EL ECUADOR DEL MAÑANA.Desde una visión critica al neoliberalismo

LA CULTURA COMO ESTRATEGIA DE DESARROLLO

Cuando se habla de ‘mundialización del capital’ no solamente se abarca conceptos económicos sino también políticos, sociales, culturales, entre otros. Desde esa perspectiva, Jorge Jiménez, recoge el criterio de Néstor García Canclini quien sostiene que “la cultura en la era de la globalización aparece como un proceso de ensamblado multinacional, una articulación flexible de partes, un montaje de rasgos que cualquier ciudadano de cualquier país, religión o ideología puede leer y usar. Este autor se refiere a la cultura massmediática, noticieros, talk shows, deportes, telenovelas, etc., a la cultura del consumo simbólico y material. En su estudio, el autor demuestra que las grandes masas de población ya no asisten a las formas tradicionales de cultura, tales como el teatro, el cine o la plástica; la radio, la televisión, el video y las redes informáticas las han sustituido. A la vez sectores considerables de juventud prefieren concentrarse en los ‘no lugares’, en los shopping, moles, sala de video-juegos, en los cuales se ingresa en una especie de realidad virtual, deshistorizada, aséptica y se ‘navega’ por los logros transnacionales, McDonalds, Pizza Hut, Pops, etc (Jiménez, 1997: 170). En esta misma línea de análisis, Pierre Bourdieu precisa que “la globalización sólo brinda un acceso aparente a las distintas expresiones de cultura; pues si bien se conocen más cosas, pero todas pasan por un filtro que las asemeja. El gusto y el sabor están amenazados, porque todo se limita a producciones de gran escala: la producción de masa mejora la rentabilidad, pero no asegura la calidad ni la diversidad... ya no hay más cine italiano, no hay cine húngaro. En las películas las diferencias se están borrando”  (Diario La Hora, 2001 – Quito, pág: 3).

Ciertamente, esta realidad no difiere de lo que ocurre en Ecuador, conforme se lo demostrara en el capítulo anterior. Los procesos de alienación son fuertes y se ven favorecidos por la acción desinteresada del Estado por fortalecer la cultura nacional.

 

Frente a este escenario urge adoptar algunas medidas que estén orientadas a fomentar no solamente la cultura, sino a robustecer con este proceso la identidad nacional que se halla tan menoscabada. Esto es importante destacar más aún cuando vivimos en la era de la globalización donde lo global, en muchos casos, reduce el espacio a lo local.

 

En principio debemos recordar que en Latinoamérica “la última etapa de fortalecimiento de la acción cultural de los Estados fue durante la década de los sesenta, y en ciertos países a principios de los setenta... el cambio básico fue el crecimiento en el ingreso a la educación superior. Hubo un vertiginoso desarrollo de las ciencias sociales y de las vanguardias artísticas, nuevas tecnología modernizaron la producción y difusión cultural (expansión de la TV, uso de materiales y procedimientos avanzados en el diseño industrial y la creación artística). Aunque no fueron eliminadas las desigualdades entre las clases en el acceso a la cultura, se extendió su circulación y se democratizaron sus contenidos” (Canclini, 1987:38-39). Este hecho es confirmado por José Joaquín Brunner para quien “puede afirmarse que entre 1950 y 1990 se ha iniciado en América Latina el ciclo de su incorporación a la modernidad cultural” (Brunner, 1991:94).  En efecto, tanto Brunner como García Canclini coinciden en que el desarrollo cultural en la región tuvo su momento (más o menos desde la década del 50 al 70 del siglo XX), lapso en el que hubo la presencia de un Estado interventor. Con ello lo que queda claro es que si se logró una modernidad cultural en América Latina fue impulsada, en buena medida, por la intervención directa del Estado. De otra parte, esto viene a confirmar aquello de que “ debe haber algún organismo que garantice que esta cultura alfabetizada y unificada se dé de modo efectivo, que el producto educativo no sea malo e inferior a lo indispensable. El Estado es el único que puede hacerlo, e, incluso en los países en que parte importante del aparato educativo está en manos privadas o de organizaciones religiosas, debe asumir el control de calidad de estas importantísimas industrias que se encargan de la manufactura de seres humanos válidos y útiles” (Gellner, 1988:56).

 

Con estas referencias queremos señalar que el rescate de la cultura en el Ecuador, en lo fundamental, debe ser liderado por el propio Estado, invirtiendo recursos, apoyando y  subvencionando la actividad cultural en todas sus expresiones. El Ministerio de Educación y Cultura, así como la Casa de la Cultura “Benjamín Carrión” deben ser los ejecutores de las políticas orientadas a rescatar en unos casos y a fortalecer en otros, expresiones culturales del país como el teatro, la literatura, la pintura, el cine, la música, la poesía, etc. Para ese efecto se requiere, como en los años sesentas y setentas, extender y democratizar los contenidos de la cultura hacia el mayor segmento de la población, creando un vínculo estrecho e indisoluble entre cultura e identidad nacional. En lo operativo es imperioso aumentar los presupuestos del Ministerio de Educación y Cultura, de la Casa de la Cultura, propiciando su descentralización y obteniendo el apoyo y participación a nivel local de los diferentes Consejos Provinciales y Concejos Municipales en cada una de las 22 provincias del Ecuador.  De otro lado, el sector privado debe participar en esta tarea, principalmente a través de los medios de comunicación difundiendo en sus programaciones - en forma obligatoria- actividades culturales con lo cual la expansión de la cultura adquiere una connotación nacional. Asimismo, el país debe aprovechar al máximo las convenciones y tratados internacionales que sobre cultura ha suscrito y que forman parte de la Carta de Naciones Unidas y del sistema interamericano.

 

De otro lado resultan muy interesantes considerar algunas propuestas políticas, entre ellas, la que plantea Néstor García Canclini en torno a la construcción de un ‘espacio público de la integración’. En este sentido, García sugiere: “crear un Sistema Latinoamericano de Información Cultural, cuya función sería reunir estadísticas confiables de todos los países de la región sobre el desarrollo y las tendencias de las inversiones culturales (públicas y privadas), de los consumos (especialmente de industrias culturales) y de las percepciones interculturales (imágenes de los otros países de la región y del espacio euroamericano y norteamericano).  Promover,  asimismo, estudios que permitan valorar el papel de las industrias culturales en el desarrollo a partir de una estimación cuantitativa de su contribución al empleo, a las exportaciones y a otras áreas del desarrollo socioeconómico, así como a una valoración cualitativa de su aporte a la formación de una ciudadanía nacional y latinoamericana. Finalmente, realizar comparativos de los mecanismos de financiamiento de la cultura en los países latinoamericanos, en Estados Unidos, en Canadá y Europa con el fin de dar a conocer las modalidades más idóneas para fomentar la complementación de recursos públicos y privados” (García Canclini, 1999:59-60). La cultura, en definitiva, debe ser apreciada en toda su magnitud y valor a fin de terminar con aquello que nos plantea el neoliberalismo para los países de la región, esto es que hacer cultura hoy es una actividad de segunda, más bien inútil[1]. Finalmente, la cultura debe alimentarse de un planificado sistema educativo, potenciador al máximo del capital escolar, lo cual derivará en la ampliación de lo que se conoce como el mercado de bienes culturales.

 

[1] Tomado del artículo de Alberto Saldarriaga Roa, “Neoliberalismo: Excelencia o mediocridad”, UN Periódico, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá 20 de agosto 2001, pág. 3.

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