BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

Comunidades Productivas: Asociatividad y Producción en el Territorio
 

Luis Ramón Valdez

 

 

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Capitulo I . Los Conceptos de Asociatividad y Cooperación

La Referencia de los Distritos Industriales

El hecho de que en un ámbito territorial exista un cierto grado de asociatividad empresarial y que esta pueda adquirir un carácter estratégico, o que la existencia de la cooperación productiva, plantee a su vez la existencia de opciones que superen la noción de individualidad, ha estado presente, de una manera u otra, a lo largo de la evolución de los más recientes trabajos del pensamiento estratégico. Aunque también, es cierto que las perspectivas económicas más tradicionales no han considerado la asociatividad empresarial y la cooperación como opción de competencia17.

En el plano de la referencia local existen dos corrientes de pensamiento claramente diferenciadas en la práctica, al momento de abordar la cuestión de la asociatividad empresarial, y de manera particular, al asociar este concepto a las opciones estratégicas del sector industrial local y de manera específica a las estrategias de promoción y desarrollo de las pequeñas empresas dominicanas.

Estas corrientes de pensamiento aunque parecen partir de un núcleo central básico: la asociatividad como estrategia para competir, se diferencian por el abordaje de las empresas, en las opciones estratégicas seleccionadas y básicamente en los tipos de articulaciones que se pretenden construir en el proceso asociativo. Una postura hace énfasis sólo en criterios técnicos, en articulaciones que apuestan al interés individual como reforzante de la cooperación, en ocasiones no discrimina el impacto de esta articulación sobre los diferentes sujetos actuantes en el proceso. Otra corriente, pone más énfasis en la parte social, en el tipo de organización productiva que se pretende construir que es a su vez una expresión social de las relaciones ínter sujetivas. Una y otra corriente toman referencias de otras latitudes, y por tanto, dependiendo del horizonte ideológico de pensamiento una misma experiencia puede servir para justificar una determinada posición con referencia a una corriente de pensamiento diferente.

Habiendo aclarado precedentemente este punto, puede pasarse a externar algunas consideraciones referentes a una de las experiencias más representativas de los modelos de asociatividad de pequeña empresa, como modelo exitoso de cooperación y de las opciones estratégicas abordadas a partir de la construcción de alternativas al modelo denominado de producción en masa: la referencia es la del Distrito Industrial. El Distrito Industrial es considerado como un ámbito productivo definido territorialmente; en donde el elemento territorial, en este caso, no se plantea sólo como proximidad geográfica sino también como una inserción en los procesos sociales locales, constituye el nexo de unión que articula toda la colectividad. Puede entenderse el Distrito Industrial como un conjunto de pequeñas empresas especializadas en diversas fases del proceso productivo, que constituyen redes organizativas con fuertes lazos y que consiguen importantes niveles de eficiencia colectiva18. Así el Distrito Industrial puede definirse como una "entidad socio territorial que se caracteriza por la presencia activa de una comunidad de personas con un conjunto de empresas en una zona natural e históricamente determinada"19.

Una conceptualización muy próxima a la anterior es la que plantea que el Distrito Industrial es “una entidad socio territorial que se caracteriza por la presencia activa tanto de una comunidad de personas como de un conjunto de empresas en una zona natural e históricamente determinada. En el distrito, al contrario que en otros ambientes, como las ciudades industriales, la comunidad y las empresas tienden a fundirse”20.

El elemento más resaltante de las aproximaciones conceptuales anteriores, parece indicar que el concepto Distrito Industrial no se corresponde con el nivel de análisis de una industria ni con el de una organización individual; para definir este ámbito hay que considerar un elemento sociológico21 como es "la idea de los sujetos de formar parte de (...) la idea de pertenencia, así como las relaciones de rivalidad, de emulación, los procesos de integración y otros similares son factores que unen y separan a los grupos humanos no necesariamente efímeros y a menudo profundamente enraizados"22 .

Dentro del Distrito Industrial se generan un conjunto de externalidades que son definidas, de acuerdo con Marshall, como economías externas y que son reproducibles a partir de un elemento clave como es la "atmósfera industrial"23, concepto que intenta definir la velocidad de los flujos de información y conocimiento que circulan por el distrito.

Una de las formas adoptadas para analizar el fenómeno del Distrito Industrial ha sido contraponiéndolo con otras formas de producción como la producción en masa o en serie y la gran empresa integrada como su institución reguladora.

