PERFILES DE BIENESTAR DE LA POBLACIÓN POBRE EN LA CIUDAD DE PEREIRA
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

POBREZA, INSERCIÓN PRECARIA Y ECONOMÍA POPULAR EN RISARALDA

Mario Alberto Gaviria Ríos
Hedmann Alberto Sierra Sierra

 

 

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CAPITULO VI. PERFILES DE BIENESTAR DE LA POBLACIÓN POBRE EN LA CIUDAD DE PEREIRA

Mario Alberto Gaviria Ríos
Hedmann Alberto Sierra Sierra
Gerardo Antonio Buchelli Lozano

Las estimaciones más recientes (CRECE 2001) muestran que la ciudad de Pereira observó niveles de incidencia e intensidad de la pobreza superiores a los promedios nacionales, antes y después del terremoto de 1999. Frente a esta realidad local una de las discusiones actuales de mayor relevancia se centra en la identificación y formulación de políticas orientadas a aminorar las condiciones desfavorables de los grupos vulnerables de la población.

A pesar de las diferencias de enfoques en la comprensión del fenómeno de la pobreza, los diversos autores tienden a coincidir en la necesidad de obtener referentes empíricos de los grupos vulnerables, para así poder definir con mayor acierto políticas orientadas a aminorarla o superarla. Como lo señala Bultvinik (1992) la eficacia de la política pública de lucha contra la pobreza está relacionada en forma directa con los avances logrados en la identificación de los grupos objetivo.

Esa focalización responde a las necesidades planteadas por las mediciones más avanzadas del fenómeno de pobreza, como el índice de Sen o los Foster - Greer - Torbecke, según las cuales no basta con disminuir la incidencia de la pobreza (el porcentaje de pobres entre la población) sino que es fundamental reducir su intensidad (la brecha promedio entre el ingreso de los pobres y la línea de pobreza), para lo cual es necesario dar preferencia a los más pobres.

Dicha focalización resulta igualmente pertinente porque los gastos sociales no están llegando a los pobres. La políticas tradicionales han fracasado en su intención de llegar a los más pobres porque, especialmente cuando los recursos son limitados, se termina atendiendo las demandas de quienes tienen menos necesidades pero gozan de un acceso relativamente mayor; entre otras cosas, porque poseen un mayor nivel de educación, que les permite un mejor acceso a la información, o porque viven en áreas más accesibles o porque poseen una mayor capacidad de presión. Al contrario, los más pobres evidencian mayores dificultades de acceso a los servicios diseñados para ellos al estar "excluidos" de los circuitos de información.

Lo anterior justifica los esfuerzos de identificación de los grupos objetivo. Para ello es necesario establecer cuales son los principales determinantes de su condición; pero además resulta fundamental el avance en la comprensión de las características de la población pobre en Pereira. En esto último se resume el problema asumido por el estudio que acá se sintetiza, el mismo que se planteó como preguntas de partida las siguientes: ¿Cuáles son las características socioeconómicas predominantes de los hogares pobres del municipio de Pereira? ¿Cuáles son las variables socioeconómicas de mayor incidencia en la probabilidad de pobreza de los hogares pereiranos?, con el propósito de identificar opciones de política pública que contribuyan a modificar las restricciones que enfrentan los hogares pobres para superar su situación.

Para la comprensión del fenómeno de la pobreza el estudio partió de una perspectiva relacional, a la luz del enfoque de capacidades y derechos . En esta dimensión teórica, la pobreza tiene su origen en la incapacidad de la sociedad y del Estado en permitirles a todas las personas un igual acceso a las oportunidades y en ofrecer condiciones adecuadas para aprovecharlas. La carencia de dotaciones iniciales y la ausencia de condiciones para poder garantizar el ejercicio efectivo de los derechos, inhiben el desarrollo de las capacidades y conducen a una inserción precaria de importantes sectores de la población en el proceso capitalista de producción.

A partir de ese enfoque teórico se plantean como hipótesis las siguientes: el principal activo cuya carencia tipifica la pobreza es el acceso de los hogares a la posesión de capital humano; la probabilidad de que un hogar sea pobre tiene que ver especialmente con el nivel de educación alcanzado por las cabezas del grupo familiar; la jefatura femenina del hogar es una variable significativa como discriminante de pobreza, es decir, en Pereira se constata la hipótesis de feminización de la pobreza.

El estudio base de este documento fue del tipo descriptivo y verificatorio, dado que el interés se centró en contrastar algunos planteamientos teóricos existentes sobre las causas y la naturaleza de la pobreza. El análisis fue de corte transversal y utilizó la información SISBEN para Pereira, la cual se procesó mediante técnicas de discriminación logística. La población objeto de estudio estuvo constituida por los hogares del Municipio de Pereira y la muestra resultó equivalente al número de hogares encuestados por el SISBEN. La unidad fundamental de análisis estuvo constituida por el hogar.

En este informe de investigación solo se presentan los resultados del trabajo, iniciándose con una síntesis del perfil socioeconómico de los hogares pobres en Pereira, para finalizar con los resultados de la estimación del modelo. En la sección de recomendaciones se plantean algunas conjeturas derivadas de la interpretación de la evidencia empírica que se espera sirvan de elemento base para discusiones posteriores.

Perfil socioeconómico de los hogares SISBEN en Pereira

Esta parte se ocupa de la descripción y análisis de las características más sobresalientes de los hogares del municipio de Pereira, clasificándolos a partir de la información obtenida hasta enero del 2005 por el sistema de información para la selección de beneficiarios del gasto social (SISBEN). Como referencia para el análisis, debe tenerse en cuenta que el SISBEN clasifica a los hogares en seis (6) niveles de pobreza y para la mayoría de los programas sociales la población objetivo equivale a los niveles 1 y 2, que corresponde a hogares cuyo ingreso familiar alcanza como máximo para acceder a la canasta básica familiar definida por el DANE.

