BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

MÉXICO EN LA ALDEA GLOBAL

Coordinador: Alfredo Rojas Díaz Durán

 

 

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Y EL DINOSAURIO SEGUÍA ALLÍ...

Según la ONU, la desnutrición ha crecido en 10.6% en Latinoamérica y el Caribe. En México, se ha agudizado con la implementación de las políticas neoliberales. La narcomafia mexicana, acumula cerca de 300 mil millones de dólares y ahora pretende reproducir los esquemas norteamericanos en donde la venta de estupefacientes en las calles de Norteamérica ascienden a cerca de 400 mil millones: 4/5 partes de sus ingresos totales. La mafia mundial, pretende seguir captando y blanqueando cerca de 1 billón 400 mil millones de dólares, a través de los oligopolios de derivados, manejados por especialistas de cuello blanco, generando una pobreza global de manera homogénea.70

Cerca de 40 millones de mexicanos viven en la pobreza y 16 millones viven en pobreza extrema. 2.4 millones de desempleados acumulados y 18 viviendo en el subempleo, son síntomas de una economía en crisis, en donde la inversión bruta del Producto Interno Bruto (PIB) pasó de 16.18 miles de millones de dólares a 9.8 miles de millones de dólares en el 2001.

Consecuentemente, y al contrario de lo que las autoridades habían dicho que sería, el ahorro interno ha decrecido de 10.35 en 1999 a 7.71 miles de millones de dólares en 2001. La gente del campo abandonó el proyecto histórico del PRI, después de un proceso de casi 40 años de descapitalización, se da la puntilla con la desaparición de Conasupo, obligando a cerca de 25 millones de campesinos a buscar otras fuentes de subsistencia sin ninguna protección pública, como sucede en cualquier país industrializado. A grado tal que, según CEPAL, entre 70 y 80% del ingreso familiar de los minifundistas, no proviene de actividades agrícolas.

Los esfuerzos por alimentar al mundo se han visto poco afortunados, según datos de FAO, en 1996 se adoptó el compromiso de reducir de 816 a 408 millones el número de personas desnutridas, meta que no se ha cumplido. El comercio entre los países industrializadas y sus intercambios son del orden de 74.34%, dominando Estados Unidos de América el 80.57%. La dependencia alimentaria de nuestro país con nuestro vecino en 1999, es de 58.5% de importaciones de arroz, 23.1% de maíz, 49.4% de trigo y 43% de sorgo, según estimaciones de la Organización Mundial de Alimentación (FAO).

Por ello, podemos comprender la miseria en que se encuentra el campo mexicano, en función de los subsidios, apoyos financieros y comerciales a favor de las corporaciones multinacionales.

Ante esta crisis de credibilidad y legitimidad institucional, los movimientos sociales, tanto en el campo como en las ciudades de nuestro país, sufren un proceso de “liberalización de la democracia”, es decir, que por falta de respaldo y compromiso de los partidos políticos con las causas sociales, los movimientos populares están en fase de reorganización política en vías alternativas a las electorales. Anteriormente, estos movimientos eran aniquilados de manera selectiva o grupal, sin mayores problemas ante la opinión pública. Ahora, con una serie de grupos armados en diversas entidades de la república, no es fácil para el Estado arrollar la lucha de cualquier movimiento en aras del respeto a la Constitución y el orden establecido. Claro que, también cuentan los derechos y libertades, que el pueblo se ha ganado a pulso.

Actualmente, con la experiencia en los países del Cono Sur, después de haber creído que la represión no regresaría, no es el diálogo sino la utilización de la fuerza lo que se está poniendo en práctica, reprimir cualquier manifestación de inconformidad. La diferencia radica en que, en nuestro país se trata de evitar la violencia estatal, en virtud de los innumerables grupos guerrilleros que ya están armados y listos. Por lo que, resulta de vital importancia, afinar los canales y puentes de negociación política en torno al proyecto de nación que todos los mexicanos deseen. Resulta altamente gratificante que, la ciudadanía haya elegido el camino pacífico y electoral el 2 de julio de 2000. La sabiduría popular eligió un camino y una luz de esperanza ante un escenario devastador. De esa forma, la clase media abandonó provisionalmente al Partido Revolucionario Institucional (PRI) en la elección del año 2000. No buscaban un líder carismático, sino evitar que la situación económica nacional se siguiera deteriorando. Se buscó una oportunidad de calidad de vida. La pérdida de la presidencia por el PRI, se avizoraba en los promedios históricos de participación electoral y abstencionismo que el Instituto Federal Electoral (IFE) venía registrando desde hace décadas. Muchos movimientos y décadas vieron culminar el objetivo máximo.

