EDAD CONTEMPORÁNEA
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

MANUAL PRÁCTICO DE LA HISTORIA DEL COMERCIO

Álvaro de la Helguera y García

 

 

 

 

 

 

EDAD CONTEMPORÁNEA

Extiéndase la Edad Contemporánea desde la Revolución Francesa hasta la fecha presente, que comprende el siglo XIX, llamado de las luces por los notabilísimos progresos realizados en el campo de las ciencias, las letras, las leyes, las artes, las industrias y todos los ramos de la sabiduría humana. En este período histórico de la producción enorme y del consumo asombroso, de la actividad del tráfico y de la rapidez del transporte, de los tratados mercantiles y de las exposiciones universales, porque tienen su reinado indiscutible la electricidad y el vapor, el aparato y la máquina, el libro y el periódico; desenvuélvanse de una manera extraordinaria todas las instituciones políticas y sociales, jurídicas y económicas, particulares y públicas, y adquieren desarrollos colosales la industria y el comercio, la navegación y el derecho, el crédito y la banca.

Los sucesos más importantes que influyeron en el movimiento industrial y mercantil, a la vez que en el progreso de todas las instituciones y costumbres, fueron: la Revolución de Francia, las Guerras de Napoleón, la Emancipación de América y los Progresos Científicos.

1. La Revolución de Francia fue el acontecimiento político de mayor trascendencia que se registra en los anales históricos del mundo después del descubrimiento del continente americano, porque dicha revolución se hizo en favor de los derechos del hombre, y dado este carácter social, alcanzó una resonancia universal.

Multiplicadas causas políticas y concausas económicas venían desde largo tiempo disgustando al pueblo y preparando la rebelión, sin que los gobernantes ni los cortesanos procurasen apaciguar los ánimos excitados escuchando el clamoreo del público que estaba ávido de reformas y deseaba regirse bajo nuevos organismos; pues los proyectos financieros del escocés Law, cuyos desastres desorganizaron la empobrecida Francia; los ataques duros del ministro Turgot, cuyos golpes conmovieron los privilegios seculares de la nobleza; las asambleas provinciales de Necker, cuyas reuniones sirvieron de ensayo a los fogosos oradores del porvenir, y las fastuosidades palaciegas de la Corte, cuyos despilfarros avivaron el odio de las poblaciones hambrientas; así como los briosos escritos de Montesquieu en la ciencia política, de Quesnay en la ciencia económica, de Voltaire en la ciencia filosófica y de Rousseau en la ciencia social, constituyeron en su conjunto un núcleo tan vigoroso de enseñanzas y doctrinas, que necesariamente habían de trabajar la opinión y provocar la revolución para conseguir por la violencia y la fuerza las modificaciones pretendidas.

Para cubrir el enorme déficit del presupuesto francés de 1787, el Ministro de Hacienda, conociendo el estado de efervescencia en que estaba el país, proyectó diversos recursos que perjudicaban a la nobleza, pero corno ésta se opuso, se cerró el Parlamento sin aprobarlos y se preparó el terreno para la revolución. Convocados los Estados Generales por Luis XVI, se reunieron en Versalles el 5 de mayo de 178g; mas pronto se manifestó un violento antagonismo entre los diputados de la aristocracia con los del tercer estado; entonces, por la proposición de Sieyés y la predicación de Mirabeau, se constituyeron en Asamblea nacional con fuerza legislativa, a la cual negó a su vez obediencia la soberanía popular; y por este concurso de incidencias quedó el monarca despojado de autoridad, la asamblea desprovista de poder y el pueblo entregado al desenfreno, hasta que el 14 de julio estalló la sublevación de París, que arrasó la Bastilla e insurreccionó a Francia.

Cuando el monarca aceptó la escarapela tricolor, terminó su misión la Asamblea nacional y se formó la Asamblea constituyente, la cual comenzó a poner en ejecución los planes reformistas reclamados por el país dictando al efecto radicales disposiciones que el rey sancionaba dócilmente, pues el 4 de agosto de 1789 abolió el privilegio feudal y privó al clero de sus antiguos fueros; el 15 de enero de 1790 decretó la unidad nacional y dividió el territorio en ochenta y tres departamentos; el 31 de octubre de 1790 suprimió el impuesto aduanero en el interior y retiró las oficinas en las fronteras nacionales; el 15 de marzo de 1791 promulgó una tarifa general y unificó los derechos para todas las mercancías; el 20 de marzo de 1791 anuló la /erute general y percibió la nación las tasas arancelarias; el 2 de mayo de 1791 ordenó la libertad de trabajo y derrumbó los reglamentos gremiales; y el 3o de septiembre de 1791, después de haber dado al país una nueva constitución, declaró terminada su obra y cesaron sus tareas.

