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VENEZUELA, CAPITALISMO DE ESTADO, REFORMA Y REVOLUCIÓN

Edgardo González Medina

 

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La llamada "rebatiña de concesiones"

El autor y estudioso de la materia petrolera Luis Vallenilla cifra la primera concesión de hidrocarburos el 24 de agosto de 1865, por todo el estado Zulia, otorgada al señor Camilo Ferrand. Esta concesión tenía un término de diez años.4

El 2 de febrero de 1866 - según el mismo Vallenilla - la legislatura del estado Nueva Andalucía otorgó una concesión por 25 años a Manuel Olavarría, que comprendió el territorio de los actuales estados Sucre y Monagas.5

En 1878, se recuerda, el ciudadano Manuel Antonio Pulido obtiene una concesión en el estado Táchira, por 50 años. Se constituye la empresa Petrolia del Táchira, sacando petróleo del campo La Alquitrana. Dice Vallenilla que esta empresa fracasa "... en medio del ya signado devenir de esta industria en Venezuela..."

Esta explotación de la "Petrolia" fue un esfuerzo insostenible. Para 1881 se había perforado el pozo Eureka con escaso éxito. Dice la Tesis Petrolera del partido Acción Democrática:

"...El petróleo se extraía con una bomba de mano y su refinación se efectuaba en un pequeño alambique con capacidad de 15 barriles, cuya producción semanal permitía satisfacer la demanda petrolera de la época. Este primer ensayo terminó el 8 de abril de 1943 al caducar la concesión. .."6

Era lógico que las primeras producciones tuvieran esas características si eran hechas por venezolanos particulares, si el Estado no asumía un rol de asistencia financiera, lo cual no hicieron los gobiernos de Castro, Gómez, ni los causahabientes de López Contreras y Medina. Solo la experiencia mucho tiempo después, de la Corporación Venezolana de Petróleo, prefiguró un intento de producción propia. En 1974 la CVP no alcanzó, sin embargo, sino una ínfima producción de 74.000 barriles diarios.

En 1893 el gobierno otorgó concesión de la explotación del lago de asfalto Guanoco en el estado Sucre. Los beneficiarios originales fueron Horacio Hamilton y Jorge Philips, quienes la traspasaron a la empresa New York and Bermúdez Comp., subsidiaria de la Asphalt. 7

La acción de la Bermúdez es graficada en la historia como un ejemplo del intervencionismo en los asuntos internos de Venezuela, o en todo caso como un hito difícil de olvidar debido a las humillaciones que profirió al país. El Presidente Cipriano Castro demandó la rescisión de la concesión a esta compañía, y fue declarada con lugar la demanda primero contra Horacio Hamilton en 1905 y contra la propia empresa en 1908 en razón de haber ayudado a los grupos que habían armado contra Castro la llamada Revolución Libertadora. La transacción de traspaso de Hamilton a la Bermúdez había sido el modelo, seguido mas adelante por otros testaferros que como afirma Vallenilla usaron indecorosamente su nacionalidad venezolana para alimentar las fauces de quienes se devoraban la patria.

De la misma forma fueron otorgadas:

A Andrés Vigas el 31 de enero de 1907, estado Zulia, 2 millones de hectáreas por 50 años, cedida por aquel a la Colon Development Co, subsidiaria de la Shell.

A Francisco Jiménez Arraiz, el 18 de mayo y el 3 de julio de 1907, para explotar asfalto, petróleo y otras substancias, estados Falcón y Lara, 5 millones de hectáreas, traspasada a la North Venezuelan Petroleum Co. , subsidiaria de la Anglo Persian controlada por ingleses.

Al General Bernabé Planas el 22 de julio de 1907, para explotar petróleo, asfalto y otras substancias, estado Falcón, traspasada a la British Controlled Oilfields en julio de 1909.

A Antonio Aranguren en 1907, un millón de hectáreas, traspasada a la Venezuelan Oil Concessions.

A Rafael Max Valladares el 14 de julio de 1910, una "indefinida y extensa superficie del oriente del país" (Vallenilla dixit), transferida cuatro días después a la Bermúdez Company, subsidiaria de la Asphalt, la misma que había intervenido contra Cipriano Castro. Esta concesión fue realizada al poco tiempo de ocurrido el Golpe de Estado dado por Juan Vicente Gómez a Cipriano Castro.

Ya bajo el régimen gomero, fue otorgado al mismo Max Valladares un territorio de doce estados de la República, estimado en unos 27 millones de hectáreas, traspasado a escasos días, a la administración de la Caribbean Petroleum Co.