Resulta trascendente, desde el punto de vista pacífico, que la ruptura de la élite del poder en México haya dado paso a un escenario de transición política fuera del partido oficial, democratizando las instituciones públicas, renovando sus principios y fortaleciendo sus valores culturales e históricos, a fin de preparar al país para la globalización. Pero al triunfo de Fox le precedieron una serie de cambios encabezados por la gran escisión del PRI en 1985: la Corriente Democrática encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas, Ifigenia Martínez y Porfirio Muñoz Ledo. A este movimiento se unió otro de carácter juvenil, “la Juventud Progresista”, encabezada por Alejandro Rojas Díaz-Durán y Ramiro de la Rosa, quienes planteaban el debate del programa nacional y la democratización del PRI, a efecto de elegir democráticamente candidatos y volver a los principios básicos que abandonó décadas atrás. Era el principio del fin del partido de Estado, con un programa que se apartaba cada vez más del modelo macroeconómico, en manos de mexicanos ortodoxos que importaron recetas que ni en los países industrializados se utilizan.

En unas cuantas décadas, nos dejaron en bancarrota y permitieron el saqueo financiero de la nación al contraer deudas multimillonarias que provocaron el crecimiento exorbitante de la deuda pública externa. En la época de Miguel de la Madrid, la deuda se elevó a cerca del 60% del PIB, colocando en plena indefensión al pueblo de México. Nuestro “Instituto Mexicano de Estudios de Deuda Externa” solicitó al presidente De la Madrid, y después a Carlos Salinas, que se renegociara la deuda externa recurriendo a la Corte Internacional de la Haya, bajo el principio de REBUS SIC STANTIBUS.71 Principio que acaba de retomar en Porto Alegre el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, al considerar este asunto de la deuda como terrorismo económico.72

Es indispensable renegociar los términos jurídicos contratados de la deuda o llegar a la moratoria, con el objeto de rectificar el modelo de los países deudores. Esa lucha que se inició en México, Perú, Brasil y Argentina, países más endeudados del hemisferio, tenía un camino común: la renegociación y cambio del modelo macroeconómico o moratoria unilateral.

Incluso, vino Alan García a proponer al país esta tesis a Miguel de la Madrid y nos sumamos al escenario político y diplomático para propiciar la negociación que rechazó Miguel de la Madrid y aprovechó tangencialmente Salinas en 1989.

Carlos Salinas, utilizó el argumento para renegociar plazos más largos y pagos más pequeños, a cambio de modificar el sistema financiero nacional y preparar al país a la apertura global sin mecanismos de regulación y en condiciones de desventaja. Por lo que, volvimos en el año 2000 al punto en el que nos encontrábamos hace casi dos décadas, si no se modificaba el modelo y reestructuraba la deuda impulsando al país hacia un modelo más equitativo, productivo, resguardando a la industria nacional y la biodiversidad natural. Las autoridades hacendarias, han permitido que el país tenga un endeudamiento cercano al 70% del PIB a fines del 2002, comprometiendo de esa forma la soberanía nacional y cancelando las oportunidades de desarrollo nacional al comprometer pagos excesivos al servicio de la deuda de hoy.

Es increíble que, en el transcurso de la última década, los gobiernos mexicanos hayan transferido al extranjero cerca de 70 mil millones de dólares para cubrir exclusivamente el pago de los intereses generados, cuyo total, lejos de disminuir, aumenta. Por lo que no resulta extraño que de 300 hombres de negocios que dominaban el destino económico del país, ahora sólo sean 100. En consecuencia, gran parte del sector empresarial pequeño y mediano volteó los ojos a una alternativa diferente. Eso también contribuyó entonces a que el PRI perdiera la presidencia.

Pero el sector más castigado del proyecto histórico del Estado mexicano son los indígenas, golpeados y humillados por centurias. En México viven en la miseria cerca de 12 millones de indígenas, gracias a gobiernos que nunca han reconocido dignamente su proyecto autogestivo, desaprovechando su riqueza cultural y aportación al desarrollo nacional. Ellos, que han sabido cultivar el campo y resguardan celosamente como nadie gran parte del patrimonio ecológico. México es uno de los 12 países más ricos del mundo en biodiversidad, junto a Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, India, Indonesia, Kenia, Perú, Sudáfrica y Venezuela. Estos países concentran el 70% de la biodiversidad del mundo.

