BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

CURSO DE TEORÍA POLÍTICA
 

Eduardo Jorge Arnoletto

 

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Teorías radical-burguesas de la dependencia.

Las características generales de estas teorías, así como lo que tienen en común y lo que tienen de diferente respecto de las teorías neomarxistas, ya han sido mencionados en el apartado anterior.

Con respecto a su ubicación en el campo teórico político, y teniendo en cuenta el esquema que planteamos páginas atrás, están mucho más cerca, hasta identificarse prácticamente en algunos casos, de los enfoques de la CEPAL, aunque generalmente los superan en su pretensión generalizadora y prospectiva. No son sólo un intento de descripción y explicación de situaciones existentes sino una exploración seria y tenaz de las perspectivas de futuro. Ésto es particularmente notable en la obra de H. Jaguaribe. Otro rasgo complementario que interesa citar aquí es la atención que estas teorías le prestan a lo que podríamos llamar "la dimensión nacional", como proyecto de futuro y como sentimiento, factor movilizador de voluntades sociales cuya presencia se echa de menos en otros planteos teóricos, que enfatizan la importancia determinante de los factores estructurales y pasan por alto en buena medida los factores culturales.

De la abundante producción que registran las teorías radical-burguesas de la dependencia vamos a exponer, en forma sintética y como ejemplos, algunas ideas básicas de Osvaldo Sunkel (9) y de Helio Jaguaribe (10).

Las reflexiones de Osvaldo Sunkel que vamos a comentar giran en torno al concepto de desarrollo nacional y sus relaciones con la situación de dependencia externa en que se encuentran los países latinoamericanos. Sunkel considera al desarrollo como "un proceso de transformación de estructuras e instituciones económicas, sociales, políticas y culturales "que debe ser promovido por una política nacional de desarrollo" que implica "la alteración de situaciones" y por lo tanto "el desafío a intereses creados", internos y externos. La dependencia limita las posibilidades de tal política.

La situación interna es afectada por las alteraciones que el mismo proceso de desarrollo acarrea: industrialización, urbanización, diferenciación ocupacional, cambios culturales, etc. La situación externa deriva "del hecho de encontrarnos incluidos en el sistema de relaciones internacionales del mundo capitalista", caracterizado por la presencia de una potencia dominante, algunas potencias intermedias y los países subdesarrollados adscriptos. Este sistema es dinámico "tanto por los cambios internos" como por "su constante confrontación con.. el mundo socialista".

Sobre los condicionamientos externos al desarrollo, Sunkel comienza haciendo notar que en la mayor parte de lo que se escribe sobre América Latina, el tema de la dependencia "brilla por su ausencia", lo que es ya de por sí "una primera manifestación de nuestra dependencia". En su tiempo (1967) sólo se ocupaban del asunto las clásicas teorías marxistas del imperialismo y, en forma parcial, las teorías de la CEPAL. En contraste con el silencio científico teórico, la polémica ideológica y política partidaria era en aquel entonces estruendosa. Estos dos hechos vinculados originaban -dice Sunkel- que "campeen en el debate el extremismo, la parcialidad y la superficialidad".

En la concepción de Sunkel, la política nacional de desarrollo apunta no sólo a lograr mayor bienestar material sino también a afirmar la nación. Es decir, a lograr mayor autodeterminación, reducción de la dependencia externa. Sunkel hace notar que no cualquier política permite lograr ese objetivo. Hay políticas que han significado "la formación de lo que alguien ha denominado tan acertadamente 'país-sucursal'". No es ese ciertamente el modelo deseable para América Latina, lo que obliga a examinar más de cerca las políticas posibles y las tendencias a largo plazo.

La actual dependencia de América Latina se explica por su evolución socio-económica y política a través de su historia. Sunkel plantea un esquema de esa historia, que evidencia tendencias contradictorias en cuanto a las posibilidades de realizar un desarrollo nacional. Hay cambios básicos en la estructura social, por una parte, que son positivos; por otra parte, existen tendencias negativas a la enajenación cultural e ideológica.

La opinión "personalísima" de Sunkel es que "en la falta de esfuerzo intelectual y científico para comprender nuestra realidad histórica y nuestras posibilidades autónomas de acción, así como nuestra falta de imaginación para inventar soluciones a nuestros problemas donde está más que en ninguna otra parte, el origen de nuestra situación de dependencia".

