BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

MÉXICO EN LA ALDEA GLOBAL

Coordinador: Alfredo Rojas Díaz Durán

 

 

Esta página muestra parte del texto pero sin formato.

Puede bajarse la tesis completa en PDF comprimido ZIP (155 páginas, 733 kb) pulsando aquí

 

 

 

México en la Aldea Global

Nunca antes en la historia de la humanidad hemos sido tantos, producido tanto e intercambiado tanto. La aldea global no es tanto teoría como una realidad viva. México, hace apenas siglo y medio que ingresó al concierto de naciones con una identidad criolla. Ahora, en el siglo XXI, según el último censo nacional y mundial, los mestizos somos mayoría. Lo que significa que, los mestizos mexicanos, actores y diseñadores de la mexicanidad, hemos caminado por el mundo confundidos por la supuesta pérdida de algún “origen único”.

Tarea inútil es buscar lo que no existe. No hemos perdido nada, pues, somos herederos de la mezcla de casi toda variedad de orígenes del mundo. Lo mexicano no es algo puro, es mezcla genocultural enmarcada por la idea de nación. Somos, quizás, el país más mezclado del mundo, pero todo mundo está muy mezclado, no hay ningún país puro. La idea de nación data de 200 o 300 años, que es muy poco para la historia genética de las migraciones.

El mestizaje es un proceso natural. Debido a la misma dinámica fluida de la realidad social, los distintos orígenes tienden a mezclarse, relativizarse tanto morfostática como morfogenéticamente hablando. Pero no significa que se pierdan del todo los orígenes, ni que vamos hacia un mestizaje absoluto.

Los orígenes se resisten a dispersarse, a pesar de que, también poseen su propia evolución endógena que les hace alejarse a favor o en contra de su propia identidad original. Con “orígenes humanos” me refiero a orígenes yuxtapuestos, como todos los actuales, por causas endógenas y exógenas, porque los orígenes más antiguos que se dicen “puros” datan apenas de entre 4, 5 a 11 mil años de historia humana, que es muy poco para los más de cien de mil años de migración humana.

El término “raza humana”, del latín radia, de radius, según la Real Academia Española significa “cada uno de los grupos en que se subdividen especies biológicas y cuyos caracteres diferenciales se perpetúan por herencia.” Así que, “raza” se refiere a subdivisiones dentro de una especie, por lo que es correcto decir “raza humana” dentro de la especie de los antropoides, pero no existen subdivisiones dentro de la especie humana tan distante como entre antropoides. Por lo que, es más correcto utilizar el término “linaje”, que se refiere a la ascendencia o descendencia de cualquier familia humana.

Pues, ya no existen orígenes primitivos fundadores de subdivisiones dentro de la especie humana, que no han desapareci- do o que se hayan mezclado con el hombre moderno. Esto lo confirma la comparación de la estructura genética humana entre individuos de distintos linajes, que arroja menos diferencias: sólo el .08%, es decir, diez veces menos que comparando con los primates más cercanos (.8%). La mezcla avanza enrareciendo los orígenes, sin embargo, también fundando nuevos orígenes que a su vez se sobreponen a orígenes anteriores. La generación de la especie humana, es análoga a la generación de todas las especies, como sucede con esas imágenes del despliegue fractal, las descripciones de la dinámica generativa de la matemática de Caos o la metáfora de la flor de Goethe.