A enero de 2005 el sistema de información SISBEN contaba con registros de 66.044 hogares y, según el recuento de hogares realizado por el DANE en el 2004, en el municipio de Pereira existen 87.295 hogares entre particulares y colectivos, estos últimos censados en lugares especiales de alojamiento. Es decir, la información SISBEN da cuenta de algo más del 70% de los hogares de Pereira.

De total de hogares para los que se tiene registro de información, el 41.81% se cataloga como nivel de pobreza 1 y el 36.92% como nivel 2 (Cuadro 1). De esta forma, por lo menos el 78.7% de los hogares registrados en el SISBEN , proporción que equivale al 63% del total de hogares del municipio, enfrentan una condición de pobreza que exige una focalización hacia ellos de la política social y los hace potenciales beneficiarios de los programas sociales del Estado. Ahora, si se considera como unidad de análisis a la población, se tiene que el 76% de la población para la cual tiene información el SISBEN presenta niveles de pobreza 1 y 2.

Para la caracterización de los hogares a partir de la unidad de vivienda, la información SISBEN aporta datos sobre factores de vulnerabilidad, materiales de paredes y pisos y acceso a servicios básicos.

En lo que tiene que ver la vulnerabilidad de las viviendas en que habitan los hogares, las principales amenazas son enfrentadas por los hogares con niveles de pobreza 1 y 2. En efecto, el 9.2% de las viviendas ocupadas por hogares con nivel de pobreza 1 enfrenta riesgos por deslizamiento (5.3%), inundación (2.6%) y avalancha (0.7%) entre otros. En el caso de las viviendas habitadas por hogares con nivel 2 de pobreza el 2.4% presenta alguna amenaza y en los demás niveles esa condición de riesgo es inferior al 1% (Cuadro 2). En total la información SISBEN registra 3.239 hogares ocupando viviendas que enfrentan algún factor de vulnerabilidad, fundamentalmente por razones de deslizamiento. Esto coincide con los estudios a nivel nacional que encuentran que las viviendas de los pobres son las más expuestas a los riesgos ambientales (Millán Uribe, 2005).

El material predominante en la construcción de la vivienda permite de igual manera establecer unas diferencias importantes entre los hogares objeto de los programas sociales (niveles de pobreza 1 y 2) y el resto de hogares que registra la encuentra SISBEN. En lo que tiene que ver con el material de las paredes exteriores, aunque en todos los niveles predomina el uso de bloque, ladrillo, material prefabricado y otros elementos propios de la construcción moderna, es importante la proporción de las viviendas ocupadas por hogares del nivel 1(29.6%) que utilizan en forma predominante el bahareque, la guadua, la caña, la esterilla, la madera burda y otros vegetales; materiales que pueden generar ciertas vulnerabilidades a la vivienda (riesgo de incendio) y/o reducir el confort y la privacidad para el hogar que la ocupa (Cuadro 3).

Una mayor diferenciación se logra al observar el material de los pisos. Al contrario de lo que sucede en los otros niveles de clasificación del sistema de información SISBEN, en las viviendas ocupadas por hogares con niveles de pobreza 1 predominan el cemento y la gravilla (53.2% de los casos), la madera burda, tabla o tablón (18.8%) y la tierra o arena (6.6%). En el caso del nivel 2 de pobreza, los materiales predominantes de los pisos son el cemento y la gravilla (46%) y la baldosa, el vinilo, la tableta o ladrillo (45%). En general, el 59% de los hogares ocupa unidades de vivienda en los que predominan materiales de pisos (tierra, arena, madera burda, cemento, gravilla) que no favorecen la habitabilidad, dado que elevan los riesgos de accidentalidad y los factores de morbilidad por la acumulación de polvo y la reproducción de insectos (Cuadro 4).

En el tema de acceso a servicios de las viviendas, la información no permite una clara caracterización de los hogares según mayores o menores niveles de pobreza. Lo que deja entrever es la persistencia de una alta cobertura en servicios como energía eléctrica y acueducto y una muy baja cobertura del gas domiciliario (natural). El servicio de teléfono llega sólo al 60.3% de los hogares encuestados por el SISBEN, y en el caso de los hogares con nivel de pobreza 1 esa cobertura es sólo del 44.6% (Cuadro 5). En el caso colombiano se ha encontrado clara evidencia de un menor acceso de los pobres a estos servicios públicos (Millán Uribe, 2005).

En otros trabajos para la ciudad de Cali (Vivas Pacheco, 1996, 151) sólo se encontraron coberturas inferiores para los hogares pobres en la prestación de servicio de teléfono (21.7%). De esta forma, en una perspectiva de calidad de vida para la población y con el propósito de cubrir sus necesidades básicas, será necesario continuar los esfuerzos orientados a ampliar las coberturas en servicios como el gas natural, especialmente en los hogares pobres, dado su bajo impacto ambiental y el alivio en términos de costos para esas familias. Igual, y pensando en el bienestar de los hogares y la sociedad en su conjunto, será necesario avanzar un poco más en las coberturas de teléfono, alcantarillado y recolección de basuras.

La tenencia de vivienda no muestra de igual forma una estructura favorable para los hogares con mayor condición de pobreza. En el nivel 1 cerca del 40% de dichos hogares vive en una casa arrendada o subarrendada y el 27.3% en otra condición distinta a la propiedad sobre dicha vivienda ; a su vez el 30% vive en casa propia y el 3% restante la está pagando. En los hogares del nivel 2 predomina el pago de arriendo (48%) y el 32% posee plena propiedad sobre la vivienda (Cuadro 6). La estructura de tenencia de la vivienda en los hogares de nivel 4 es muy similar a la de los del nivel 1; sin embargo, y aunque el no tener propiedad sobre la vivienda es una opción dentro de una lógica de liberar recursos para financiar ideas de negocio, debe ser claro que esa no propiedad hace más vulnerables a esas familias más pobres; en tanto reduce la probabilidad de ser sujeto de crédito, dificulta el uso de la vivienda en su doble propósito (activo productivo y bien de consumo) y aumenta el flujo de gastos vía arriendos.