Esa evolución histórica, por su parte, ha dejado algunos resabios en nuestra estructura económica: "una estructura agraria tradicional"; una estructura de comercio exterior que..sigue siendo una estructura especializada de monoexportación"; "la industrialización..ha dejado de cumplir..la reducción de la dependencia externa".

El paradojal resultado apuntado en último término es "en gran medida consecuencia del..llamado proceso de sustitución de importaciones". Otro resultado es "la constitución de un estado de gran tamaño y operatividad", con funciones de mecanismo financiero, mecanismo de redistribución de ingresos y mecanismo de inversión. El sector público ha venido cumpliendo con crecientes dificultades dos funciones estratégicas: la captación de recursos y su reasignación, ambas jaqueadas por el estancamiento del sector externo.

En todo lo referente a esos cuatro procesos -agricultura tradicional, comercio exterior monoexportador, industrialización no integrada y función económico-financiera del estado- "nuestros países son..enteramente dependientes". En síntesis, "si bien la estructura social se ha diferenciado", por otra parte "se ha creado una situación de financiamiento externo extremadamente delicada que.. coloca a nuestros países en una posición particularmente endeble frente a cualquier presión que se quiera ejercer sobre ellos", decía Sunkel en un notable anticipo de lo que sería, décadas después, la realidad de la "crisis de la deuda".

Según Sunkel "la independencia económica no puede ser la consecuencia mágica de un acto político heroico sino el fruto a mediano o largo plazo "de la construcción de una economía nacional eficiente". Por otra parte, sostiene que, "la alternativa que dogmáticamente se nos quiere imponer de uno u otro campo ideológico -revolución socialista o "país-sucursal"- no es una alternativa real". Su propuesta se sintetiza en lo que él llama "nacionalismo de desarrollo", que es "un esfuerzo de afirmación nacional, una aspiración a la autodeterminación y a la soberanía, un deseo de participar del disfrute y la creación de la cultura y de las ciencias modernas y universales, el anhelo de lograr la libertad, la democracia, la igualdad de oportunidades y el bienestar de que disfrutan en mayor o menor medida los países más industrializados". Resulta interesante y aleccionador cotejar este lenguaje de hace veintitantos años con el que actualmente se emplea, que pareciera haber desterrado palabras como autonomía o soberanía nacional.

La posición "nacional" de Sunkel no excluye sino que por el contrario presupone la integración latinoamericana. "El desarrollo parece exigir -dice- mercados vastísimos, masas ingentes de recursos destinados a la investigación científica, una mano de obra de elevadísimas calificaciones técnicas, etc.". Ante este panorama -sostiene Sunkel- "la necesidad de la integración latinoamericana adquiere su verdadera dimensión y razón de ser". Pero, con toda lucidez y anticipación a los tiempos por venir, que son nuestros tiempos, Sunkel advierte que si bien "la integración puede ser..un instrumento básico de la realización nacional de América Latina", también puede ser el instrumento "para la sucursalización acelerada de la región", añadiendo que "las condiciones y la política actuales..favorecen más bien esta última tendencia". Algo para reflexionar en estos tiempos de "iniciativa para las Américas" promovida desde el centro imperial de la región.

Una integración acorde con los propósitos de realización nacional "requiere iniciativas multinacionales para desarrollar..sectores productivos básicos -siderurgia, petroquímica, electrónica, mecánica, etc.- bajo control latinoamericano". Ésto es considerado por Sunkel una condición "sine qua non" para que América Latina pueda adquirir: "A) capacidad propia de creación tecnológica; B) actividades productivas en escalas considerables; C) sectores capaces de generar excedentes sustanciales de recursos; D) una estructura productiva que le permita dinamizar sus exportaciones".

Sunkel critica el planteo del problema latinoamericano en términos de mejorar las pautas de nuestro comercio externo, ya que aun suponiendo un hipotético éxito en tales pretensiones, ellas "sólo permitirían hacer más viable..el modelo tradicional de centro-periferia". Sunkel afirma que "la cuestión fundamental es..superarlo definitivamente", y para lograrlo "lo esencial consiste en lograr cambios en la estructura productiva interna en los países subdesarrollados así como en la naturaleza de sus vinculaciones externas". Si faltan estos requisitos, las ventajas y ayudas que se consigan "tendrán como única consecuencia preservar y aun impulsar el modelo de "país sucursal".

