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EL PALIMPSESTO DE LA CIUDAD: CIUDAD EDUCADORA

Jahir Rodríguez Rodríguez

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1.3. PERSPECTIVA POLÍTICA.

Como bien lo ha planteado Fernando Enrique Cardozo: "Ciudad y política nacieron en la tradición occidental como conceptos y realidades interrelacionadas.

Etimológicamente, las articulaciones son claras: civitas y polis son raíces que en distintos idiomas expresan al mismo tiempo, un modo de habitar y una forma de participar: civismo y política".(1) De ahí que Arendt planteara que "ser político, vivir en una polis, significaba que todo se decía por medio de palabras y de persuasión, y no con la fuerza y la violencia".

Dos hechos caracterizan nuestra época en el estadio de la política: por una parte, el progreso de la democracia y, por otra, el estallido y el desbordamiento de los espacios.(2) En este sentido la ciudad puede ser considerada como un gérmen de la modernidad, pues como lo ha destacado Molas, la ciudad es el eslabón más alto de la humanidad y de la cultura, y se asienta allí donde el progreso ha derrotado al viejo mundo.(3)

Lo político es una tendencia que surge en y después de la primera guerra mundial; pero aparece en pleno relieve después de la segunda guerra mundial.

Fue Max Weber quien inicia la apertura hacia el concepto para después divorciarlo de la Sociología y lo incluye de forma exclusiva en discusiones filosóficas. La autora Agnes Heller plantea acerca del concepto filosófico de lo político dos alternativas: o como ciencia, o como una cierta cosa, una cualidad, un factor, de tal manera que todo lo que esté relacionado con ella es político, excluyéndose rechaza entonces lo que no lo es; o como un dominio específico, es decir, una esfera o un sistema. En la época premoderna no hay concepto de lo político y se utiliza uno de carácter casi naturalista, según el cual políticos son sólo aquellos actos que deciden o realizan los miembros de la clase política. Los actos de las clases no políticas no son actos políticos. Las instituciones regidas por la clase política son políticas; las que no, no lo son. El concepto de lo político, tal y como lo sugiere la autora, vincula la política y la vida cotidiana de las personas.(4)

El nacimiento de la moderna democracia de masas, en últimas viene a rechazar la equivalencia de clase política con acción política. Es en esta coyuntura en donde es preciso poner sobre el tapete la cuestión relativa al carácter de lo político, en el sentido de determinar qué acciones, qué fenómenos, qué instituciones tienen una procedencia política y cuáles no. En los tiempos modernos ya no tiene sentido definir quién es el Estado, sino qué es el Estado. Y es ahora cuando cada vez se entiende mejor la creciente complejidad de las apariencias que tejen "la red" política de la modernidad. Y es en esta época cuando se plantea la filosofía de lo político. El concepto necesita contener y poner de manifiesto la tensión entre el debe y el es, en su existencia, en su modus operandi, en las sociedades modernas. Además, el concepto de lo político tiene un requisito adicional, en el sentido en que el es y el debe, al estar contenidos en él y manifestarse por él, deben ser de un tipo que sea central para el funcionamiento y la dinámica de la ciudad y las sociedades modernas.

En el dominio de lo político, es decir, en el espacio público, las cosas pueden convertirse en políticas en mayor o menor grado mediante acciones, instituciones, opiniones, discusiones, proposiciones, objetivos, etc., que pueden considerarse como tales en razón de su participación en lo político. Porque el moderno sentido de lo político es equivalente a la concreción de la libertad. Asimismo el concepto moderno de lo político (la concreción del valor de libertad en la esfera pública) hace de mediador entre lo que es y lo que debe de ser. Este valor pertenece al arsenal de lo político y sólo sí se concretiza está directamente conectada con la causa de la libertad.

Lo político en la esfera pública, en la gestión del territorio y en la ciudad, es la gestión del valor de libertad, de permanencia para todos en un espacio, del arraigarse y del asentarse en un lugar, y el de establecerse en el tiempo por tener poder de decisión y capacidad de exigir ese espacio.