En relación con las características del hogar, se tiene inicialmente el total de personas que lo componen (Cuadro 7). En general, predominan los hogares con un número igual o inferior a cinco miembros, siendo una proporción del 72% en los niveles de pobreza 1 y del 85.2% en los niveles de pobreza 2. Esto en gran medida es una característica de los hogares del departamento y el municipio, que históricamente han observado una composición promedio inferior al nacional y con tendencia descendente.

Según el recuento de hogares del DANE, en el 2004 los hogares pereiranos estaban integrados en promedio por 3.77 personas (0.46 menos que en 1993) y en las siete (7) principales ciudades del país ese promedio era de 4.30 personas. Por su parte Vivas Pacheco (1996) encontró para la ciudad de Cali una composición promedio de los hogares de 4.4 personas. En el caso de los hogares pobres ese promedio era de 4.6 personas y en el de los no pobres 4.2 personas. Así mismo, Millán Uribe (2005) observó que en Colombia los hogares pobres son más numerosos, con un promedio de 4.5 personas, que los no pobres (3.3 personas).

A nivel de género, el 65.6% de los hogares registrados en el sistema SISBEN cuentan con una jefatura masculina y el 34.4% con jefatura femenina. Esta composición del hogar según género del jefe es muy similar en aquellos con niveles de pobreza 1 y 3, mientras que en el nivel 2 la jefatura femenina es levemente inferior (32.9%) al dato global (Cuadro 8). En general, el perfil de los hogares pobres del municipio según género se diferencia en forma leve al de otras ciudades como Cali, donde en el 30% de los casos se encontró hogares con jefatura femenina (Vivas Pacheco, 1996).

Ese fenómeno de jefatura femenina ha estado asociado tradicionalmente a una de las grandes transformaciones que está viviendo la organización familiar en Colombia, donde se observa una importancia creciente de los hogares monoparentales (ausencia del cónyuge del jefe del hogar) debido al madresolterismo, la separación, el divorcio y/o los procesos migratorios.

La cobertura de la seguridad social en salud para los jefes de hogar continúa siendo problemática en el municipio. Según la información SISBEN el 43.1% de los jefes de hogar, es decir las cabezas de 28.444 hogares en Pereira, no cuenta con afiliación o no está cubierto en salud (Cuadro 9). La mayor parte de estos hogares sin cobertura en salud se concentra en los niveles de pobreza 1 y 2, donde se encuentran el 84% de los mismos, especialmente en el primer nivel. Por su parte, dos estudios a nivel nacional reconocen avances importantes en la afiliación de la población pobre a la seguridad social en salud, pero encuentran que esa población sigue reportando una inferior condición de salud (Millán Uribe, 2005).

En términos porcentuales la discapacidad en los jefes de hogar no es significativa y alcanza a ser sólo el 2.3% del total (Cuadro 10); sin embargo esa condición está concentrada en los hogares de nivel 1 y 2, donde se encuentran 1.216 de los 1.495 jefes de hogar que aparecen en el registro del SISBEN con alguna discapacidad. Esa situación de vulnerabilidad en estos hogares hace necesaria una atención especial por parte de los responsables de la política en el ámbito local.

Una característica central en el jefe de hogar, y que se presume diferenciadora respecto a la condición de pobreza de un hogar, es su nivel de educación. Al respecto, en los hogares con nivel de pobreza 1 el 79.7% de los jefes tiene como máximo educación primaria, el 20.1% tiene formación secundaria y el 0.27% ha alcanzado formación técnica, tecnológica y /o universitaria. En los hogares con nivel 2 de pobreza esas proporciones son 64.4%, 34.2% y1.5%. En el conjunto de hogares encuestados por el SISBEN predominan los jefes con educación primaria (59.3%) y educación secundaria (30.4%), siendo muy baja la proporción de estos (2.1%) que ha alcanzado mayores niveles de educación (Cuadro 11). En el caso de Cali se encontró un promedio de escolaridad de 4.8 años de estudio en los jefes de un hogar pobre y 9.8 años en los jefes de hogares no pobres (Vivas Pacheco, 1996).

Los estudios a nivel nacional reafirman que una de las características de la población pobre es su débil acceso a la educación y, por consiguiente, al bajo nivel de acumulación de capital humano a través de la misma. En su trabajo Millán Uribe (2005) muestra que el analfabetismo está concentrado en la población pobre, siendo escasa la proporción de ella que alcanza algún nivel de educación superior. Aún más, aunque son los pobres los que revelan haber sido los más beneficiados por los programas de capacitación para el trabajo, dado que les amplió las oportunidades de empleo y/o la creación de empresa, dichos programas han resultado relativamente escasos entre los pobres.

La edad predominante en los jefes de hogar es entre 25 y 55 años, y donde resulta importante el número de estos hogares con jefes de 65 años es en los niveles de pobreza 1 y 2 (Cuadro 12). En concreto, en los hogares con nivel de pobreza 1 el 67% de los jefes tiene edades entre 25 y 55 años y en el nivel 2 esa proporción es del 68%; pero en este grupo sobresalen aquellas cabezas de familia con un rango de edad entre 35 y 45 años, lo cual constituye una característica generalizada.

En otros trabajos (Vivas Pacheco, 1996) se han encontrado promedios de edad de 45.8 años en los jefes de hogar de las familias pobres de una ciudad como Cali. En el caso de Pereira, la información SISBEN por hogares permite afirmar que en los niveles de pobreza 1 y 2 el 55.7% de los jefes tiene menos de 45 años.