Luego Sunkel analiza más en detalle los aspectos clave de la política de desarrollo: la política agraria ("las tareas esenciales de la política agraria tienen que ser la aceleración del ritmo de crecimiento de la producción rural total..compatible..con un aumento de los ingresos de los grupos rurales de bajas rentas"); la política de exportaciones ("de una estrategia apoyada unilateralmente en la sustitución de importaciones, debe pasarse en forma decidida a otra que se apoye en tres pilares principales: a) la expansión y diversificación de las exportaciones; b) cambios estructurales internos en el sector agrícola..y en la actividad manufacturera; y c) cambios básicos en la forma de las vinculaciones externas"); la política de inversiones extranjeras ("parecería haber llegado al punto de buscar mecanismos que reemplacen o modifiquen la forma tradicional de absorber la tecnología moderna y el ahorro externo. Una experiencia interesantísima a este respecto son los acuerdos de inversión, comercio y préstamo que vienen celebrando los países socialistas con países capitalistas europeos"...y más en general, modos que permitan "conservar los elementos altamente positivos que la empresa privada extranjera aporta...y a la vez superar sus inconvenientes"; la política industrial ("trátase.. de producir bienes..adecuados a un gran mercado potencial de personas de bajos ingresos" y de adoptar "una política restrictiva de prohibición de nuevas actividades donde haya capacidad ociosa instalada, y de fomento de la concentración industrial en grandes unidades productivas especializadas"..."porque no hay país en el mundo que haya tenido éxito en su proceso de industrialización, que no haya entrado en esta fase de gran concentración industrial y de gran empresa"). Quizás sea en estos aspectos estratégicos donde las ideas de Sunkel aparecen algo envejecidas, pero ello es natural: las estrategias deben actualizarse más que los objetivos...

Finalmente, Sunkel analiza las condiciones externas, o sea las limitaciones que la trama de las relaciones internacionales imponen a la adopción de estrategias y políticas de desarrollo nacional. En aquel momento (1967) Sunkel advertía "mejores condiciones que hace algunos años". La política de "coexistencia pacífica" pareció abrir, en efecto, una era de mayor permisividad internacional, que permitía centrar el problema del desarrollo nacional "en la situación interna". La década siguiente (los años setenta) lamentablemente se encargarían de desmentir estas esperanzadas previsiones de Sunkel.

Vamos a ver ahora la teoría de la dependencia de Helio Jaguaribe. A nuestro criterio, es la más completa y armada, en cuanto sintetiza toda la labor anterior y le añade aportes originales; y también porque presenta una gran potencia descriptiva y explicativa y una marcada intención predictiva. De los numerosos textos de Jaguaribe sobre el tema hemos elegido dos: uno titulado "Formas y consecuencias de la dependencia" proviene de su libro "Desarrollo político: sentido y condiciones"; el otro, titulado "La alternativa de la dependencia" viene de "América Latina: reforma o revolución".

En "Formas y consecuencias de la dependencia" Jaguaribe comienza haciendo una pregunta de mucha actualidad (aunque es un escrito de hace más de veinte años): "Qué tiene de malo la dependencia en las nuevas condiciones del mundo? Es una pregunta muy frecuente en estos tiempos nuestros, de consumación de nuevas formas de dependencia. Suele decirse: con tal de que vivamos bien, qué importa que seamos dependientes?. No faltan tampoco los culturosos que recuerdan la historia del imperio romano, de Augusto a Marco Aurelio, como un tiempo de paz en el que era fácil vivir.

A estos últimos, Jaguaribe les recuerda que aquellos días fueron dorados y fáciles para una pequeña minoría de habitantes urbanos de la clase media, rodeados de una plebe miserable y de millones de esclavos trabajadores. Como "existen evidentes límites para el empleo científico de analogías históricas y para las posibilidades predictivas de la futurología" Jaguaribe prefiere limitar su planteo a dos puntos concretos: "lo que fue la dependencia en el presente y en el pasado próximo" y "lo que representó el proceso de rápida modernización para los sectores no especializados de las poblaciones dependientes".

En términos internacionales hay, según Jaguaribe, cuatro tipos de dependencia: Colonial: es "un residuo de la expansión mercantil europea desde el Renacimiento"; residuo que prácticamente ya ha desaparecido después de la Segunda Guerra mundial.

Neocolonial: implica "el paso de la dependencia formal a la informal, con un desplazamiento del acento de las formas de dependencia legales e institucionales a las formas económico-tecnológicas".

