BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

ADMINISTRACIÓN DE LA PRODUCCIÓN COMO VENTAJA COMPETITIVA
 

Eduardo Jorge Arnoletto

 

 

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Unidad didáctica nº 1: LAS EMPRESAS - VISIÓN PANORÁMICA.

• Concepto y definición. Características generales.

A mediados de los años 70’, Peter Drucker, en su obra “La Gerencia  Tareas, responsabilidades y prácticas”, hacía notar que contábamos con centenares o miles de obras sobre la administración de las diversas funciones de la empresa, pero que carecíamos de una teoría de la empresa como totalidad y de una disciplina integrada de la administración de la empresa en su conjunto. Desde entonces, los aportes de Drucker, entre otros, han contribuido a llenar en parte ese vacío, pero todavía se nota claramente el déficit de enfoques integradores.

En este apartado tomaremos algunas reflexiones del mencionado autor sobre qué es una empresa, comenzando por su crítica a la concepción (predominante en la economía clásica) que ve a la empresa como una organización o institución social cuyo objetivo final es la “maximización de la ganancia”, en base al “motivo utilitario” que se supone está en el origen de toda actividad económica.

En su versión originaria, la “maximización de la ganancia” era entendida según el viejo dicho de que “hay que comprar barato para vender caro”. Luego se lo matizó con muchas otras condiciones: tener en cuenta el largo plazo, considerar la ganancia de la organización y no solamente la de sus propietarios, incluir los ingresos no monetarios, el mantenimiento del control organizacional, la moderación de la competencia y muchos otros, a tal punto que Joel Dean, otro brillante economista de la empresa, termina diciendo que “el concepto ha cobrado perfiles tan generales y nebulosos, que aparentemente abarca la mayoría de los objetivos de la vida humana”. Un concepto así  remata Drucker  deja de serlo.

No es que Drucker pretenda negar la importancia de la ganancia. Por el contrario, considera que la ganancia y la rentabilidad son esenciales para toda sociedad, bajo cualquier sistema económico, aun más que para las empresas individuales, pero considera que la ganancia es la prueba de validez de las empresas y no la explicación causal o justificación racional del comportamiento y de las decisiones empresarias.

Drucker sostiene que para conocer la naturaleza de la empresa hay que partir de su propósito, que según el no es otro que “crear un cliente”. Los mercados son creación de los empresarios, cuya acción convierte el requerimiento potencial de los hombres en demanda efectiva. Es el cliente quien determina la naturaleza de la empresa, qué producirá y cómo prosperará. Lo que el cliente compra no es nunca un producto sino una utilidad: lo que ese producto o servicio le aporta, lo cual nunca es algo obvio. Es algo que el cliente percibe en sus propios términos, que no son necesariamente los nuestros.

El cliente  dice Drucker  es el cimiento de toda empresa y la clave de su perduración. Y es con el fin de atender los requerimientos de los clientes que la sociedad confía a la empresa el uso de recursos creadores de riqueza.

Si esto es así, si el propósito esencial de toda empresa es crear un cliente, la empresa  en opinión de Drucker  tiene solamente dos funciones básicas: la comercialización y la innovación, que son la funciones que producen resultados: todo el resto de las actividades son “costos”.

La comercialización es la función distintiva y originaria, la que realmente diferencia a una empresa de otras organizaciones sociales, tales como la Iglesia, el Ejército, la Escuela o la Administración Pública. Cualquier organización que se realiza mediante la comercialización de un producto o servicio es una empresa; y toda organización en la cual la comercialización no existe o es incidental, no es una empresa, y  aquí Drucker dice algo muy importante para aclarar frecuentes confusiones  “nunca debe administrársela como si lo fuera”.

La comercialización no es una función específica, como la manufactura o la gestión del personal, sino más bien una dimensión esencial: es la empresa en su totalidad, vista desde el punto de vista del cliente, y por lo tanto es una función cuya responsabilidad incumbe a todos los integrantes de la empresa, no a un departamento o sector especializado.