Un último aspecto a destacar en los jefes de hogar es la actividad que desempeñaron el mes anterior a la aplicación de la encuesta del sistema SISBEN (Cuadro 13). En los hogares con nivel de pobreza 1 y 2 se observa una tasa de desempleo en los jefes del 12% y 8.6% en forma respectiva, pero a esto habría que adicionar proporciones significativas de inactividad (10.4% y 7.0%) y desempeño en oficios del hogar (16.5% y 14.5%), actividades que no generan ingresos y se convierten en fuente de vulnerabilidad para los hogares a los que pertenecen. Condiciones muy similares se presentan en los hogares con niveles de pobreza 3 y 4 que aportan información al SISBEN.

Millán Uribe (2005), quien utilizó información de la encuesta de calidad de vida 2003, encontró que en Colombia la tasa de desempleo de la población pobre era casi dos veces la de su similar no pobre. Aunque las cifras no son del todo comparables, en tanto la información SISBEN para Pereira permite estimar la tasa de desempleo solo para los jefes de hogar, pareciera que, a diferencia del caso nacional, en el municipio el desempleo golpea en condiciones muy similares a los diferentes grupos sociales.

Lo anterior se ve en gran medida reflejado en los ingresos de los hogares (Cuadro 14). Como se puede observar en el cuadro citado, el 31.8% de los hogares para los que tiene información el SISBEN no reciben ingresos en forma corriente a través de su jefe y el 62.2% de ellos recibe a través de éste ingresos mensuales inferiores a un salario mínimo. En los hogares con nivel de pobreza 1 esas proporciones son en forma respectiva 37.1% y 61.7%, y en aquellos con nivel 2 de pobreza 28% y 66.4%. Es decir, aunque como se ha argumentado la pobreza es un problema social que no se reduce a un bajo nivel de ingresos, parece ser que una manifestación fuerte de dicho fenómeno en el municipio de Pereira tiene que ver con el tema de los ingresos de los hogares.

Al dirigir la mirada a sus características del cónyuge se encuentra, en primer lugar, un menor nivel de discapacidad frente a lo sucedido con los jefes del hogar (Cuadro 15). Mientras en el 2.3% de los hogares hay jefes con alguna discapacidad, sólo en el 1.2% de estos los cónyuges presentan este tipo de dificultades. En el nivel de pobreza 1 la proporción de hogares con cónyuges que tiene alguna discapacidad es del 1.2%, frente al 2.7% en el caso de los jefes, y en el nivel 2 la proporción es 0.96%, frente al 1.9% en lo que tiene que ver con los jefes.

Aunque resulta prematura una afirmación en torno a las causas, pareciera ser que esa discapacidad está en alguna medica relacionada con enfermedades profesionales y/o accidentalidad laboral, pues es precisamente la mayor vinculación con la actividad económica y la vida laboral lo que caracteriza al jefe del hogar respecto al cónyuge, como se puede observar al comparar los cuadros 13 y 18.

En igual sentido, se observa una mayor vinculación de los cónyuges a la seguridad social en salud (Cuadro 16). Mientras que el 43.1% de los jefes no presenta vinculación al sistema, sólo el 36.1% de los cónyuges no está cubierto por la seguridad en salud. En el caso de los hogares con nivel 1 de pobreza, el 43.7% de los cónyuges se encuentra desafiliado a la seguridad social en salud, en tanto que el 51.9% de los jefes presenta esa condición; a su vez, las proporciones respectivas para el nivel 2 son 32.9% y 38.8%, y para el nivel 3 son 27.4% y 33%. Pero, en general, la mayor afiliación al sistema de salud en los niveles 1 y 2 se da por cuenta del SISBEN, especialmente en el nivel 1 donde de esta forma se da cobertura al 50.1% de los cónyuges y al 43.1% de los jefes de hogar.

De manera muy similar al caso de los jefes de hogar, es predominante el número de cónyuges cuyo nivel de educación es como máximo el nivel primario. En la generalidad de los hogares registrados en el SISBEN el 63.9% de los cónyuges ha cursado como máximo la educación primaria y el 34.1% tiene estudios a nivel secundario. En el caso de los hogares con nivel de pobreza 1 el 78.7% de los cónyuges ha cursado como máximo estudios primarios y el 21.2% estudios secundarios. En el nivel de pobreza 2 esas proporciones son 59.1% y 39.8%. En el conjunto de hogares encuestados por el SISBEN es escasa la proporción de los cónyuges que ha alcanzado alguna formación técnica, tecnológica o de educación superior (Cuadro 17).

La similitud en los niveles de educación de jefes de hogar y cónyuge según nivel de pobreza (Cuadros 11 y 17) lleva a inferir, en forma preliminar, que además de los aspectos étnicos, culturales y de localización, el desarrollo cognitivo de las personas es un factor determinante en el vínculo de pareja que ellas establecen. De esta forma, pareciera que en el municipio no se está dando la posibilidad de favorecimiento a partir de la convivencia con parejas de mayor desarrollo académico, de tal forma que en esa interacción se eleve el “clima educación del hogar”.

Ello se traduce a la vez en la reducción de oportunidades de interacción con otros grupos o estratos socioeconómicos a los que si podría acceder un miembro de la pareja que tuviese mayor educación y, por tanto, mayores vínculos con otros espacios sociales y culturales. De esta forma, se puede estar fortaleciendo el proceso de segmentación social de que habla Kastman (2001).