Los ángulos generativos, no vemos la oposición entre fundamentalistas y sincretistas, que nos lleva a ver la lógica de contradicción positivista. En la generación de las especies, se observa un espectro donde líneas genéticas no han sobrevivido, al lado de otras que han sobrevivido manteniendo cierta pureza durante un tiempo siempre perentorio y a veces con pequeños o grandes saltos o a veces desapareciendo. En cuanto a la especie humana, ya existe un espectro global de su generación, donde descendiendo en tiempo encontramos que hay un origen único africano; pero, ascendiendo hasta el presente, se observa persistentemente desde un principio el «efecto mezcla» producido por las bifurcaciones de encuentros y desencuentros que imponen las migraciones, aunado a los grandes saltos intermezclados que ha tenido el desenvolvimiento de la especie humana, como erguirse, el uso de símbolos, el tamaño del cerebro o el surgimiento de grandes culturas. En medio, existen nuevos tipos de orígenes muy pequeños o pequeños saltos, que no son muy originales ni muy mezclados, pero que explican a detalle la generación de los grandes saltos humanos que ha encontrado la antropología genética. A largo plazo, el efecto es que los orígenes primarios terminarán cada vez más diluidos, pero nunca del todo, pues la mezcla avanza inexorablemente pero avanza fundando nuevos orígenes.96 A contrapelo, los orígenes seguirán resistiendo a ser diluidos, pero siempre perentoriamente debido a que el cambio de forma es inevitable. Para un décimo octavo diálogo profundo: a la luz de la ciencia actual, ningún grupo ni ser humano, por ninguna razón pueden preasumir que no se han mezclado genoculturalmente ni que sus orígenes sean únicos.

La mezcla de orígenes humanos parte desde niveles básicos como el genético, por lo que termina afectando todo el nivel psicosocial y sus dimensiones. Afecta el desenvolvimiento de las grandes familias lingüísticas, de las ideas y de las afectaciones del ser. Así, los gens, las lenguas madres, el cristianismo, budismo, hinduismo, mahometanismo y hasta el judaísmo, han sufrido mutaciones y combinaciones al fragor de fundamentalistas y conservadores. Por lo que obtenemos para un décimo noveno diálogo profundo: estar confundidos acerca del origen provoca confusiones acerca de todo, porque el origen constituye al ego mismo del cual se despliega análogamente el yo, de cuya historia inaugura el nivel consciente y, finalmente, de todo lo que creemos que somos. Tener conciencia de la mezcla genocultural, no es confusión, es tener conocimiento de los diversos orígenes que constituyen al yo.

La antinomia “identidad-diferencia”, caracteriza la dinámica sustancial de la mezcla humana. Pero ¿qué es la mezcla? Me refiero a que si tomo dos cuerdas y las mezclo, resulta en un nudo —bien, ¿qué es el nudo? No me parece que pueda haber una respuesta general, ni aun de mí mismo para mí mismo. Vean mi caso: los árabes introdujeron la ganadería a Europa y con ello la palabra “corral”, que es mi apellido paterno; así que, provenimos de España pero de origen árabe. El más viejo de mi familia, mi tío Joaquín, dice que cuando era niño los más viejos de la familia decían que dentro de los árabes éramos de origen palestino (a su vez también de origen judío, cananeo, filisteo y otros). Pero, tanto mi abuelo como mi bisabuelo paterno se casaron con mujeres yaquis y mi padre con una mujer de origen español. Por mi otro lado, mi abuelo materno es de origen celta, de tez blanca y ojos verdes; mientras que mi abuela materna y mi madre tenían aspecto mozárabe. ¿Tiene algún significado ésta mezcla? Ni yo mismo sé qué palabra o concepto puedo darle a todo esto que me genera y rodea y, sin embargo, de ese nudo innombrable deviene mi yo mezclado junto con mis costumbres heredadas. Lo mismo sucede con la reciente mayoría mestiza mundial.

Si nuestros padres advirtieran en cualquier aprendizaje, que esta palabra es de origen judío, que tal costumbre es romana o griega, que aquella palabra es árabe, que esta otra es celta, yaqui o nahua, etcétera; tendríamos una visión de todo lo heredado. Al menos, sabríamos que nombre tiene cada uno de los hilos del nudo. Pero, como en la mayoría de los casos no es así, deambulamos por el mundo mezclando valores cuyos orígenes desconocemos en mayor medida. O bien, podríamos acudir a otra metáfora más plegada a la realidad: si mezcla- amos el color amarillo con el azul resulta en verde. Así, lo mexicano sería como el verde que es la mezcla del amarillo y el azul. Así que, mi yo mezclado, resulta simplemente en una serie de especies más cercanas que sólo abundan en la región noroeste de México y suroeste de Estados Unidos. Al parecer, esto de la mezcla es un asunto difícil de discernir, pero, veamos el problema a niveles.

