LOS LENGUAJES DE LA ECONOMÍA

Un recorrido por los marcos conceptuales de la Economía.

CAPÍTULO 3.- LAS TEORÍAS COMO ESTRUCTURAS CONCEPTUALES

Podemos expresar brevemente parte de cuanto hemos dicho hasta el momento diciendo que la ciencia no construye teorías a partir de la realidad, ni tampoco el trabajo científico consiste en falsar las teorías con la ayuda de hechos brutos, pues ambos son enunciados teóricos. Se transforma así el problema de cómo evaluar las teorías en el problema de cómo evaluar las series de teorías. “Se puede decir que es científica o no científica una serie de teorías, y no una teoría aislada: aplicar el término «científica» a una teoría única equivale a equivocar las categorías.” (Lakatos, 1978, pp 46 y 50). De este modo, si antaño el requisito empírico de una teoría satisfactoria era la correspondencia con los hechos observados, ahora, para el caso de una serie de teorías, es que produzca nuevos hechos. La idea de crecimiento y la noción de carácter empírico quedan soldadas en una.

Veamos algunas consecuencias de eso. Primero, se niega que «en el caso de una teoría científica, nuestra decisión dependa de los resultados de los experimentos. Si éstos confirman la teoría podemos aceptarla hasta que encontremos una mejor. Si la contradicen, la rechazamos». Segundo, niega que «lo que en último término decide el destino de una teoría es el resultado de una contrastación; esto es, un acuerdo sobre enunciados básicos». Ningún experimento, informe experimental, enunciado observacional o hipótesis falsadora de bajo nivel bien corroborada puede originar por sí mismo la falsación. No hay falsación sin la emergencia de una teoría mejor. Entonces la falsación tiene un carácter histórico, pues es una relación múltiple entre teorías rivales, la «base empírica» original y el crecimiento empírico que tiene su origen en la confrontación. Más aún, algunas de las teorías que originan falsaciones, a menudo son propuestas después de la «contraevidencia». Por ello, los experimentos cruciales» sólo pueden reconocerse como tales entre la plétora de anomalías, retrospectivamente, a la luz de alguna teoría superadora. Por consiguiente, “el elemento crucial en la falsación es si la nueva teoría ofrece alguna información nueva comparada con su predecesora y si una parte de este exceso de información está corroborado.” (Lakatos, 1978, pp 50-1). Otra consecuencia se encuentra en la misma concepción de la honestidad científica. Ahora la honestidad pide que se intente ver las cosas desde diferentes puntos de vista, que se propongan otras teorías que anticipen hechos nuevos y que se rechacen las teorías que han sido superadas por otras más poderosas (Lakatos, 1978, p 54).

El problema, pues, no radica en decidir cuándo debemos retener una «teoría» a la vista de ciertos «hechos conocidos» y cuándo debemos actuar al revés. El problema no radica en decidir qué debemos hacer cuando las «teorías» entran en conflicto con los «hechos». Tal conflicto sólo lo sugiere el modelo deductivo monoteórico. Depende de nuestra decisión metodológica el que una proposición constituya un hecho o una «teoría» en el contexto de una contrastación. La «base empírica» de una teoría es una noción monoteórica. Podemos utilizarla como una primera aproximación, pero en caso de «apelación» del teórico, deberemos utilizar un modelo pluralista. En este modelo pluralista el conflicto no sucede «entre teorías y hechos», sino entre dos teorías de nivel elevado; entre una teoría interpretativa que suministra los hechos, y una teoría explicativa que los explica; y puede suceder que la teoría interpretativa sea de un nivel tan elevado como la explicativa. El conflicto, por tanto, tampoco se produce entre una teoría de nivel lógico muy elevado y una hipótesis falsadora de bajo nivel. El problema no debe plantearse en términos de decidir si una «refutación» es real o no. El problema consiste en cómo reparar una inconsistencia entre la «teoría explicativa» que se contrasta y las teorías «interpretativas» explícitas u ocultas; o si se prefiere el problema es decidir qué teoría vamos a considerar como teoría interpretativa suministradora de los hechos sólidos, y cuál como teoría explicativa que los explica tentativamente. En un modelo monoteórico consideramos la teoría de mayor nivel como teoría explicativa que ha de ser juzgada por los hechos suministrados desde el exterior; en caso de conflicto, rechazamos la explicación. Alternativamente, en un modelo pluralista podemos considerar a la teoría de mayor nivel como una teoría interpretativa encargada de juzgar los hechos suministrados desde el exterior; en caso de conflicto podemos rechazar los «hechos» como si fueran «anormalidades». En un modelo pluralista de contrastación quedan unidas varias teorías más o menos organizadas deductivamente (Lakatos, 1978, pp 61-2).

Este argumento bastaría para hacer ver lo correcto de la conclusión de que los experimentos no destruyen simplemente a las teorías y de que ninguna teoría prohíbe unos fenómenos especificables por adelantado. “No es que nosotros propongamos una teoría y la naturaleza pueda gritar NO; se trata, más bien, de que proponemos un conjunto de teorías y la naturaleza puede gritar INCONSISTENTE.” (Lakatos, 1978, p 62).

Pero con eso no hemos resuelto un viejo problema, tan solo se ha desplazado, o a lo sumo pospuesto. Esto es, hemos pasado del problema de la sustitución de una teoría refutada por los «hechos» al nuevo problema de cómo resolver las inconsistencias entre teorías estrechamente relacionadas. Una respuesta podría ser: se debe intentar sustituir primero una, después la otra, después posiblemente ambas, y optar por aquella nueva estructura que suministre el mayor incremento de contenido corroborado, que suministre el cambio más progresivo de problemática.

Ello nos origina problemas adicionales. Uno de los rasgos cruciales del falsacionismo sofisticado es que sustituye el concepto de teoría, como concepto básico de la lógica de la investigación, por el concepto de series de teorías. Lo que ha de ser evaluado como científico o pseudocientífico es una sucesión de teorías y no una teoría dada. Pero los miembros de tales series de teorías normalmente están relacionados por una notable continuidad que las agrupa en programas de investigación. Esta continuidad representa un papel vital en la historia de la ciencia; así, para Lakatos, los principales problemas de la lógica de la investigación sólo pueden analizarse de forma satisfactoria en el marco suministrado por una metodología de los programas de investigación (Lakatos, 1978, p 65).

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