En cuanto a la actividad desempeñada por el cónyuge en el mes anterior al momento de la encuesta SISBEN (Cuadro 18), resulta elevada la proporción de estos que se dedica a las labores del hogar, especialmente en los niveles de pobreza 1 y 2 donde el 77.7% y el 79.9% de los cónyuges ocupa su tiempo en dichas labores. Por el contrario, en estos niveles sólo un porcentaje cercano al 15% de los cónyuges está trabajando, mientras que en el nivel 3 de pobreza trabaja el 56.8% de ellos. Ante la baja participación observada en el mercado laboral, los niveles de desempleo de estos integrantes de los hogares con pobreza 1 y 2 son reducidos (2.3% y 1.8% en forma respectiva); mientras que ese desempleo alcanza un nivel importante en el nivel 3 (7.5%).

En general, el número y la proporción de jefes de hogar y cónyuges que están estudiando es muy bajo, no alcanza a ser el 1%; lo cual sumado al hecho ya revelado de un bajo nivel de calificación y desarrollo académico promedio en ambos integrantes del hogar, especialmente en los niveles SISBEN 1 y 2, evidencia la permanencia de factores estructurales que restringen las posibilidades que tienen muchos de estos hogares para desarrollar capacidades favorables a su bienestar y a la reducción de la probabilidad de ser pobre.

En clara relación con ese escaso nivel de calificación y desarrollo académico de jefes y cónyuges en el hogar, los ingresos de la mayor parte de ellos son bastante bajos (Cuadro 19). En una perspectiva general, el 79.3% de los hogares SISBEN recibe menos de $358.000 como ingreso mensual y sólo el 4.5% de ellos recibe más de $750.000. En el caso de los hogares de nivel 1 ese primer porcentaje es el 89.1% y en el de hogares de nivel 2 es aproximadamente el 79.3%.

Pero esa condición de bajo nivel de ingreso que predomina en los hogares del municipio, especialmente en aquellos con mayores niveles de pobreza, es sólo una de las manifestaciones de la problemática; la misma que tendrá que ser enfrentada desde la perspectiva del desarrollo de capacidades en las personas, aquellas que les permitan no sólo acceder a un mayor nivel de ingresos sino también a los procesos culturales y políticos que les afectan.

Cuadro No 1. HOGARES, SEGÚN NIVELES DE POBREZA

Cuadro No 2. CONDICIÓN DE VULNERABILIDAD DE LAS VIVIENDAS, SEGÚN NIVEL DE POBREZA

Cuadro No 3. MATERIAL PREDOMINANTE DE LAS PAREDES EXTERIORES DE LAS VIVIENDAS

Cuadro No 4. MATERIAL PREDOMINANTE DE LOS PISOS

Cuadro No 5. SERVICIOS PÚBLICOS CON QUE CUENTA LA VIVIENDA

Cuadro No 6. CONDICIONES DE TENENCIA DE LA VIVIENDA EN QUE VIVE EL HOGAR

Cuadro No 7. TOTAL DE PERSONAS POR HOGAR

Cuadro No 8. DISCRIMINACIÓN DE HOGARES POR GÉNERO

Cuadro No 9. DISCRIMINACIÓN DE HOGARES POR TIPO DE AFILIACIÓN AL SISTEMA DE SALUD

Cuadro No 10. DISCRIMINACIÓN DE HOGARES POR DISCAPACIDAD DEL JEFE DE HOGAR

Cuadro No 11. DISCRIMINACIÓN DE HOGARES POR NIVEL EDUCATIVO APROBADO JEFE DE HOGAR

Cuadro No 12. DISCRIMINACIÓN DE HOGARES POR EDAD DEL JEFE DEL HOGAR

Cuadro No 13. DISCRIMINACIÓN DE HOGARES POR ACTIVIDAD REALIZADA POR EL JEFE DE HOGAR

Cuadro No 14. DISCRIMINACIÓN DE HOGARES POR NIVEL DE INGRESOS

Cuadro No 15. DISCRIMINACIÓN DE HOGARES POR CÓNYUGE CON DISCAPACIDAD

Cuadro No 16. DISCRIMINACIÓN DE HOGARES DE CÓNYUGE POR ACCESO AL SISTEMA DE SALUD

Cuadro No 17. DISCRIMINACIÓN DE HOGARES DEL CÓNYUGE POR NIVEL EDUCATIVO

Cuadro No 18. DISCRIMINACIÓN DE HOGARES DEL CÓNYUGE POR ACTIVIDAD REALIZADA

Factores asociados a la condición de pobreza de los hogares

En consecuencia con la discusión teórica previa, y teniendo en cuenta la información aportada por la encuesta SISBEN, el sistema de variables a tener en cuenta en la estimación del modelo de discriminación logística está contenido en la tabla 1

De acuerdo con la propuesta metodológica el modelo logístico a estimar en su forma lineal es el siguiente:

Se realizó una primera prueba en donde se involucraron todas las variables que aparecen en la tabla 1. De esta forma los resultados obtenidos observaron diversos problemas, especialmente en lo referido al nivel de significancia de los coeficientes encontrados y los signos contrarios a los esperados a priori, denotando esto problemas de multicolinealidad. Ello puede obedecer a la forma en que se determina el nivel educativo máximo del hogar, la cual es fruto de la combinación del comportamiento del nivel educativo alcanzado por el jefe del hogar y del cónyuge, además del resto de miembros del hogar. Bajo esta perspectiva, y utilizando la metodología de Leamer se propone la siguiente estimación:

POBRE = 1-@LOGIT(-(β1*TENEVIV + β2*TOTPER + β3*GENERO + β4*NIVEL + β5*EDAD + β6*NIVELCON + β7*EDADCON + β8*MENORES + β9*TRABAJA + β10*ACTIVI))

De esta forma los resultados fueron aceptables; sin embargo persistieron problemas de heteroscedasticidad que se solucionaron redefiniendo el orden de entrada de los eventos. Después de realizados estos procedimientos se obtienen los siguientes resultados:

Variable dependiente: POBRE

Método: Máxima verosimilitud

Observaciones incluídas: 39174

Estadístico LR 5531.402 Índice LR (Pseudo-R2) 0.135111

Probabilidad (Estadístico LR) 0.000000

Los coeficientes calculados confirman el poder discriminador de cada una de las variables seleccionadas. Adicionalmente se observa que el estadístico Z (Distribución Normal) permite evaluar su significancia individual, por lo que el valor “P” asociado a la variable es cero lo cual se puede interpretar como un buen soporte muestral a la significancia de cada factor en la discriminación. Además, dado el valor de los errores estándar, se reduce la incertidumbre de estar estimando el verdadero parámetro poblacional.