En el nivel psicosocial o cultural, opera una ley análoga al genético. Así como opera en el nivel genético un reforzamiento genético, a nivel psicosocial la mezcla cultural multiplica la creatividad individual resultando en un enriquecimiento cultural. Mayor número de información y puntos de vista lleva a mejores decisiones, menor número de información y puntos de vista a decisiones improvisadas. El positivismo judeoprotestante cree que una verdad viene a demostrar la falsedad de otra, concibiendo el conocimiento como una suma de verdades en línea; pero, un mayor número de descripciones no se invalidan mutuamente sino que amplían el conocimiento de las cosas, por tanto, lleva a tomar mejores decisiones y conformar valores. Los dioses o Dios único adorados por distintos credos son lo mismo: los dioses son Dios y Dios se expresa como dioses. Pues no se observan universos separados por dioses, sino por valores humanos. Tenemos entonces, para un vigésimo tercer diálogo profundo: a mayor mezcla cultural, mayor es el número de referentes y puntos de vista que enriquecerán nuestro devenir social; a menor mezcla, menos referentes de realidad, menor diálogo con los demás, intolerancia, violencia, racismo, esquizofrenia y genocidio.

Somos seres simbólicos cuyas representaciones son complejas y diversas, pero esencialmente presentamos las mismas necesidades, que cualquier especie. Así, las prácticas más sustanciales que recomiendan las grandes tradiciones milenarias, más parecen medidas etológicas para la preservación de cualquier especie que leyes o mitos. Tampoco las costumbres y necesidades varían mucho sustancialmente. Me refiero a que todos creemos en un Dios, varios dentro de uno o en “ninguno”, pero todos creemos, hablamos distintos idiomas pero todos hablamos, comemos distintas cosas de diversas maneras pero comer es comer, vestimos de distintas formas pero vestirse vestir, tememos a la muerte de distintas formas pero igual que todos morimos irremediablemente, nos reproducimos de distintas formas pero finalmente nos reproducimos. Y detrás de todo eso, lo que nos une a todos es el principio supremo del sobrevivir y la muerte final. En suma, para un vigésimo cuarto diálogo profundo: todos somos piojos de la misma cabeza, remedos divinos, nuestra estancia en el planeta es breve y nadie se lleva nada, lo único que nos queda es la superación espiritua

l. Como despliegue análogo del principio de sobrevivencia, todo ser humano tiene necesidad de creer en “algo”, crear símbolos, para seguir viviendo debe tener una esperanza. El pensar abstrae o separa al ser humano del entorno sagrado, dejando ese hueco que tiene como fondo la eternidad. Por ello, el humano tiene necesidad de creer en seres superiores que complementen su ficticia incompletud. Hasta los que dicen no creer, creen que no creen. Aun en la supuesta “sacrílega” modernidad, nunca ha habido tantos profetas, adivinos, ocultistas, gurús ó fieles creyentes muy religiosos de todo tipo sobresaliendo el número creciente de fanáticos de poderoso caballero es Don Dinero. Todas las creencias son esencialmente respetables, pero afortunadamente, entras las esencias hay jerarquías. Así que, para un vigésimo quinto diálogo profundo: los mestizos no podemos ir en contra de nuestros orígenes, por las mismas razones que los supuestos “puros” defienden los suyos.

Así que, la creciente mezcla social, exige mayor respeto y tolerancia de las diferencias y del diferenciarse.


Grupo EUMEDNET de la Universidad de Málaga Mensajes cristianos

Venta, Reparación y Liberación de Teléfonos Móviles
Enciclopedia Virtual
Biblioteca Virtual
Servicios