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VENEZUELA, CAPITALISMO DE ESTADO, REFORMA Y REVOLUCIÓN

Edgardo González Medina

 

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Desobediencia Civil

Esperar el crecimiento vegetal enseñó al campesino a sentir en el pulso de su sangre el más leve movimiento de la rotación terrestre. Aprendió a ubicarse en la órbita de un planeta alrededor del sol. Aprendió a presentir en cada olor o temperatura el próximo paso de acontecimientos biológicos, astronómicos, físicos, y el propio acontecer humano. La sociedad netamente agraria está dominada por una existencia ineluctablemente cíclica, El fenómeno económico y social se conjuga en cada impulso de la naturaleza. De esta forma la sociedad hindú se fusionó a los cambios en su cortina atmosférica, de los Monzones, altisonante nombre de un péndulo de vientos que recorren imponentes la geografía india seis meses hacia el mar y seis meses hacia tierra. En invierno, la masa continental se enfría y las aguas del mar que han retenido el calor, atraen las lluvias. Durante el verano las bajas presiones forman en la tierra el vacío donde van a depositarse los vientos que en su rasar sobre el mar se cargan de agua. En invierno, con las lluvias lejos, se siembra el algodón desde milenios: Una fibra no tan buena pero que proporciona a grandes empresas textiles la materia prima barata. Durante el verano las lluvias proporcionan las condiciones para la siembra y cosecha del yute, fibra vegetal que aprovechan también grandes empresas textiles, mientras los ríos crecidos son útiles para un óptimo transporte desde el interior del país hasta las desembocaduras donde se encuentran depósitos y puertos de salida hacia Inglaterra, hacia Europa, vieja rica, culta y zorruna, que sometió, como a todo el mundo, a la fuerza de trabajo hindú aprovechando las debilidades del sistema político interno y las disensiones de los movimientos nacionalistas.

El milenario pueblo, sin embargo, va a desarrollar la idea de la Independencia a la manera como se siembra una semilla y espera la planta. El árbol de la Independencia va negar el ser de la semilla de libertad sembrada en el lodo de la vieja sociedad colonial. Se concibe un orden natural que de las cosas vaya a concretarse en un modelo real de sociedad. Su población logra impermeabilizarse – en un gigantesco mutis – ante el desarrollo colonial inglés. Millones de campesinos dirigidos por esa mezcla de santo y nacionalista revolucionario que fue Mahatma Ghandi, logran hacerse cada vez mas pesados al Imperio Británico, un peso silencioso económico y político que llega a hacer inútil el esfuerzo de exacción del excedente económico. Algún día ningún hindú se moverá del rincón donde se encuentre, y no se moverá ni una sola mercancía de las empresas inglesas. La violencia arremete contra los británicos desde el fondo de su desesperación mental, como una culebra loca. Una blonda resistencia productiva alcanza la Independencia.

Resistencia Pasiva fue el término utilizado por la traducción británica (Passive Resistance), pero el significado real del Satyagraha está constituido por dos locuciones: Agraha, fuerza, y Satya, verdad: Fuerza de la verdad.

Para el joven Ghandi tuvo alto significado la búsqueda de la verdad, de la autenticidad, cuando estudiando leyes en Londres tiene la alternativa de ser un gentleman británico. En Londres influyen poderosamente en su pensamiento las teorías que exaltan al trabajo como medio de elevación moral o actividad humana trascendente.186Ghandi concibe una interpretación de la vida cotidiana ligada a la búsqueda de la verdad en la vida cotidiana misma, alimentándose de la lógica de la razón humana y sobre todo de la historia del pensamiento de Occidente. La acción colectiva de Independencia deberá ser el resultado lógico, desde el punto de vista de las verdades humanas moralmente elevadas, del pensamiento de Occidente, de hacer comprender el absurdo de un régimen de imposiciones explotadoras del trabajo humano y de imposiciones políticas.

El 1º de septiembre de 1906 Ghandi probó en Surafrica el Satyagraha. El gobierno inglés imponía a los asiáticos procedimientos humillantes para obligarles a obtener cédula de identidad. Mahatma dicta instrucciones: Primero, negarse a obtener cédula de identidad; segundo, pagar la multa si esa es la sanción impuesta; tercero, si se es procesado, admitir haber violado la ley e ir a prisión sin violencia. Las cárceles se llenan de detenidos, mientras el resto de la población continúa siguiendo las instrucciones. Ghandi es llevado a la cárcel y en el juicio pide para si mismo una pena mayor, que el juez acuerda en dos meses. Oleadas de gentes se presentan voluntariamente día tras día para ser enjuiciados y cumplir prisión, y van felices a las cárceles. El desesperado gobierno no tiene más remedio que derogar las resoluciones. Cuando regresa a La India, es ya el líder espiritual de la Independencia.