Bajo estas condiciones la ecuación estimada es la siguiente:

POBRE = 0.2674403893*TENEVIV + 0.1367065174*TOTPER - 0.1051431629*GENERO - 0.7354652492*NIVEL - 0.01641759343*EDAD - 0.7913544797*NIVELCON - 0.0164281555*EDADCON + 0.1551354298*MENORES - 0.1001295676*TRABAJA - 0.1818798819*ACTIVI

El único coeficiente estimado cuyo signo resultó contrario a lo esperado es el asociado a la variable TENEVIV (Tenencia de vivienda). En general, entre las variables con capacidad para discriminar pobreza en el municipio de Pereira, aquellas referidas a las oportunidades de educación (desarrollo de las capacidades humanas) y trabajo (uso de las capacidades humanas) muestran una clara contribución a la disminución de la probabilidad de pobreza en los hogares del municipio.

De igual manera, las variables referidas a la equidad en el acceso a oportunidades, cuya aproximación se hizo en este estudio a través del género de la jefatura del hogar, mostraron capacidad para discriminar pobreza, encontrándose que la probabilidad de que un hogar sea pobre aumenta cuando el mismo está encabezado por una mujer.

Por otro lado, algunas variables que en principio se pueden interpretar más como síntomas o efectos de la pobreza (aquellas relacionadas con la dependencia económica y el trabajo infantil), pero que con el tiempo tienden a operar como factores causales de su reproducción, evidencias una influencia positiva en el aumento de la probabilidad de que un hogar sea pobre.

En general estos resultados coinciden con los de otros estudios (Castaño, et al, 1992; Sierra, et al, 1994; Vivas, 1996; May, 1996; Restrepo et al, 2000; Gaviria y Sierra, 2003; PNUD, 2004 y Nuñez y Espinoza, 2005), en cuanto al papel que juegan las variables relacionadas con el desarrollo de las capacidades humanas en los integrantes del hogar, el acceso al trabajo, el tamaño del hogar y la dependencia económica.

Estos resultado observan clara coherencia con el enfoque de pobreza como inserción precaria, que relaciona este fenómeno social con la carencia de capacidades y derechos en las personas que lo sufren de manera directa. Una carencia que, como se señaló, tiene su origen en la incapacidad de la sociedad y el estado de ofrecer iguales condiciones de acceso a las oportunidades y el aprovechamiento de las mismas.

Ese escaso desarrollo de capacidades reproduce un circulo vicioso en el que las personas, además de enfrentar dificultades para satisfacer sus necesidades vitales, encuentran obstáculos serios a su participación en los procesos culturales, políticos y económicos, entre los que se destaca el acceso a las oportunidades de trabajo y generación de ingresos, con lo cual la posibilidad de pobreza tiende a aumentar.

La diferencia con otros estudios ((Castaño, et al; Sierra, et al; Vivas; Restrepo et al) está en la nueva evidencia que aporta este trabajo sobre la relación entre pobreza de los hogares y jefatura femenina, la cual observó una capacidad para discriminar pobreza elevando la probabilidad de que un hogar sufra esta condición cuando es encabezado por una mujer.

Ese resultado es coincidente a su vez con el de otros trabajos (May, 1996; Gaviria y Sierra, 2003; Nuñez y Espinoza, 2005) como se señaló antes, existen razones prácticas para esperar que la jefatura femenina contribuya a aumentar la probabilidad de pobreza de un hogar, todas ellas relacionadas con el fenómeno de discriminación de género:

• Una buena proporción de las mujeres trabajadoras en el mundo están vinculadas a actividades mal remuneradas y de carácter informal (Kliksberg, 2003)

• En todos los hogares y culturas es menor el acceso de la mujer a activos y recursos productivos como la tierra, el crédito, las divisas y el capital financiero, físico y humano (Buvinic, 1998; Idárraga, 2005)

• Las mujeres perciben, en promedio, un ingreso menor por igual trabajo, en comparación con los hombres (Kliksberg, 2005; Idárraga, 2003)

• Es menor el tiempo “libre” del que disponen las mujeres para invertir en un trabajo adicional que les genere mayores ingresos (Buvinic, 1998). Como se muestra en el cuadro No 1, de manera casi que exclusiva las mujeres tienen a su cargo las responsabilidades domésticas.

La inequidad de género, con sus connotaciones históricas, está en la raíz de los problemas de equidad social que afectan principalmente a la mujer, pero también de graves problemas de asignación de los recursos con que cuenta la sociedad para el cumplimiento de sus tareas básicas en lo económico (la producción), en lo social (la reproducción) y en lo político (la creación).

Ambos tipos de problemas tienen grandes costos sobre el bienestar y la eficiencia. Los primeros más directamente sobre el bienestar individual y la calidad de los “factores”; los segundos más directamente sobre el bienestar social y la asignación de dichos factores.

En la literatura, ya muy abundante sobre temas de género, se ha dado más énfasis a las distorsiones producidas por los problemas de distribución (del ingreso, de los activos, de los bienes y servicios y de los subsidios entre hombres y mujeres); menos a las distorsiones producidas en la asignación de recursos de la sociedad, cuyos costos son tan altos o más que los producidos por los primeros.