El impacto de esta forma de organizar la producción con rasgos diferenciales significativos del modelo dominante, ha movido a algunos intelectuales a plantear que se está frente a una “segunda ruptura industrial24”; cuyo eje diferenciador se sitúa en la denominada especialización flexible, en donde llega a señalarse que tiene sus antecedentes en los principios de la producción artesanal. La especialización flexible junto con las redes de subcontratación japonesas y los nuevos procesos productivos constituyen dos elementos relevantes dentro del planteamiento teórico de Piore y Sabel25.

El fenómeno de la asociatividad empresarial y el modelo de los Distritos Industriales de manera específica, denominado en ocasiones “modelo italiano” ha sido objeto de estudio desde muy diversas miradas y en ese sentido desde el punto de vista económico, este fenómeno ha significado una actualización de su concepto original marshalliano26, en donde las empresas encuentran una serie de ventajas por el hecho de estar localizadas en un entorno determinado.

Los miembros del Distrito Industrial participan de una cultura y costumbres comunes a la manera de una comunidad territorial27, y esta parece convertirse en un universo dentro del cual los actores encuentran todos los puntos de referencia de sus modelos. Son espacios donde las distintas unidades productivas juegan cada una un papel determinado compartiendo objetivos comunes con una relación estable, donde los propios límites de la estructura definen las relaciones más significativas que se producen entre las unidades.

El concepto de Distrito Industrial marshalliano28 es una referencia necesaria donde la noción del colectivo es dada por las interacciones al interior de una comunidad de personas y de un conjunto de empresas en un entorno socio territorial históricamente determinado. En el Distrito Industrial es relevante la comunidad de ideas, valores, la reciprocidad y el cambio como elementos de un sistema y que son esenciales para su reproducción. La competencia está presente en el Distrito de manera intensa, pero también se genera un clima de cooperación y solidaridad29 y la necesidad de proveer un equilibrio que regule las fuerzas internas y en ese orden, la misma configuración socioeconómica y cultural del distrito lo plantea como sistemas en evolución.

Para autores como Brusco30 el concepto no es estático, no plantea un desarrollo lineal y homogéneo de los distritos industriales, sino que traza el concepto generacional en el desarrollo de los mismos, exponiendo características diferenciadoras. Indica la existencia de un primer modelo de distrito industrial que se llama de primera generación sin la intervención estatal; de esta manera, este autor define el distrito industrial como “un conglomerado de empresas con una relación particular entre estas, en las cuales señala que una versión de los distritos no poseen un centro de decisión estratégica31, en donde el proceso de innovación tecnológica, y de cambio estratégico esta difuminado socialmente”. Otras experiencias señaladas por Brusco indican como el Estado o el gobierno local prestan “servicios reales32” a las empresas, más que ayuda financiera, que consiste en “ofrecer lo que la empresa necesita en especie, en lugar de ofrecerle dinero para comprarlo”33: prestando servicios de centros de información, diseño, logística de mercado, etc. Pero no existe la certeza de que un centro de servicios reales, por sí mismo, pueda inducir políticamente el desarrollo de las empresas.

También es importante señalar el componente cultural-social como elemento resaltante de las relaciones productivas establecidas al interior del distrito; la producción se lleva a cabo como un proceso social mediante una estructura que fomenta la interacción entre los sujetos34. Por ejemplo, el proceso de aprehensión del aprendizaje y la solución de los problemas se da mediante el intercambio de las experiencias de los trabajadores de las diferentes fábricas a través de los espacios informales: la calle, el bar, etc. Aspectos que contribuyen a la formación de valor agregado de carácter colectivo, sin la mediación de las relaciones de mercado.

Por otro lado Capecchi, hace referencia al impacto de la decisión política y su influencia en los gobiernos regionales, la formación profesional, las universidades para direccionar el desarrollo industrial de los conglomerados industriales de pequeñas empresas35. Capecchi, Brusco y Pezzini36 reflexionan también sobre la lógica de la intervención política en la perspectiva del desarrollo industrial territorial de la pequeña empresa37. No obstante todas las posiciones concuerdan en afirmar el papel de la cooperación en el proceso de conformación y desarrollo de estas experiencias empresariales.

Desde una óptica diferente Michael Porter38plantea y difunde la idea de que las concentraciones territoriales de sectores “competitivos interrelacionados”, que el autor define como "cluster", constituyen el origen de la ventaja competitiva. Plantea que en estos "clusters", la intensidad de la rivalidad entre competidores y sobre todo la existencia de sectores auxiliares y complementarios refuerza la posición del modelo del "diamante" que este autor propone como modelo para analizar la “competitividad nacional”. En la conceptualización de Porter el concepto de cooperación está subordinado y es funcional a la regulación que una empresa puede ejercer sobre otras del conjunto; el avance estratégico se fundamenta en la competencia nacida de la rivalidad de las empresas, en donde la cooperación es regulada a favor de uno de los sujetos y se teje sobre el interés individual39. En realidad se plantea como una postura conceptual filosóficamente diferente de las anteriores.

