BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales
 

 

EL PRESUPUESTO PARTICIPATIVO

Defendiendo lo público y construyendo ciudadanía.

La experiencia del departamento de Risaralda. Colombia

 Jahir Rodríguez Rodríguez

 

 

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UNA NOTA SOBRE LA CONSTRUCCIÓN DE LO PÚBLICO. (1)

JORGE GARAY S.

A. Antecedentes básicos.

En general se hace una distinción entre esfera doméstica centrada en la resolución de necesidades básicas y esfera pública como ámbito de la ciudadanía libre para el tratamiento debatido de los asuntos comunes. No obstante, el alcance y significado de lo público varían con el desarrollo mismo de la sociedad. De ahí la diversidad tanto de sentidos que puedan atribuírseles a los conceptos público y privado, como de aproximaciones teóricas desarrolladas para su análisis.

Para algunos autores lo público es: lo que es de interés o de utilidad común a todos, que atañe al colectivo, que concierne a la comunidad y, por ende, a la autoridad de allí emanada vs. aquello que se refiere a la utilidad y el interés individual; lo que es visible y se desarrolla a la luz del día, lo manifiesto y lo ostensible vs. aquello que es secreto, preservado, oculto; y lo que es de uso común, accesible a todos y por tanto abierto vs. aquello cerrado que se sustrae a la disposición de los otros (Rabotnikof 1993, p. 76). Para otros autores existe una mayor variedad de sentidos de lo público, algunos de ellos ciertamente ambiguos, que contrastan con el correspondiente sentido de lo privado. En efecto, el sentido de lo público puede abarcar lo que es relacionado con el Estado; accesible a toda la gente; concerniente a la gente; y pertinente al bien común o al interés compartido (Fraser 1997, p. 85).

Otros autores resaltan las diversas nociones de lo público acogidas a través del tiempo, al punto que, según algunos de ellos, la idea moderna de lo público se ha ido moviendo especialmente hacia lo referente al Estado, a la comunidad política, a menudo definida como la nación y el dominio del discurso abierto en el que las diferentes concepciones de los intereses e identidades colectivas pueden ser puestos a debate. Los dos primeros sentidos tienden hacia concepciones unitarias e integrales de la vida pública y del bien público; el tercero enfatiza en la importancia de la pluralidad de lo público (Calhoun 1997, p. 235).

De cualquier forma, a lo que sí ha ido llegándose es a una creciente convicción de que la construcción, enriquecimiento, renovación y legitimación social de lo público –a la luz de los logros de la humanidad y de las exigencias del mundo de hoy en globalización– es un proceso abierto e incluyente de participación, deliberación y reflexión ciudadanas alrededor de asuntos de interés colectivo. Así, entonces, el proceso creativo y legitimador de la construcción/deconstrucción de lo público en la actualidad está íntimamente relacionado y constituye una unidad inseparable del desarrollo de una verdadera democracia participativa, incluyente de ciudadanos con efectiva capacidad deliberante y reflexiva sobre lo que concierne a la comunidad a nivel no solamente nacional sino cada vez más internacional y en ámbitos progresivamente más amplios.

Lo público sólo logrará la debida legitimidad social –como espacio de intereses colectivos– en la medida que resulte de un proceso incluyente de participación y deliberación entre ciudadanos, agentes y organizaciones de la sociedad. De ahí el peligro que se corre con deificar lo denominado “público” sin tomar en cuenta su legitimación social mediante un estricto escrutinio del proceso de su definición e implantación en la sociedad. En casos precarios extremos lo público viene a constituir una esfera en la que intereses privados excluyentes y privilegiados son impuestos sobre intereses colectivos, de manera encubierta e inconsulta con la comunidad.

B. Algunas problemáticas relacionadas con lo público en el mundo de hoy.

Existen diversas problemáticas a las que se enfrenta la construcción, legitimación y preeminencia de lo público en las sociedades contemporáneas, caracterizadas por su complejidad en términos de la diversidad de su composición social –p. ej., género, familia, medio ambiente, libertad en el manejo de la sexualidad–, entre ellas cabe mencionar las siguientes: el multiculturalismo y pluralismo (multiplicidad de “públicos”), la exclusión social, la transformación del Estado, la decadencia de la política y la formación de la opinión pública (entre los obstáculos observados para avanzar en la democratización de las sociedades).

1. Multiculturalismo. Dado el carácter multicultural de las sociedades modernas y complejas y ante el insuficiente tratamiento recibido en las concepciones teóricas básicas surge el interrogante central de cómo podría avanzarse en la consideración de públicos diferentes y su interacción en el proceso de construcción de lo público.