Ambos son el resultado de fallas del mercado, cuya solución requiere de la intervención del estado y, por lo tanto, de la planeación. La solución de los primeros pasa por fórmulas comunes a otras políticas sociales de distribución del ingreso. La solución de los segundos solo se da con profundos cambios de orden cultural e institucional.

La mujer está sobrerepresentada en los grupos de pobreza, recibe menos apoyo que el hombre para actividades productivas y accede más difícilmente al crédito y a la asistencia técnica, lo cual la hace menos productiva. Por esta causa, la mujer está en inferiores condiciones para participar en las grandes tareas de la sociedad, con costos evidentes para su bienestar individual, pero también con un costo social para el bienestar y la eficiencia de la sociedad como un todo (principalmente por la vía de las carencias producidas en el capital humano).

En relación con los problemas de asignación de recursos se dan varias clases de ineficiencia, asimilables a imperfecciones y a fallas del mercado producidas por la cultura de género. Esas fallas se dan en el ámbito económico de la producción (predominante de un horizonte de corto plazo), en el social de la reproducción, y en el ámbito político, que acá se le llama de la creación o de las decisiones que afectan el futuro de la sociedad, estos dos últimos pertenecientes a un horizonte que se extiende hacia el largo plazo.

En el ámbito económico la cultura de género está generando ineficiencias significativas en la producción total de la economía, distintas a las generadas por los problemas de distribución que afectan a la mujer como responsable de actividades productivas (atrás se mencionaron la discriminación en el acceso a la asistencia técnica, el crédito, la capacitación profesional y otros recursos de producción, que tienen que ver directamente con la disponibilidad y calificación de factores de producción).

La actual perspectiva de género distorsiona los precios de la mano de obra femenina, introduce rigideces en el mercado laboral y concentra el poder de decisión sobre la asignación de los recursos laborales del hogar. En los tres casos se producen costos para la sociedad como un todo, que la alejan de la frontera de posibilidades de producción por la subutilización o mala asignación de sus recursos productivos.

El menor costo artificial o “cultural” del trabajo de la mujer (en igualdad de capacidades profesionales con el hombre), claramente produce una combinación ineficiente entre trabajo masculino y trabajo femenino, distorsiona la estructura de producción de la economía hacia aquellos sectores donde se sobreutiliza la mujer, se generan incentivos a la baja productividad, particularmente de la mujer en relación con su potencial, y se afecta la asignación de otros recursos productivos complementarios del trabajo femenino, en un caso generalizado de mala asignación de recursos en la economía.

Pero además del efecto sobre precios, la “cultura de género” introduce directamente rigideces en la movilidad de la fuerza de trabajo femenina, que por convención ha estado anclada a las tareas domésticas y de reproducción. La mujer se ha visto limitada en su capacidad de elegir trabajo y la economía en su posibilidad de asignar el recurso humano femenino de acuerdo con su potencialidad.

Así, por efecto de la cultura, la sociedad se ha visto privada de un más eficiente aprovechamiento de su fuerza laboral total. Por cultura ha renunciado al aporte generalizado de la mujer en muchos ámbitos de la actividad productiva, incluso en casos en los que, superadas las trabas de la equidad, la mujer logra prepararse profesionalmente.

La subestimación del rol masculino en la formación de los hijos ha producido un sesgo en la asignación de la fuerza laboral masculina hacia actividades productivas. Se trata de un caso clásico de distorsión en los precios en el que la relación de precios de mercado, influenciados por la cultura de género, es diferente de la relación de precios sociales (la que se daría en el caso de una valoración real del aporte del hombre en la tarea reproductiva). Con ello se ha desatendido la tarea más importante de la sociedad con efectos difíciles de estimar sobre la calidad en la formación de ciudadanos, y sobre los niveles de bienestar social.

La sociedad ha desatendido la reproducción como propósito colectivo; aceptó la incorporación de la mujer al trabajo productivo pero no produjo los arreglos institucionales necesarios para compensar su menor aporte forzoso a la reproducción. La presión cultural, por una parte, y la inadecuación organizacional, por otra, han obligado a la mujer a ampliar su jornada por encima de límites razonables, con lo cual inevitablemente se corre el riesgo de reducir la calidad en la tarea reproductiva, con costos irreparables para la sociedad.

Finalmente, y en coherencias con trabajos como los de May (1996), los resultados de este estudio aportan evidencia según la cual la probabilidad de pobreza de un hogar disminuye con el aumento en la edad del jefe del hogar y su cónyuge. En parte, ello obedece a que en el Área Metropolitana de Centro Occidente es la población jóven la que sigue concentrando las mayores tasas de desempleo y, por el consiguiente, enfrenta grandes obstáculos para acceder a las oportunidades de trabajo.

Recomendaciones

Los resultados de este estudio suman evidencia a favor de la idea de pobreza como un problema de carencia de dotaciones iniciales en las personas que la sufren, con lo cual se inhibe el desarrollo de sus capacidades y se propicia una inserción precaria en los procesos económicos, culturales y políticos, en que ellas participan.

Vista de esta forma, la pobreza es ante todo una expresión de la inequidad presente en nuestra sociedad. Una inequidad referida a la desigualdad en el acceso a oportunidades, por lo que no debe asociarse a un simple problema de distribución del ingreso y la política pública debe estar más bien dirigida a actuar sobre los factores que condicionan la distribución primaria del ingreso.

Bajo esta perspectiva es clara la importancia de ampliar las oportunidades de educación para la población pobre; no solo en lo que tiene que ver con la ampliación de coberturas , sino también en lo referido a la oferta de educación pertinente y de calidad. Los consensos logrados por los distintos agentes del desarrollo local, especialmente en el marco del ejercicio prospectivo “Visión Risaralda 2017”, han definido esta como una tarea fundamental en una estrategia global de desarrollo.