Sengenberger y Pyke llaman la atención hacia ciertos principios, haciendo la precisión de que no se trata de construir un modelo y que dada la diversidad de los distritos advierten sobre el riesgo de la generalización en exceso, y que en sus propias palabras seria una equivocación. Plantean como característica esencial su organización, señalando que su éxito se debe más que a dotación de recursos o accesos a factores de producción baratos, a una organización social y económica particularmente eficaz, posibilitando la disposición a cooperar favoreciendo la competencia, una cooperación que promueve la eficiencia40, el dinamismo empresarial41, la flexibilidad, la combinación de flexibilidad y producción especializada, confianza y cooperación, entre otros. Es importante señalar que estos principios organizativos no son exclusivos de la tercera Italia y pueden encontrarse en otros países de Europa u otras partes del mundo42.

En uno de sus trabajos Carlo Trigilia apunta sobre la interconexión de la comunidad con el mercado y las instituciones sociales “dentro del distrito industrial, los mecanismos del mercado y las instituciones sociales como la familia, el parentesco y la comunidad local se hallan estrechamente interconectados” y de cómo estas relaciones sociales tejidas, aportan recursos culturales y materiales para el desarrollo de las estructuras productivas empresariales flexibles. Apunta también sobre la importancia del aspecto político y la relación existente entre el crecimiento de la pequeña empresa y el contexto social, en donde la política se autonomizó respecto de los intereses individuales y ligada más a los intereses colectivos, aunque con un fuerte sello localista, esto para algunas experiencias especificas43.

Por otro lado, Alburquerque, indica la experiencia de la asociatividad muy vinculada al desarrollo local y a las municipalidades como interlocutores válidos y necesarios en la articulación de iniciativas de fomento y apoyo a la pequeña empresa dentro del marco de una política amplia de desarrollo de sistemas productivos locales, señalando con claridad que la descentralización y desarrollo local son iniciativas que se refuerzan mutuamente, pero no son coincidentes44.

Ahora bien, el concepto Distrito Industrial, para muchos autores es utilizado, para describir realidades con grandes diferencias entre sí, aunque todas hagan referencia a la pequeña empresa y a una mayor o menor aglomeración de empresas en un determinado territorio. De hecho autores como Ash Amin y Kevin Robins45 llaman la atención sobre este fenómeno, y contra lo que ellos llaman “una nueva ortodoxia”46, en clara referencia a la corriente teórica que plantea a los distritos industriales como nuevo modelo de desarrollo industrial alternativo a la producción en masa. Pues indican que estos espacios industriales no se han generalizado lo suficiente como para ser planteados como nuevos paradigmas del desarrollo económico a partir de las localidades. En abierta contradicción con los autores citados más arriba.

Michael Storper pone el acento en los aspectos de la asociatividad vinculado a la pequeña empresa; sino en las capacidades reflexivas que van (o pueden ir) asociadas a ellas. Señalando que el estímulo de la aglomeración puede traducirse en economías externas, pero no siempre da lugar a los distritos47.

Lo que es innegable en los diferentes puntos de vista con referencia a los distritos industriales, es que estos expresan una forma de articulación entre empresas y una forma de organizar la producción en donde el entramado social juega un papel de primer orden; por cuanto la estrategia de desarrollo, independientemente de las diferentes opciones estratégicas seleccionadas, no es sólo una ecuación de variables técnicas. Existe una especie de equilibrio entre competencia y cooperación. La competencia, aunque intensa, se desarrolla en el ámbito de reglas informales que todos conocen, que casi todos respetan y que emanan del compartimiento del mismo sistema ético-cultural. La rivalidad es mitigada por toda una serie de elementos de cooperación intrínsecos en la naturaleza misma de los sistemas locales, en un marco de sólido equilibrio entre colaboración y competencia, contribuyendo de esta manera a determinar el éxito de los distritos. En estos espacios las relaciones sociales, la interacción entre las unidades productivas y el entorno, es un componente especialmente relevante en el proceso de desarrollo territorial y el éxito de las empresas articuladas. El hecho de que las empresas compartan una dotación de recursos, una cultura productiva, un entorno social y cultural fortalece que las relaciones se intensifiquen y que se produzca un alto nivel de cooperación, una cooperación no desarticulada del proceso social e histórico, es un elemento preeminente en el progreso colectivo de estos espacios; el análisis desde la perspectiva técnica o económica, no debe obviar estos aspectos nodales de la composición de los distritos industriales.

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