspirando a la mayoría de los gobiernos, lo mismo en su versión neomarxista que neoliberal, a funcionar como “sistemas de exclusión”. Sistemas que separan lo relevante de lo irrelevante, lo objetivo de lo subjetivo, el consenso del disenso, lo uniforme de lo diferente y diverso. Exclusiones que separan poco a poco a los sistemas de administración de las nuevas realidades, por ser estas cada vez más diversas e irrelevantes. Exclusión creciente de minorías que, en su conjunto diverso, constituyen las nuevas mayorías “ocultas” que mañana derrocarán a los sistemas de gobierno de hoy. Mayorías que tomadas por separado “no importan”, pero que “no se vean” no significa que no interactúen terminando por afectar finalmente todo y a todos. Los sistemas de exclusión son “corporaciones embudos” concentradoras de riquezas sociales en las menos manos legales o ilegales, provocando desequilibrio en toda la dimensionalidad psicosocial, debido a la distribución desigual de intercambios que introducen.

Sin embargo, en defensa de Kant y los neokantianos, positivismo siempre ha habido. Las seis o siete grandes culturas que han existido desde hace 11,000 años han sufrido de excesivo positivismo en su cúspide, por lo que no podemos acusar sólo a los positivistas de hoy. La misma esclerosis estatal se corresponde con los ciclos de pleno auge y primera caída (cúspide) de todos los imperios. Únicamente subrayo que, los sistemas de exclusión producidos por el positivismo moderno ahora actúan sobre una población y riquezas cientos o miles de veces mayores que antes. Por lo que la ley de Herodes, pues- ta al día, abre una brecha entre gobernantes y gobernados que genera violencia e injusticia mucho más masiva que nunca.

Así que, para un sexto diálogo profundo: La posmodernidad y el integralismo no son delirio futurista, son realismo presentista; no estriba en más promesas sino en hechos claros y contundentes que muestren que el esfuerzo de todos es para todos y no para unos cuantos.


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