Como se argumentó en este trabajo, la educación no sólo amplía las oportunidades de desarrollo de capacidades en las personas, lo cual las habilita para insertarse de manera más propicia en los procesos económicos y socioculturales de su entorno, sino que también cumple una función socializadora que inculca unas actitudes y valores en ellas.

En ese sentido, y para contrarrestar el progresivo aislamiento de los pobres del resto de la sociedad a partir de la segmentación social que está propiciando el sistema educativo actual, se hace necesaria una educación pública que le compita cada vez más a la oferta privada; convirtiéndose de esta forma en una opción para los diferentes grupos sociales y, de esta manera, permita la interacción de la niñez y la juventud provenientes de hogares pobres y no pobres.

De otro lado, la nueva constatación de la capacidad discriminadora de pobreza que posee la variable “jefatura femenina” del hogar hace necesario insistir en la importancia que tiene para la sociedad Pereirana el trabajar por un estado y una cultura de equidad de género, a través de la cual se amplíen las oportunidades de acceso a la propiedad y al trabajo para la mujer.

Las fallas de mercado generadas por la cultura de género predominante, conforman un equilibrio estable que se sustenta, en primer lugar, en los “tabús” y preconceptos derivados del concepto de género (que comparten hombres y mujeres); en segundo lugar, en la rigidez de las instituciones de la organización social; y en tercer lugar, en la distribución desigual del poder entre hombres y mujeres en todos los ámbitos, producida no solo por la propia cultura de género sino también por la inferioridad de condiciones a la que ha sido sometida la mujer (por factores de inequidad en la distribución).

Romper cualquier equilibrio estable es difícil y es tarea de muchos años. En el caso de las distorsiones producidas por la cultura de género, su eliminación en ningún caso podrá ser resultado del mercado: se trata de una verdadera revolución cultural que exige estrategias apropiadas y paciencia para esperar resultados. Por el horizonte de corto plazo que le es propio y por los condicionamientos a los que está sometido por parte de los actores, el mercado no está en capacidad de dar solución a las carencias producidas por la falta de una perspectiva de género.

La manera de hacerlo y de generar condiciones en las que se superen las imperfecciones del mercado es con una intervención clara del Estado, entendido para este efecto no solo como el gobierno sino como el conjunto de la sociedad. Esta intervención es particularmente importante, no solo para contrarrestar los enormes costos que se producen en términos de equidad, sino por los incalculables beneficios en términos de eficiencia en la asignación de recursos y de bienestar.

La cultura de género es una perspectiva, una forma de entender la sociedad y el desarrollo y, como tal, no puede ser confundida con un capítulo de los planes de desarrollo (el dedicado a solucionar los problemas de equidad o de asignación asociados con ella). En realidad se trata de un enfoque que debe estar presente en toda la propuesta de desarrollo, puesto que se trata del reconocimiento efectivo de que hombres y mujeres, por igual, tienen derecho a la realización de sus proyectos de vida en lo personal, lo económico, lo social y lo político.

El Estado debe emprender acciones en distintos frentes. El más urgente es, por supuesto, la recuperación del rezago que en términos de necesidades prácticas ha producido la inequidad en la distribución del ingreso. Por allí hay que comenzar, con estrategias de focalización como las que ya se aplican en el caso de los grupos más vulnerables y pobres de la población.

En el frente económico, se tiene que hacer una reestructuración en el ámbito productivo, la sociedad como un todo (hombres y mujeres) debe asumir la tarea de la producción y el crecimiento económico. Reestructuración a través de incentivos y medidas que complementen la nueva valoración cultural y contribuyan a igualar los precios de mercado con los precios sociales, de tal manera que los parámetros de decisión de los actores económicos, hombres y mujeres, se guíen por estos últimos y contribuyan al logro de condiciones de óptimo en la producción y el bienestar. Esto supone eliminar la variable género en la determinación de la remuneración del trabajo femenino.

En el frente social y cultural es necesario emprender acciones destinadas a crear una conciencia distinta sobre el género, que reconozca en hombres y mujeres percepciones, intereses y necesidades diferentes e igual derecho de realizar proyectos personales y de participar en la vida económica, social y política de la sociedad. Esas acciones deberán “habilitarlos” y brindarles los medios y el apoyo necesario para que puedan aportar todo su potencial, toda su especificidad e interactuar entre sí, en pié de igualdad, en el cumplimiento de las tareas de la sociedad.

Finalmente en el frente político, la sociedad debe asumir la tarea de la creación y hacer una reestructuración en el ámbito político. La intervención del Estado debe regular la concentración de poder por motivos de género y buscar garantías para que hombres y mujeres participen en las decisiones de la sociedad. No se trata simplemente de hacer posible la igual participación de mujeres y hombres en la realización de las tareas de desarrollo; más importante aún, se trata de pensar el desarrollo desde las ópticas femenina y masculina.

Con este propósito, no solo es necesario generar el convencimiento de que hay que cambiar la perspectiva de género y restaurar la equidad en todos los ámbitos de la actividad humana para optimizar el bienestar de la sociedad; también es necesario generar el convencimiento de que ese cambio es posible, porque se trata de una construcción cultural e histórica.

La mujer ha ido demostrando cómo lograr la necesaria integración de las tareas de la sociedad en los tres ámbitos. La gran dificultad está del lado del hombre: primero en su capacidad de aceptar y comprender y luego en su adaptación a tareas que culturalmente no consiente. En este sentido y en el corto plazo, los perdedores de un cambio en la perspectiva de género son principalmente los hombres y ello debe ser tenido en cuenta en la planeación. La otra gran dificultad está del lado de las instituciones, porque la actual organización de la sociedad y de sus actividades laborales, económicas, sociales y políticas, carece de una perspectiva adecuada de género.

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