En casos de un marcado multiculturalismo y pluralismo no pueden darse por válidos los supuestos de autenticidad y homogeneidad y se requeriría que los sujetos de una sociedad sean no sólo antifundamentalistas, sino activa y militantemente promotores de esa reflexividad en sí mismos y en los demás, en discursos más globalizados e incluyentes de deliberación (Thiebaut 1998, pp. 153-156).

2. Exclusión social y transformación del Estado. Un problema central en la construcción de lo público es la exclusión social no sólo en términos raciales, étnicos, religiosos y de género que se observa en muchos países, sino también la relacionada con la inequidad de oportunidades, de ingreso, de conocimiento y de posibilidades de realización humana y ciudadana. La exclusión constituye una “quiebra” de un requisito esencial de lo público en su carácter de espacio abierto a todos en condiciones de igualdad, en términos de la capacidad de participación, deliberación, argumentación y persuasión sobre asuntos de interés colectivo, así como de la observancia y desarrollo de principios y procedimientos democráticos incluyentes. Lo público, que si bien en un principio parte de la reflexión desde la esfera de lo privado e íntimo, guarda estrecha y permanente retroalimentación y enriquecimiento mutuos con el propio proceso deliberativo a cargo de ciudadanos y organizaciones sociales.

En este sentido la exclusión impide la libertad y capacidad de escogencia, decisión, acción y persuasión de los grupos excluidos, en marcado contraste con los otros grupos favorecidos de la sociedad. Además, obstaculiza la posibilidad de alcanzar la cohesión, solidaridad y pertenencia entre los individuos para alcanzar una cultura ciudadana de tolerancia, cooperación y participación en la promoción de intereses y propósitos colectivos-públicos a través de instituciones y prácticas democráticas incluyentes.

La gravedad de la problemática de exclusión es tal que quizás el tema más relevante de la agenda política y social en la actualidad se refiere a la búsqueda por alcanzar una adecuada conciliación –si fuera posible– entre la competitividad económica en un ambiente de creciente competencia a nivel cada vez más global, la equidad en términos de justicia distributiva y solidaridad social, y la democratización de los regímenes políticos en un contexto de deliberación y reflexión incluyentes (Daherendorf 1997).

Ante la creciente complejidad de las sociedades modernas se ha venido modificando el esquema de “gobernación” con la adopción de una diversidad de lógicas y criterios entre ámbitos de la gestión pública y privada, la descentralización y fraccionamiento de los órganos públicos y la aparición de nuevos entes públicos, semipúblicos o colectivos –como las ONG– para afrontar la multiplicidad de públicos y de intereses individuales y colectivos, renovados y enriquecidos con el desarrollo de las sociedades. Con el paso del tiempo queda cada vez más evidente el interrogante sobre cómo podría el Estado, casi independientemente de su tamaño, lograr desempeñar un papel crucial para la observancia de principios de solidaridad social y justicia distributiva, para la gestión de asuntos de interés colectivo –con preeminencia sobre intereses individuales– y, en fin, para garantizar la unidad política y la integración de la sociedad en un mundo en progresiva globalización (Vallespín 2000).

3. La información, los medios y la democratización. Aparte de las problemáticas del multiculturalismo y de la exclusión social diferentes autores han ilustrado varias de las amenazas contra el espacio público en las condiciones imperantes en la actualidad. Entre ellas sobresale la tergiversación de la denominada “opinión pública” en un mundo influido por la práctica predominante de la “mediación mediática” y la configuración de un “mercadeo político” bajo una lógica mediática y no de la deliberación discursiva. Así, no sólo se atenta en contra de principios básicos de la democracia participativa –todavía más a la deliberativa– sino que, en consecuencia, se vicia y empobrece el proceso de participación ciudadana en la construcción de lo público.

Ello está íntimamente asociado con la crisis de lo político y de los partidos como instituciones de las democracias en un mundo en globalización como el actual. La actividad política mediatizada por la utilización de los medios con fines de mercadeo electoral ha desvirtuado el espíritu de la democracia concebida como el proceso de legitimación de decisiones alcanzadas con la deliberación entre los ciudadanos y no como ocurre con frecuencia, mediante la negociación o imposición de unos intereses privados consolidados sobre otros sin una debida consideración de los asuntos de interés colectivo. Esta problemática de la democracia se ve agravada aún más en medio de una redefinición del papel del Estado y de nuevas formas de asociación para la “gobernación” de sociedades cada vez más interdependientes en espacios de carácter público-colectivo con una naturaleza “global”.

