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LOS CONDICIONANTES EXTERNOS EN LOS PROCESOS DE INTEGRACIÓN
El rol de Estados Unidos de América ante los casos europeo y latinoamericano


Eduardo Rivas

 

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Capítulo 2. Situación de Posguerra
La posguerra en Europa

Al terminar la Segunda Guerra Mundial, el dominio político y económico de los Estados Unidos de América se acrecentó vertiginosamente, y con él, se produjo un cambio en las relaciones internacionales, que dejaban de guiarse por el eurocentrismo (1), pasando a ocupar EUA el lugar que otrora ocupara Europa (2).

Desde los orígenes de la conflagración bélica éste era, claramente, uno de los objetivos estadounidenses, “quienes se veían a sí mismos como el pueblo elegido por Dios para dirigir la política y la economía mundial, debiendo utilizar para ello lo que estuviera a su alcance”(3). El entonces Senador estadounidense Harry Truman así lo expresaba cuando definía su política con respecto a la guerra al afirmar que “Si vemos que Alemania está venciendo fácilmente, tenemos que ayudar a Rusia. En el caso contrario, habría que ayudar a Alemania, de manera que se eliminen mutuamente”(4).

Pero la pérdida del dominio mundial no era la única pérdida que tuvo que afrontar Europa, puesto que, después de la Segunda Guerra Mundial, dos Estados situados más allá de los confines de Europa comenzaron a dirigir su destino: Estados Unidos de América y Unión Soviética (URSS). En adelante, las cuestiones más trascendentales de la política mundial, así como las decisiones de vital importancia para Europa, se decidirían en Washington o en Moscú.

En América Latina, sin embargo, algunos Estados no advirtieron, o no quisieron advertir, este cambio profundo del sistema, debido a que durante todo el período de entreguerras permanecieron insertos en un esquema de relaciones con Europa. Esto se debió principalmente a que América Latina se había beneficiado comercialmente durante la guerra, vendiendo sus productos a Europa (5).

Los Estados que se encontraban en mejor situación eran Argentina, Brasil y México que, merced a un proceso sustitutivo de importaciones (6), acrecentaron su desarrollo industrial. No obstante, la finalización del conflicto trajo como resultante el retorno del mercado mundial libre y la competencia, lo que perjudicó el comercio de la región. Frente a esta situación y la orientación que EUA impulsaba hacia otros temas de su mayor interés, como la reconstrucción europea y el “problema del comunismo” -en cuyo último caso, recrudeció las presiones intervencionistas en la región-, América Latina no supo presentar una posición alternativa común.

La forma que adquirió en estas circunstancias la promoción de la industria fue la de sustitución de importaciones. Ésta fortaleció el crecimiento de los países de la región en los años de post-guerra y redujo los porcentajes que representaban las exportaciones y las importaciones en el Producto Interno Bruto. Entre finales de la década de los veinte y mediados de la de los sesenta el coeficiente de importaciones de la región descendió de 30% a 9% y el de exportaciones de 31% a 14%, mientras que la industria elevó su participación en el producto interno de 13% a 23%. En relación con la composición de las importaciones, la parte correspondiente a los bienes de consumo cayó de 46% a 18%, en tanto que aumentó de 54% a 83% la de los productos intermedios, combustibles y bienes de capital.