Sin embargo, la libertad no existe en abstracto, toda vez que se convoca de manera continua en nuestra vida diaria, en el barrio, en la calle, en la casa, en tanto ocupe un espacio y desempeñe actividades que interfieren o se asocien a las de los otros habitantes. Practico mi libertad si y sólo sí ella no interfiere con la libertad de otros. Si no viola las reglas establecidas por la democracia, sí respeta los límites y comportamientos exigidos por ella. Y es el territorio de la ciudad en donde se ejerce una parte de esa libertad universal, a través del espacio público y del poder de apropiarlo y vivirlo de acuerdo con capacidades y condiciones del bien común.

En esta época de crisis de la ciudad, la población requiere, como nunca antes, ser consciente de la necesidad de SER un verdadero SUJETO sobre su territorio. Sujeto territorial que por su nivel de capacitación y conocimiento de su realidad, pueda plantear políticas que relacionen su territorio con los otros niveles de dominio. Debe ser un sujeto con capacidad de moverse con solvencia en los conocimientos y en el planteamiento de políticas de micro y macro-territorio. Es decir, un verdadero sujeto popular con una adscripción consciente micro y macro-territorial que le permita exigir al Estado condiciones de vida dignas. Y sólo si se exigen como respuesta al conocimiento adquirido, podrán ser desarrolladas y puestas en función en su entorno y en su vida diaria.(5)

Lo político desde la población debe romper entonces el encasillamiento de límites y de fronteras que el Estado impone y, desde luego, debe definir, en el ámbito de su vida cotidiana, la relación con su entorno cada vez más amplio, más complejo, y sin tantos límites. Pues dadas las condiciones de inserción en otras culturas y formas de vida por la penetración creciente de los medios masivos de comunicación, la vida cotidiana es cada vez más desterritorializada.

De conformidad con estos términos lo político se concreta en la cotidianidad; es allí en donde se expresan sus límites al determinar relaciones de poder en el uso, referencia, y expresión territorial. Y se entrará en conflicto o en armonía con el territorio dependiendo de este poder. En lo institucional se expresará lo que le permite mantener a la población de determinada entidad territorial controlada, integrada a la institucionalidad, relacionada en forma de participante de las normas y acatando las reglas que ésta le impone, en fin, como miembro social, más que como sujeto político. De otro lado, por la vía de la población se busca cada vez más, una relación dinámica, activa, que extienda su dominio y que trascienda las barreras que el Estado le impone.

No hay que olvidar que la ciudad es el laboratorio de la política y de lo político, en el cual se encuentran en permanente ebullición los elementos que la constituyen. La ciudad es un hecho por excelencia diacrónico. En esta perspectiva es imposible abandonar el trabajo de diagnóstico desde la ciencia y la política. La ciudad necesita un programa permanente de reconocimiento de su ser micro y macro sociológico, de sus identidades y diversidades culturales, de sus territorialidades, de su dinámica económica y política.

Aunque el sistema jurídico las reconozca donde quiera, las situaciones para el ejercicio de la autorrealización humana encuentran en la ciudad la máxima intensidad. La ciudad es escuela de ciudadanía en sí misma, porque es microcosmos del mundo, como lo ha justificado Coragio, "una versión a escala humana del sistema democrático".(6)


1. CARDOZO, Fernando Enrique. A cidade e a política, caderno 7, CEBRAP. 1972, p 29.

2. Cfr. RODRIGUEZ R. Jahír.y ROJAS ARIAS, Miguel Ángel. Ciudad y comportamiento electoral. En: Democracia, política y paz. Fundación Espiral. La Patria. Manizales. 1998.

3. Cfr. MOLAS Batllori, Isidre. La Ciudad y la Ciudadanía Democrática. En: La Ciudad Educadora. Barcelona. 1990, p. 41 ss.

4. HELLER, Agnes. Historia y futuro. Sobrevivirá la modernidad?. Península. Barcelona. 1991. p.219 y ss.

5. Cfr. CORAGIO, José Luis. Ciudades sin rumbo. Investigación urbana y proyecto popular. México.1985.

6. CORAGIO, José Luis. Op. cit. p. 47.


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