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EL PALIMPSESTO DE LA CIUDAD: CIUDAD EDUCADORA

Jahir Rodríguez Rodríguez

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2.2.3 Educación en la diversidad.

Las ciudades actuales tienen el gran desafío de educar en la diversidad, en la multiculturalidad, en el pluralismo y en la democracia. De formar a sus ciudadanos con altos conceptos de tolerancia y participación.

En este orden de ideas, los conceptos de socialización - educación señalan a su vez diferentes sentidos interpretativos. La socialización es concebida como desarrollo de la autoestima personal, se articula con una concepción individualista de la educación, cuya función se reduce a la adquisición de modales adecuados expresados en el buen hablar, el buen vestir y el ejemplo como condición personal de convivencia en un grupo social. Subyace a ésta, la idea de socialización como imitación del comportamiento y los actos existentes en el medio; asimismo gravita lo educativo en torno a esta acción-reflejo en que el maestro da buen ejemplo.(1)

Lo educativo y lo social se funden en una imagen, el acto en presencia, el hombre o sujeto en lo que representa. Socializar bien y educar bien, conduce idealmente a la construcción de un sujeto con imagen, a una imagen en la que se disuelve el sujeto. La persona deviene en rol y el rol toma el lugar del sujeto. Ser bien educado es advertirse como una persona que cumple debidamente lo que se espera de él.

La socialización se concibe así como un proceso constructivo e interactivo mediante el cual la acción de "alter" es significativa para "ego", constituyendo un referente regulativo para coordinar la acción propia y construir los significados pertinentes.

Concordante con este planteamiento, existe una concepción de lo educativo que forma para la vida y en la vida; que considera que la formación para la convivencia social en la autoestima y en la aprehensión del mundo, utiliza estrategias argumentativas que posibilitan formar al hombre que la sociedad y el mundo de hoy requieren.(2)

Y es en ese ser cultural de la urbe, en donde confluyen, se cruzan, se mezclan y se mutan, tanto lo tradicional como lo moderno, y en donde a través de los procesos de comunicación y de globalización, como interacción de actividades económicas y culturales, se hace universal el hombre y la ciudad.

Es esta compleja dinámica de intrincados procesos de integración y socialización, pero también de rupturas, de conflictos y de desigualdades la que nos lleva a percibir la ciudad como un caos sin orden, fragmentada y anárquica, difícil de comprender como un todo.(3) Ese es el escenario natural para la educación en la diversidad.

Es en ese contexto en apariencia desordenado, incoherente y fragmentado, en que se hace indispensable el reconocimiento del ser ciudadano a la luz de la comprensión de su cultura en el mundo de la diversidad.

De esta manera, educar al ciudadano no es subordinarlo, ni adaptarlo a ningún régimen social, sino rescatar sus posibilidades como ser humano; cada hombre lleva adentro al otro como interlocutor diferente, con el cual pueden llegar a acuerdos. La verdadera educación es la que abre posibilidades, caminos y sentidos nuevos desde la interioridad particular de cada individuo desde su riqueza interior, su sensibilidad sus talentos y valores.

Educar a un ciudadano no es pues sujetar a un individuo sino liberarlo o propiciar su propia liberación. Es esta concepción de la educación la que le permitirá fortalecer y enriquecer la sociedad civil.

La educación ciudadana es un proceso cultural que articula el exterior con el interior del individuo hasta lograr que la heteromonía y el miedo a la represión social sean reemplazados en el individuo por la convicción propia, por la autonomía del ciudadano que comprende y respeta a los otros como quisieran que lo respetarán a él mismo, que participa, coopera y se comunica en, con y para la comunidad como factor de supervivencia, convivencia y perfeccionamiento de sí mismo como persona.

Mejor dicho, la educación es la sinergia espiritual entre la comunidad y los individuos; y sobra decir, porque es tautológica, que toda educación es comunitaria y ciudadana, de lo contrario no sería verdadera educación. Y que la educación ciudadana es un proceso que nunca termina, nunca llega a ser ciudadano perfecto, precisamente porque ninguna comunidad es un estanco, siempre está en movimiento estructurándose, reconstruyéndose, a sí misma en su estructura y en su prolífica creación ontogénica. La rigidez mental o comportamental de los individuos o de las normas va en contravía de la educación ciudadana.(4)


1. Cfr. CUERVO, Néstor. SERNA, Emilio. Armenia, ciudad educadora. Armenia, 1998.
2. op cit.
3. Cfr. CAMPOS, Yesid; ORTIZ, Ismael. La ciudad observada. TM Editores. Santa fé de Bogotá. 1998.
4. FLOREZ OCHOA, Rafael. Educación ciudadana y gobierno escolar. Viva la Ciudadanía. Santa fé de Bogotá. 1998. p 19 y ss.

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