En Europa, mientras tanto, ya comenzaban a aflorar nuevamente los partidarios de una unión europea, ahora teniendo como argumento más fuerte el mantenimiento de la paz conseguida tras la guerra. Entre los seguidores de esta idea se encontraba Winston Churchill, quien en su célebre discurso pronunciado en la Universidad de Zürich, Suiza, el 19 de septiembre de 1946 alentó el desarrollo de los movimientos europeos al exponer la necesidad de crear “un germen de Estados Unidos de Europa” (7). Cabe señalar que, ya en esta época, existían entre los partidarios de la construcción europea dos concepciones opuestas: la primera, que buscaba una cooperación entre los Estados, caracterizada por el respeto y mantenimiento de su soberanía, instituciones permanentes desprovistas de un poder de decisión y variedad en cuanto al número de Estados participantes, cuyo principal impulsor era el Reino Unido; y la segunda, que buscaba la integración, posición pregonada por Francia, cuyas principales características eran la cesión parcial de soberanía, al despojarse los Estados de ciertas competencias en beneficio de una autoridad común, es decir, instituciones dotadas de poderes efectivos e inmediatos, y participación del mismo número de Estados en aquellas organizaciones a que dieran lugar. Esta confrontación ideológica se prolongaría hasta nuestros días, en los que si bien hay una mayor tendencia en favor de la segunda concepción, ésta no es determinante. Las declaraciones de Churchill se producían cuando el Viejo Continente, donde se desarrollaron la mayor cantidad de las batallas, había quedado devastado. Tras la capitulación de las fuerzas del Eje en el año 1945, comenzaban a formarse nuevos gobiernos en los distintos Estados, y las fuerzas comunistas de algunos de ellos, Francia e Italia por ejemplo, ocupaban puestos de gobierno. Esto ocupó la atención de EUA, porque era una situación que no podía tolerar, puesto que la alianza de trabajadores y campesinos forjada en la lucha antifascista, con sus ideas democráticas y radicales, sumada a los partidos comunistas, podría abrir el camino al desembarco de la URSS y su proyecto en Europa Occidental (8).

Para evitar esta posibilidad, EUA entendía que se debía combatir la pobreza, puesto que las semillas de los regímenes totalitarios se alimentan, según esta visión, de la miseria y la necesidad, puesto que “éstos se esparcen y crecen en el diabólico suelo de la necesidad”, y sobre esa base, grupos comunistas podrían “organizar la necesidad” e intentar implantar regímenes comunistas en Europa occidental.

Esta argumentación era la lógica de pensamiento que llevaba adelante el Presidente Truman, cuando planteaba la “solución” al surgimiento de regímenes comunistas en Europa occidental con expresiones dialécticas propias de la escuela wilsoniana estadounidense tales como “libertad u opresión” o “ellos o nosotros”. Asimismo afirmaba que “Estados Unidos, junto con otras naciones, podría sufrir las consecuencias de un deterioro global si Europa no se recuperaba”, y agregaba: “la recuperación europea es esencial para el mantenimiento de una civilización en la que el modo de vida norteamericano tiene sus raíces”, puesto que si Europa occidental se volvía comunista, “podría también forzarnos a modificar nuestro propio sistema económico y a privarnos, por el bien de nuestra seguridad, de nuestras libertades y privilegios”(9). Estas declaraciones tenían como contexto las luchas que se llevaban a cabo durante finales de la década del ´40 en Grecia y Turquía entre sus gobiernos y las guerrillas comunistas, ya que la lógica de pensamiento estadounidense era que si ambos Estados caían ante los comunistas, entonces Europa, el norte de África, Irán y Medio Oriente estarían amenazados de correr la misma suerte.

Sin embargo había algunos hechos que parecían no darle la razón a EUA. Por ejemplo se puede contrastar que Stalin redujo, al acabar la Segunda Guerra Mundial, los efectivos de las fuerzas armadas de once millones y medio de soldados a menos de tres millones para finales de 1947; o que la URSS diera instrucciones a los partidos comunistas de Francia e Italia para que den apoyo y participen en los gobiernos de coalición que entonces se conformaban en dichos Estados. Esta realidad era asumida por George Kennan, entonces asesor presidencial estadounidense, cuando afirmaba que “no nos amenaza el poder militar soviético, sino su poder político”(10).

Pero pese a esto, o quizás motivado por ello, se generó en EUA un estado de opinión contrario al accionar soviético, se desató una verdadera histeria anticomunista (11).

Queda claro que se había creado un cuadro ideológico muy definido en contra del comunismo soviético. Esto es, ni más ni menos, lo que se creó: una corriente de pensamiento que sostenía que “el fantasma del comunismo”, encarnado en la URSS, se lanzaría a una conquista mundial que comenzaría en Europa y no acabaría hasta ocupar todo el mundo.