Satelital: consiste en "una subordinación política informal pero real, a una superpotencia, en el marco de los ordenes interimperiales emergentes".

Provincial: "todavía no existe en su versión moderna" (los antecedentes conocidos son de otros imperios del pasado, de los cuáles el ejemplo arquetípico es el imperio romano) pero "tiende a ser la última fase de evolución en las actuales formas de satelismo, y que quizás sea la futura forma de dependencia intraimperial".

Estas cuatro formas de dependencia son sucesivas. La dependencia comenzó históricamente bajo la forma colonial con control político-administrativo a cargo de la metrópoli y una pauta económica clásica: proporcionar materias primas e importar productos industriales terminados bajo un regimen de monopolio. Ese colonialismo significaba para la metrópoli gastos y responsabilidades administrativas que con el tiempo se mostraron innecesarios. La independencia (tanto la conquistada por las armas de América en el siglo XIX como la concedida por las potencias europeas en Asia y Africa después de la Segunda Guerra Mundial) "lejos de expresar un proceso de descolonización..sólo caracteriza un cambio en las formas de explotación".

La nueva fase -el neocolonialismo- significa que ahora todos los gastos y responsabilidades administrativas recaen sobre la ex-colonia, mientras se desvanecen las espectativas de verdadera autonomía y se mantiene el sistema de intercambio desigual. El colonialismo se agota cuando los costos administrativos se hacen demasiado altos. El neocolonialismo también es una forma de dependencia transitoria: se agota a sí mismo "cuando sus posibilidades de explotación son llevadas al agotamiento". El mecanismo básico del sistema es el intercambio desequilibrado, que termina provocando en el país dependiente "una total incapacidad de importación", que agota las posibilidades del sistema. En ese último momento de la fase neocolonial suele producirse (como ocurrió en el caso latinoamericano) "un proceso espontáneo de industrialización por sustitución de las importaciones". Si la élite local decide en ese momento tomar el camino del desarrollo autónomo, con todos los sacrificios y riesgos que implica; y si está en condiciones de liderar el proceso, hay una posibilidad de escapar al círculo de la dependencia. Es lo que ocurrió en el Japón Meiji. En caso contrario (que es el más frecuente) ese proceso de industrialización sustitutiva de importaciones es sólo "un pasaje de la dependencia neocolonial a la satelite". Es lo que ocurrió en América Latina. La dependencia satelital implica un traslado de dominio a una superpotencia (en nuestro caso, de uns potencia europea, como Inglaterra, a los EE.UU.). implica también ün cambio en la naturaleza propia de la dependencia". Lo fundamental ya no es el intercambio desigual (que se mantiene) sino la dependencia financiera, cultural y política: inversión de capitales (primero industriales; luego, financieros); aportes tecnológicos no integrales y tutela político-militar, destinada a cumplir dos objetivos: mantener el predominio de la élite local sobre su propia masa, y asegurar la dependencia intraimperial del satélite respecto de su metrópoli. Entretanto, se ponen en marcha todos los mecanismos de influencia cultural: acción de los medios de comunicación, películas, series de televisión, libros, servicios de "intercambio cultural", etc., y para sectores escogidos de la élite y subélite, la posibilidad de educarse y perfeccionar sus estudios en centros culturales de la metrópoli, hacer estadías de entrenamiento laboral, etc.

Al igual que las fases anteriores, el satelismo "es también un proceso que se agota a sí mismo". Como sabemos por análisis de sistemas, todo proceso desequilibrado de entradas y salidas es necesariamente inestable. En este caso, el colapso del satelismo se produce cuando se agotan los fondos disponibles en la metrópoli para subsidiar al satélite (vía inversiones, préstamos o ayudas). Ésto generalmente se produce frente a una crisis de la situación interna del satélite: su crecimiento económico y social es necesariamente desigual "e implica la creciente marginalización de las grandes masas. Hay deficiencias en las estructuras de abastecimiento de alimentos y de productos industriales; hay costos industriales muy altos y pocos ingresos para el estado, por el bajo nivel de actividad y por el alto nivel de evasión impositiva; haz una persistente falta de oferta de empleos, aun para la clase media urbana, lo que en algunos casos llega a incrementar la propensión revolucionaria de la contraélite, que debe ser controlada mediante una coersión creciente, por medio de dictaduras militares y regímenes fascistas, lo que, aparte del descenso del nivel moral del sistema, implica un gran incremento de sus costos operativos, que aumenta la necesidad de provisión de fondos desde la metrópoli y profundiza el endeudamiento del satélite.

