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VENEZUELA, CAPITALISMO DE ESTADO, REFORMA Y REVOLUCIÓN

Edgardo González Medina

 

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Concesiones y Reformismo

Para entender la época concesionaria pareciera necesario recurrir, como en historia comparada, a los momentos interpuestos entre esa época y los prolegómenos de la nacionalización de la industria. Estos momentos, sin embargo, no debemos imaginarlos como un término fijo de tiempo, sino como un concepto o conjunto de planteamientos que sin dejar de ser significativos en su tiempo, fueron válidos a la larga como intentos de reforma dentro de una estructura dependiente y monoproductora. Las concesiones en Venezuela no son propiamente una época, sino una forma de practicar la economía venezolana. La importancia del planteamiento reformista se hace patente porque se trata de aquel concepto nacionalista opuesto a las formas concesionarias, practicado en los momentos en que fue posible respirar suficiente democracia como para hablar de petróleo, y que en consecuencia constituye la base teórica precedente, los debates y estudios previos, que sirven para interpretar la historia petrolera, y sobre todo para interpretar el pensamiento de los venezolanos respecto al modelo de explotación de sus riquezas.

En efecto, para elaborar el planteamiento reformista y asegurar la audiencia nacional, y mucho más para cumplir estrategias concretas, se necesitó no solo que en Venezuela evolucionara el sistema político, sino que emergiera una acumulación de capital industrial y financiero en manos privadas, que exigiría en lo político un sistema de partidos que dominaría la escena social. La materia petrolera sería para los venezolanos un asunto político y serviría para promover la política.

La temática del petróleo pasa a la mentalidad ordinaria desde la oscuridad en que nació o fue mantenida por la dictadura gomecista, por obra del movimiento democrático que conforma en el tiempo una conciencia nacional frente al porvenir de esta producción. Los venezolanos que sacan a flote un pensamiento nacionalista en medio de una sociedad más o menos bárbara, evidencian una conciencia visionaria y humanista. Un hilo histórico une el pensamiento nacionalista. Hombres como Rómulo Gallegos, quien nace en 1884 cuando gobierna Joaquín Crespo, son capaces de arribar hacia la mitad del siglo XX dictando la doctrina contemporánea. Muchos de los planteamientos democráticos y nacionalistas fueron formulados por hombres de dos siglos. La Venezuela contemporánea, hija de la rural, va a significar una Venezuela petrolera, animada por el pensamiento democrático y nacionalista. En la Venezuela contemporánea el sistema político está aparejado con el petróleo extraído, hasta nuestros días.

Los sistemas políticos no surgen - hay que repetirlo- como un haz de luz al momento que triunfan, sino por obra de largos procesos de cambios por si solos hasta imperceptibles, que dan lugar en definitiva a cambios más significativos. Así ocurrió con el sistema democrático burgués y el capitalismo venezolano. Es un sistema que asciende en un proceso continuo y contradictorio de toma del poder por parte de dirigentes pequeño burgueses3 de la economía y la política. La generación de una conciencia nacional a partir de consignas fundamentales forma parte de este proceso.

No obstante que los planteamientos acerca del petróleo iban a formar parte de una estrategia de desarrollo capitalista, la orientación que toman los postulados en esta materia es fiscalista o rentista, coadyuvando al desarrollo de la concentración del Estado. Por una parte, el capitalismo venezolano estaba imposibilitado en todos los órdenes para explotar el petróleo, y en cierta manera ello inducía cierto desinterés en que siquiera el Estado asumiera el control de la industria, y por otra parte, en la segunda etapa democrática que corre a partir de 1958 es cuando en verdad fueron definidos con mayor exactitud los límites de la colaboración entre el Estado y el capitalismo privado, permitiéndose así definiciones cada vez más estables sobre la política petrolera, ya no solamente con fines fiscalistas sino como industria motor del desarrollo.

Desde la época de las primeras concesiones, sin embargo, el rol del Estado se cifró en ser protector de intereses privados y principal financista de los grupos económicos, siempre incipientes, siempre incompetentes, y siempre maltrechos en el mercado mundial. Ningún movimiento popular podía plantearse llegar a la maquinaria de gobierno sin convenir de alguna manera una alícuota de beneficio para grupos económicos sobre los cuales se suponía debía descansar la tarea del desarrollo. Entre la ignorancia y la bastardía quienes detentaban el poder militarista no tuvieron en última instancia más concepción acerca del petróleo que la idea elemental, rústica, de obtener mayores ingresos fiscales a través del impuesto y el royalty, y de drenar esos recursos hacia una acumulación originaria de capital que nunca pasó de la etapa originaria. Subyacente, en todo caso, figuraba estelarmente en esta conciencia, la idea mercantilista heredada el siglo XIX: Vender y ganar en la transacción.

El autor Domingo Alberto Rangel es quien revela que muchas veces ha habido que recurrir a la psicología para entender el hilo mágico que unía a mineros extranjeros, hombres de aventura y un poco anclados en su propia historia de siglos de violencia y barbarie aunque poseyeran una tecnología ya avanzada, con los jefes de hordas militares venezolanas que tenían sobre sí una historia empapada de feroz ruralismo, de lucha inmersa en los montes y las selvas. Existía un tránsito de naturaleza común. Pensamiento de realidades concretas. El minero gringo y el montonero andino que invadió su propia patria, veían la naturaleza y la sociedad como piezas de botín de guerra, y percibían el alma colectiva como una piedra cántabra para ser labrada a fuerza de soles y de lunas. Dominar un país o herir el suelo y sacar materia de siglos era una forja a fuego, pellejo, y barro, unidad y lucha primitiva, gentilicia, entre la naturaleza y el alma humana.

En este contexto la idea concesionaria floreció. Desde luego, al llegar el momento de la ideologización y tránsito hacia gobiernos semidemocráticos, la orientación fiscalista mutaría hacia fórmulas intermedias de desarrollo económico. Del frenesí concesionario a la política de no concesiones se agitó la desesperada lucha de los venezolanos por obtener una solución política para la explotación de este producto que el sabio Juan Pablo Pérez Alfonso, fundador de la OPEP consideró una especie de maldición.


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