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EL PALIMPSESTO DE LA CIUDAD: CIUDAD EDUCADORA

Jahir Rodríguez Rodríguez

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1.3.6. La ciudad, mediación entre lo público y lo privado.

Como hecho físico, la ciudad no es más que un territorio densamente habitado. Como hecho social, la ciudad es un modo de vivir, donde lo privado se refugia en el interior de cada vivienda, y la educación, el trabajo, el transporte y la recreación, es decir, la mayor parte de la vida, transcurre en espacio públicos y bajo reglas que son de interés colectivo. De esta forma y bajo la óptica de Hernando Gómez Buendía(1), la ciudad se convierte en el ámbito preferencial de lo colectivo, es decir, de lo público.

La palabra "público" entraña dos fenómenos estrechamente relacionados, si bien no idénticos por completo. En primer lugar, significa que todo lo que aparece en público puede ser visto y oído por todo el mundo y recibe la más amplia publicidad posible. En segundo lugar el término público, significa el propio mundo, en cuanto es común a todos nosotros y diferenciado de nuestro lugar poseído privadamente en él.

El espacio público es por excelencia el territorio del ejercicio ciudadano, en donde se anudan infinidad de relaciones, reina el anonimato de los transeúntes, pierden casi totalmente valor las relaciones parientales y en donde la razón debe unirse al sentimiento para hacer posible la vida ciudadana, sin que ello signifique la desaparición de la afectividad. Por el contrario, el juego de los afectos se extiende tanto como las fronteras de la ciudad.

Por su parte, lo privado en la vida de la ciudad, en los territorios urbanos, puede tener dos configuraciones. Una, es la que aporta la casa, como lugar de residencia del grupo familiar o matrimonial, unido por lazos de parentesco afines o consanguíneos, políticos y de sangre, el lugar por excelencia de la socialización primaria; otra, es la que aporta el hogar concebido como el espacio privado de interacción de personas, generalmente adultas, que se ligan en un momento del tiempo por intereses comunes, no necesariamente afectivos y sexuales, pero que encuentran viable la convivencia en un espacio integrado con todos los servicios para uso común.(2)

Volviendo a los conceptos clásicos, la polis fue para los griegos, al igual que la res pública para los romanos, ante todo, su garantía contra la futilidad de la vida individual, el espacio protegido contra esa futilidad y reservado para la relativa permanencia, sino inmortalidad de los mortales.

De tal forma, un hombre que sólo viviera su vida privada, a quien igual que a un esclavo, no se le permitiera entrar en la esfera pública, o que, a semejanza del bárbaro, no hubiera elegido establecer tal esfera, no era plenamente humano.

Como lo propone Arendt, si bien es cierto, que sólo la fundación Ciudad-Estado capacitó a los hombres para dedicar toda su vida a la esfera política, "Un hombre que solo viviera su vida privada, a quien, al igual que al esclavo, no solo se le permitiera entrar en la esfera pública, o que, a semejanza del bárbaro, no hubiera elegido tal esfera, no era plenamente humano".(3)

Y más adelante informa que la esfera pública es lo común a todos nosotros... solo la existencia de una esfera pública y la consiguiente transformación del mundo en una comunidad de cosas que agrupan y relacionan los hombres entre sí, depende por entero de la permanencia. Si el mundo ha de incluir un espacio público no se puede establecer para una generación y planearlo solo para los vivos, sino que debe superar el tiempo vital de los hombres mortales(4), y termina señalando que vivir una vida privada por completo significa, por encima de todo, estar privado de cosas esenciales a una verdadera vida humana, o sea, estar privado de la realidad que proviene de ser visto y oído por los demás, estar privado de una "objetiva" relación con los otros que proviene de hallarse relacionados y separados de ellos a través de un mundo común de cosas, estar privado de realizar algo más permanente que la propia vida. La privación de lo privado radica en la ausencia de lo demás, hasta donde concierne a los otros, el hombre privado no aparece y, por lo tanto, es como si no existiera.


1. Cfr. GOMEZ BUENDIA, Hernando. Pacto colectivo y gobernabilidad de la ciudad colombiana. En: Rev. Foro, No. 25. Bogotá. 1994.

2. Cfr. HENAO, Hernán. Ensayo, Módulo social. IV Encuentro Internacional de Hábitat Colombia. Medellín. 1996. p. 180 y ss.

3. Arendt op. cit. p. 49.

4. Ibid. p 64.


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