Dice Jaguaribe que "la crisis de la forma satelística de dependencia sólo se puede solucionar por dos caminos opuestos: o bien el satélite cambia de regimen, toma el rumbo y realiza los esfuerzos que conducen al desarrollo autónomo, o encuentra una forma más equilibrada de dependencia" que es "la dependencia provincial".

La dependencia provincial, al coincidir con "las nuevas exigencias del orden intraimperial" permite encontrar "el punto óptimo, en términos de la metrópoli, para el uso y administración de los recursos de las "provincias". Ese punto concuerda con "una adecuada pauta de costo-ganancia", con un sistema equilibrado de entradas-salidas en la relación metrópoli-provincia, evitando "la necesidad de costosos subsidios" e impidiendo "los riesgos de rebeliones difíciles de reprimir".

Según la experiencia histórica conocida ("de la cual el imperio romano ofrece los mejores ejemplos, aunque no los únicos") el logro de esos objetivos implica necesariamente el reemplazo de la ineficiente élite satelital por una nueva élite, una "burocracia 'romanizada' local, de clase media", sometida a un "regimen de supervisión directa de la autoridad de la metrópoli".

Jaguaribe supone que "la nueva clase emergente de ejecutivos internacionales", que son reclutados en las clases medias de los países dependientes de los EE.UU. y que han experimentado un proceso de educación y de entrenamiento laboral que "uniforma sus normas de trabajo y conducta de acuerdo con la pauta ejecutiva norteamericana", sería el equivalente moderno de la clase romana de los "equites" también reclutados en aquel tiempo en las provincias del imperio y romanizados antes de ponerlos en gestión.

Estos nuevos 'equites' -dice Jaguaribe- formarían esa burocracia confiable, eficiente, honrada, más calificada para dirigir los asuntos provinciales que la inepta élite satelital, y para lograr, dentro del marco de la dependencia, los objetivos buscados: automantenimiento de la provincia, mejores beneficios para la metrópoli, y mejor ocupación para la clase media local, lo que aleja, según Jaguaribe, los riesgos de insurrecciones. Jaguaribe siempre ha sostenido que el detonante de las revoluciones no es la opresión de las masas sino el descontento de las clases medias, en un contexto de opresión generalizada. Con el tiempo podría llegarse -concluye Jaguaribe- a "una universalización de la ciudadanía 'romana'" (como ocurrió finalmente en tiempos del imperio romano).

La segunda observación de Jaguaribe se refiere, como ya dijimos, a "lo que representó el proceso de rápida modernización para los sectores no especializados de las poblaciones dependientes". En este aspecto, Jaguaribe recuerda un precedente sombrío: en todos los casos similares conocidos "el proceso de incorporación de pueblos dependientes a una sociedad más poderosa y más avanzada en el plano cultural se hace a expensas de las grandes masas no especializadas de los primeros". Hay en ésto incluso un agravante en la situación actual: antiguamente esas masas eran esclavas, mano de obra de la minería y el penoso laboreo de los metales, etc.; pero aun en tan penosa condición puede decirse que encontraban su lugar dentro del sistema, mientras que en las sociedades cibernéticas "la mano de obra no especializada no tiene demanda"; no hay lugar para las grandes masas y "es probable que los grandes excedentes demográficos de las provincias se vean condenados al exterminio gradual".

Es probable que las futuras administraciones "provinciales" se vean obligadas a controlar las migraciones internas, especialmente de los desalojados de las áreas rurales hacia las grandes ciudades del tercer mundo, a fin de mantener bajo control los sectores terciarios marginales urbanos. Se formarán así "reservas de nativos", en condiciones de desnutrición y carencias médicas que poco a poco reducirán su número. No es pensable que grandes contingentes de población se dejen llevar pasivamente a un lento exterminio. Por eso Jaguaribe plantea otra "ocupación" para parte de esa masa: su reclutamiento para el servicio militar del imperio, en operaciones de política intraimperial que, como ya lo demostró el caso de Vietnam, no es conveniente que sean ejecutadas por ciudadanos norteamericanos, aunque sean sus propios marginales internos.

