BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

MÉXICO EN LA ALDEA GLOBAL

Coordinador: Alfredo Rojas Díaz Durán

 

 

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LA MARCHA ZAPATISTA, TIEMPO, ESPACIO Y POLÍTICA

La incertidumbre de no saber lo que sigue, ni cómo responder tanto en el debate como en la acción, trae consigo actitudes desesperadas. Se pone en cuestión el qué hacer, desde dónde y en qué momento hacerlo; el espacio y el tiempo político están en disputa y la confrontación tiene en la operación estratégica un campo que es difícil dominar. Está en juego el manejo y control de la información, la capacidad política de respuesta ante los embates del otro, la disposición a la movilización de las fuerzas sociales involucradas, y las formas en que se accionará y presentará el contenido del discurso y la iniciativa políticos. El EZLN logró posicionar a todo un movimiento nacional de cara al futuro y en disputa por la patria. Se ubica en el espacio que domina el imperio de los canales de la comunicación y realiza su propia “producción interactiva de la comunicación” (Negri)51 y asume dicho espacio como el sitio donde tiene lugar la circulación de las ideas de la dominación imperial, y por tanto logra también una conexión mundial que vincula ecos de resistencia.

Puede decirse que el EZLN puso a discusión la idea de resistencia como forma moderna de defensa de la soberanía popular, en el contexto actual de la crisis de las soberanías nacionales propiciadas por la estrategia económico-política conocida como globalización neoliberal, con su objetivo de imponer la ley del mercado como medida de todos y todo. La marcha del EZLN trae el cuestionamiento y confrontación a este proyecto neoliberal, en cada flanco, como las nuevas medidas de reforma fiscal, el plan Puebla-Panamá, la conducción de Pemexpor los burgueses, entre otras. Medidas que pretenden llevarnos a la fase de “subsunción real de la sociedad dentro del capital”, como le llama Antonio Negri.52 En este contexto, la exigencia del reconocimiento constitucional de los derechos y cultura indígena se convierte en un dique a la subordinación de la soberanía de México al imperio. Una resistencia a la subordinación que impulsa el imperio a través de los medios masivos de comunicación, el dinero y la fuerza militar.

Hegemonía que se presenta como el nuevo orden mundial. Elzapatismo propone el reconocimiento de la diversidad y el “desorden” local que no responde a esa pretensión de imponer la relimitación del tiempo y el espacio a través de una homogeneización del mundo político.

Junto con el EZLN, el CNI advertía desde Nuria que uno de los avances es que los pueblos indígenas “dieron un paso mayor en el camino a su reconstitución integral como pueblos, como culturas, como lenguas vivas”. Advertía la trascendencia histórica que da “la variedad y legitimidad de las representaciones” en el CNI, y la culminación nacional de un proceso de discusiones locales y regionales. Resaltaba el consenso logrado y la conciencia de que, después de lograr el reconocimiento de los derechos y cultura indígena, entramos en una fase en laque será responsabilidad de toda la sociedad civil lograr la justicia, la democracia y la libertad. Además, el CNI le delegó, a partir de ahí, una autoridad moral y política sin precedentes al EZLN como digno representante de la lucha de los pueblos indios; no es de otro modo como se puede interpretar la cantidad de bastones de mando que le fueron entregados a los comandantes zapatistas. Y lo más importante, la determinación de proteger la iniciativa del EZLN de movilizar y confrontar a los pueblos indios con el gobierno federal, en caso denegarse a legislar la iniciativa de Cocopa.

Después de haber cumplido con el objetivo de la marcha,de dialogar con la sociedad civil y tratar de convencer a losmiembros del poder legislativo, el EZLN y el CNI tienen el reto de canalizar toda la fuerza movilizada. No tanto en una estructura organizativa, pues se arriesga siempre a copar y contener al movimiento y su desarrollo, sino más bien, a través de iniciativas políticas, de tal manera que no se pierda ni la capacidad de movilización ni la capacidad de respuesta alternativa. Esto no significa que se tenga que mantener el tamaño y la dimensión de los miles de movilizados permanentemente, pero sí la posibilidad de extender el movimiento a un mayor desarrollo en el territorio y en el imaginario colectivo de la nación.

Por su parte, un sector considerable de intelectuales (académicos, periodistas y profesionales de las ONG’s), se exaspera con la dinámica del EZLN, por no entrar ni someterse a las reglas del juego de la clase política, exigiendo que Marcos y el EZLN flexibilicen su discurso. Quieren que la ética entre “pocoa poco” a la política y no de tajo como lo desea el EZLN. Los intelectuales fueron emplazados a definirse y así lo hicieron; el acceso que tienen a los medios masivos de comunicación lo refrendaron al opinar, pero también al guardar silencio. Sin embargo, tal vez con mayor responsabilidad que los políticos, los intelectuales son parte de la disputa por la nación, pues esta confrontación privilegia a la esencia de las ideas y su difusión, más que a las armas o al descuartizamiento de las ideas por negociaciones de apostadores elitistas. No es poca la movilización de millones de personas convocadas por los ideales del zapatismo.