Pero como la revolución persistía, a la Asamblea constituyente reemplazó la Asamblea legislativa; en ella se amparó el monarca al estallar el 10 de agosto de 1792 la sublevación general dirigida por Danton, y el mismo día decretó la prisión en el Temple de toda la familia real; los aristócratas y sacerdotes fueron acusados de traidores por haber invadido a Francia un ejército extranjero, y en ellos se vengaron las turbas asesinas, dedicándose en los primeros días de septiembre a horrorosas matanzas.

La Convención nacional se abrió el 21 de septiembre de 1792, dos días después decretó esta Asamblea la abolición de la monarquía y la proclamación de la república; el 9 de enero de 1793 acordó la muerte del rey, el 21 muere en el cadalso el desgraciado Luis XVI y luego es decapitada la reina María Antonieta; el 29 de marzo se crea el Tribunal revolucionario, el 6 de abril se establece el Comité de salvación pública, el 21 de septiembre se dicta la Ley de sospechosos y se inaugura el período del Terror en el que, bajo los auspicios de Marat y Robespierre, se cometen en nombre de la igualdad y de la libertad delitos sangrientos y abominables; las naciones de Europa tiemblan en sus cimientos, se coligan contra los revolucionarios y se aprestan a la lucha; Francia misma ve estallar la guerra civil en la Vendée, en Bretaña, en la Normandía y en otras comarcas; pero la Convención no se arredra, hace a todos frente, anula los tratados internacionales, establece prohibiciones comerciales, estipula la paz de Basilea, vota otra constitución y se disuelve el 26 de octubre de 1795.

A la Convención nacional substituye el Directorio ejecutivo, compuesto de cinco miembros y dos consejos, en cuya época se realizan la campaña de Italia y la expedición a Egipto, en que tanto brillaron las dotes militares del joven Napoleón Bonaparte, el cual al regresar a París, por causa de la nueva coalición extranjera y por la reproducción de la antigua guerra civil, disuelve el Consejo de los quinientos y es nombrado primer Cónsul, acabando así con la revolución y con la república de Francia.

La Revolución francesa derrumbó la organización antigua y estableció la existente, pues al proclamar para todos los ciudadanos la libertad para el trabajo y la igualdad ante la ley, abolió para siempre los privilegios señoriales, las vinculaciones individuales, las amortizaciones territoriales, los reglamentos gremiales, las aduanas provinciales, las tarifas particulares, los arrendamientos parciales y los obstáculos tradicionales que dificultaban el progreso de la industria y el desarrollo del comercio. Estas conquistas económicas y sociales, después de costar ríos de sangre, no dieron sus frutos en aquellos tiempos turbulentos e inseguros; pero cuando se restableció la calma y se entró en la normalidad, ofrecieron en la práctica excelentes resultados y fueron adoptándose las reformas en todos los demás países.

2. Las Guerras de Napoleón fueron tan numerosas y terribles, tan generales y extensivas, que durante varios años tuvieron en constante alarma a todas las naciones europeas y en continua movilidad a considerables ejércitos; por ellas, la sangre corrió en muchos y copiosos regueros por las ciudades y los campos de diversos territorios, la industria soportó las paralizaciones y languideces propias de los recelos y de los espantos que infundían las invasiones de las tropas enemigas, y el comercio experimentó los perjuicios y quebrantos consiguientes a la intranquilidad y la inseguridad que reinaba en los transportes de géneros.

Cuando a Napoleón Bonaparte se le nombró primer Cónsul, su principal cuidado fue restablecer la tranquilidad en el interior de la nación, combatiendo las guerras civiles y las luchas doctrinales de jacobinos, terroristas, moderados y demás partidos políticos, proclamando que sólo debía haber franceses, porque con la unión de todos se consolidarían las conquistas de la revolución nacional y se robustecerían las fuerzas para la salvación de la patria; pero así que con su autoridad y prestigio consiguió este preferente objetivo, se dirigió contra los enemigos exteriores de Francia, y después de vencer a los austriacos en las memorables batallas de Marengo y de Hoenlinden, celebró la paz de Luneville el 9 de Febrero de 1810; luego abandonó el Egipto, se reconcilió con Inglaterra y estipuló el tratado de Amiens el 27 de marzo de 1802.