A esta última transacción, según narra el autor Vallenilla y es historia conocida, se opuso, haciendo gala de una conciencia nacionalista excepcional, el director de minas del Ministerio de Fomento de la época, Sr. Gumersindo Torres. La Caribbean comienza a producir en julio de 1814, extrayendo del pozo Zumaque, situado en el campo Mene Grande, en la costa oriental del Lago de Maracaibo, un promedio de 250 b/d. El Mene Grande llegó a producir en 1917 una cifra de 121.116 barriles diarios.

La Colon Development en 1921 extrajo de uno solo de los campos, alrededor de 10.473 b/d. La Venezuela Oil Concessions (Shell) en 1925 sacó una producción promedio de 265.543 b/d. En 1922 estalla el pozo Barrosos Nº 2 en el campo La Rosa, y el chorro de petróleo se alza durante nueve días a razón de 100.000 b/d anunciando espectacularmente al mundo la riqueza que los venezolanos poseen bajo los pies. Para 1922 está completa la llamada etapa promocional de la industria. Las garras imperiales están clavadas en el suelo patrio, al cual se aferrarían rabiosamente hasta nuestros días. Como salvajes idolatrando lo que no comprenden, la febril paranoia promocional de los venezolanos devino en una entrega servil cuya historia debe recordarse hasta el cansancio en las escuelas, liceos y universidades, para ver si las nuevas generaciones no lo repiten.

Junto a la nueva industria corrió paralelo el latifundismo. Los amos del petróleo no enfrentan ni modifican necesariamente la propiedad semifeudal existente, sino introducen el nuevo elemento del latifundio petrolero, es decir los extensos territorios en posesión de las compañías, donde impera su propia ley, casi Estados dentro del Estado, y el campo petrolero llega a ser un ominoso emblema de la colonización, con sus cercas de alambre de púas y su infaltable letrero de NO TRESPASSING. Los Concejos Municipales entregan a latifundistas venezolanos tierras que en gran parte van a parar a manos de las petroleras. A partir de 1922 se profundiza la enajenación de tierras baldías. Según el autor Federico Brito Figueroa, los títulos que ascienden progresivamente en millares de hectáreas por parcela, son otorgados a venezolanos comisionistas y prestanombres de las petroleras.8

Dice Brito:

"...Se observa que las tierras de actividades petroleras o limítrofes a ellas son las más favorecidas en este prorrateo del patrimonio territorial de la Nación; en cambio, en los estados de economía agrícola tradicional, los títulos otorgados corresponden a medianas propiedades..." 9

Las petroleras, según narra Brito, reciben tierras de ganadería, de pastizales, etc., generalmente con derecho a desalojar a campesinos u otros ocupantes previos. Según él, las petroleras llegan a controlar directamente alrededor de seis millones de hectáreas, e indirectamente hasta treinta millones, vale decir una tercera parte del territorio nacional.

La rebatiña de concesiones y tierras no tiene para la mayoría de los autores el significado de promoción económica que quiso dársele. Por el contrario, si bien puede ser catalogada como acumulación originaria10, se coincide en el señalamiento de intereses meramente rentistas de los grupos de poder. Luis Vallenilla dice por ejemplo:

"...Hay quienes sostienen que al General Juan Vicente Gómez debe reconocérsele que, con la rebatiña de concesiones otorgadas entre sus familiares y amigos (que caracterizó la política petrolera de su gobierno) hizo posible el cumplimiento de la primera etapa de la promoción de la industria petrolera, o sea, exploración del territorio nacional en busca de hidrocarburos. No compartimos esa opinión. Ese pudo ser el resultado, pero no el propósito. El propósito fue otro, y muy antinacional. Los intereses bastardos de enriquecerse él personalmente y sus amigos, y de entregar el país a capitales extranjeros para cimentar su poder político interno y externamente...".

Agrega Vallenilla:

"...Esta es la misma prédica con la cual sociólogos venezolanos han querido justificar la insurgencia de Cipriano Castro y de J. V. Gómez en la vida política venezolana. Se dice que estos dos dictadores contribuyeron a la total integración del pueblo venezolano al incorporar a los estados andinos, especialmente al Táchira, a la vida nacional, salvaguardando y afianzando así la integridad de nuestra extensión territorial. De nuevo afirmamos que éste pudo ser el resultado de esa etapa política, pero no un propósito consciente de sus protagonistas. Y aun aceptando como verdadero ese resultado, no puede ni debe tomarse como un descargo o como una defensa de lo que estos personajes representaron en la historia de Venezuela..."


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