En el ámbito del debate intelectual y la confrontación política, prevalece la costumbre de responder en tiempo y forma, que la burocracia política impone y, de no hacerlo así, genera incertidumbre cuando se reciben los golpes publicitarios y políticos. Es difícil apropiarse de una nueva forma de hacer política, cuando el tiempo y la forma los determina el método de consultar, escuchar y mandar obedeciendo a los integrantes de todo el movimiento. Es difícil caminar preguntando en un contexto de confrontación; esto hace olvidar que la incertidumbre que causa el silencio del EZLN, por ejemplo, se debe a que se desentraña el tiempo para preparar el siguiente paso.

Paradójicamente, en el tiempo de la marcha, se pudieron experimentar dinámicas y ritmos tan rápidos, como aquellos que le siguieron a la concentración del 11 de marzo en el Zócalo. Inmediatamente después, tocaba el turno a la burocracia y los políticos del Congreso de la Unión, en un escenario de un nuevo tipo de vida política que impone la disyuntiva de legislar obedeciendo el mandato popular o seguir con la costumbre de legislar a favor de los intereses económicos y de poder de sus grupos elitistas, como fue el caso de FOBAPROA, las privatizaciones, el aumento al IVA, el presupuesto federal, el Plan Puebla-Panamá.

En este contexto, el encuentro del EZLN y el CNI con la sociedad civil de las doce entidades federales por donde pasó la marcha, también experimentó algunos problemas. Es justo decir que, el tiempo político al que están acostumbrados los actores de la sociedad civil de las grandes metrópolis, “choca”con el tiempo en que los pueblos indios saben moverse y al que están acostumbrados. Los habitantes de cualquier gran ciudad del mundo, hacen de su vida un cronograma que se asemeja al movimiento del segundero del reloj y, esa no es la cotidianidad del tiempo indígena, que es menos lineal y repetitivo. Son, pues, dos formas de utilizar el tiempo para hacer política.

La coyuntura dada a partir de los resultados de la marcha zapatista a la ciudad de México, genera frentes de acción simultáneos locales y nacionales, pues porta la nueva esperanza de constituir una fuerza política nacional no partidaria, abierta a todos los núcleos políticos de militantes, a todas las organizaciones sociales dispuestas a reconocerse como parte de la sociedad civil. Y, a todos los mexicanos, que sin estar previamente organizados están dispuestos a participar en el movimiento zapatista. Estamos ante el reto, de contribuir a que el movimiento zapatista cuente con un proyecto coherente y diferente, base para desarrollar una práctica y un discurso de resistencia ante el nuevo contexto sociocultural que el zapatismo ha inaugurado.

Nuestra dificultad principal es un problema de método propio, del método zapatista para generar movimientos sociales. De un nuevo estilo o forma de hacer política, que no tenga al poder ni el Estado como referentes ni fines: la construcción de la unidad y convergencia de la sociedad civil en luchas y objetivos comunes. El problema de la construcción de un México nuevo, con un programa político siempre abierto, en permanente elaboración, da cuenta del tamaño y dimensión de la tarea zapatista. Sin duda alguna, el EZLN será parte del movimiento que presentará en los próximos meses iniciativas para contener al neoliberalismo en México y sus intenciones de articular a México dentro de su perspectiva geopolítica globalizante. Fox, Luis H. Álvarez y Elizondo, lo reconocen en sus últimas declaraciones públicas: la entrada del EZ al debate nacional sobre la reforma del Estado y la política económica foxista con su plan Puebla-Panamá al frente, auguran un escenario de confrontación extraordinario en México.

El arribo de los Acuerdos de San Andrés, al reconocimiento de los derechos y cultura indígena, por los sistemas de representación jurídica y política nacional, exige un plan de acción que deberá aterrizarse en varias campañas políticas simultáneas. Habrá que poner a tiempo los rezagos que se tienen, sise quiere participar con conocimiento de causa y dar el debate con miras a desarticular e inhibir el discurso hegemónico de neoliberales, liberales y socialdemócratas, que se muestra en casi todos los niveles de la cultura y en casi todos los ámbitos institucionales, de los medios masivos de comunicación e,incluso, en las ONG’s y otras organizaciones civiles menores pero más cuantiosas. Por lo que el zapatismo, como adversario digno, también tiene que dar respuesta en todos los niveles y estar presente en todos los ámbitos.


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