Vamos a comentar ahora otro escrito de Jaguaribe, "La alternativa de la dependencia", que forma parte, como dijimos, de su libro "América Latina: reforma o revolución", publicado en 1972. Comienza haciendo referencia a la alternativa básica que "los países latinoamericanos tienen hoy ante sí": dependencia o autonomía. Es de hacer notar que, en la concepción de Jaguaribe, esa alternativa no se mantiene por tiempo indefinido, sino a lo sumo hasta la década de los ochenta. Si ésto es así, ya estamos embarcados en la dependencia. Decía en aquel entonces Jaguaribe: "la alternativa de la dependencia expresa las tendencias que predominan en la actualidad y las opciones implícitas de sus élites; la continuidad de esas tendencias llevaría a formas irreversibles de dependencia".

Este trabajo está centrado en el tema de la dependencia satelital, o sea la plenamente vigente en ese momento. Anota de entrada un hecho curioso: la dependencia satelital es un hecho y una tendencia histórica objetiva, pero no es algo conscientemente reconocido por todos, ni en los EE.UU. ni en América Latina. El "imperio americano" presenta en este aspecto un rasgo histórico original: a diferencia de otros imperios del pasado, como el romano, el sacro imperio romano-germánico, el austro-húngaro, el inglés, que asumieron orgullosamente su condición imperial y la justificaron y racionalizaron por su misión de portadores de civilización, el imperio americano se niega a sí mismo como tal, probablemente porque su condición imperial está en contradicción con su proyecto originario como nación. De hecho en la población norteamericana hay pocos sectores conscientes de su situación imperial: las supercorporaciones multinacionales, el mundo de los negocios, el grupo del poder militar, algunos sectores del mundo académico. En América Latina tampoco hay plena consciencia y aceptación del hecho imperial y de sus implicancias, salvo en sectores de la burguesía nacional, de grupos de la clase media y obreras cooptados por las empresas multinacionales, como las del complejo automotor; y por grupos militares ideológicamente alienados e identificados con un rol pretoriano respecto de sus propias poblaciones.

A nivel de estos grupos, la dependencia satelital es ideológicamente justificada con dos argumentos: uno deriva del anticomunismo sistemático; otro es conocido como teoría del desarrollo dependiente, frecuentemente denominado "interdependiente", y también conocido como "el modelo canadiense".

El primer argumento se relaciona con una de las consecuencias de la guerra fría: la desnacionalización político-militar. En nuestra región hemos conocido en las décadas pasadas un doble proceso: la toma del poder político por las FF.AA., y la dependencia de nuestras fuerzas armadas respecto de los EE.UU., más específicamente, del grupo de intereses ("establishment") integrado en torno del Departamento de Defensa del gobierno americano. Este doble proceso se relaciona -según Jaguaribe- con el fracaso de las sociedades latinoamericanas en construir un sistema político viable, por las excesivas demandas sociales, que impidieron la formación de un consenso social amplio, a raíz de lo cual los militares se constituyeron en el único grupo dotado de suficiente cohesión y fuerza como para imponer su regimen al resto de la sociedad, contando además, sobre todo al principio, con el apoyo de sectores de las clases altas y medias, en medida suficiente como para poder consolidar su dominio con relativamente poca violencia y sobre todo, pocos cambios en el statu quo vigente. En el fondo, las FF.AA. son un sector especial de la clase media. Expresan la ideología propia de esa clase, en una forma intensificada por su condición militar y por los intereses corporativos de sus estructuras de poder. En los tiempos en que Jaguaribe escribía sus ideas sobre la dependencia, esa ideología de clase media podía ser definida como un compuesto de moralismo, progresismo autoritario adscriptivo y anticomunismo militante, con una marcada proclividad fascista, lo cual, en el contexto de la lucha ideológica este-oeste, llevaba a sus portadores a aceptar una orientación política que significaba muy fuertes sacrificios para la autonomía nacional y la endogenia de sus procesos nacionales de desarrollo; y a desempeñar un rol subordinado (de policía imperial en sus respectivos países) en la contención de la infiltración ideológica del comunismo internacional.

El segundo argumento, que conserva hoy día la misma vigencia y merece las mismas críticas que entonces, se basa en la teoría del desarrollo dependiente (también denominado eufemísticamente "interdependiente") que está inspirada en el "modelo canadiense", difundido en nuestra región sobre todo por la obra del economista brasileño Roberto Campos.

El "modelo canadiense" está construido sobre tres ideas principales: - los países subdesarrollados no pueden crear los capitales que necesitan. El capital extranjero debe desempeñar el papel dinámico en su desarrollo. Para ello los estados deben mantener el orden público y financiero y adoptar políticas de protección y atracción a los capitales extranjeros.