En La India la búsqueda de la verdad en las relaciones simples de la vida cotidiana, revela una sociedad donde desde siglos los campesinos habían producido bajo sistemas locales autosuficientes, casi autárquicos. La exacción económica operaba a favor del monarca central a través de cobradores locales llamados Zamindari, a quienes los británicos reconocieron como propietarios de la tierra al no entender su verdadera función, ya que la propiedad de la tierra pertenecía a cada aldea colectivamente, administrada por un conjunto aldeano, en una sociedad que descansaba en la familia dirigida por el padre, que había sobrevivido a invasiones griegas, persas, árabes, turcas, afganas, y al propio imperio británico. Bajo el sistema milenario no se permitía que los campesinos perdieran sus tierras a pesar de las deudas que contrajesen, porque eran propiedad de la aldea. El reconocimiento de la propiedad a los Zamindari, que pretendió imponer instituciones de enajenación, hipoteca, etc., no funcionó porque esos Zamindari no estuvieron interesados en la propiedad de la tierra sino en la alícuota que les tocaba como cobradores del príncipe soberano, y después de un tiempo los ingleses comenzaron a confiscarle las tierras, a cuyo acto seguido eran abandonadas por las poblaciones, quedando desoladas de almas. Hacia 1857 la Corona Británica había asumido la administración de la Colonia, abandonada ya por la Compañía Británica de Las Indias. En 1885 es fundado el Congreso Nacional Indio, promovido por Gran Bretaña, pero ya a finales de siglo se había manifestado la lucha popular, incluyendo la lucha armada.

El movimiento de Ghandi es explicado en términos de credo filosófico:

“...No es solamente un movimiento político de rebelión y protesta, sino también un movimiento espiritual que expresa el supremo mensaje del Vedanta: que cada hombre es, en lo profundo de su ser, la realización del espíritu divino; y puesto que Dios es eternamente libre y se realiza eternamente a si mismo, lo mismo sucede con el hombre...”.

Ya a finales de siglo algunas sectas habían hablado de boicot a todo lo inglés.

El Satyagraha será probado en La India por primera vez en 1919, cuando Gran Bretaña trata de imponer medidas especiales por delitos políticos. La idea subyacente de conservación extrema de las fuerzas productivas explica la estrategia de Ghandi de oponerse a las leyes británicas sin ejercer violencia: “...desobedecerlas y desobedecer toda ley que indique el comité (de Independencia), pero sin realizar ninguna violencia contra persona o cosa...”.

En 1922 es llevado a los tribunales y alega:

“...Estoy aquí para sufrir la pena mas severa. Sabía que era peligroso pero creí que era mi deber arriesgarme. Si me dejáis libre volveré a comenzar. Por ende, señor juez, no os queda mas que absolverme, desligando vuestra responsabilidad de la del sistema a cuyo servicio estáis, o si creéis en ese sistema, condenarme al máximo de la pena...”.

Estuvo dos años preso. En 1921 había escrito:

“...La cárcel es el único lugar seguro y honorable. Cuando se nos encarcela en el cumplimiento de nuestro deber, debemos sentirnos felices, y lo deseamos porque consideramos injusto ser libres bajo un gobierno que consideramos cautivo...”.

En 1929 emplea el Satyagraha contra los monopolios de la sal. Inicia una marcha hacia el mar para elaborar granos de sal. Millares de hindúes se le unen en el camino y elaboran la sal simbólica. Luego seguirían boicots contra los impuestos territoriales, los tejidos extranjeros, las oficinas del gobierno, los comercios. La acción revolucionaria subvertía la lógica interna del proceso capitalista: No trabajes, no adquieras productos. Una paz frenética invadió el sistema colonial ante aquella masa de terquedad silenciosa que devoraba con parsimonia los pivotes del modelo capitalista. La independencia revolucionaria era un modelo simbólico de sociedad no-capitalista. Un poder casi místico ante la razón de Estado. En sustancia, la desobediencia civil restauraba o reorganizaba relaciones sociales simples, menos concretas, que sin embargo determinaron la organización compleja y concreta del Estado Británico. El modelo simbólico se vinculaba a una práctica real aparentemente mínima. En el modelo simbólico la clave fundamental era la razón humana, y especialmente la práctica del mundo occidental.

Carlos Marx, al estudiar las sociedades agrarias asiáticas, en El Capital, hablando de:

“...Aquellas pequeñas y antiquísimas comunidades indias, por ejemplo, que en parte todavía subsisten, basándose en la posesión colectiva del suelo, en una combinación directa de agricultura y trabajo manual y en una división fija del trabajo, que, al crear nuevas comunidades, servía de plano y plan...” dice:

“...La sencillez del organismo de producción de estas comunidades que, bastándose a si mismas, se reproducen constantemente en la misma forma y que al desaparecer fortuitamente, vuelven a restaurarse en el mismo sitio y con el mismo nombre, nos da la clave para explicarnos ese misterio de la inmutabilidad de las sociedades asiáticas, que contrasta con la constante disolución y transformación de los Estados de Asia y con su incesante cambio de dinastías. A la estructura de los elementos económicos básicos de la sociedad no llegan las tormentas amasadas en la región de las nubes políticas...(...)...los vecinos de estas aldeas no se curan de la caída ni de la división de los reinos y, mientras la aldea se mantiene en pie, intacta, no se preocupa por saber a qué poder se le adjudica o a qué soberano le toca en suerte; su economía interior se mantiene inalterable...”


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