1. Una de las principales razones, aunque no la única, por la cual Europa comienza a perder peso específico en el concierto mundial de naciones es el proceso de descolonización, que se inicia apenas finalizada la contienda bélica. El Reino Unido perdió la India, que por criterios religiosos se dividió en India y Pakistán; Francia se encontraba en plena descomposición colonial; Bélgica y Holanda estaban cerca de perder sus imperios coloniales, Congo e Indonesia respectivamente. Este proceso tuvo, como reacción natural al juego colonizador europeo occidental, una aproximación al modelo socio-comunista de la Unión Soviética de una gran parte de las nuevas naciones, muchas de las cuales fueron naciendo con problemas internos latentes, generadores de conflictos, provocados por la división geográfica impuesta por los colonizadores, que casi nunca coincidía con los orígenes étnicos-tribales de las poblaciones y sus respectivos territorios. Esta situación, además de acentuar el decaimiento protagónico europeo dio lugar a numerosos conflictos durante la llamada Tercera Guerra Mundial.

2. “Hacia 1900 el acontecer político en el mundo era dirigido desde Europa. Las grandes potencias europeas, como Reino Unido, Francia, Alemania, Austria-Hungría, Italia, España y otras, determinaban el curso de la política. Estados Unidos no ejercía, en los principios del siglo XX, una política exterior propia. La Rusia zarista, si bien estaba interesada en el acontecer europeo, no tenía influencia determinante sobre el mismo. Los grandes pueblos de Asia y África, como Japón, China y otros, no prestaban apenas atención a los asuntos de Europa, o bien eran colonias o protectorados europeos. [...] Ahora bien ¿cuál era la distribución del poder sobre la Tierra sesenta años más tarde, aproximadamente hacia 1960? En lo que se refiere al poder y a la influencia, Estados Unidos se halla ahora a la cabeza. [...] En segundo lugar se encuentra la Rusia soviética [...] A estos dos gigantescos países les sigue la China roja como tercera superpotencia. [...] ¿Y cómo es la situación en Europa? La totalidad de su territorio, excluyendo la parte ruso-soviética, es pequeña, aproximadamente 4,9 millones de kilómetros cuadrados. Pero la población de Europa es extremadamente densa, habiendo alcanzado en 1960, los 425 millones de personas, de los que 183 millones pertenecen a las clases activas. A fin de poder calcular el valor de la población, quisiera exponer las cifras de participación de Europa, Estados Unidos y el resto del mundo en la producción industrial. En 1960, Europa participaba en la producción mundial con un veintisiete por cien, la Unión Soviética con un dieciocho por cien. Estados Unidos con un treinta y tres por cien, y el resto del mundo con un veintidós por cien” ADENAUER, K., Conferencia en el Ateneo de Madrid, 16 de febrero de 1967, Revista Política Exterior N° 82, página 147.

3. NÚÑEZ, J., La política del imperio, http://www2.satnet.net/imperio/imp8.htm

4. KISSINGER, H., Diplomacia, Ediciones B, Barcelona, 1996, página 452.

5. Las exportaciones latinoamericanas al inicio de la Segunda Guerra Mundial correspondían a un 6,1 por ciento del total comerciado mundialmente, mientras que al momento de la finalización de la contienda este porcentaje ascendía al 16,2 por ciento. Sin embargo este crecimiento, tras la finalización de la guerra se detuvo e incluso tuvo una regresión, puesto que las exportaciones latinoamericanas de 1948 significaron el 9,3 por ciento del comercio mundial. AGUIRRE, N. y CRISORIO, C., Los países del Cono Sur y un largo camino hacia la integración. Las relaciones con Europa, en Historia y perspectiva de la integración latinoamericana, Asociación para la Unidad de Nuestra América (AUNA), Morelia, 2000, página 144.

6. La aspiración de industrialización cobró fuerza en América Latina debido a la necesidad de proveer los mercados internos y de mantener un balance en el comercio internacional. Además, por el hecho positivo de que podía representar un elemento dinámico que proveyera un nuevo impulso a las economías de la región.