C. Construcción / deconstrucción de lo público.

1. Consideraciones básicas. Elemento central del proceso de crisis en diversas sociedades (como la de Colombia) lo constituye la extrema precariedad de la esfera pública y el marcado deterioro de la esfera de la intimidad privada. A diferencia de lo argumentado en diversos círculos en el mundo de hoy no existe una dicotomía entre lo público y lo privado sino que, por lo contrario, debido a la construcción/deconstrucción de lo público-privado con el desarrollo de la sociedad se va renovando su íntima interdependencia, co-supeditación y simultánea determinación.

El proceso de construcción-transformación de sociedad en el mundo actual ha de abordar la reflexión, concienciación y compromiso en torno a la observancia de valores, principios y compromisos rectores para el relacionamiento entre ciudadanos y ciudadanos-sociedad-Estado en el contexto de una democracia incluyente, participativa y deliberativa y de una modernidad reflexiva, bajo un proceso de globalización como el imperante.

Así, entonces, resultaría ineludible avanzar en la deliberación y reflexión por parte de amplios sectores de la sociedad sobre problemáticas colectivas esenciales, tales como: construcción/deconstrucción de lo público y el relacionamiento entre lo privado, lo público y lo societal; desarrollo de ciudadanía bajo una cultura de civilidad, de tolerancia, solidaridad y compromiso societal; y configuración de una sociedad civil moderna, autorreflexiva y autogestionada bajo un régimen democrático incluyente, deliberativo en el contexto de la globalización.

Este planteamiento se sustenta en el reconocimiento que, en el mundo de hoy, la transformación de lo público y de su íntima interrelación con lo privado se caracteriza por su dinamismo en términos de una variada multiplicidad de espacios públicos y de una amplia diversidad de espacios privados objeto de recíproca mutación, redefinición, renovación, en consonancia tanto con el progreso de una civilidad ciudadana de tolerancia, solidaridad y corresponsabilidad, como con el desarrollo de las relaciones sociales en términos de unos derechos, obligaciones y deberes ciudadanos, consecuentes con una modernidad cada vez más reflexiva y bajo un régimen político-social democrático crecientemente incluyente y deliberativo. En tal sentido la permanente construcción/deconstrucción de lo público y lo privado en un mundo moderno reflexivo, el desarrollo de la ciudadanía y de la sociedad civil en un contexto de civilidad, de tolerancia y solidaridad, y la democratización incluyente y deliberativa de la vida social en todas y cada una de sus instancias de deliberación/acción constituyen en su conjunto un único e inseparable proceso de cambio-transformación de la sociedad. Con el agravante adicional que tal tipo de proceso está progresivamente relacionado y en consulta con el desarrollo de una agenda a nivel cada vez más global en temas como los relacionados con derechos, deberes y formas de organización y participación de la ciudadanía, con principios de civilidad y de democratización.

2. Lo privado, lo colectivo y lo público. En este entendido en la búsqueda por avanzar en la construcción de una sociedad moderna autorreflexiva y deliberante en el contexto de un mundo como el actual y el que podría intuirse para un futuro, la esfera de la intimidad privada deberá transformarse radicalmente, superando la mera concepción individual egoísta, excluyente y reclamante de sus derechos, para llegar a una concepción comprensiva sobre una individualidad incluyente. Es decir, se requerirá transitar de una concepción individual individualista a una individual societalista.

Se trataría de una esfera privada con la configuración de una concepción individual no exclusivamente egoísta, como es la del mercado por sí sola, sino una conceptualización del individuo bajo una concepción, un compromiso y una deliberación individual de los intereses particulares en relación con intereses y propósitos comunes de la colectividad. Al concebirse a la ciudadanía no única y exclusivamente como reclamante de derechos, el ciudadano viene a reconocerse como reclamante de derechos en cuanto asuma la corresponsabilidad irrestricta de velar por los derechos de los demás y por el bien común de la colectividad en su conjunto.

De esta forma podrán constituirse unas bases indispensables para la instauración de un proceso societal incluyente y autorreflexivo en la deconstrucción de lo público/privado y en la legitimación y enriquecimiento de la propia esfera pública. Ello es todavía más decisivo en la medida en que en el avance hacia una sociedad democrática deliberante –y contraria a posiciones erradas que han identificado simplistamente a lo público con lo estatal– lo público ha de abarcar cada vez más espacios sociales que no pueden ser legitimados y administrados en exclusividad por el Estado. En múltiples y variados casos ello le ha de corresponder, en sentido estricto, a la propia colectividad bajo diversas formas de organización y participación. Aquí reside una de las razones por las que existen algunas ópticas que llegan hasta concebir a la esfera pública moderna como jurídicamente privada y separada en forma legal del Estado, aun a pesar del reconocimiento de la ambigüedad de la relación entre esferas y la sociedad civil.

