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TEORÍA AUSTRIACA Y EL PROBLEMA DEL CICLO ECONÓMICO

Nicolas Cachanosky

 

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SUMINISTRO DE MONEDA

“Llego a la conclusión que la única manera de abstenerse de emplear la inflación como método impositivo es no tener banco central. Una vez que se crea un banco central está lista la máquina para que empiece la inflación”

Milton Friedman

Hemos afirmado y sostenido que en el caso de existir libre competencia de circulantes los individuos optarán por la “mejor” o más estable, sin embargo no hemos profundizado demasiado en como funcionaría este sistema.

En toda actividad económica, tanto personal como empresarial, el éxito depende de que tan acertadas hayan sido las expectativas de los actores. Tanto una persona como una empresa pueden esperar cosas distintas de lo que realmente sucede con sus actos. Una persona puede adquirir un aire acondicionado, y recién una vez instalado en su oficina o vivienda darse cuenta que es alérgico o que le causa problemas respiratorios. La utilidad marginal que el individuo esperaba recibir al adquirir el aire acondicionado era superior a la que realmente terminó recibiendo. Del mismo modo, una empresa que vende aparatos de aire acondicionado puede esperar que sus ventas futuras crezcan y no prever una crisis económica o ciertas políticas que afecte sus ventas y que lleve a los individuos a adquirir ventiladores en lugar de su producto.

Ahora bien, más allá de estos sucesos que son imprevistos, tanto los individuos como las empresas observan los precios del mercado para tomar sus decisiones. Los individuos comparan la utilidad marginal del producto que desean comprar con el costo de oportunidad. Las empresas hacen exactamente el mismo cálculo, tienen que optar qué y cuánto producir con los recursos que poseen, y los ingresos esperados los comparan con el costo de oportunidad, que puede ser algún proyecto alternativo. Toda la información se encuentra dispersa en el mercado, y las únicas señales que los individuos reciben son los precios relativos del pasado inmediato.

Sin embargo, los individuos no conocen los precios futuros, de ahí el término especulación. Las circunstancias que determinan los precios son las valuaciones subjetivas de los individuos, que es lo que los lleva a adquirir uno u otro producto, y las valuaciones subjetivas que los individuos tendrán en el futuro son desconocidas. La tarea de los precios es justamente comunicar al mercado de la forma más rápida y eficazmente posible qué es lo que los individuos demandan con más urgencia y qué no es lo que les resulta tan importante (ésta información se traduce en cuánto están dispuestos a pagar por un bien o servicio), de este modo las fuentes productivas saben qué deben producir y qué deben dejar de lado, no porque no sea importante para la sociedad, sino porque la utilidad marginal de algún otro producto es más importante para los individuos.

El sistema de precios funciona bastante bien, ya que las pequeñas desviaciones accidentales se equilibran mutuamente manteniendo como un promedio o nivel de precios por producto relativamente estable. De este modo, los precios presentes o del pasado inmediato son como una fuente de información para los precios futuros.

La función de los precios es sumamente importante, no sólo indica a las fuentes productoras en que deben emplear los recursos escasos sino que posee un sistema tal que el libre actuar de los individuos corrige las desviaciones accidentales. Los problemas surgen cuando el suministro de circulante se altera “exógenamente” al mercado, ya sea por una contracción o por una expansión, que es lo más común. Esta variación del circulante forzosamente llevará a una alteración de los precios relativos y de las tasas de interés, generando los sucesos ya conocidos. Pero los problemas graves surgen cuando el suministro de circulantes del mercado se mantiene tanto tiempo que lleva a una mala asignación de los recursos y bienes de capital al alterar las tasas de interés. Estas son la causas que finalmente llevan a una crisis, cuando el suministro de moneda vuelve a la normalidad, el mercado se da cuenta que ha estado invirtiendo sobre fondos que “no existían”. En ninguna economía del mundo se puede invertir más de lo que se ahorra, lo que culmina en quiebras de empresas, desempleo, créditos incobrables y finalmente una contracción de la demanda agudizando aún más la crisis.

Este es el típico mecanismo que ha llevado al mundo de crisis en crisis. Sin embargo no es algo que los individuos puedan percibir fácilmente en el mercado y por lo tanto decidan optar por otro circulante. Ahora bien, en un mercado de libre circulantes el suministro de moneda debe mantenerse relativamente constante conservando el nivel de precios, es decir que el banco emisor no quita ni agrega moneda al mercado más de lo que el mercado mismo le pide, entonces no tiene porque haber divergencias entre el ahorro y la inversión. Cualquier banco que incrementase su circulantes más allá de lo debido pudiendo generar una crisis económica se verá fuera del mercado antes de generar grandes problemas.

Del mismo modo en que se forman los precios en el mercado se llega a un nivel de inversión al ahorro disponible. Si el nivel de precios expresados en alguna moneda comienza a subir, es decir que su poder adquisitivo disminuye, entonces esta moneda será reemplazada por otra más estable, sin entrar en el problema ineludible cuando sólo se opera con una única moneda. Así como el libre actuar de los individuos forma los precios relativos en el mercado, las preferencias temporales de los individuos, determinarán la demanda y ahorro de bienes de capital.

Parecería ser que en la economía matemática se ha desvirtuado la naturaleza de la moneda, suponiendo que esta debe ser totalmente rígida e invariable en su valor y sus efectos sobre los precios, en lugar que su valor se vaya acomodando a lo que el mercado indica que esta debe valer, así como el mercado dice cuánto debe ser el precio de cada producto. Esto ha llevado a políticas “estabilizadoras” por parte de los bancos centrales o políticas de salarios por parte de los gobiernos que nunca pueden cumplirse satisfactoriamente.

La ficción surge de los modelos de mercado que suponen que la moneda no tiene ningún efecto sobre los precios, ya que estos están determinados por una demanda inelástica y por una función de producción que es el costo marginal. Esta especie de moneda neutral, es algo que jamás podrá existir en la realidad, ya que si la moneda no interacciona con los precios, no sólo no se vuelve su patrón de medida ni tener poder adquisitivo o valor, sino que no sería moneda porque no estaría cumpliendo con su rol fundamental, indicar mediante las variaciones de precios relativos que es lo que los individuos demandan con más necesidad.

No se puede aspirar a una moneda neutral de libre suministro que no tenga efectos sobre el mercado, no importa que nos indiquen las ecuaciones o teoremas matemáticos. Lo mejor que podemos tener es una moneda que corrija rápidamente los desvíos accidentales en los precios, pero para ello es fundamental tener circulantes confiables, que es lo que la libre competencia de monedas puede brindar, al menos más satisfactoriamente que el monopolio de los bancos centrales.

¿Qué sucedería si por algún motivo gran parte de los individuos desearan guardar más efectivo del que actualmente poseen, es decir, si su demanda de liquidez aumentara? ¿El efecto que se tendría no sería una baja del nivel de precios expresados en esa moneda aumentando su poder adquisitivo y por ende alterando su valor?

Efectivamente, un caso en el que haya una mayor demanda de liquidez por parte de los individuos tal que disminuya la cantidad de circulante deberá llevar a una baja de los precios y a un aumento del poder adquisitivo. Ahora bien, esta baja de precios hará que las adquisiciones de bienes y servicios posean un costo marginal o de oportunidad menor, llevando a los individuos a optar por utilizar parte de sus ahorros, lo que finalmente volverá a elevar los precios y disminuir el valor de la moneda. Este proceso continuará hasta que los individuos no deseen gastar más de su circulante volviendo a un equilibrio entre demanda de liquidez y demanda de bienes y servicios.


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