Como sostiene Jorge González Izquierdo, “Se instrumentó una política de protección a la producción interna de altos niveles arancelarios y/o prohibición para las importaciones de bienes de consumo final; y de bajos niveles o liberación completa a la importación de bienes intermedios y de capital. En el aspecto financiero se concedió crédito a tasas de interés subsidiadas y en lo fiscal se estableció un sistema de estímulos tributarios a la inversión y/o reinversión. El precio de la energía se fijó, en la mayoría de los casos, a niveles subsidiados que no reflejaban su costo de oportunidad, en tanto que la legislación social y laboral encarecía el costo de la mano de obra. Como resultado, la industria nació y creció en base al mercado interno. El sistema de protección e incentivos descrito hizo más rentable a ojos del empresario vender en el mercado interno que tratar de exportar. Además, la dimensión de este mercado aunado al hecho que el proceso mismo permitió el aislamiento tecnológico del exterior impidió el uso de las ventajas comparativas, de la especialización y de economías de escala, derivando en una estructura de costos poco competitiva a nivel internacional. La agricultura y las exportaciones fueron los grandes discriminados. Con el correr del tiempo la estrechez del mercado interno se convirtió en la limitante principal para el desarrollo del proceso de sustitución de importaciones hacia fases más complejas. Surgió entonces la alternativa de la integración que, a través de sus fases primarias de desarrollo, permitiría expandir el mercado interno. La creación de zonas de libre comercio, uniones aduaneras, etc. respondía a esa concepción”. GONZÁLEZ IZQUIERDO, J., Prioridades y opciones para la integración latinoamericana: una aproximación, http://www.cefir.org.uy/  

7. “Yo deseo hablar de la tragedia de Europa [...] Este noble continente es la cuna de todas las razas, de donde surgen los pueblos occidentales, es la fuente de la fe y de la moral cristiana, es el origen de todas las religiones, de todas las cortes, las filosofías y las creencias de los tiempos antiguos y modernos. Pero Europa está partida por las pasiones nacionalistas que destruyen la paz y encubren la esperanza de la humanidad [...] ¿Cuál es el remedio soberano? Rehacer la textura de Europa o de la mayor parte de ella y crear un edificio donde se pueda vivir en paz, en seguridad y en libertad. Debemos establecer una suerte de «Estados Unidos de Europa» [...] El primer gesto de los Estados Unidos de Europa, la primera medida a tomar, será crear un Consejo Europeo. Francia y Alemania deben tomar de modo urgente la iniciativa. Gran Bretaña y la Commonwealth, la poderosa América y yo espero que Rusia soviética, deben ser los amigos y garantes de esta nueva Europa y deben defender su derecho a vivir. Así yo digo: Hagamos Europa” CHURCHILL, W., The tragedy of Europe, The Times, 20 de septiembre de 1946.

8. “Esta situación se precipitó cuando, por iniciativa del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), tuvo lugar, en septiembre de 1947, una reunión en Szklarska Poreba (Polonia) de los representantes de los Partidos Comunistas de nueve Estados europeos. Acudieron a la cita los siete partidos de la región central y oriental -faltó el partido albanés-y, además, los dos partidos más importantes de la occidental: el francés y el italiano. En esta reunión se tomó la decisión de crear una oficina de información, destinada a servir de órgano de enlace entre los diversos Partidos Comunistas (Kominform). Los Estados occidentales interpretaron inmediatamente que se trataba de volver a la Komintern, la Internacional Comunista, que había sido disuelta en 1943, precisamente por las prevenciones que despertaba. También juzgaron que era un síntoma de endurecimiento y que se trataba de crear un instrumento al servicio de la política soviética”.

http://www.artehistoria.com/ 

9. http://www.puntofinal.cl/

10. DE LA CUEVA, J., http://www.basque-red.net/

11. Un aspecto de primera importancia para comprender a los Estados Unidos de fines de los cuarenta y durante los cincuenta es el fenómeno de la histeria anticomunista. No fue un fenómeno nuevo, pues ya había existido, en 1919-1920, tras la Primera Guerra Mundial. En realidad esa histeria anticomunista, nació antes del final del conflicto e incluso del estallido de la Guerra Mundial. La HUAC -“House on Unamerican Activities Comittee”-, es decir, el comité parlamentario para perseguir las actividades “antiamericanas” fue establecido en 1938, y en 1940 se aprobó la Smith Act persecutoria de los defensores del comunismo; éstos eran los momentos en los que el comunismo soviético parecía un aliado firme de los nazis. Sin embargo, fue en la posguerra cuando todas esas actitudes se mostraron más peligrosas en la vida política y cultural norteamericanas. Lo peor, sin embargo, del ambiente creado por la histeria anticomunista fue que contaminó el debate político e impidió la difusión e incluso la subsistencia de cualquier causa progresista que pudiera ser acusada, por remotamente que fuera, de vinculación con el comunismo soviético.  

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