Pero la comercialización sola no basta. Una empresa comercial o industrial solo puede existir en una economía dinámica, que acepta la necesidad del cambio. La empresa es un órgano de crecimiento, expansión y cambio, lo que se realiza mediante la función de la innovación, que se manifiesta de muchas maneras: mejoras continuas de sus productos y procesos, reducción de los costos, creación de servicios diferentes que ofrezcan un nuevo potencial de satisfacción. La innovación puede darse en muchos campos: tecnológico, económico, social, etc.

Para cumplir su propósito de crear un cliente, la empresa debe utilizar recursos o factores de la producción, creadores de riqueza. Por su propia conveniencia y por un sentido del deber social, ella debe usar esos recursos de manera eficiente, lo cual es el objetivo final de la función de administración, cuya dimensión económica se llama productividad.

La productividad es el empleo óptimo, con el mínimo posible de mermas, de todos los factores de la producción ( y no solamente de la mano de obra, que es el que generalmente más se tiene en cuenta, quizás por su más fácil control), para obtener la mayor cantidad de producto de esos insumos, en las cantidades planificadas, con la calidad debida, en los plazos acordados.

La ganancia no es una causa sino un resultado del desempeño empresarial en la comercialización. Es la única prueba efectiva del buen desempeño y es también un premio frente al riesgo de la incertidumbre. Es la fuente del capital necesario para la inversión y el crecimiento de la actividad y del empleo, y también el origen de los fondos fiscales que solventan a los servicios públicos y a la actividad estatal en general. Según W. Rathenau, la ganancia es la principal responsabilidad empresarial.

Administrar una empresa  concluye Drucker  supone un desempeño administrativo, con su orden, sus normas, sus procedimientos, etc., pero siempre subordinado al objetivo de la creación de un cliente mediante la comercialización y la innovación. Es una tarea creativa más que adaptativa. Es una actividad racional, que fija objetivos deseables y decide actitudes frente a las posibilidades y limitaciones del entorno.

Con respecto al contexto actual de las organizaciones empresarias, podemos decir que, para describirlo, cada vez es más frecuente en la literatura especializada el uso de la palabra caos. Se habla de “caos externo” para aludir a ese mundo turbulento, de causas complejas y poco visibles, de efectos imprevistos y poco deseables en muchos casos, que plantea grandes dificultades para prever resultados por medio del análisis racional, lo que genera un elevado nivel de incertidumbre y plantea la necesidad de disponer de una alta de capacidad de adaptación, flexibilidad y creatividad para hacer frente a requerimientos muy cambiantes.

No es extraño que en estas condiciones el tradicional modo de planificar las actividades haya sido sustituido por otro muy diferente. Antes planificar era algo así como construir una imagen acabada del futuro deseado y trazar el camino que paso a paso nos iría luego acercando a su concreción. Hoy, planificar es más bien analizar los diversos escenarios alternativos que pueden llegar a plantearse ante nuestra marcha futura y esbozar las respuestas estratégicas que ante cada uno de ellos podríamos dar, para estar mejor preparados a dar el salto necesario ante el vaivén de circunstancias que (lo sabemos) no coincidirán tampoco exactamente con alguna de nuestras previsiones.

Un intento de explicar nuestra actual situación ( que en mayor o menor grado e intensidad afecta a las organizaciones en todas partes) hace referencia a la acción combinada de tres factores concurrentes: la nueva tecnología (algunos autores hablan de una “revolución tecnológica”) que se manifiesta en un acelerado desarrollo de nuevos productos y servicios, de nuevos procesos y materiales, con innovaciones que abren sorprendentes posibilidades; la globalización, que se expresa en una apertura de los mercados, en especial en el campo financiero, en una red cada vez más compleja de mejores comunicaciones y transportes y en organizaciones cada vez más grandes, complejas e interactivas y a la vez descentralizadas; y los cambios en las expectativas , que es un acostumbramiento a la innovación, una precarización creciente de las relaciones proveedor  cliente, que acorta la vida de los productos y servicios y conduce a una rápida obsolescencia de casi todo, y por consiguiente a un notable endurecimiento de la competencia, en el marco de esa interacción que en muchos casos alcanza nivel planetario.

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