- el desarrollo económico inducido por esas políticas promoverá el desarrollo general equilibrado de la sociedad.

-hay una interdependencia armónica entre los países que poseen materias primas y ofrecen oportunidades de inversión y aquellos otros que exportan capitales y tecnología. La interdependencia lleva al desarrollo gradual de los primeros hasta llegar al nivel de una asociación de paridad básica.

El caso del Canadá sería una demostración de la viabilidad de estas ideas. En opinión de Jaguaribe, esta teoría es una expresión típica de "economicismo idealista", que paradojalmente recuerda las ideas del "menchevismo" en el campo marxista. Con una abundante fundamentación, Jaguaribe sostiene que no es cierto que el proceso económico y sus agentes, en un regimen de libre economía, conduzca a una sociedad a su desarrollo económico espontáneo. Tampoco es verdad "que el desarrollo económico, si alguna vez se lo promueve, produzca en forma mecánica el desarrollo de los otros sistemas de la sociedad" (cultural, social y político).

Frente a esas visiones y argumentaciones "optimistas" respecto de la dependencia, Jaguaribe plantea su visión, a la que hoy, veinte y tantos años después, podemos evaluar no sólo en su calidad descriptiva-explicativa de una situación sino también, hasta cierto punto, en su potencialidad predictiva.

La dependencia -sostiene Jaguaribe- se caracteriza por la desnacionalización, el estancamiento y la marginalidad. En América Latina, después del derrumbe de los populismos, el sistema resultante exigió, para conservar su equilibrio interno, la represión coersitiva de las espectativas de las masas. El estancamiento y la represión hacen que el equilibrio dependa cada vez más de las condiciones exteriores. El sistema no sólo tiende al desequilibrio interno (compensado por la represión creciente) sino tambien al externo, que culmina con el déficit vertiginosamente creciente de la balanza de pagos, que se equilibra con préstamos, que agravan el desequilibrio. El sistema necesita cada vez más insumos externos: capitales para su desenvolvimiento deficitario, respaldo científico-tecnológico y hasta ayuda externa para aumentar su capacidad de represión.

La situación se caracteriza por lo que Jaguaribe llama "propensión al fascismo colonial". Con esta expresión quiere significar que la conjunción entre dependencia exterior y represión interior hacen de él una variante del fascismo, que se distingue porque su centro dinámico no es interno sino externo. Hay características que lo semejan al fascismo europeo: dominación por una élite gobernante autocooptada, que emplea procesos discrecionales de control. La diferencia está en que el fascismo europeo era autónomo y endógeno, en tanto que la variante latinoamericana es dependiente y exógena. Por tales motivos, Jaguaribe propone la denominación de "fascismo colonial".

El problema central de la dependencia -según Jaguaribe- es el esquema de causalidad circular entre estancamiento, marginalidad y su equilibración mediante coersión interna y dependencia externa. Esta situación define una "espiral del deterioro" que no puede continuar indefinidamente. Tarde o temprano se llega a una "franja crítica", en la que hay que buscar una salida en un cambio de situación. Uno de los modos posibles del cambio es la revolución; otro es la estabilización de la dependencia bajo un nuevo sistema. Jaguaribe es sumamente escéptico con respecto a las posibilidades reales de la vía revolucionaria, porque "contra lo que creía Marx, el estancamiento y la dependencia pueden durar mucho tiempo". Aquí vuelve a reiterar una de sus ideas fundamentales: no basta la marginación de las masas para que se produzca una revolución; es necesario también la marginación y el descontento de sectores de la clase media (subélite) y de la burguesía (élite). Experiencias históricas posteriores mostrarían que tampoco bastan esas condiciones, y que sólo en sociedades afectadas por una disfuncionalidad múltiple, en un regimen predatorio de "societas sceleris" tuvo algún andamiento la vía revolucionaria, y no como proceso emancipatorio sino como transferencia del dominio a otro centro imperial.

De todos modos, es cierto que en esa franja crítica se generan condiciones pre-rrevolucionarias. El modelo fascista colonial tiende a producir ese efecto por dos mecanismos que se refuerzan mutuamente.