Aprovechó este período de tranquilidad para mejorar todos los ramos de la administración pública, valiéndole ser nombrado Cónsul vitalicio, y cuando sofocó las conspiraciones del partido realista fue proclamado emperador; pero pasado algún tiempo volvió Pitt a subir al poder en Inglaterra, y se formó una tercera coalición extranjera contra Francia, que dio lugar a nuevas guerras exteriores. Napoleón no fué afortunado en las marítimas y hubo de reconocer la superioridad de los ingleses; pero logró grandes éxitos en las terrestres y extendió sus dominios por muchos países, pues derrotó a los austriacos en Ulma y Wagram, a los rusos en Friedland y Smolensko, a los españoles en Zaragoza y Gerona, a los prusianos en Jena, a los austriacos y rusos reunidos en Austerlitz, a los ingleses y españoles juntos en Rioseco; pero después de tantas victorias comienza a eclipsarse su estrella, siendo vencido en las batallas de Arapiles y San Marcial, soportando la desastrosa retirada de Moscou, contemplando la entrada de las tropas coligadas en París y abdicando su imperio para refugiarse en la isla de Elba el 4 de abril de 1814; pues aunque el año siguiente volvió para tomar el mando de su ejército, quedó derrotado en la célebre batalla de Waterloo y fue conducido prisionero a la isla de Santa Elena, donde murió solitaria esta figura histórica, que fue a la vez un genio militar y un déspota ambicioso.

Estas sangrientas guerras ejercieron una influencia funesta en la vida industrial y mercantil de las naciones, porque cerraron talleres, arrasaron cultivos, demolieron propiedades, devastaron pueblos, malgastaron capitales, fomentaron ocios, destruyeron buques e incendiaron mercancías; pero sobre todo causó gran perjuicio a los intereses generales del comercio exterior el decreto del 21 de noviembre de 18o6, por el cual Napoleón 1 estableció contra Inglaterra el bloqueo continental, que consistía en cerrar a los buques y a los productos británicos todos los puertos de Europa, declarando buena presa los barcos que se cogiesen y mandando quemar los géneros que se desembarcasen

3. La emancipación de América fue uno de los sucesos que más influyeron para menguar el poder político y colonial de España, a la vez que para aumentar la industria y el comercio de aquellos pueblos descubiertos por Colón; porque al romper sus lazos con la metrópoli y formar estados independientes, quedaron abolidos los pactos exclusivistas que impedían el desarrollo económico del nuevo continente, y se fundaron bajo regímenes liberales las instituciones diversas que se requieren para la vida normal de las naciones modernas.

La independencia de los Estados Unidos de la América del Norte, reconocida en 1783 por el tratado de Versalles, y la preponderancia mercantil que prontamente alcanzó esta nueva nación con la inteligente actividad de sus habitantes, enseñaron a todas las colonias americanas el camino de la emancipación y el manantial de su prosperidad. Por otra parte, el espíritu de reforma popularizado por los revolucionarios franceses se propagó en todos los países del nuevo continente e inculcó en el ánimo de sus moradores el afán de libertad y autonomía; y finalmente, la influencia ejercida en estos territorios por los ingleses, aconsejando se separasen de la metrópoli, con el afán de vengarse del bloqueo continental, así como de apoderarse de su comercio exterior, avivó en ellos la idea insurreccional y separatista.

No es pues de extrañar que todas estas circunstancias, unidas a los desaciertos de los gobiernas españoles y a los abusos de las autoridades coloniales, sirvieran de fundamento para. la insubordinación primero y la emancipación después de las colonias del Nuevo Mundo.

Durante el reinado de Fernando VII, las colonias españolas de América, viéndose tratadas como país conquistado y deseando emanciparse del dominio de la metrópoli, aprovecharon para sublevarse la ocasión en que la patria estaba comprometida en las guerras con los franceses y en sus discordias civiles, y sucesivamente fueron separándose de ella, sin que pudieran evitar aquella desmembración territorial las tropas peninsulares enviadas al efecto. Méjico, la Plata, el Uruguay y el Paraguay, se perdieron en 1810; Guatemala, Colombia, Venezuela y Ecuador, se emanciparon en 1821; Bolivia y el Perú, se declararon independientes en 1824; Chile se desligó en 1817 y Santo Domingo se separó en 1820; por su parte, Portugal perdió el Brasil en 1822, en que se declaró independiente.

Todos estos países coloniales, después de pasar por varias vicisitudes políticas, se encuentran hoy constituidos en repúblicas independientes; y si bien no disfrutan de completa tranquilidad algunos de ellos, porque están agitados con harta frecuencia por las revoluciones intestinas provocadas por los partidos y por otras poderosas causas, en cambio al sacudir el yugo metropolitano y formar naciones libres derrumbaron los despóticos reglamentos oficiales que impedían su desenvolvimiento económico, consiguiendo fomentar la industria con la libertad del trabajo sostenida por sus gobiernos en todos los momentos y desarrollar el comercio con la apertura de sus puertos a todos los pabellones.