Lo público no debe ser comprendido como “un” espacio societal único y excluyente, sino que más bien se trata de una multiplicidad de espacios: espacio público constituido por el Estado en la conducción de asuntos de interés colectivo, espacio público configurado por la acción de movimientos sociales y grupos formadores de opinión como los partidos y los medios de comunicación, espacio público gestado por la participación informal de grupos ciudadanos alrededor de asuntos colectivos.

Lo público comprende las esferas de la deliberación, de la reflexión, del acuerdo, del disentimiento, de la convicción colectiva y de la acción social en el marco de unos principios, valores y propósitos sobre la construcción/deconstrucción de una sociedad democrática e incluyente en lo económico, político, social y cultural.

Por tanto, si la esfera de lo público no es única y exclusivamente el espacio del denominado bien común administrable por el Estado y si es también aquel espacio del bien común coadministrado de manera permanente y en evolución entre el Estado y la ciudadanía surge el interrogante de si en el proceso de construcción/deconstrucción de lo público-privado no existiera, al menos en términos analíticos, una esfera intermedia, interactuante que se podría denominar la esfera “colectiva societal”. Esto porque, precisamente para llegar a lo público-público desde la intimidad de lo privado-privado, transitando de una situación en donde no prevalece lo público y donde ha habido un deterioro profundo de lo privado se tienen que ir creando condiciones –como instancias o esferas intermedias– que faciliten y propicien avanzar en el perfeccionamiento de la esfera de lo público.

3. La construcción de lo público: los ciudadanos como protagonistas. Un propósito privado-colectivo-público para la construcción/deconstrucción de lo público no surge solamente de la bondad intrínseca de la razón porque si así fuera ninguna sociedad enfrentaría serios problemas ya que siempre existirán “privilegiados razonadores” que podrían concebir el proyecto societal ideal.

Un contrato social para ese propósito surge de un proceso de concienciación, convicción y compromiso y una acción política de índole privada-colectiva-pública para la transformación de la sociedad. La transición a la construcción no resulta de la negociación entre unos pocos privilegiados alrededor de temas particulares, sino que se trata de la deliberación reflexiva, la asunción de compromisos y la realización de acciones societales alrededor de la problemática social y de su transformación de manera integral y comprensiva.

El rol del Estado. A esta altura de su proceso de deslegitimación y desinstitucionalización el Estado en muchos países adolece del suficiente poder de convocatoria ante sus ciudadanos para erigirse como el conductor de esta tarea, aunque sigue conservando un rol y unas responsabilidades sociales indelegables e inalienables que lo mantienen en una posición determinante en la construcción-enriquecimiento de lo público y en la administración y gestión de un conjunto bien definido, aunque restringido en relación con el pasado, de espacios públicos. No obstante es de reconocer que se está produciendo una importante transformación en el esquema de “gobernación” con nuevos papeles, racionalidad y ámbito de acción de los Estados –diferenciados en buena medida de los característicos del Estado-nación instaurado con el Tratado de Westfalia y con vigencia desde entonces en el mundo– que hacen aún más difícil y menos eficaz la búsqueda de la realización de este tipo de responsabilidades por parte exclusivamente del Estado, sin contar con la activa participación de otras organizaciones de la sociedad.

De todas maneras, es claro que en la injerencia y acción estratégica para la promoción y estímulo de la formación, concienciación y participación de una ciudadanía progresivamente deliberativa se encuentra uno de los principales medios para la legitimación del Estado ante sus ciudadanos.

La sociedad y la formación de opinión pública. En la construcción de lo público cabe establecer la responsabilidad que les compete a formadores de opinión como partidos políticos, asociaciones y organizaciones civiles, líderes empresariales, laborales y comunitarios, Iglesia (p. ej., católica), académicos y medios de comunicación para avanzar en la formación de conocimiento reflexivo en la ciudadanía sobre asuntos de interés colectivo-público.

En la esfera política tiene que avanzarse en un esquema participativo de identificación, conciliación y control fiscalizador entre: el ciudadano reflexivo y deliberativo –en desarrollo de una cultura cívica y de una civilidad para el mundo moderno– como ente individual básico del ordenamiento político; los agentes colectivos instituidos para representar lo privado ante lo colectivo-público, como serían, por ejemplo, los partidos, las asociaciones ciudadanas y las Ong en el proceso de doble vía de identificación y conciliación entre intereses particulares e intereses colectivos-públicos; el Estado como ente responsable de preservar el “bien común” en estrecha consulta y permanente interacción y escrutinio con los agentes colectivos representantes de intereses privados-colectivos, identificados mediante un proceso democrático de participación ciudadana, siendo la función estatal objeto de irrestricto control fiscalizador por parte de los agentes colectivos y la propia ciudadanía en la conducción de asuntos públicos-colectivos.

