BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

ADMINISTRACIÓN DE LA PRODUCCIÓN COMO VENTAJA COMPETITIVA
 

Eduardo Jorge Arnoletto

 

 

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• Participación en el PBI. Efectos sobre la economía.

La contribución del sector privado a la formación del PBI varía según los países entre el 60 y el 80% aproximadamente. En las últimas décadas se ha producido en todo el mundo una marcada tendencia hacia una notable reducción del porcentaje en que aporta al PBI el sector primario o extractivo, una cierta reducción relativa del aporte del sector secundario o industrial y un gran incremento del sector terciario o de los servicios.

En los países desarrollados y ricos de Occidente, el sector primario contribuye al PBI con un porcentaje que varía entre el 1% (Alemania) al 3% (Canadá, Italia) con una media del 2% (R.U., Francia, Japón). El sector secundario aporta al PBI en porcentajes que varía entre el 26% (EE.UU., Francia) y el 38% (Japón). El sector terciario, en cambio, registra porcentajes altísimos: 72% (EE.UU., Francia), 60% (Japón) y cifras intermedias en otros casos: 66% (R.U., Italia, Canadá).

En el otro extremo de la lista la situación cambia notablemente, pero en casi todos los casos, el sector servicios conserva un porcentaje de aporte elevado. El aporte del sector primario varía entre un 13% en Brasil y Argelia hasta un 25% en Irán, con otros casos intermedios como Turquía e Indonesia: 17%, o China: 20%. El sector secundario aporta porcentajes entre un 51% en Argelia hasta un 29% en la India. El sector terciario registra niveles desde un 52% en Turquía o Rusia hasta un 32% en China, pero con una mayoría de casos ubicados cerca de los 50%.

Si se toma, en lugar de los aportes monetarios, la creación de puestos de trabajo, la situación es similar. La nueva tecnología agraria y minera produjo una drástica reducción de los puestos de trabajo en las actividades extractivas, pese al notable aumento de la producción. Algo similar ocurrió en la industria, en la que la revolución científico  tecnológica produjo un aumento extraordinario de la productividad del trabajo humano, de suerte que la producción pudo expandirse con reducción simultánea de la cantidad de puestos de trabajo, y ha sido el sector terciario o de los servicios el que ha absorbido parte de esos excedentes, en muchos casos previa re  conversión y re  capacitación, de modo que actualmente se calcula, en los países desarrollados, que el sector servicios provee entre en 70 y el 80% de los empleos.

Ha cambiado también en forma radical la forma en que se desarrollan esos trabajos en relación de dependencia. Ha habido una notable pérdida del poder de los sindicatos para la negociación de los salarios y de las condiciones de trabajo. El trabajo se ha precarizado mediante la práctica difundida de contratos temporarios y de fáciles trámites para el despido; pero por otro lado las exigencias de preparación previa para poder ocupar los nuevos puestos altamente tecnificados y la exigencia de capacitación permanente en los trabajadores de todos los niveles hacen altamente indeseable una alta rotación del personal, mientras que las técnicas de autocontrol y “empowerment” plantean la necesidad de empleados de alto nivel de lealtad y motivación.

De todos modos, el balance final de puestos perdidos y ganados es negativo por ahora en la mayoría de los países, que de hecho afrontan porcentajes de desocupación y subocupación que no se veían desde la crisis del año 1930: 22% de desempleados en España, 12% en Italia, 7% en el Reino Unido (después de haber alcanzado picos del 12%), 14% en Argentina, etc. Los sub ocupados configuran porcentajes similares en muchos países, y el problema más grave lo plantean las poblaciones marginales, que no tienen ni van a tener posibilidad alguna de conseguir otro trabajo porque han quedado muy por debajo de las exigencias mínimas de capacitación requeridas.

Con respecto a la estructura del sistema globalizado de empresas, la tendencia dominante es pasar de empresa doméstica a empresa global, y a intervenir en procesos de fusión, alianza, integración, hasta configurar complejos empresariales de enorme tamaño y complejidad, con un poder económico muy superior al de muchos Estados nacionales. Por otra parte, esos procesos integradores casi inevitablemente acarrean reducciones de la plantilla de empleados.

Se calcula que armando una lista de las 100 entidades internacionales más poderosas, el 50% son Estados y el 50% son empresas. A su vez, en el interior de esas enormes corporaciones se realizan procesos de descentralización y autonomía regional y local, así como de tercerizaciones y asociaciones con empresas pequeñas locales, para hacer manejable una gestión cuya coordinación global está asegurada por complejas redes informáticas

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