4. Los Progresos Científicos fueron antes, son ahora y serán siempre, factores importantísimos del bienestar de la sociedad humana en todos los órdenes morales y materiales, porque las ideas luminosas y las investigaciones felices reciben generalmente una aplicación práctica que suelen aprovechar el derecho y el trabajo, perfeccionando la legislación mercantil y mejorando la industria universal.

La característica del siglo XIX está representada por el adelanto de las ciencias en general y de las físicas en particular, razón por la cual pudiera concretarse todavía más este punto diciendo que la época contemporánea es la del va flor y de la electricidad.

En este período, el hombre y la naturaleza han emprendido y sostienen una titánica lucha, en la que el primero, a costa de inteligente estudio y de infatigable perseverancia, va penetrando en los arcanos misteriosos de la segunda, para arrebatarle secretos utilísimos que luego explota la sociedad con notable beneficio; así Fulton en 1807 y Bell en 1812 vencen serias dificultades y ensayan con éxitos felices las máquinas para la navegación a vapor; así Trevithick y Vivian construyen en 18o4 la primera locomotora, que luego perfecciona Seguín en 1829, y consiguen promover en el arrastre terrestre una revolución inmensa; así Cerstedt en 1819 y Schweiger en 182, 33 resuelven el problema del telégrafo eléctrico, que después Morse en 1837 y Hugues en 1868 perfeccionan con sus mecanismos universalmente adoptados; así Reiss idea en 1861 y Edisson completa en 1876, el aparato telefónico que transmite la voz a considerable distancia; así Scott en 1856 y Fdison en 1877 comparten la gloria de la invención del fonógrafo, consiguiendo registrar el primero y reproducir el segundo todas las ondas sonoras; así Hugues descubre el micrófono, que amplifica el ruido haciéndole más sensible; así Teiter presenta el telefonógrafo, que registra, reproduce y transmite con rapidez el sonido articulado; así aparecen en nuestros tiempos los rayos Roentgen, que permiten ver a través de los cuerpos opacos y examinar el interior de los mismos; así se ofrecieron a la admiración humana el pantelégrafo, para la transmisión de la escritura, y la dinamo, para producir la luz eléctrica, y así, en fin, se realizan en este período otros muchos adelantos en las ciencias físicas y químicas, exactas y naturales, morales y políticas.

Este incomparable siglo, en que se cortan istmos como el de Suez para abrir camino a los buques, y se perforan montes como el Cenis para dar paso a los trenes; en que se construyen grandiosos edificios cuya belleza encanta y formidables acorazados cuya resistencia asombra, en que los descubrimientos del oro en California y en Alaska ponen en circulación enormes masas de valores numerarios; en que la máquina de vapor inventada por Watt y la de hilar ideada por Haerkright consiguen por su multiplicación perfeccionada promover la gran industria; en que fábricas inmensas y talleres notables ponen diariamente a la especulación infinidad de productos perfectamente acabados; en que las planchas de hierro se cortan como hojas de papel y el papel se prensa para sustituir al hierro; en que se inauguran certámenes nacionales y exposiciones universales para demostrar a los consumidores los triunfos industriales de los productores; y finalmente, este siglo en que tanto se desenvuelven todos los ramos del saber y todas las cosas de utilidad, no podía dejar en el olvido ni mantener sin adelanto el movimiento comercial y el Derecho mercantil.

Así es en efecto, pues el comercio universal ha logrado en la época contemporánea extenderse por todas partes y acrecentar su importancia merced a las nuevas empresas de vapores, redes de ferrocarriles, líneas telegráficas y hojas periodísticas, que han abaratado el flete, acortado la distancia, acelerado la correspondencia y propagado el anuncio; y el Derecho mercantil ha conseguido ampliarse y perfeccionarse gracias a los progresos notables realizados sucesivamente en las ciencias jurídicas y en las prácticas gubernamentales, pues con sus sabias lecciones y nobles esfuerzos han llegado a codificar la legislación comercial, que antes estaba diseminada por las villas y los pueblos en multitud de costumbres consuetudinarias y en infinidad de disposiciones.

Expuestos a grandes rasgos los hechos que fueron de mayor trascendencia para el movimiento comercial del mundo con este período histórico, por los que se infiere contribuyeron a su desarrollo las reformas revolucionarias, las emancipaciones americanas y las invenciones científicas; en tanto que le perjudicaron las guerras napoleónicas por su cohorte de irregularidades, destrucciones y bloqueos, pasaremos a ocuparnos a continuación del tráfico que han sostenido en dicha época, hasta la guerra europea, las naciones que con mayor fe y más afán se entregaron a la industria mercantil.

Los principales pueblos comerciantes de la Edad Contemporánea, son: Inglaterra, Alemania, Estados Unidos y Francia.

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