En ese año de 1985, como parte de otro símbolo que había que rescatar ante el proceso de globalización y debilitamiento del Estado y la soberanía nacional, demandamos ante el ángel de la independencia, la democratización del partido y el inicio de una época de elecciones internas para rescatar la independencia nacional y retorno a los principios básicos, definir un nuevo proyecto y elegir democráticamente al candidato a la presidencia de la República. Los esfuerzos fueron nulos en aquellos momentos. Días después se creó el Partido de la Revolución Democrática (PRD). A partir de esa fecha, el PRI se custodia como fortaleza. Proyectamos esas urgencias nacionales en la primera Corriente Crítica del PRI y posteriormente insistimos en un movimiento conocido como Democracia 2000, que sirvió como fecha cabalística para un proyecto de lucha de quince años atrás.

Entonces surgieron nuevas fuerzas políticas como el PRD, que tuvo en sus manos la presidencia de la República en 1988.

Hay que reconocer que el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas evitó en ese contexto una masacre, cuando sus simpatizantes tenían tomadas la totalidad de las plazas públicas. Se tomó una decisión histórica de carácter personal que pocos han entendido. Se perdió la presidencia por la supuesta “caída del sistema”, precisamente cuando los resultados electorales favorecían a Cárdenas. El pueblo mexicano quería un cambio del modelo y la oportunidad se la otorgaron en esa ocasión a Cárdenas, que fue despojado por el usurpador Salinas de Gortari. Tiempo más adelante, en 1997, Cárdenas ganó y gobernó el Distrito Federal. Pero Cárdenas, al gobernar el Distrito Federal, mantuvo la misma calidad de servicios con un 40% menos de presupuesto y, evidentemente, no fue a fondo en la solución de los problemas más básicos, por lo que lució poco afortunado en su gestión. Así que, seis años después, los millones de mexicanos sin partido que dieron antes su voto a Cárdenas titubearon y finalmente se decidieron por dar una oportunidad a otro candidato: Vicente Fox. El costo político del PRD fue bajar al tercer lugar, después de haber iniciado en primer lugar.

Todos sabían, incluso el PRI, que en diferentes encuestas que se realizaban en 1999, el 70% de la población en edad de votar para el proceso electoral del 2000, lo haría por un partido de oposición y preferentemente por una alianza de oposición. Se presumía que, de llevarse una elección primaria, Cuauhtémoc Cárdenas ganaría la elección; por el contrario, si la selección del candidato se hacía por encuesta, el ganador sería Vicente Fox. En ese momento parecía un acuerdo tácito, todas las fuerzas de oposición deseaban impulsar una alianza hacia la transición política, unir fuerzas y recuperar un proyecto nacional. Sin embargo, la partidocracia ganó y el programa quedó rezagado. Vicente Fox en campaña, propuso que fueran los Acuerdos de Chapultepec los que dieran la pauta para la nueva ingeniería social. Los mexicanos fuimos testigos de la ruptura de las negociaciones entre los dirigentes partidarios. Entonces, ante la mar crecida, Fox prometió impulsar una política de industrialización que favoreciera tanto a empresarios como a la calidad de vida de la población. Promesa que hasta hoy no está del todo clara.

Conforme avanzaba la campaña electoral del 2000, se percibían tres escenarios: 1) el grupo tecnócrata del PRI volvería a ganar gracias a la división de la oposición, 2) una parte del mercado electoral del PRD no estaba convencido de volver a votar por Cárdenas frente a la arrolladora campaña electoral de Vicente Fox, y 3) se buscaría el voto útil para ganar la elección presidencial apostando a que el abstencionismo no llegaría al 40% a fin de superar el voto duro del PRI. Las encuestas ponían en empate a Labastida y Fox desde enero, por lo que la elección se decidiría entre la abstención y los indecisos.

Los millones de personas que confiaban en Cárdenas percibían que no sería suficiente votar por la Alianza por México para derrotar al PRI, por lo que dieron su voto a Vicente Fox.

México votó por el cambio del sistema político a través de la vía electoral y pacífica, no por una persona o un partido como se pretende hacer creer. Fox prometió una política de inclusión que permitió que el electorado se identificara con un proceso dinámico (voto útil), al invitar a ciudadanos prestigiados a formar parte de un gobierno plural e impulsar la transición política del Estado mexicano, cosa que finalmente no se cumplió. Después de la fiesta, las encuestas de popularidad reflejan que, en dos años de gobierno, Vicente Fox ha perdido más de la mitad de su credibilidad.