Por una parte, el estancamiento afecta la creación de nuevos puestos de trabajo, en general y también para la clase media de la sociedad. El estado fascista colonial, para no malquistarse con la clase media, busca compensar ese déficit mediante una política "cartorial" (11), de creación de puestos parasitarios, que le están destinados a dicha clase. Este sistema agota los recursos fiscales del estado y desata la inflación, que disminuye los ingresos de la clase media. Este proceso carece de solución endógena: o la potencia hegemónica subsidia al sistema o éste pierde la capacidad de mantener la lealtad de la subélite, con lo que se crean condiciones prerrevolucionarias.

Por otra parte, la crisis tiene una raíz cultural. La desnacionalización produce al sistema una pérdida de autodeterminación, y junto con ella una pérdida de la capacidad de convocar al esfuerzo y sacrificio, a la solidaridad y la abnegación. "Resulta cada vez más evidente -dice Jaguaribe- que el sistema..es expoliador en beneficio de la élite gobernante y de la potencia hegemónica y que, por consiguiente, sólo tiene sentido para quienes obtienen de él algún beneficio".

La dialéctica de la dependencia se manifiesta, entonces, en la fase satelital, en el creciente agotamiento de la capacidad de automantenimiento del sistema, aunque conserve la capacidad de ejercer un alto nivel de coersión. En último análisis, "el mantenimiento del modelo dependerá de los recursos y políticas de la potencia hegemónica. Si la potencia no está más dispuesta a subvencionar al satélite, hay que cambiar el modelo de dependencia, ya sea hacia una forma socio-política superior (la democratización dentro de una situación de dependencia provincial) o hacia una forma inferior (pretorianismo colonial). La segunda forma sólo es admisible en países pequeños y débiles, con un muy elevado grado de dependencia. No es admisible en países grandes y complejos (como los principales de América Latina) que ante un prolongado regimen de ese tipo sufrirían un proceso de disgrgación interior, con su secuela de anarquía, guerras civiles, etc. Por tal razón, se procura en estos casos por todos los medios encauzar los procesos hacia la forma democratizadora.

Jaguaribe analiza estos complejos fenómenos en términos de "límites del subsidio" y de "límites del deterioro". Si la potencia hegemónica subsidia al sistema, el modelo de dependencia satelital podría perpetuarse indefinidamente. El problema es que los EE.UU. no quiere -ni puede- disponer de sus recursos libres para tales fines, excepto en zonas críticas de enfrentamiento imperial, como fue el caso de Viet-nam, Afganistán, Berlín, Cuba, etc.

Los efectos disfuncionales del fascismo colonial, sin un subsidio compensatorio de la potencia hegemónica, llevarían necesariamente al sistema a formas más primitivas de dependencia. Su forma típica sería el pretorianismo colonial.

Este sistema se caracteriza por una división regresiva de la sociedad, o sea una polarización, que opone a quienes tienen el poder, la riqueza y la cultura, y que constituyen una clase gobernante predatoria, dirigida y respaldada por militares pretorianizados; y a quienes se encuentran privados de todo, expoliados y dominados, en un ambiente de cinismo cultural donde se fingen ideales sin conexión alguna con la realidad.

El tipo de sociedades que pueden ser dominadas por un regimen así (y donde efectivamente se han producido) son poco complejas, de población y territorio pequeños, como los países centroamericanos, los del Caribe y Paraguay. En los países grandes y complejos, el pretorianismo colonial resultaría incompatible con la conservación de su actual estructura nacional, de modo que experimentarían previamente procesos disgregadores.

Lo más probable es que, por la magnitud de sus intereses puestos en juego, la potencia hegemónica intervenga oportunamente para impedir esas disgregaciones. La mejor solución, para esa potencia, "consistiría en reorganizar la maltrecha dependencia de acuerdo con el modelo provincial".


(9) Osvaldo Sunkel "POLITICA NACIONAL DE DESARROLLO Y DEPENDENCIA EXTERNA" en H. Jaguaribe et al. "La dominación de América Latina", Amorrortu ed., Bs.As., 1972.

(10) Helio Jaguaribe "DESARROLLO POLITICO: SENTIDO Y CONDICIONES", Paidós, Bs.As., 1972.

Helio Jaguaribe "AMERICA LATINA: REFORMA O REVOLUCION", Paidós, Bs.As., 1972.

(11) Expresión típica de Jaguaribe, que se refiere a la burocracia, orientada no a la ejecución efectiva de servicios públicos, sino a proporcionar ocupaciones parasitarias a la "clientela" de los gobernantes a cambio de apoyo político.

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