Es evidente que en ese proceso ya no son, como en el pasado, los partidos de masa a la usanza tradicional, los entes o entidades llamados a desempeñar el papel exclusivo y único de representación y de participación del ciudadano en la conducción de los asuntos públicos y sociales. Crecientemente se requerirá la remoción, la invención y la permanente recreación de formas de participación, asociación e intervención ciudadana. Aquí podrían ejercer papel fundamental los medios de comunicación, dado que en una sociedad reflexiva el conocimiento, la información, la formación y la deliberación se vuelven un factor societal central.

La información por su carácter de interés colectivo y los medios deben favorecer el enriquecimiento de las esferas pública y privada con la participación incluyente y democrática de opiniones diversas para la formación de una opinión pública comprensiva, como condición para la deliberación reflexiva sobre asuntos de interés privado y colectivo-público. Deberá evitarse que los medios ocupen de manera excluyente los espacios de deliberación y participación para el favorecimiento exclusivo de intereses particulares sin debida consulta del bien común. Es decir, los medios han de contribuir en forma decidida a la democratización de las sociedades y no, como ocurre corrientemente, al empobrecimiento de la política con el mercadeo electoral y a la deformación mediatizada de una opinión –al contribuir a hacerla no sólo no deliberativa sino, además, excluyente.

A otros grupos como el empresarial les compete actuar para promover un entorno propicio para la actividad productiva y la competitividad, con el establecimiento de reglas de juego y de un ambiente de legitimidad adecuados para enfrentar las condiciones de un mundo en competencia abierta, y asumir con otros grupos de la sociedad responsabilidades colectivas que el Estado no puede desempeñar por sí solo como es el caso, por ejemplo, de la capacitación del capital humano y la innovación tecnológica para la modernización y eficiencia del aparato productivo, la competitividad sistémica y, al fin de cuentas, la creación de riqueza nacional bajo criterios de justicia distributiva. Sólo con su activo compromiso como empresarios por avanzar en la inclusión social mediante la inversión y la creación de riqueza en condiciones de competencia, y como ciudadanos por fortalecer la democratización participativa con la promoción, apoyo y su propia vinculación a los procesos de deliberación ciudadana sobre asuntos de interés colectivo, el empresariado podrá adquirir con credibilidad y legitimidad el papel de liderazgo que le compete.

5. Conclusión: los retos de la democracia participativa. La construcción-renovación-enriquecimiento y la legitimación social de lo público en un mundo complejo como el de hoy resulta de un proceso de participación y deliberación por parte de ciudadanos cada vez más reflexivos, informados y conocedores, con capacidad de debatir sobre asuntos de las esferas privada y colectiva, por lo que requiere y resulta inseparable de una democratización participativa, deliberante e incluyente de la sociedad. Lo público es, en su esencia, una expresión íntima del funcionamiento –y calidad– de la democracia participativa –si no deliberativa– en las sociedades complejas actuales.

Ahora bien, si la democratización incluyente y deliberante es condición inexorable para la construcción, enriquecimiento y renovación de lo público se requerirá avanzar decididamente en el desmantelamiento de las causas objetivas de la exclusión social –en las instancias económicas y política–. Sólo con la observancia de unos principios básicos de justicia distributiva se podrá garantizar la solidaridad y cohesión social y el sentido de pertenencia a una colectividad, necesarios para la construcción incluyente y reflexiva de lo público y la democratización de la sociedad a la luz de los avances de la humanidad y de las exigencias de la globalización imperante. Queda como interrogante crucial si resulta viable poder avanzar en esa dirección bajo el modelo capitalista ahora en vigencia, todavía más en el caso de países con serias dificultades para insertarse en forma creativa –no empobrecedora– al nuevo escenario internacional y ante las limitaciones del Estado para ejercer responsabilidades sociales básicas como la redistributiva en un mundo de competencia abierta.

Lo que sí es cierto es que si no se lograra resolver adecuadamente la problemática de la justicia distributiva y la inclusión social tampoco se podría esperar una globalización creativa para el desarrollo de las potencialidades de la humanidad bajo condiciones de equidad y solidaridad intra e inter-sociedades.


1. Documento presentado en el Encuentro de la Sociedad Civil. Cartagena. 2000.
 

 

 

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