Pequeños grupos de diversa índole ideológica y partidista, se fueron adhiriendo a la campaña electoral de Vicente Fox, aunque, como demuestran las tendencias del comportamiento electoral en México, la suerte estaba echada desde enero. En la opinión pública, los medios masivos muestran algunas de las razones por las cuales se dieron los resultados de la elección presidencial, cuando en enero de 2000 las preferencias se concentraban entre Labastida y Fox:
Encuesta Mes Labastida Fox Cárdenas

Como vemos, los indecisos fueron fundamentales en esta elección; las estadísticas ya reflejaban una disputa entre Vicente Fox y Francisco Labastida desde enero. De acuerdo con el periódico Reforma del 3 de julio, el 19% del electorado decidió por quién votar del último mes al último día del proceso, situación que resulta errónea y digna de estudio ya que se refleja otra situación en las encuestas que presentamos arriba.

Aunque la diferencia fue mínima entre Vicente Fox, de la Alianza por el Cambio, con 42.52% y Francisco Labastida con el 36.10%, a Cuauhtémoc Cárdenas le tocó el 16.64%.73 Lo que algunos temían era que con la política de disuasión que el PRI practicó en los últimos meses se incrementara la banda de abstención, mientras la Alianza para el Cambio luchaba por el voto útil. El PRD, trataba de conservar su voto duro y que su mercado volátil no se incrementará, aunque dijeran lo contrario.

La principal lección política para el pueblo de México el 2 de julio, es que los mexicanos nos dimos la oportunidad de cambiar al jefe del Ejecutivo de un partido por otro, de manera sabia. Con la razón, la ley en la mano y en paz, se impuso la decisión soberana del pueblo. Era difícil pensar un golpe de Estado contra el resultado electoral en esta ocasión, a diferencia de 1988. El aparato autoritario no podría hacer nada, porque los ojos del mundo estaban puestos en México desde 1994, conforme avanzaba el día de la elección, la falsa teoría del caos total se derrumbó. Los mexicanos demostraron su madurez para cambiar un presidente de un partido por otro, para construir un Estado nacional diferente al que nos ofrecen.

En la última elección presidencial, existía en el ambiente un ánimo de respeto hacia el ingeniero, pero se percibía que no lograría vencer al PRI, por lo que una franja muy amplia del electorado no quiso arriesgarse y se inclinó por el PAN. Pero no se hicieron panistas, por supuesto, sino que el PAN significaba la oportunidad del cambio que en ese momento tenía en sus manos. A dos años de distancia, no debemos dejar de celebrar que fueron los ciudadanos y no alguien o un partido los de la hazaña. En esa ocasión, los mexicanos no votaron en función de los intereses de un partido; se votó por la transición pactada y pacífica, evitando una guerra civil como en España. Se votó por democratizar las estructuras partidistas y sindicales, por recuperar la calidad de vida de las clases medias y, particularmente, por reconocer las necesidades de los pueblos indígenas. Se votó por otro tipo de Cámara de representantes, que consulten a quien representan y no reciban consignas de partido. Se votó por otro modelo macroeconómico y por no estar solicitando más y más créditos externos amarrados a las facturas del petróleo mexicano (con sólo cuidar nuestro petróleo, seríamos potencia dentro de 15 o 20 años). Se votó por un modelo de calidad de vida diferente. En estricto sentido, no puede tratarse sólo de un producto de la mercadotecnia, sino de la suma histórica de luchas sociales pacíficas y violentas, que nos ha costado mucha sangre y miseria en las últimas décadas.

En Sudáfrica, Nelson Mandela tardó décadas para consolidar su movimiento y proponer la lucha armada en 1961, pero sólo tuvo éxito cuando se organizó pacíficamente y la comunidad internacional lo percibió como causa justa. Hasta 1996, el Parlamento de Sudáfrica no aprobó su Constitución multicultural. Después de 345 años, todos los ciudadanos de ese país viven, por fin, bajo las mismas leyes. Cuántos años tendrán que pasar en México para garantizar legitimidad y aceptación de las reformas constitucionales que han sido tergiversadas y finalmente rechazadas. ¿Acaso los mexicanos no votamos porque se resolviera el conflicto de Chiapas, como elemento indispensable de la transición política mexicana? La transición mexicana debe empezar con una Constitución pluricultural y la erradicación del etnocidio.

Con el diálogo sincero comenzaremos a reconciliarnos y no con el silencio complaciente ante reformas negociadoras (de negocios) que una población mayoritariamente mestiza, de manera innata, no puede aceptar. Ahí comenzará la transición mexicana, no en esperar que sus dirigentes pasen a mejor vida. Para ello, se requiere abandonar posiciones partidistas con miras a comenzar a definir un proyecto nacional.


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